Caballería Romana: La Era de la caballería comitatense "bizantina".
La caída de Roma no supuso el fin del Imperio Romano, que en su parte oriental siguió bien vivo: no sólo se sobrepuso a la crisis del siglo V sino que vivirían una época de extraordinaria pujanza con Justiniano. La caballería romana iba a desempeñar un papel fundamental durante esta época que acabaría tras el reinado de Heraclio.
Los ejércitos de Constantinopla
La batalla de Nedao (454) entre los hunos y sus pueblos súbditos supuso el fin del imperio huno tan sólo un año después de la muerte de Atila. Tras el fin de la amenaza huna, el Imperio Occidental pudo dedicarse de pleno a la tarea de acelerar su desaparición, mientras que el Oriental iniciaba un proceso de renovación de sus ejércitos y asimilación de algunas lecciones aprendidas de los hunos.
El reconstituido ejército romano oriental seguía contando en teoría con una estructura heredera de la tradición romana del siglo IV, con ejércitos de campaña comitatenses y fuerzas fronterizas limitanei. A mediados del siglo VI se dejó de contar a las tropas fronterizas entre las tropas regulares (con sueldo) y Agatías nos da una cifra de 150.000 para los ejércitos regulares que habrían incluido a las antiguas unidades comitatenses y a aquellas limitanei que habían ido adquiriendo el status de pseudocomitatenses. Este “ejército regular” asumió no sólo la labor de los antiguos ejércitos “móviles” sino que también proporcionaba guarniciones fronterizas, pero en la práctica no habría mucha diferencia entre una unidad fronteriza “regular” y una unidad “de maniobra”, operando conjuntamente con normalidad. El resto del ejército, herederos de los antiguos limitanei, pasó a ser una especie de milicia a tiempo parcial ya que sus miembros desarrollaban distintas ocupaciones para ganarse la vida.
En esta nueva etapa la caballería iba a asumir un papel preponderante desplazando un tanto a la infantería, que mantuvo un papel importante en la línea de batalla pero en la que no siempre se confiaba del todo. La parte oriental del Imperio ya había tenido tradicionalmente una potente y diversificada caballería, al necesitarla para enfrentarse a su tradicional rival persa: el Imperio Sasánida. Sin embargo sería el contacto con los pueblos de la estepa en la frontera del Danubio el factor que acabara de decantar la transformación del ejército romano en un ejército articulado en torno a la caballería.
Acabada la amenaza huna, el Imperio no sólo se dedicó a reclutarlos masivamente sino que se convenció de los bondades del arquero de caballo como columna vertebral del arma montada. Lo que antes había sido un arma de especialistas se convirtió en lo común; el jinete “medio” romano pasó de ser un guerrero de lanza y jabalinas a ser un jinete armado con arco y lanza: un hippo-toxotai (arquero a caballo) polivalente capaz tanto de realizar acciones de choque como de escaramucear con gran eficacia gracias al arco compuesto.
En el cambio del siglo V al siglo VI, el célebre manual militar: el Strategikon, recomendaba tener más caballería que infantería, por ser la última únicamente apta para el combate cuerpo a cuerpo mientras que la caballería podía tanto combatir como perseguir o incluso retirarse con facilidad (evitando un combate desventajoso); además siempre podía optar por desmontar y combatir a pie si fuera necesario. El propio manual apenas trata de de la infantería, centrándose en lo que ya era el arma dominante del campo de batalla: la caballería.
Fragmento de un marfil egipcio del siglo VI (Rheinisches landesmuseum de Trier) en el que se representa a un arquero a caballo, acompañado de infantería.
Estructura.
Las antiguas unidades de caballería seguían existiendo con una fuerza de unos 500 hombres. Sin embargo en campaña la unidad táctica era el bandon (plural:banda) que podemos traducir como “bandera”i. Inicialmente al mando de un tribuno, su comandante pasó a ser conocido como comes o komites. El tamaño de un bandon era en principio de 300 jinetes, pero el Strategikon hacía la curiosa recomendación de que en el campo de batalla las unidades individuales variaran entre 200-400 “para dificultar al enemigo contar las tropas en base al número de estandartes”. El resto de las tropas hasta las teóricas 500, se dejarían atrás probablemente como núcleo de formación y fuente de reemplazos.
La organización interna de las unidades de caballería evolucionó durante este periodo hacia más o menos tener la siguiente: estarían dirigidas por un tribuno/comes asistido por un vicarius y un primicerius; habría 5 hecatontarcas al mando de 100 hombres c/u, 50 decarcas al mando de 10 hombres (decarca incluido) y después una curiosa combinación de 50 pentarcas al frente de 5 hombres y de 50 tetrarcas al frente de 4 hombres. Por último quedarían 350 jinetes corrientesii. A esto habría que añadir un número indeterminado de sirvientes, los suficientes en cada sección para poder ocuparse de los caballos. En principio los jinetes recibían un complemento para ayudarles a mantener un sirviente personal (libre o esclavo), pero en aquellos casos que no era así o no era suficiente, se juntaban 3-4 jinetes para mantener y compartir un sirviente.
Oficial de caballería, siglos V-VI (Stelios Nigdiopoulos)
La costumbre de unir unidades de caballería en brigadas se estandarizó y podemos encontrar “brigadas” formadas por varios banda. Inicialmente serían quiliarquíasiii al mando de un oficial denominado quiliarca (el que manda 1.000 hombres), pero se acabó imponiendo el nombre de droungarios. El término droungos se utilizaba inicialmente para designar una agrupación táctica de caballería pero en el siglo VII ya adquirieron su consideración de “brigadas”. A pesar del nombre original de su comandante, en la práctica solían superar los 1.000 y lo común era que rondaran los 2.000-3.000 hombres.
A nivel divisional nos encontramos al meros, formado por varias brigadas (2-3) y con una fuerza promedio de 5.000 hombres, con un tope máximo de 7.000. Su comandante era el merarca (merarches), aunque en el siglo VII pasó a ser conocido como turmarca (tourmarches).
Además de las tradicionales unidades de caballería, que podían trazar sus raíces a las reformas del siglo IV, en los ejércitos orientales había unidades de caballería “extranjeras”. Por un lado estaban las unidades foederati reclutadas entre diversos pueblos, principalmente germanos como godos y hérulos. Durante el siglo V se dio una excesiva dependencia de esta fuente de soldados pero para el siglo VI ya no constituían una amenaza para la estabilidad del Imperio.
Una vez finiquitada la amenaza huna, estos y otros pueblos nómadas también fueron una importante fuente de arqueros a caballo para las filas imperiales, recibiendo estos mercenarios la denominación de ethnikoi. Los hunos en especial fueron inmensamente valorados y su presencia era habitual en los ejércitos romanosiv.
