Abd Al-Rahman I - Creador del reino Omeya en España (Siglo VIII)
عبد الرحمن بن معاوية بن هشام بن عبد الملك (Adb Al-Rahman I - Traducido su nombre seria, "el que ha entrado o el inmigrado") Para muchos este buen militar y estadista arabe podrian resumir que no tuvo modo de hacerse un nombre en su propia tierra y por eso solo tuvo la oportunidad de hacerlo justo en el extremo o frontera del imperio musulman. Este bravo caudillo árabe, recaló en nuestro país huyendo de la masacre que los abbasíes perpetraron a sus familiares y apoyado por unos cuantos leales se instaló en una España convulsa, con los musulmanes divididos, bajo el débil liderazgo de Yúsuf, consiguiendo dar un esplendor nunca visto, al Califato de Córdoba. Por primera vez un califato o Acefias podia ser gobernado de manera independiente, para algunos fue una primera forma de republica musulmana, aunque veremos que eso es ir demasiado lejos en su forma de gobierno.
LOS OMEYAS EN ORIENTE
En el año 660, el gobernador de Siria, Muawiya, después de la primera guerra civil del Islam, derrotó a Alí en Siffin, cerca de Raqqa. Aquel pertenecía a los Omeyas, de la tribu Quraish, la misma que el profeta Mahoma y accede al califato que comprendía los territorios de Egipto, Libia, Siria, Mesopotamia e Irán.
Ya instalado en Damasco, Muawiya era consciente de la buena labor que el Imperio Bizantino había hecho en el territorio y adoptó su administración. Hizo un calco perfecto de su administración: personal, el buen hacer y sus monedas eran una copia de las bizantinas y de los persas sasánidas. Las estructuras estaban configuradas por los emires, por un lado(si bien la administración estaba dirigida por el califa), mientras en las tierras de los no-musulmanes, la mayor parte, estaban en manos de rabinos u obispos que eran los intermediarios de los omeyas.
(General omeya dando instrucciones a sus colaboradores.)
El califa, asegura su sucesión en su hijo, Yazid I, cambiando la tradición que regía desde la muerte de Mahoma, en la que el sucesor era designado por una asamblea de notables. No tardaron en rebelarse contra los omeyas, los seguidores de Husayn, el hijo de Alí, derrotado por los omeyas. Este último fue derrotado y muerto en Karbala, por Yazid. Pero eso no hizo desistir de sus propósitos a los seguidores del Profeta, que bajo el mando de Ibn al-Zubayr, conquistan la Meca y Medina. Los ciudadanos de estas ciudades, demuestran su malestar al califa, lo que le encoleriza y sitia y conquista en tres días Medina, mientras la Meca sufre la destrucción del Santuario y la Kaaba es incendiada, tras ser atacada por las catapultas del califa.
La muerte de Yazid empeora las cosas e Ibn al-Zubayr, conquista Arabia y parte de Egipto. El nuevo califa, Abd-el-Malik, restablece el orden y vuelve a sitiar la Meca, destruyendo la Kaaba, en el año 691, demostrando la impiedad de los omeyas. La expansión de los omeyas llegó hasta las lejanas tierras de la India y China.
(Batalla de Talas, infantería árabe contra la china.)
Hasta que en el año 744, la inestabilidad política llevó a tener hasta tres califas en el trono, lo que fue el desencadenante de una tercera guerra civil. Abu Muslim, ondeando sus banderas negras se rebeló contra Marwan II en Siria. Este pierde la ciudad de Kufa y en el 750 es derrotado en el Gran Zab. Marwan consigue huir, aunque más tarde muere en combate contra sus enemigos.
El califa Abu al-Abbás quiso acabar con los omeyas definitivamente y los invitó a un banquete el 25 de julio de 750, en Abu Futrus, allí dio muerte a casi todos los miembros de los omeyas. Solo consiguieron librarse de la muerte el príncipe Abd al-Rhaman, su hijo, su hermana y un liberto llamado Badr.
(Tres indumentarias de la corte abbaside.)
