Dominium Maris Baltici (II): La Ambición de los Vasa
Descartada temporalmente Rusia como potencia báltica, el dominio de dicho mar parecía que iba a quedar en un duelo entre los Vasa -reinantes en Polonia y Suecia-, y Dinamarca. El rechazo sueco a ser gobernados por Segismundo de Polonia, significaría la ruptura de dicha casa y el inicio de una guerra dinástica que se entrelazaría con los conflictos internos rusos, los intentos daneses de mantenerse como primera potencia báltica y la terrible guerra de los 30 Años que asolaría Europa.
Las Coronas de Segismundo
El “Imperio” de los Vasa.
En 1587 el joven (21 años) Segismundo Vasa - hijo de la princesa polaca Catalina Jagellón y candidato favorito de su tía, la reina Ana Jagellón-, fue elegido por el Sejm (Parlamento) como monarca de la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Su padre Juan III de Suecia le había preparado para dicha posibilidad, haciéndolo educar como católico para reforzar sus posibilidades de elección . Dado que Suecia no era una monarquía electiva y Segismundo era el príncipe heredero, su candidatura y posterior elección implicaba que en su persona se iban a reunir las coronas de Polonia-Lituania y de Suecia (+Finlandia). Sería una unión personal como en su día lo había sido la de Polonia y Lituania, pero tal vez en el futuro se pudiera conseguir formar una “República de las Tres (o más) Naciones”; y por añadidura Juan III había insinuado al Papado, en comunicaciones secretas, la posibilidad de una conversión de Suecia al catolicismo.
De momento la plena unión parecía una quimera ante las reticencias en ambas coronas. Segismundo se vio obligado antes de partir para Polonia a firmar con el Riksdag (Parlamento) los Estatutos de Kalmar que garantizaban la independencia sueca. A su vez al llegar a Polonia tuvo que negociar los Pacta Conventa con el Sejm, por los cuales aceptaba límites a su soberanía. En ambos reinos parece haberse visto la unión dinástica como una mera alianza, con un fuerte carácter anti-moscovita.
En 1592 le llegaría el turno a Segismundo de suceder a su padre como rey de Suecia. Su catolicismo y el hecho de que gobernara desde Polonia, permitieron a su ambicioso tío Carlos efectuar movimientos para minar el poder de Segismundo y acrecentar el suyo. Antes de ser coronado en 1594, Segismundo tuvo que aceptar la definitiva imposición por parte del Riksdag del luteranismo como credo oficial de Suecia. En 1595, Carlos que venía ejerciendo el poder en Suecia en conjunción con un Consejo de nobles, consiguió del Riksdag que aumentaran sus poderes como regente, ganándose la enemistad de un buen número de nobles que se vieron desplazados. Las tensiones en Suecia aumentaron hasta estallar una lucha armada en 1597 entre un bando aristocrático “constitucionalista”(i) que tuvo irónicamente que solicitar el apoyo del rey Segismundo y el bando del duque Carlos, que se apoyaba más en el estamento popular ( la gente del “común”).
Segismundo III Vasa, por Peter Paul Rubens (Wikimedia Commons). A la derecha armas usadas por Segismundo, con los símbolos de Suecia y la dinastía Vasa en el centro (http://akromer.republika.pl/orzel2.html).
La Expulsión de Segismundo.
Segismundo -tras instar a Carlos a abandonar su “ilegal” título de regente- obtuvo permiso del Sejm polaco para marchar en 1598 a Suecia con una fuerza de unos 5.000 mercenarios a los que se unieron en Suecia unos pocos miles de leales. Segismundo también contaba con bastante apoyo en Finlandia, desde donde se organizó una invasión paralela de Suecia, que fracasaría. Las fuerzas de Segismundo tomaron la estratégica Kalmar pero serían derrotadas por el duque Carlos en la batalla de Stångebro (septiembre, 1598), perdiendo unos 2.000 hombres y obligando al rey a solicitar una tregua.
Segismundo acabó optando por regresar a Polonia, dejando en poder de Carlos a los prominentes nobles suecos que se habían opuesto al duque. Carlos conseguiría que un nuevo Riksdag le confirmara en 1599 como regente, aplastó toda oposición interna y arrebató Kalmar a los leales a Segismundo.