Los bucellarii (bucelarios) también sobrevivieron al siglo V pero más controlados. Se seguían reclutando preferentemente entre “bárbaros” y pagados por sus comandantes, pero estaban más regulados y controlados. Algunas unidades de bucelarios podían ser bastante grandes como por ejemplo los 1.000 (tal vez incluso 2.000) que se le permitía tener a Belisario. De un cuerpo de guardaespaldas privados fueron pasando a unidades de élite y a finales del siglo VI se suprimieron como fuerza privada.
Por último estaban los aliados (symmachoi) como las tribus árabes que recibían un subsidio por defender la frontera, pero que a diferencia de los foederati no estaban completamente integrados en el ejército romano-bizantino.
Belisario con sus bucelarios (Jhonny Shumate para Ancient Warfare); en primer plano podemos ver a un guerrero huno.
Equipo.
Bajo el emperador Anastasio se cambió el sistema de pago y los soldados pasaron a recibir la paga completa a cambio de tener que proporcionarse ellos mismos el equipov. Aunque hubiera libertad a la hora de elegir el equipo, según el tipo de unidad en que se sirviera se impondrían unos requisitos mínimos en cuanto al equipo común necesario. Más allá de eso, quedaría a recursos como plumas de un color característico o el patrón de pintura de los escudos, la tarea de identificar a los miembros de una unidad.
En la época de Justiniano, un jinete romano bien equipado contaría con el siguiente equipo: casco, cota de malla -por encima de una prenda gruesa y acolchada para absorber los golpes y escudo; lanza, espada (con correa ceñida al hombro) y un arco compuesto con su correspondiente carcaj.
Aunque los romanos quedaron impresionados por la potencia del arco compuesto asimétrico de los hunos, no lo adoptaron como “arma normalizada” para sus propias unidades. Era bastante complejo de fabricar y por tanto no muy adecuado para la el tipo de producción en masa que requería el ejército. Además se necesitaba mucho tiempo para dominarlo adecuadamente, algo que no era un problema para gente como los hunos que “habían nacido sobre la silla de montar”!. En su lugar se siguió usando el arco compuesto simétrico (de origen estepario) introducido en torno al siglo II.
La lanza podía ser tanto el contus que se manejaba a dos manos así como una versión más ligera de éste que se podía usar con una mano. Un aporte de la influencia ávara fue el de una espada de doble filo más larga, con un tamaño de 1 – 1,07 m., que convivió con otros modelos de spatha.
Jinete pesado, siglo VI (Ian Heath)
No toda la caballería se podía permitir la cota de malla o una armadura de escamas, por lo que también nos encontramos armaduras de tipo lamelar e incluso jinetes con protecciones de cuero y/o simples abrigos gruesos y acolchados que llegaban hasta la rodilla. El nuevo tipo de guerrero a caballo supuso un resurgimiento del uso del escudo grande de caballería, especialmente cuando se esperaba de los jinetes que pudieran combatir desmontados, aunque aquellas tropas que siguieran operando como clibanarios se limitarían al escudo pequeño circular que se ajustaba al hombro para proteger cuello y cara.
Al tratarse de un guerrero polivalente (lancero & arquero), su caballo carecía normalmente de protecciones (bardas) para no restarle movilidad en sus funciones de arquero. Sin embargo se hacía una excepción con una parte de la unidad para poder disponer de una primera línea de jinetes con caballos al menos parcialmente acorazados para el choque. En la rival caballería sasánida se vio un proceso similar de limitar el uso de las bardas, anteriormente muy extendidas.
Se recomendaba que dichos caballos tuvieran las pezuñas protegidas con piezas metálicas para hacer frente a los abrojos metálicos que pudieran sembrar los rivales en el campo de batalla.
A finales del siglo VI el contacto con los ávaros supuso una serie de cambios en la caballería romano-bizantina. El más llamativo fue la muy probable introducción del estribo por influencia de estos. Aunque ya se suele aceptar que no se necesita el estribo para tener una caballería funcional, su uso no dejaba de ser una ayuda sobre todo para aquellos jinetes con menos experiencia.
La influencia ávara también se dejo notar en un incremento en el uso de la sencilla armadura lamelar. Eso no significó en ningún caso un abandono de la cota de mallas, de hecho esta se modificó para proteger mejor al jinete: se hizo más larga extendiéndose a veces hasta los tobillos e incorporando una capucha de malla. Los caballos de las “tropas de choque” también vieron un aumento en su nivel de protección.
Jinete pesado, siglo VII (Ian Heath)
Guardias.
La Guardia seguía formalmente integrada por las 7 Scholae palatinas (de 500 hombres c/u). Sin embargo para mediados del siglo VI, dicha fuerza había perdido prestigio como unidad militar de élite y era considerada más bien como una “unidad de desfiles”. Antiguamente había estado formada en gran número por guerreros de origen germano, lo cual ya no era el caso. De hecho la formación se convirtió en una fuente “extra” de financiación para el Estado ya que era habitual vender el derecho a un puesto en ella e incluso en época de Justiniano era habitual que les mantuviera durante cierto tiempo sin salario a su propia costa.
Las Scholae pasaron a depender del magister officiorum y dejaron de tener su cuartel permanente en el Palacio Imperial, quedando destinadas a la zona de Tracia o de Bitinia, rotándose un par de ellas para realizar funciones en el Palacio.
La escolta del Emperador la proporcionaban los Excubitores, fundados en torno al 460 por el emperador León I. Su número era de unos 300 e inicialmente se reclutaron entre los isauros, aunque para el siglo VI su procedencia era más amplia. Además de guardaespaldas también hacían de “enviados imperiales”. Los oficiales de los Excubitores recibían el nombre de scribones, de los que habría 10, cada uno al cargo de 30 hombres.
Con la guardia reducida a su mínima expresión, a finales del siglo VI, el puesto de caballería de élite para los ejércitos de campaña fue asumido por unidades como la de los bucellarii, constituidos tras la eliminación de los bucelarios privados; la de los optimatoi (“los mejores hombres”, cuyo origen no está claro si es a partir de tropas palatinas o tropas foederati; y la de los foederati, formada por la unión de diversas unidades de dicho origen. Las dos primeras tendrían un tamaño de una división (más o menos grande) y la última probablemente estaba formada por 3 divisiones.
Draconarius de los Excubitores (mitad siglo VI), ilustración de Igor Dzis
Tácticas.
En una batalla campal, un ejército estándar podía recurrir a un despliegue básico formado por dos líneas y una reserva. Lo normal era que la caballería se situara en los flancos de la infantería y como parte de la reserva. Algo no muy diferente a épocas pasadas, pero a diferencia de ellas se fueron haciendo más corrientes formaciones alternativas. Así nos podemos encontrar a la caballería colocada como vanguardia delante de la primera línea o bien formaciones mixtas con infantería y caballería entremezcladas.