Unos años más tarde de la masacre de los omeyas, el citado Abd al-Rahman, de 21 años de edad, hijo de Muawiya y nieto del califa, Hixem, es perseguido intensamente, cruza a nado el Eufrates y tras una serie de peripecias por Palestina, Egipto y Marruecos, recala en la tribu de los Nelza, a la que pertenecía su madre, pero estos acabaron por expulsarlo. Continua sus viajes, siempre acompañado por su servidor Badr y el resto de fieles.
(Batalla del Guadalete o el inicio de la conquista árabe de España.)
Mientras tanto en España, independiente de Oriente, tras la caída de los omeyas, sufrió una especie de hambruna, que hizo que muchos beréberes volvieran al África. Las caisies y los kelbies estaban enfrascados en luchas fratricidas, debido al débil liderazgo de Yúsuf.
(Cúpula del tesoro en la Gran Mezquita de Damasco.)
Badr, el siervo del príncipe, conocedor de la cantidad de omeyas que vivían en España, cruza el Estrecho en el 754 y establece contacto con ellos y busca la colaboración con los caisies y consiguen liberar Zaragoza. Toma contacto con Sumayl, personaje de gran prestigio entre los árabes, pero este en el último momento, prefiere confiar en el débil y manejable Yúsuf, que en un príncipe con sangre omeya.
Badr no desiste de su plan y se alía con los derrotados yemeníes y consigue dinero para armar un barco, que el 14 de agosto de 755, consiga traer a Abd al-Rahman(que significa Siervo del Misericordioso), a desembarcar en las playas de Almuñécar. Este se proclama emir en Archidona y apoyado por los mozárabes, recluta su primer ejército que le hizo consolidarse en el poder.
(Estatua de Abd al-Rahman I, en las costas de Almuñecar(Granada).
Abd al-Rahman era un líder excepcional, dotado de una clarividencia meridiana y su ascendencia califal le había dotado de una gran sentido práctico, que tras una vida de peligros latentes le dotaron de fama de indomable.
AL-MUSARA
En el 756, conquista Sevilla, que a la sazón dominaba: Elvira, Sidona y Rayya. Yúsuf intentó seducirle ofreciéndole la mano de su hija como esposa, además de una gran hacienda. Otro que no hubiera sido Abd al-Rahman, hubiera sucumbido ante estos encantos, pero este se decidió a dar la batalla a Yúsuf y dirigió a sus hombres a los parajes de Al-Musara, frente a Córdoba el 15 de mayo del 756.
No tardaron en encontrase ambos ejércitos, frente a frente, a ambos lados del Guadalquivir. El hábil omeya, finge que acepta las condiciones de Yúsuf y por la noche, cruza el río, que había disminuido su caudal. Sus tropas disponían de 2.0000 jinetes y 3.000 infantes. En Al-Musara, ordena situar a sus infantes en el centro, consciente de la poca caballería de que disponía en los flancos. El emir armado con un arco y apoyado por sus fieles, improvisó un estandarte(turbante verde y una lanza), que más tarde fue la bandera de los omeyas en España. Yúsuf copió su maniobra, mientras los jinetes omeyas atacaban el centro enemigo y la derecha de Yúsef. Los yemeníes temían que Abd al-Rhaman huyera si el combate le era desfavorable, ya que disponía de la mejor montura. Este consciente de ello, cambió su caballo por una mula. Más tarde, los jinetes omeyas y sirios dan buena cuenta de los de Yúsuf, matando a dos hijos de este. Luego el emir evitó que sus hombres saquearan la ciudad y tras esta victoria se hizo proclamar en la mezquita “Hijo de los Califas”, emir y rey en Archidona el 16 de marzo.
(El califa Abd al-Rahman I, que ocupó el Emirato de Córdoba(756-788).
Este tenía todas las cualidades de forjador de imperios, dejando de lado razones morales, incluidas la gratitud o la humanidad. Consiguió con el Califato de Córdoba, un poder fuerte, unitario que debía consolidar el Islam. No cometió el error de dejar su naciente imperio a un apoyo falaz y voluble de las distintas organizaciones árabes, “chonds” militares o simplemente partidos con diferencias étnicas o motivos religiosos. En los meses posteriores a su victoria, la euforia tras esta y la venganza satisfecha le hacía acreedor de la fidelidad de sus auxiliares. Buscó rodear de todo el prestigio posible a la corte del “Hijo de los Califas”, con sede en el antiguo palacio de los gobernadores en Córdoba y se rodeó de familiares y clientes de sus dinastía, en una aristocracia de sangre a la que concedió poder y riqueza.