Segismundo, una vez en Polonia, poco pudo hacer contra Carlos ya que Polonia tenía sus propios problemas: Guerras de los Magnates en Moldavia(ii), y la Szlachta (nobleza polaco-lituana) no estaba demasiado interesada en los problemas dinásticos de su rey. El movimiento más importante de Segismundo fue declarar que la Estonia sueca debía integrarse en la Livonia polaco-lituana, algo que los polacos venían demandando desde la ascensión al trono de Segismundo. Este movimiento antagonizaría a Segismundo aún más con sus súbditos suecos, al igual que su negativa a enviar a su hijo a Suecia para ser educado como un príncipe luterano.
En 1600 el Riksdag le ofreció formalmente la corona de Suecia a Carlos y aunque no usaría el título de Carlos IX oficialmente hasta 1604, se convirtió en el rey de facto, como demostraría poco después en la denominada “Matanza de Linköping” (marzo, 1600) en la que fueron ejecutados 5 altos nobles, antiguos miembros del Consejo, que se habían opuesto a Carlos.
Segismundo no aceptó su deposición del trono sueco y la fractura en la casa Vasa devendría en una guerra intermitente a lo largo de 60 años por esta cuestión.
El duque Carlos insultando al cadáver de Klaus Fleming, por Albert Edefelt (Wikimedia Commons). Klaus Fleming era el gobernador de Finlandia y Estonia, primer y principal opositor del duque Carlos. Cuenta la leyenda que Carlos le tenía especial inquina y cuando tomó el castillo familiar de Fleming en Turku, exigió que le enseñaran su ataúd para asegurarse de que en verdad había muerto, tirándole de la barba y lamentando no poder ejecutarle personalmente.
La Guerra Dinástica Sueco-Polaca: Primera Fase (1600-1611).
Desde su huida de Suecia, Segismundo estaba intentando intentando convencer a sus reluctantes súbditos para apoyarle en su lucha. Inicialmente lo más que había podido hacer es conceder licencias de corso contra las naves de Carlos, pero sería la cuestión de Livonia, la que prendería la chispa de la guerra.
Ante la mencionada anteriormente declaración de anexión de Estonia a la Livonia polaco-lituana, Carlos respondió en agosto de 1600 marchando con 14.000 soldados para no sólo defender los enclaves suecos sino atacar las posesiones polaco-lituanas. Era un movimiento que no habían previsto los polacos y Carlos consiguió fácilmente capturar Pernau y Dorpat, ante la ausencia de fuerzas defensivas de entidad. Más que tratar de aumentar el territorio sueco la intención era obtener presas con las que negociar y obligar a Segismundo a renunciar formalmente al trono sueco y a la anexión de Estonia.
Sin embargo a Carlos le salió el tiro por la culata. La Szlachta se enrabietó por el ataque sueco en Livonia e hizo causa común con Segismundo, votando en el Sejm a favor de recaudar fondos para la guerra y decidiendo que Moldavia era un asunto secundario. En la primavera 1601 los polaco-lituanos ya habían reunido un ejército local aceptable a manos del hetman lituano Radziwill, que contraatacó eficazmente a los suecos, venciéndolos en la batalla de Kokenhausen (junio, 1601). En otoño con la llegada de las tropas del frente moldavo del canciller Zamoyski, se pudo levantar el asedio a Riga, haciendo huir al duque Carlos.
El ejército polaco demostraría ser superior al sueco e iría sistemáticamente expulsando a los suecos de sus fortalezas. Sin embargo el interés del Sejm por la guerra se disiparía pronto y el ejército se encontraría pronto escaso de fondos e incapaz de asaltar las principales plazas fuertes suecas de Pernau, Reval y Narva. En 1605 con un ejército polaco en inferioridad numérica, Carlos IX -con nuevos refuerzos- intentaría un nuevo ataque; sin embargo en campo abierto, la caballería polaca reinaba suprema, como demostraría aplastando a los suecos en la batalla de Kircholm (septiembre, 1605).
La batalla de Kircholm por Peter Snayers (Wikimedia Commons). El hetman lituano Chodkiewicz contaba con unos 1.000 infantes y algo menos de 3.000 jinetes, frente a los 11.000 suecos de Carlos IX. Tras una maniobra de retirada fingida para separar a la caballería sueca de su infantería, la caballería polaca cargó aislando y derrotando a la caballería, para después destrozar a la frágil infantería. Los suecos perdieron entre 5.500 y 9.000 hombres.