Al final del periodo se hizo más frecuente que la infantería hubiera quedado reducida a un papel de apoyo en segunda línea, una reserva en la que la caballería podía refugiarse tras atacar para reagruparse y volver salir a realizar un nuevo ataque. Así por ejemplo podemos encontrar a la infantería formando en cuadro para servir mejor de refugio a la caballería.
En muchas ocasiones la caballería actuaba de manera independiente. Todo dependería de la situación, tanto del terreno como del tipo del enemigo al que había que enfrentarse e incluso a veces en la mayor o menor confianza en la disciplina de la infantería, que en ocasiones resultaba cuestionada. Llegó a haber ocasiones en que se prefirió usar caballería desmontada a infantería propiamente dicha.
Los combates en los que únicamente lidiaban caballerías, cobraban una dinámica completamente diferente a las tradicionales batallas campales. Era corriente que derivaran en una sucesión de avances y retiradas, con el evidente riesgo de perder rápidamente la formación. El Strategikon recuerda lo fácil que era que se rompieran las líneas de caballería, incluso durante la primera carga, desaconsejando incluso que se lanzara el tradicional grito de guerra: nobiscum (con nos), pues espoleaba a los más audaces y destemplaba a los más tímidos, dando como resultado que se rompiera la línea. Además advertía de lo fundamental de mantener al menos una segunda línea de caballería en reserva.
La profundidad de las líneas de caballería dependía de la calidad de la unidad, recomendándose un mínimo de 5 para las unidades de élite como los Optimates y un máximo excepcional de 10 para las unidades que dispusieran de un menor número de jinetes experimentados; siendo lo habitual una profundidad de 7-8.
Caballería bizantina, siglo VI (J. Shumate para Ancient Warfare)
Para sacar mejor partido de este tipo de combates, las agrupaciones de caballería romano-bizantina se podían dividir en subgrupos de “defensores” y de “cursores” (koursores). Los cursores o correderos combatían en orden abierto, escaramuceando; mientras que los defensores se mantenían en orden cerrado por si era necesario cargar. Muchas veces se recurría a tácticas de huida fingida que desembocaban en una emboscada o en un hábil contragolpe tras haber alejado a los jinetes enemigos de sus tropas de apoyo. También entraba dentro del repertorio de “engaños” el uso de trincheras ocultas siempre que se dieran unas condiciones favorables y hubiera tiempo para preparar el campo de batalla.
Los romanos usaban las técnicas de disparo favorecidas por los hunos que se basaban en un agarre encaminado a producir un disparo potente y certero, frente al agarre sasánida que estaba más pensado en la velocidad de disparo y en producir una lluvia de flechas sobre el objetivo.
Las unidades de caballería debían acudir a batalla con un suplemento de caballos de remonta del 5-6%. El resto de caballos de repuesto debían quedar en el campamento junto al bagaje, ya que muchas veces el exceso de caballos de repuesto era más un estorbo que un activo.
El típico arquero a caballo romano-bizantino debía ser un jinete experto capaz de disparar sus flechas al galope, tanto en persecución como retirándose (el “tiro parto”).
Los foederati germanos solían proporcionar una caballería de choque más tradicional, que en caso necesario sería apoyada por arqueros romanos o hunos. Según el Strategikon, eran jinetes adeptos al choque pero cuidadosos de cargar a un paso que no rompiera la línea.
Arquero a caballo (Stelios Nigdiopoulos); en el Strategikon se desaconseja el uso del escudo de brazo izquierdo a la vez que el arco por considerarlo un estorbo para disparar adecuadamente.
La caballería en batalla.
A continuación repasaremos el papel de la caballería en algunas de las principales batallas de la época.
Thannurium (528).
Belisario -dux de Mesopotamia por entonces- tenía ordenes de Justiniano de construir una fortaleza fronteriza en el desierto. Dado que los sasánidas amenazaron con impedir las obras, se le enviaron importantes refuerzos a Belisario al mando de varios altos oficiales. Cuando el ejército persa (+/-30.000 hombres) de Peroces Mirran avanzó para detener las obras, se encontró que le salía al paso en Thannurium (Thannuris) un poderoso ejército romano de tal vez 10.000 infantes y cerca de 30.000 jinetes. El principal problema de los romano era que estaban dirigidos por una pléyade de comandantes procedentes de varios ejércitos y cuya cadena de mando no está clara.
Los generales Cutzes y Buces -hermanos y duces de Fenicia- se dejaron provocar por la caballería persa y se lanzaron a la carga cayendo en el anzuelo de una retirada fingida. Este movimiento provocó que el resto de la caballería romana se lanzara hacia adelante en pos de los impetuosos generales. La alocada carga romana se dio de bruces contra una serie de zanjas que habían ocultado hábilmente los persas, momento en que la caballería sasánida pudo contraatacar sin problemas y barrer a los romanos. Estos perdieron a 5 de sus 8 oficiales generales. Belisario pudo retirarse al frente de los restos de la caballería pero dejando a la infantería abandonada que resultó destruida.
Dara (530).
Una fuerza sasánida de 40.000 hombres bajo el mando de Peroces Mirran se dirigió contra la fortaleza de Dara. El ejército defensor liderado por Belisario y Hermógenes se componía de 25.000 hombres, de los cuales tal vez la mitad fueran caballería. Las tropas romanas esperaron a los persas en algún lugar cerca de Dara. Siguiendo instrucciones de Belisario se había cavado una zanja corta que se unía perpendicularmente a dos zanjas más largas a izquierda y derecha. La infantería -en la que Belisario confiaba lo justo- quedó protegida detrás de la zanja mientras que la caballería formaba a izquierda y derecha de ella. El ala izquierda estaba protegida en su extremo por una colina ocupada por 300 jinetes hérulos, mientras que dos grupos de 600 hunos cada uno protegían las esquinas de la zanja en su saliente. Por detrás de la infantería quedó la reserva de caballería junto a los propios Belisario y Hermógenes.
En el primer día de la batalla los persas tantearon el ala izquierda romana -comandada por Buces- que probó a realizar una retirada fingida: los persas no cayeron en la trampa y se retiraron antes de ser alcanzados por el contraataque romano. No sería hasta el tercer día en que Peroces se decidiría a dar batalla formal. Los persas avanzaron a la hora del almuerzo, desplegándose en dos líneas y procediendo a disparar sus flechas sobre las filas romanas, usando relevos para mantener una lluvia constante de proyectiles. Sin embargo al tener el viento en contra su táctica fue menos eficaz de lo deseable. Finalmente decidieron cargar empezando por el ala izquierda romana. Buces de nuevo fingió la retirada pero esta vez con más éxito ya que mientras los sasánidas avanzaban vieron como se abalanzaban sobre sus flancos dos fuerzas: por un lado los hunos que protegían la zanja y por el otro los hérulos que habían permanecido ocultos tras la colina que había en el flanco izquierdo romano. Atacados por los flancos y contraatacados por la caballería de Buces, que volvió grupas, los persas sufrieron fuertes perdidas (+/- 3.000 jinetes) antes de poder refugiarse tras su propia infantería.