Luego pasó a reorganizar a su ejército, con sus elementos más fieles, para afirmar su poder con una base sólida. Abd al-Rahman puso los cimientos del dominio de su dinastía durante siglos. Reclutó mercenarios bereberes o extranjeros europeos, a los que denominó “eslavos”, reuniendo un ejército de 40.000 hombres. Estos expatriados en un territorio extraño y hostil a veces, eran fieles súbditos del califa, que se mostraba generoso con ellos, a pesar de no ser dependientes de él. Los árabes que le habían acompañado a España, fueron dejando de lado los odios y traiciones de Oriente y quedaron relegados a una fácil vida de propietarios rurales.
(Distintos tipos de guerreros de esa época.)
Tuvo tiempo en su vida de ver su obra terminada, a pesar de las férreas disputas en su largo reinado, contra rebeldes locales o enemigos extranjeros: abbásidas sirios, los cristianos españoles y hasta el poderoso emperador de francos y germanos.
A finales del siglo VIII, la mayoría de la población se había convertido al islamismo. Los hispanos-romanos y visigodos que lo hicieron fueron denominados, muladies y los que continuaron con la fe cristiana, mozárabes.
LAS REVUELTAS
No podía confiar en tener, ni un solo día, libre de conjuras y rebeldías. Yúsuf al-Fihri se había sometido y el califa le ofrecido un puesto de consejero, pero su ambición le hizo rebelarse y fue derrotado y muerto. Toledo era el principal bastión de la rebeldía y fue vencida en el 764, por Badr y Tamman Al-Quama, que lograron su rendición, pactando con una facción de la ciudad e Hisham y sus lugartenientes, tras la derrota fueron ejecutados en Córdoba. Los yemeníes que tanto había exaltado al califa, al ver que este no era una simple marioneta en sus manos y propiciar sus venganzas de raza, siempre estaban a punto para rebelarse.
(Las luchas entre los omeyas y sus enemigos fueron frecuentes.)
Cada intentona de rebelión era seguida por una represión feroz, tras el consiguiente baño de sangre, que hacía enfurecer a los jefes yemenies rebeldes, a perseverar en su sed de venganza y estaban prestos a rebelarse nuevamente. A estos se les unieron una fuerza fanática, los berberiscos, que habían llegado a España en contingentes importantes en la época de la conquista, temibles por su austera sobriedad y el fervor de su fe, más que los indolentes y refinados árabes, procedentes de las tribus del norte y noroeste de África, que en un principio fueron el bastión de los omeyas, para luego pasar a ser su mayor peligro.
Un maestro, llamado Shagya, oriundo de Uclés, de la tribu Miknasa, fanatizó la población bereber de la península, que vivía entregada a esperanzas mesiánicas. Haciéndose pasar por un imán, descendiente del Profeta, inició una guerra de guerrillas, en nuestro país muy prodigo a este tipo de lucha, para redimir a los africanos del yugo opresor de los árabes. El califa empleó todos sus recursos personales, para poder ganar esta guerra, que finalizó con el asesinato del propio Shagya por sus propios partidarios, en el 776. Sus propios familiares y clientes, que fueron colmados de presentes por el califa, continuaron con sus maquinaciones y conatos de rebelión, ya que esta raza anárquica conservaba el morbo de la rebelión, añorados de su libre vida en el desierto. Varios parientes del califa pagaron con su vida su rebelión y aún su fiel Badr, gran organizador de su éxito, también llegó a coquetear con los rebeldes.