A continuación Peroces ordenó avanzar al ala izquierda persa apoyada por la reserva de los “inmortales” contra el ala opuesta romana. El ala derecha romana fingió la retirada y de nuevo se repitió lo sucedido en la izquierda: los persas fueron atacados por el flanco por los hunos y las reservas de Belisario. El ataque romano partió a los persas en dos y los hunos se lucieron en su lucha contra los “inmortales”: el huno Sunicas se distinguió especialmente al matar primero al portaestandarte y después al comandante del ala persa: el marzban Baresmanas. Por su parte Belisario atacaba al resto de la caballería sasánida por la espalda y cuando esta giró para hacerle frente recibió el ataque del ala derecha romana que había vuelto grupas, dando como resultado una masacre. En este ala perdieron cerca de 5.000 hombres los persas.
El terror se apoderó del resto del ejército sasánida y en su huida sufrió el ataque de la caballería romano-bizantina que se cobró la mitad del ejército antes de que Belisario y Hermógenes decidieran frenar la persecución por temor a un eventual contraataque de los casi 20.000 persas que todavía quedaban en pie.
Sunicas en en la batalla de Dara (Igor Dzis)
Satala (530).
Los sasánidas invadieron la Armenia romana con un ejército de cerca 30.000 jinetes al mando de Mermeróes; ejército formado principalmente por armenios del lado persa y que incluía a 3.000 hunos sabiros. Los romanos eran cerca de la mitad y estaban liderados por el magister militum praesentalis Sitas.
Ante la superioridad numérica enemiga Sitas eludió dar batalla campal en un terreno llano y ordenó a las tropas refugiarse en la fortaleza de Satala. Los persas procedieron a rodear Satala para sitiarla cuando se sorprendieron al ver una inmensa nube de polvo descendiendo de unas colinas próximas. Lo que tomaron por un ejército romano de refuerzo era en realidad una fuerza de 1.000 jinetes al mando del propio Sitas que habían permanecido emboscados. Sitas dividió a su fuerza en dos para golpear el cordón persa mientras estos trataban frenéticamente de reagruparse. A la vez que esto sucedía de Satala salió el resto de la caballería romana para atacar a su vez.
La sorpresa inicial no logró desbaratar del todo a los persas y estos presentaron una fuerte resistencia. El golpe decisivo lo propinó el destacamento del tracio Florencio al cargar contra el centro persa. Florencio se hizo con el estandarte de Mermeróes y lo arrojó al suelo antes de resultar muerto. Los persas al perder de vista el estandarte perdieron el ánimo al tomarlo como señal de que debían estar perdiendo, lo que generó que se diera inicio a una desbandada en dirección a su campamento.
Calínico (531).
En esta ocasión los sasánidas apostaron por realizar una incursión en Siria evitando las fortalezas romanas. El ejército de Azaretes se componía de unos 15.000 jinetes persas apoyados por otros 5.000 de origen árabe. Belisario procedió a reunir un ejército y esperar la llegada de Hermógenes con refuerzos hasta sumar conjuntamente unos 20.000 hombres entre infantería y caballería.
El plan de Belisario era “espantar” a los persas sin forzar una batalla. Propósito que enseguida se vio imposibilitado por la actitud de sus propios hombres. Ya antes de la llegada de Hermógenes, el dux Sunicas desobedeció a Belisario y realizo un ataque al campamento persa con 4.000 jinetes del que regresó con éxito. Los persas tampoco querían forzar batalla y optaron por retirarse seguidos por las inquietas tropas de Belisario.
Al llegar a Calínico las tropas romanas exigieron combatir ya que tras pasar por allí se daba por hecho que no habría más lugares favorables para dar batalla. Ni siquiera habían llegado todas las tropas -faltando parte de la infantería- y las que había no estaban precisamente frescas tras la marcha; pero Belisario y Hermógenes transigieron ante el temor a un motín.
El despliegue de Belisario fue un tanto inusual: a la izquierda se situó a la infantería “regular” con su extremo protegido por el río Eúfrates, a continuación el cuerpo principal de caballería con los romanos en el centro ejerciendo de “defensores” y los hunos en las alas del cuerpo para ejercer de ”cursores”, seguía la infantería licaonia y por último la caballería árabe en el flanco derecho.
La primera parte de la batalla consistió en un intercambio de proyectiles sin que ningún bando cobrara ventaja, aunque los persas se vieron favorecidos por el viento a favor. En un momento dado Azaretes decide que es hora de cargar sobre el flanco derecho romano al que ve más débil, para ello refuerza el ala opuesta correspondiente con algunas de sus unidades de caballería de élite (savaran). Los árabes pro-romanos se vinieron abajo ante la embestida y empezaron a huir (ganándose acusaciones de traición). Los hunos que formaban a la derecha del cuerpo central de Belisario cargaron con valentía para apuntalar el flanco derecho romano pero fueron masacrados. El flanco derecho cayó con los licaonios viniéndose abajo tras los árabes.
Con su retaguardia amenazada, a Belisario no le quedó más remedio que retirar con cuidado sus fuerzas hacia el Eúfrates -aprovechando que los persas perseguían a las tropas que se habían desbandado- y formar allí una falange defensiva formada por la infantería propiamente dicha y la caballería desmontada. Azaretes reagrupó a su caballería y lanzó varias cargas contra Belisario pero sin éxito.
Al final ambas fuerzas se acabaron retirando y ambos comandantes fueron criticados por sus respectivos soberanos.
Infantería y caballería desmontada rechazando a los persas en Calínico, apoyados por arqueros a caballo detrás de las filas (Igor Dzis).
Ad Decimum (533).
Belisario desembarcó en el África vándala con unos 10.000 infantes y unos 7.000-8.000 jinetes, procediendo a tomar el camino de Cartago desde Caput Vada. El rey vándalo Gelimer ordenó a su hermano Ammatas (3.000-5.000 guerreros) detener a los romanos en el paso de Ad Decimum mientras que Gelimer acudiría con las tropas que pudiera reunir en el sur (+12.000).
Belisario llegó a 6 km del paso y puso a la infantería a establecer un campamento fortificado mientras despechaba una fuerza bajo Salomón a intentar contactar con las fuerzas romanas adelantadas que estaban buscando el paradero de los vándalos.
La batalla comenzó cuando los destacamentos adelantados romanos chocaron con fuerzas vándalas. Por un lado unos 600 hunos se toparon con un destacamento de Gelimer formado por cerca de 2.000 hombres que venían también desde el sur pero por un camino diferente. Los vándalos se sorprendieron de la aparición de los hunos y cayeron en la indecisión acerca de como reaccionar, por lo que los hunos se abalanzaron y los hicieron huir tras matar al comandante vándalo Gibamundo (sobrino de Gelimer).
En la zona de Ad Decimum, Amattas se había adelantado con sólo un puñado de hombres para inspeccionar el terreno y se dio de bruces con el destacamento de Juan el Armenio y sus 300 bucelarios. A costa de 12 bucelarios se dio muerte a Amattas y Juan procedió a perseguir al grupo de vándalos que en su huida se fueron cruzando con otros grupos dispersos a los que arrastraron en un efecto “bola de nieve” hasta buscar refugio en la propia Cartago.
Cuando Salomón llegó a Ad Decimum con su caballería formada por foederati, tanto Juan como los restos de Amattas ya estaban lejos, pero desde la posición se podía adivinar como se aproximaba una columna de polvo correspondiente a los 10.000-12.000 hombres de Gelimer. Tras avisar a Belisario, los hombres de Salomón trataron de disputar a los vándalos una colina que dominaba el campo de batalla pero se entretuvieron demasiado. Cargados cuesta abajo desde la colina por los vándalos, fueron derrotados y puestos en fuga.
Tras su victoria, Gelimer se entretuvo en Ad Decimum por un lado para ocuparse del cadáver de su hermano y por otro porque no tenía clara cual era la situación estratégica: si tenía que buscar el grueso romano en dirección a Cartago o bien en la dirección de huida de Salomón. Lo que no esperaba era ser atacado con prontitud por la caballería romana por lo que la aparición de Belisario pilló a los vándalos todavía desorganizados resultando fácilmente arrollados y puestos en fuga.
Tricamerum (533).
Gelimer se había refugiado con la mayor parte del pueblo vándalo en la llanura de Tricamerum (Tricameron). En teoría Gelimer concentró a 50.000 hombres pero es de suponer que esta es una cifra incluiría a muchos no combatientes dada la concentración del pueblo vándalo en la llanura. Su fuerza real puede haber rondando los 15.000 guerreros (la mayoría a caballo).Belisario envió a Juan el Armenio con el grueso de la caballería a hostigar a los vándalos pero con ordenes de evitar una batalla campal y esperar a que Belisario se le uniera con la infantería y el resto de la caballería.
Gelimer dio orden de desplegarse a los vándalos lo que sorprendió a Juan. Los romanos desplegaron su caballería detrás de un arroyo; con los arqueros a caballo en el flanco derecho apoyados por las lanzas de los jinetes foederati, los bucelarios en el centro con el propio Juan y la caballería regular en el flanco izquierdo. Belisario llegó con el resto de sus bucelarios justo antes de comenzar la batalla, dejando atrás a la infantería, llegando a juntar como mucho 8.000 jinetes.
El combate comenzó por iniciativa romana, tal vez porque Gelimer estaba esperando a ver que efecto tenían sus negociaciones con los hunos de Belisario a los que había ofrecido pasarse a su bando, así como las que tenía con un contingente cercano de jinetes moros que aunque teóricamente aliados de los vándalos se habían desplegado al margen de estos y cuyas intenciones no eran claras.
Belisario ordenó a Juan avanzar con la caballería del centro y tantear el centro vándalo. Juan resultó rechazado por dos veces pero en la tercera carga se logró dar muerte al comandante del centro vándalo: Tzazón. Viendo que dicho centro estaba ya debilitado, Belisario ordenó un avance general que provocó el hundimiento de la línea vándala por es punto de la línea, arrastrando consigo a las alas. Con la batalla decidida los hunos se unieron a la persecución mientras que los moros optaron por alejarse sin intervenir.
La falta de infantería provocó que Belisario no pudiera asaltar el campamento vándalo. Las perdidas vándalas no habían sido elevadas pero Gelimer perdió el ánimo y huyó con su familia y guardaespaldas durante la noche. Cuando se conoció la noticia, se generó un pánico tal que los vándalos intentaron escapar en total desorden por lo que fueron fácilmente destrozados.
Tricamerum (R. Chapman & P. Garriot): un guerrero huno escolta a dos mensajeros vándalos (un jinete pesado y otro ligero) mientras son observados por un jinete moro.
Mammes (535)
Tras la caída de los vándalos y la marcha de Belisario, los moros se rebelaron contra los romano-bizantinos. La destrucción de un destacamento de caballería romana liderado por el huno Aigan y por Rufino el Tracio supuso un duro golpe para la moral romana e incitó al general Salomón a tomar la iniciativa, partiendo en busca del campamento fortificado de los moros en la llanura de Mammes.
Los moros desplegaron formando un círculo defensivo de camellos con una profundidad de 12 filas, desmontando la mayoría de los guerreros y situándose entre los camellos. Una porción de la caballería quedó fuera y emboscada tras las colinas. El precavido Salomón intuyó que podía haber tropas escondidas y se mantuvo alejado de las colinas atacando el círculo de camellos por el otro lado. Sin embargo los caballos romanos se sentían aterrorizados por la presencia de los camellos y las cargas fracasaron.
A Salomón no le quedó otra que desmontar a 500 jinetes y dar un rodeo por las colinas para acercarse al círculo de camellos. Tras librarse de un destacamento moro en las colinas, los hombres de Salomón atacaron a los camellos matando a cerca de 200 y abriendo una brecha por la que el resto del ejército pudo penetrar y masacrar a gran número de moros tomando a sus familias como esclavos.
Asedio de Roma (537-538).
Tras invadir Italia y conquistar Roma, Belisario tuvo que afrontar la contraofensiva de los ostrogodos del rey Vitiges, que acudió a retomar la ciudad. Vitiges contaría con el grueso del potencial militar ostrogodo estimado en cerca de 40.000 guerreros mientras que las fuerzas de Belisario rondarían los 5.000 hombres a lo que había que sumar las milicias romanas. Belisario solicitó refuerzos pero no se resignó a encerrarse tras los muros de Roma.
El primer combate tuvo lugar cuando los godos se aproximaban a Roma. Belisario al frente de 1.000 jinetes chocó por sorpresa con la vanguardia goda en la zona del Puente Milvio. Desertores de origen germano indicaron a los godos como reconocer a Belisario -que luchaba en primera línea- obligando a los guardaespaldas de éste a emplearse a fondo. Los hombres de Belisario se impusieron en el combate persiguiendo a los godos hasta su infantería pero allí fueron rechazados. Perseguidos de vuelta a Roma, tuvieron el contratiempo de ver como no se les abrían las puertas ya que había corrido el rumor de la muerte de Belisario y se temía una estratagema goda. Los cansados jinetes de Belisario aun tuvieron que realizar otra carga al aproximarse sus perseguidores antes de que los defensores de Roma les abrieran las puertas.