Desde Bagdag, los califas abbasides alentaron todos estos conatos de rebelión y los apoyaron material y espiritualmente, contra el príncipe proscrito, así como también de manera directa. Tanto fue así, que en el 763, enviaron al jefe árabe, Al`Ala` ben Mugit, al sur de Portugal, con dinero e instrucciones del califa Abu Cha`fa al-Mansur. Estos pretendían aglutinar a todos los descontentos, bajo el pabellón negro de los abbasides, especialmente los tantas veces derrotados kelbies. Pero Abd al-Rahman, demostró sus grandes dotes militares y derrotó al emisario de Oriente y a los suyos. El omeya encontró los medios para hacer llegar las cabezas de todos los principales jefes rebeldes, envueltas en sus banderas negras, al califa al-Mansur, además de constatar el fracaso del nombramiento como gobernador del enviado del califa. Más tarde, en el 777, desembarcó en el Levante, otro enviado del califa Al-Mansur, con las instrucciones de devolver a España a la obediencia de Oriente. Este fue derrotado y muerto por el gobernador de Zaragoza.
(Mapa del Califato omeya en España.)
CONFLICTOS CON EL REINO ASTURIANO
Este cúmulo de acciones contra Abd al Rahman, hizo que este no pudiera acometer la guerra santa contra los cristianos del Norte. Allí los sucesores del fallecido rey Alfonso I, su gran caudillo, que se encontraba en la misma situación que el califa, con una sucesión de conflictos por derechos hereditarios del monarca.
La muerte de Alfonso I coincide con la instauración de los omeyas en Córdoba. Sube al trono Fruela(757-768), príncipe batallador en demasía, pero buen organizador, del que se dice que trasladó la capital de Cangas a Oviedo y llevó allí el obispado de Lugo, que acabó de dar el empaque necesario a la nueva capital.
(Las escaramuzas contra los cristianos del Norte, eran sangrientas.)
Sometió rebeliones de vascos y gallegos, incluso las de su hermano, Vimaramo, al que dio muerte. Ello trajo como consecuencia que sus acólitos asesinaran al caudillo asturiano, en Cangas que fue enterrado en Oviedo, junto a su esposa, la vasca Munia. Pudo acotar el dominio musulmán, tras una serie de victorias en el Norte cristiano. Siendo la más importante la de Puentedeume, en las que derrotó y capturó a un familiar del Abd al-Rahman, el príncipe Omar, dejando Galicia libre del peligro musulmán.
Los musulmanes de Badr emprenden una expedición de castigo(766/67), contra Alava, que dio pie a un documento de la crónica de Al-Razi, que nos indica, que hubo un tratado de cinco años, entre el emir y rey Abd al-Rahman y los patricios, monjes y pueblo de Castilla(Qastalla), que de ser cierto sería la primera vez en la Historia, que este nombre figura en la misma. Se trataría de una región fronteriza o marca, que seguidamente se poblaría en las estribaciones de la cordillera cantábrica, en los llanos de Amaya.
Ambos bandos, unos con el hijo de Fruela, Alfonso II en su reino de Asturias, sus divergencias no le permitían ensanchar sus dominios e incluso se habla que las relaciones con Córdoba, fueron de paz, gracias a un pacto vergonzante con los musulmanes, similar al pacto anteriormente citado.
(Carlomagno, Rey de los francos y Emperador del Sacro Imperio Romano.)
RONCESVALLES
Durante el reinado de Abd al-Rahman, bien que poco le afectara, se produjo un suceso de renombre mundial, la intervención desgraciada del emperador Carlomagno. Este no contemplaba la anexión de España al Sacro Imperio Romano y sus miras estaban dedicadas en exclusiva a la Europa central y en el “Levi-Provençal” hay unas líneas que hablan del entente entre Córdoba y Aquisgran, con un futuro matrimonio de alianza(recordando la tradición romancesca de las bodas de la princesa árabe, Galiana con Carlomagno). Ello provoca-como tantas veces en nuestra Historia, que los partidos cegados por el odio, llamaron a la puerta del extranjero, para mediar en sus disputas y ello provoca que el césar fije nuestra península como objetivo prioritario.
Zaragoza, rica e importante, estaba desligada de la obediencia a Córdoba, Sulayman ben al-Arabi, su gobernador, vencedor del Siglaqi, enviado por el califa abbasie, quería romper los vínculos con los omeyas, a la sazón rivales de su tribu. El emir envía una expedición de castigo contra el rebelde, pero al-Arabi captura a su general, tras una salida afortunada. Tras ello y temeroso de la reacción del emir, pide ayuda a Carlomagno y al-Arabi se presentó en Paderborn, con el general cautivo. Posiblemente coincidió en el campamento imperial, con el gobernador de Huesca, Abu Thawar, que también ansiaba su independencia. Carlomagno, recién vencedor de los sajones, vio una gran ocasión de mantener ocupado a su ejército, en busca de una mayor expansión.