Tras recibir 1.600 hombres de refuerzo, Belisario pasó a organizar salidas de destacamentos de 200-300 jinetes que hostigaban con gran éxito a los godos. Vitiges se vio obligado a preparar grupos de respuesta de 500 jinetes pero Belisario respondió incrementando el tamaño de sus propios destacamentos a 1.000-1.500. Los jinetes godos sufrieron muchas bajas en estos enfrentamientos ya que sólo estaban equipados para el combate cuerpo a cuerpo mientras que los romanos les atacaban con proyectiles y si se veían presionados se retiraban bajo la protección de la artillería de las murallas.
Los continuos triunfos en las escaramuzas espolearon a los ciudadanos de Roma a incitar a Belisario a dar batalla. El combate comenzó bien con el ataque de los arqueros a caballo, pero esto no fue suficiente para debilitar a los godos antes del combate cuerpo a cuerpo y estos pudieron rechazar a los romanos y obligarles a retirarse de vuelta a las murallas.
A pesar de los esfuerzos godos no consiguieron sellar la ciudad por completo por lo que Belisario podía tanto despachar ordenes a otras fuerzas como incluso hombres de la guarnición. Ello le permitió organizar un acoso a las líneas de suministro godas hasta el punto de que se puede decir que el ejército godo también quedó cercado. El hambre y las bajas sufridas obligarían a Vitiges a levantar el cerco tras un año de sitio.
Combate entre un jinete noble ostrogodo y un arquero romano a caballo (Radu Oltean para Desperta Ferro)
Tagina (552).
Con el dominio bizantino de Italia en peligro se reunió un poderoso ejército con el septuagenario eunuco Narsés a la cabeza. Narsés contaba inicialmente con 400 bucelarios, 300 savaran (jinetes pesados nobles) persas, 6.000 lombardos, 4.000 hérulos, 400 gépidos y 13.000 tropas romanas; la mayoría de los cuales estarían presente en la batalla (+20.000). Narsés buscaba dar pronto la batalla por lo que atrajo al rey ostrogodo Totila (+/- 20.000 guerreros) a una llanura que sería del gusto de la caballería goda pero que estaba protegida por terreno abrupto a ambos lados por lo que no había riesgo de movimientos de flanqueo.
Narsés desplegó a lombardos, hérulos y gépidos en el centro pero desmontados como infantería; al parecer porque no se fiaba en demasía de ellos y supuso que al luchar a pie les desanimaría a intentar escaquearse del combate. En las alas se situaron los romanos también a pie (incluyendo 8.000 arqueros) salvo una reserva de 1.500 jinetes más los savaran y bucelarios que permaneció a caballo.
Mientras esperaba la llegada de 2.000 jinetes, Totila se entretuvo intentando capturar una abrupta colina defendida por 50 bucelarios pero los dos intentos hechos por destacamentos godos fracasaron. A continuación hubo un duelo de campeones ganado por un bucelario de Narsés e incluso Totila ejecutó una danza guerrera a caballo a la vista de los ejércitos.
Llegados los refuerzos, Totila lanzó a su caballería a la carga, sólo para ser frenada por la falange de infantería romana y masacrada por los arqueros a pie. En su retirada sembraron el pánico ente las levas de infantería ostrogodas que echaron a huir sin pesar siquiera en resistir a la caballería romana que había salido para ejecutar la letal persecución. Totila resultó herido de muerte en la batalla y los restos del pueblo ostrogodo fueron definitivamente derrotados por Narsés en el monte Lactario.
Volturno (554).
En la primavera de 553 una horda de francos y alamanes entró en Italia y se dividió en dos columnas con ánimo de saquearla. La que regresaba de saquear Apulia sufrió una derrota a manos de un destacamento bizantino para después ser victimas de una grave epidemia de peste por lo que dejaron de representar un serio problema. La otra columna regresaba por Campania de saquear el extremo sur de Italia -una marcha penosa ya que había poca comida y los francos sufrían de un brote de disentería- y se encontraron con que Narsés les bloqueaba el camino en el río Casilino (Volturno) cerca de Capua.
El franco Butilino contaba en teoría con 35.000 guerreros aunque en la práctica puede que fueran menos; mientras que Narsés contaba con 18.000 soldados, con la ventaja de tener más jinetes ya que los francos y alamanes eran en su mayoría infantes. El combate estuvo precedido por un incidente en el campo romano: Narsés castigó a un oficial hérulo por haber asesinado a un sirviente y el contingente foederati hérulo se negó en masa a combatir.
Narsés desplegó a su ejército en una línea de infantería pesada apoyada por infantes ligeros tras sus filas; en los flancos se situó la caballería como apoyo, quedando en reserva (detrás del flanco derecho) los bucelarios de Narsés y los catafractos de élite del meros de los Optimates. Además Narsés ordenó a dos destacamentos de caballería a ocultarse en un bosque cercano.
Los francos atacaron con su infantería formando una “testa de jabalí” (cuña) penetrando parcialmente las filas romanas pero fueron frenados lo suficiente para que los jinetes de los flancos se abalanzaran sobre ellos con sus arcos y procedieran a asetearlos con virulencia. Los hérulos observaban la batalla y decidieron que era mejor intervenir del lado romano antes de que estos completaran la victoria sin su ayuda, así que cargaron contra la punta de la cuña franca. A su vez sobre la retaguardia franca se abatieron los jinetes emboscados y finalmente se unieron al combate los catafractos pesados. El resultado fue la masacre del ejército de Butilino, que cayó muerto.
Volturno (Angus McBride): los arqueros a caballo romanos en el fondo se ceban en los desprotegidos guerreros francos.
Solacón (586).
Tras una de las intermitentes treguas entre romano-bizantinos y sasánidas, las hostilidades se reanudaron y los sasánidas despacharon una fuerza de incursión bajo el mando del general persa Kardarigan. Los romanos se esperaban la invasión de Mesopotamia y el magister militum Filípico (cuñado del emperador Mauricio) concentró su ejército en Solacón (Solachon), un punto estratégico de la ruta que se esperaba siguieran los invasores. Ambas fuerzas parecen haber estado compuestas exclusivamente por caballeríavi. Un intento persa de sorprender a los romanos fracasó gracias a las patrullas de los árabes pro-romanos que capturaron varios prisioneros a las avanzadillas persas.
La batalla avanzó con ambas fuerzas avanzando divididas en 3 cuerpos y procediendo a un intercambio de flechas. El ala derecha romana cargó y se abrió paso a través al flanco opuesto pero se limitó a echarlo a un lado: en vez de completar su victoria se dejaron llevar por la visión del apetecible saqueo del campamento persa que no quedaba lejos.
Filípico tuvo que despachar a su portaestandarte -al que le dio su propio y reconocible casco personal- a reagrupar a la dispersa ala derecha mientras hacia frente a lo que prometía ser un demoledor ataque contra su centro efectuado por el centro persa reforzado con la adición en sus filas de lo que había sido el ala izquierda persa. Filípico tuvo que hacer desmontar a sus jinetes del cuerpo central para que formaran un fulcum (mezcla de muro de escudos y “testudo”) y detener la carga persa.