(Imagen de la batalla de Roncesvalles.)
Tanto la leyenda como la Historia, nos relatan que Carlos atravesó los Pirineos, con sus famosos paladines y un fuerte ejército. En Pamplona recibió la sumisión de los vascos, pero no ocurrió así en Zaragoza, donde el lugarteniente del Arabi, Al-Husayn, les cerró las puertas de la ciudad. Durante el sitio por las tropas imperiales, estos reciben la fatal noticia de una nueva sublevación sajona y tuvieron que retornar a los Pirineos, llevando con ellos al-Arabi. Allí leyendo los relatos del cronista oficial, Eginardi, en su “Vita Karoli”, nos lo resume como sigue:”Su ejército, adelgazado por la estrechez del paso, caminaba en largas filas-mientras los vascos emboscados ya, en las frondosos bosques que allí son propicios a las emboscadas-, atacan desde las alturas y arrojan al barranco a los convoyes de retaguardia, junto con las tropas que cubrían al grueso del ejército, matándolos hasta el último hombre, se apoderan de las vituallas y amparados por la noche se dispersan”. La fecha de la batalla fue el 15 de mayo del 778 y el lugar el desfiladero de Roncesvalles.
En ella pierden su vida: Eggihardo, el conde de Palacio, Anselmo y Rolando, duque de Borgoña, en ese típico episodio de la guerra de guerrillas, que tanto proliferó en nuestra Historia. Las crónicas musulmanas nos confirman que los hijos del Arabi, consiguieron rescatarle.
Este hecho de armas, de gran relevancia literaria, fue relatado en el siglo XI, en la “Chanson de Roland” y su repercusión da un renombre a España, fuera de nuestras fronteras de país misterioso y arisco, donde es peligroso aventurarse. Esta aventura hizo que Carlomagno creara el reino-tope de Aquitania, para su hijo, Luís el Piadoso, coronado en el 781, por el papa, Adriano I. Más tarde, en los últimos años del reinado del emir, obtuvo Carlomagno una victoria trascendental, la conquista de Girona(785), que abrió las puertas a la Marca Hispánica. Hecho decisivo en la Historia de Catalunya que había de dar a esta comarca su matiz peculiar.
(Abd al-Rahman I y su séquito, pintado por Delacroix.)
Abd al-Rahman I, fundador del impero omeya en España, aseguró la pervivencia del Islam, durante siglos en nuestra península. Murió el 30 de septiembre del 788, sin llegar a cumplir los 60 años. En todo su mandato no llego a disfrutar de un solo día de paz y pagó con creces todos los triunfos militares y políticos, con la poca ventura de verse rodeado de ingratos y convertirse en un tirano inflexible y cruel. A su muerte dejó una organización política y militar, inspirada en el califato de Oriente: una brillante corte, un ejército y una buena administración.
Córdoba cuya población aumentó considerablemente, se convirtió en una ciudad importante, llegando hasta los 250.000 habitantes, cuando la segunda en importancia, Toledo tenía unos 37.000 habitantes. En el 785, consiguió de los cristianos la cesión de la parte, por ellos ocupada en la catedral visigoda de San Vicente, que mandó derruir y en su lugar levantó la más bella mezquita del Islam. Esta de forma rectangular, mide 180 mts. de norte a sur y 130 de este a oeste. En ella se observan cuatro estilos autónomos representativos de cuatro épocas distintas desde 785 a 987. Contiene hasta 18 portales con arcos de herradura, bellamente esculpidos, con decoración floral y geométrica, que conducían al hoy patio de los Naranjos. Allí había cuatro fuentes, cada una tallada en un bloque de mármol. Esta mezquita era un verdadero bosque con 1.290 columnas, que dividen el interior en once naves principales y veintiuna de secundarias que dan a esta mezquita un empaque esplendido.
(Magnifica vista del interior de la Mezquita de Córdoba.)