El ala izquierda romana consiguió finalmente imponerse a su opuesta y en conjunción con la reagrupada ala derecha sellaron la destrucción del centro persa. El ejército sasánida se dio a la fuga sufriendo a causa tanto de la persecución romana como de una horrible sed en su marcha por el desiertovii.
Viminacio (599).
La tregua existente entre romanos y ávaros era cada vez más frágil y ambos bandos se prepararon para la ruptura de hostilidades. El emperador Mauricio situó a una fuerza liderada por Priscoviii en la fronteriza Viminacio (en el Danubio) con orden de tratar de atacar a los ávaros. Por su parte el khagan ávaro Bayán dejó a sus 4 hijos como encargados de defender el cruce del Danubio mientras él organizaba incursiones en territorio romano.
Los romanos se concentraron en una isla cercana y lograron cruzar desde allí estableciendo una cabeza de puente en la otra ribera. Prisco organizó a sus tropas ordenando a sus jinetes abandonar sus arcos y concentrarse en sus lanzas para el combate cuerpo a cuerpo. Parece que se formó un cuadro en el que la caballería podría refugiarse durante el combate. Tras una batalla de varias horas los ávaros se retiraron con 4.000 muertos y los romanos sólo con 300.
Tres días más tarde los ávaros volvieron a atacar. Prisco formó en 3 divisiones pero esta vez ordenó que las alas se desplegaran de tal forma que el ataque ávaro se concentró en el centro y quedo atrapado por el ataque de las alas con el resultado de 9.000 bajas entre los ávaros.
Varios días más tarde los ávaros se prepararon para una nueva batalla formando su caballería en una única división mientras que Prisco dividió de nueva a sus fuerzas en tres. Prisco ocupó un terreno alto y con el viento a favor por lo que sus jinetes tenían ventaja sobre los ávaros a la hora de disparar y cargar. La división en 3 permitió a las alas romanas maniobrar con más eficacia, presumiblemente envolviendo a la gran división vándala y dar la victoria a Prisco. Los ávaros fueron empujados contra un pantano y perdieron a 15.000 guerreros.
Guerrero ávaro. La derrota de Viminacio rompió su mito de invencibles.
Hellenopontus (622).
El emperador Heraclio ascendió al trono en una época turbulenta a la que pronto se añadió la última y devastadora guerra entre romanos y sasánidas. Tras una década en la que la mayoría habían sido fracasosix, Heraclio se encontraba en 622 en condiciones para contraatacar y tratar de restaurar la alicaída moral romana.
Heraclio partió para Asia menor y tras reunir y disciplinar a las dispersas fuerzas de la zona se dirigió hacia la provincia de Hellenopontus. El ejército sasánida estaba liderado por Shahrbaraz, el cual trató de tomar por sorpresa a Heraclio con un ataque nocturno que se vio frustrado por la luna menguante reinante en el cielo.
Heraclio situó sus fuerzas en un campo abierto invitando a los persas a atacar pero estos inicialmente rechazaron el envite, prefiriendo apostar por pelear en un terreno menos llano. Los ejércitos se dedicaron a maniobrar hasta que un día los exploradores de Heraclio descubrieron una fuerza persa emboscada. Heraclio ordenó que un destacamento de caballería fingiera la retirada para sacar a los persas de su escondite. Estos picaron el anzuelo y fueron contraatacados por la caballería de los Optimates. Hay una gran falta de detalles pero al parecer este revés fue suficiente para que los sasánidas se retiraran de la región.
Nínive (627).
Heraclio se encontraba asediando Tiflis en el Caucaso junto a una fuerza aliada de guerreros köktürks (turcos azules) cuando vislumbró la oportunidad de asestar un golpe mortal al Imperio sasánida invadiendo Mesopotamia.
El ejército de Heraclio era grande para la época pero no está claro cuanto. Al principio de la campaña le acompañaban 40.000 guerreros turcos pero la perspectiva de combatir en invierno en un territorio desconocido provocó que al menos una buena parte se retirara (o tal vez todos ellos). En cualquier caso con los turcos que quedaran, sus propias tropas y las reclutadas sobre la marcha en Armenia, Heraclio debía disponer de una fuerza no inferior a 25.000 hombres.
Tras marchar por el corazón del Imperio sasánida, Heraclio atrajó a los persas a una llanura entre el río Zab y la ciudad de Nínive en el Tigris, haciéndoles creer que pensaba retirarse cruzando el Tigris. Cosroes había enviado contra él a un ejército liderado por el spahbed Rhazates (también conocido como Roch Vehan), una fuerza que aunque inferior en número a la romana tenía ordenes de no permitir a Heraclio regresar a su territorio sin antes haberle dado algún tipo de escarmientox.
El día de la batalla hacía niebla y Rhazates dispuso su ejército para seguir al de Heraclio y hostigarlo, por lo que se sorprendió cuando al entrar en la llanura se encontró con que los romanos se habían dado media vuelta y estaban desplegados para la batalla. Las tropas de Heraclio cargaron y el propio emperador se distinguió en en el centro resultando herido tanto él como su caballo y atribuyéndosele la muerte de 3 persas, incluyendo al propio Rhazates si hacemos caso a los panegiristas bizantinos.
Sorprendida, superada en número y con su comandante muerto, la caballería persa se retiró hacia su infantería que al parecer había formado en las estribaciones de una colina y consiguió detener la embestida romana. La caída de la noche puso fin a la batalla y los persas aprovecharon para retirarse en orden y abandonar su campamento, lo que indica que a pesar de las 6.000 bajas que supuestamente habían tenido, aun conservaban buena parte de su fuerza a pesar de lo dolorosa derrota.
El emperador Heraclio contempla el campo de batalla de Nínive (Giorgio Albertini para Concord)
Yarmuk (636).
Tras haber sido derrotados en la batalla de Ajnadayn (634), los romanos asumieron el grave peligro que suponían los emergentes árabes musulmanes. Para el año 636 el emperador Heraclio ya había podido reunir un poderoso ejército para pasar a la contarofensiva o al menos frenar el avance musulmán en Siria. El mando de dicho ejército recayó en Vahan el Armenio y su número es desconocido pero se supone superior a 25.000 hombres.
Vahan desplegó a sus fuerzas en un amplio frente cubierto por 3 cuerpos de infantería y caballería, más una fuerza adicional formada por la caballería ligera árabe gasánida (cristianos) cuya misión era escaramucear y cubrir el flanco izquierdo romanoxi. Enfrente se encontraba un ejército árabe inferior en número (¿20.000?) liderado por Khalid ibn al-Walidxii, desplegado en 3 cuerpos de infantería y con la relativamente escasa caballería musulmana en reserva. La batalla iba a durar 6 días.