Más tarde, enormemente ampliada, los geniales arquitectos de Abd al Rahman dieron el canon y el estilo definitivo. En 1523, se decidió imponer una catedral católica, en el centro de la Mezquita. A la vista de esto, el Emperador Carlos le comenta al obispo Juan de Toledo y sus acólitos, esta frase famosa: “Si yo hubiera sabido lo que era esto, no hubiera permitido que se llegara a lo antiguo porque hacéis lo que se ha hecho en otros lugares y habéis desecho una obra única en el mundo”.
Frente a ella, a orillas del Guadalquivir, construyó un alcázar, del que aún se conservan los muros exteriores. Su añoranza de Oriente, le llevó a darle el nombre de Ruzafa, que su abuelo, el califa Hixham, había impuesto a su quinta a orillas del Eufrates, su casa del placer, rodeada de un enjambre de huertos y jardines, que construyó en las laderas de la sierra.
Sus hazañas llegaron a oídos de la corte de Bagdad, contadas por los cronistas árabes que despertaron su admiración. Incluso el califa, Al-Mansur, le distinguió con el titulo de “sacre(halcón) de Koraix”, Levi-Provençal anotó el hecho que en Siria, funcionaba una organización, llamada el sacre de Koraix, formada por jóvenes intelectuales, en recuerdo del glorioso omeya de España.
(La corte de Abd al-Rahman, por Dionisio Baixeras Verdaguer.)
En la corte de Córdoba, el fallecido emir había instaurado el estilo de las grandes monarquías de Oriente, en que la sucesión al trono no se regulaba por orden riguroso de primogenitura. El soberano era quien decidía, entre sus hijos, su sucesión entre el que parecía más adecuado, o bien como en Roma, alguna intriga o guardia pretoriana decidía lo contrario. El mayor de sus hijos, Suleyman, nacido en Siria, no fue el escogido por Abd al-Rahman, que prefirió a su segundo, Hixem, que se distinguió por su piedad y buena cultura, además de su personalidad. Suleyman, gobernador de Toledo se rebeló contra la decisión paterna, pero fue derrotado por su hermano y tratado con generosidad. Bajo el mandato de al-Hakam I, se sublevaron Toledo en el 807 y la misma Córdoba en el 814, pero ninguna sublevación tuvo la fuerza del muladí Ibn Hafzún, bajo el mandato de Abdallah.
La obra de Abd al-Rahman, fue un estado musulmán que detuvo el avance de los cristianos durante siglos y evitó el colapso de los musulmanes en la península. Él nunca perdió una batalla.
El resto de emires omeyas fueron: al-Hakam I, Abderrahmán II, Muhammad I, al-Mundhir, Abdallah y Abderrahmán III.
(Escena de la batalla de Poitiers, que significó el fin del expansionismo árabe,)
Escrito por Josep Subirats
FUENTES
La civilización hispano-árabe por Titus Burckhardt. Historia y Geografía Ensayo. Alianza Editorial.
Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación del Al-Andalus por Eduardo Manzano Moreno. Serie Mayor. Crítica Barcelona.
Abderraman I , al Ándalus y el Califato omeya en España por Wickipedia.
El Ándalus I y el Califato de Córdoba(711-1.010), por R.H. Shansuddin Elia, Profesor del Instituto Argentino de Cultura Islámica.
Los omeyas de al-Andalus(siglos VIII-X) por Jacinto Bosch Vilá, Universidad de Granada. Historia Universal de Salvat.
Imágenes de Arre caballo.
Los califas omeyas por Vicente Millán Torres. Historiador especialista en cultura islámica. National Geographic Historia.
- Leones2233's blog
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Hola Leones
Como siempre, muy agradable leerte y, como siempre, no puedo con el genio (bueno, por lo menos verás que te leo con atención)
En el pie de foto: (El califa Abd al-Rahman I, que ocupó el Emirato de Córdoba(756-755) tienes mal las fechas
y entre el interior de la Mezquita-Catedral y el cuadro de Verdaguer tienes escrito Bagdag, en vez de Bagdad.
Un abrazo y ¡a seguir!
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Hola Hartman.
Paso a rectificarlo.....Ya te echaba de menos....
Muchas gracias
Josep