El primer día se limitó a duelos entre campeones seguido de un avance de la infantería romana pero sin llegar a intervenir la caballería. En el segundo día Vahan ordenó avanzar a los cuerpos de los flancos, consiguiendo la infantería y caballería romana abrirse paso hasta alguno de los campamentos musulmanes sólo para ser rechazados de vuelta al punto de partida. En el tercer día el ataque romano se centró en el avance del flanco izquierdo que derrotó a su opuesto y de nuevo lo empujó hasta su campamento; la caballería musulmana tuvo que acudir al rescate dejando al centro a merced de la caballería romana que hizo bastante daño pero sin llegar a derrumbarlo por lo que al final Khalid consiguió restablecer la situaciónxiii.
En el cuarto día de nuevo el flanco izquierdo romano avanzó y ganó la ventaja. Khalid respondió dividiendo a su caballería en dos: envió una parte contra el victorioso flanco izquierdo romano y el resto en apoyo de un contraataque general contra la línea de Vahan. El desastre le sobrevino al cuerpo izquierdo romano cuando falló la delicada combinación entre infantería y caballería. Al parecer el contraataque musulmán pilló de sorpresa a los romanos y no pudieron ejecutar la complicada maniobra por la que los infantes abrian filas para resguardar entre ellos a los jinetes. El resultado es que la caballería privada de refugio se dispersó y fue puesta en fuga huyendo en dirección al norte. Un nuevo contratiempo surgió cuando la caballería gasánida fue sorprendida por una pequeña unidad musulmana con el resultado de que una parte huyó y otra se pasó al bando musulmán, además de dejar en sus manos el control del estratégico puente sobre el wadi Ruqqad. El resto de fuerzas romanas al parecer sufrió un intento de maniobra envolvente por el flanco abierto pero aguantaron a la vez que se dedicaron a aprovechar que buena parte de la línea musulmana carecía de apoyo de caballería para lanzar en masa a los arqueros a caballo que causaron estragos en las filas árabes.
En el 5º día ambas fuerzas se reorganizaron teniendo tanto Vahan como Khalid que reagrupar su caballería en una única fuerza. Sin embargo la posición de Vahan se había vuelto muy precaria ya que al perder el puente se econtraba encerrado entre barrancos. Incapaz de lograr una salida negociada a Vahan no le quedó más remedio que tratar de imponerse a Khalid en el 6º día.
El 6º día empezó con escaramuzas y luchas de campeones en las que Jorge, el comandante de la derecha romana, fue abatido por el general musulmán Abu Ubaidah. Acto seguido Khalid ordenó el avance de sus tropas que tras una encarnizada lucha lograron derrotar al cuerpo izquierdo romano y empujarlo hacia el centro. Probablemente la caballería musulmana intervino entonces para frenar un contraataque de la caballería romana restante. El caso es que las tropas romanas viendo que iban perdiendo y sabiendose cercados entraron en pánico, desencadenándose una gran masacre que acabó con el ejército de campaña romano y selló el destino de Siria.
Arquero a caballo romano (siglo VII)
Epílogo.
Tras Yarmuk los romanos no sólo perderían Siria, sino que le siguirían Egipto, el norte de Africa y parte de Asia Menor. Incluso Constantinopla sufriría dos sitios (674-678) y (717-718). El Imperio sobreviviría y aunque siguió teniendo el nombre de romano hasta el final, costaba reconocerlo como tal. El ejército se reformó profundamente adoptando unos nuevos ejércitos regionales articulados en divisiones administrativas denominadas themata que proporcionaban una milicia defensiva cuya caballería estaba pensaba más para hostigar las incursiones musulmanas que para el combate “regular”. Eventualmente se reconstruiría un ejército de campaña en torno a los reformados tagmata imperiales de caballería, herederos de los antiguos regimientos de élite con lo que se mantuvo una ténue conexión con la antigua tradición de la caballería romana propiamente dicha.
Autor: Flavius Stilicho.
Serie "Caballería Romana":
Bibliografía:
-
Barker, P. The Armies and Enemies of Imperial Rome (150 BC to 600 AD).
-
Dennis, G.T. (Trad.) Maurice´s Strategikon.
-
Haldon, J. The Byzantine Wars.
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Haldon, J. Warfare, State and Society in the Byzantine World (565-1204).
-
Hughes, I. Belisarius, the Last Roman General.
-
Kaegi, W.E. Heraclius, Emperor of Byzantium.
-
McDowall, S. Late Roman Cavalryman (AD 236 -565).
-
Treadgold, W. Byzantium and its Army (284-1081).
-
VV.AA. Desperta Ferro A&M nº 18: Justiniano I el Grande.
Notas.
i) Otros nombres que se podían utilizar para unidades de este tamaño eran el de tagma y el de arithmos.
ii) Junto a oficiales, suboficiales y especialistas (musicos, portaestandartes...) la suma teórica es de 520 hombres.
iii) A la brigada también se la podía denominar como moira.
iv) No sólo eran valorados por los bizantinos sino también por los sasánidas. En el año 527 estos habían iniciado tramites para contratar a una fuerza huna que supuestamente habría ascendido a 20.000 guerreros. Justiniano se apresuró a firmar una alianza con la reina huna Boa que se apresuró a atacar a los caudillos partidarios de aceptar la oferta persa.
v) La mediad produjo el efecto de incrementar el atractivo de entrar en el ejército.
vi) Se desconoce el número pero dado que se consideró una batalla importante puede que ambos ejércitos tuvieran entre 5.000 y 10.000 cada uno.
vii) Los romanos controlaban el manantial más cercano y al parecer Kardarigan se había deshecho de las reservas de agua antes de la batalla para espolear a sus hombres a vencer o “morir de sed”.
viii) Originalmente había dos fuerzas, lideradas por Prisco y otro general: Comentiolo. Tras vacilaciones y discusiones, Comentiolo acabó cediendo el mando a Prisco, negándose a participar en la operación.
ix) Como la derrota del propio Heraclio en Antioquía (613), la pérdida de Jerusalén (614), las pérdidas de Palestina y Egipto y los avances persas en Asia Menor.
x ) Como mínimo 12.000 hombres; probablemente una cifra superior pero sin llegar a igualar a la romana.
xi) El frente a cubrir era muy grande, por lo que los cuerpos (o divisiones) actuaron normalmente por separado.
xii) El comandante oficial era Abu Ubaidah pero acabó cediendo el mando efectivo del ejército al mucho más experimentado y capaz Khalid.
xiii) Durante la batalla destacó el valor e iniciativa de las mujeres de los guerreros musulmanes que contribuyeron a defender a los campamentos además de ayudar a reagrupar a los fugitivos a base de avergonzarlos.
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Buen articulo, lo disfrute bastante.
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Enhorabuena Flavius, otro entretenido y ameno trabajo con el que he disfrutado., ahora atacaré al de los "Lombardos", en el cual no me había fijado, pero al cual no daré tregua je,je.
saludos