Segismundo no se pudo beneficiar mucho de la aplastante victoria ya que en 1606-1607 empezó una rebelión de nobles en la Mancomunidad. El motivo era el intento de Segismundo de reformar el sistema de voto dentro del Sejm ya que el vigente permitía que un senador pudiera bloquear los decretos usando su derecho a veto(iii). Carlos se aprovecharía de estos sucesos para hacer algunos avances en 1608.
Para 1609 la situación polaca estaba restablecida y había nuevos fondos votados por el Sejm para continuar la lucha. Los suecos tuvieron que abandonar un nuevo sitio de Riga y perdieron lo conquistado, incluido Pernau; siendo además derrotados de nuevo en la batalla de Gawia (octubre, 1609). Con estos éxitos polacos la guerra prácticamente se dio por acabada, aunque la paz no se firmaría hasta la muerte de Carlos IX en 1611.
Reunión del Sejm (1622) presidido por Segismundo (Wikimedia Commons). Con el tiempo el derecho a veto (liberum veto) del que gozaban los senadores fue convirtiendo a la República en ingobernable, sobre todo en el siglo XVIII cuando los vecinos de Polonia descubrieron lo “fácil” que era sobornar a alguno de esos senadores para bloquear aquello que no les interesase.
Rusia: las “Dimitriadas” (1605-1619).
La guerra entre los Vasa se trasladó a otro escenario: Rusia, la cual estaba inmersa en la época conocida como los Tiempos Turbulentos. Tras la muerte en 1598 del zar Teodoro (hijo de Iván el Terrible) había llegado el fin de la dinastía de Rurik. Su sucesor, Boris Godunov (Boris I), no consiguió establecer una dinastía firme y a su muerte, su hijo fue desplazado por el primero de los “falsos Dimitri”, el cual proclamaba ser el hijo (presuntamente asesinado) de Iván el Terrible y que contaba con el sospechoso apoyo de varios magnates polacos aunque no exactamente del propio rey Segismundo(iv). Suecia vio con preocupación la intención declarada por Dimitri de aliarse con Polonia-Lituania, e incluso se empezó a plantear buscar una alianza con los turcos. Sin embargo los boyardos rusos pronto se enemistaron con Dimitri y con su influyente entorno polaco (y católico), organizando su asesinato (1606).
El Falso Dimitri (Dmitriy) jura ante Segismundo III la introducción del catolicismo en Rusia, por Nikolai Nevrev (Wikimedia Commons). Segismundo en realidad no quiso implicarse directamente con Dimitri; fueron los Wiśniowiecki, Mniszech y otras importantes familias polacas sus principales apoyos. Sí es cierto que se convirtió al catolicismo, al parecer para conseguir apoyo de los influyentes jesuitas.
El cadáver de Dimitri había sido despedazado por una turba y sus cenizas disparadas en un cañón en dirección a Polonia, lo que irónicamente facilitó que surgiera de nuevo un milagrosamente e incólume (aunque algo cambiado físicamente) Dimitri en 1607. En torno al segundo “falso Dimitri” se alinearon magnates polacos, cosacos y muchos rusos contrarios al gobierno del zar Basilio IV, y en 1608 se presentaron en las cercanías de Moscú. Los suecos enviaron una fuerza de 5.000 hombres al mando de Jakob de la Gardie que en conjunción con las tropas de Basilio derrotaron a Dimitri en 1608 y de nuevo en 1610, esta vez definitivamente.
La alianza ruso-sueca espoleó a Segismundo a actuar en persona, empezando en 1609 la intervención “oficial” de la Mancomunidad. En 1609 Segismundo puso sitio a Smolensk que resistiría hasta 1611. Los ruso-suecos intentarían salvar la ciudad pero su poderoso ejército de socorro sería derrotado en Klushino (julio, 1610). Tras Klushino Basilio perdería apoyos y se vería obligado a abdicar y convertirse en monje. La situación se volvió todavía más confusa en Rusia, y un grupo de boyardos prominentes solicitaron que un ejército polaco entrara en Moscú para apoyarles contra los otros boyardos, a la vez que ofrecían la corona al hijo de Segismundo, Vladislao. Teóricamente se abría pues la posibilidad de que en la persona de Vladislao Vasa se reunieran las coronas de Rusia, Polonia-Lituania e incluso Suecia si los Vasas polacos conseguían hacer valer sus derechos. Como es lógico muchos en Rusia no aceptaron la candidatura de Vladislao, un polaco que no parecía tener mucha intención de convertirse al cristianismo ortodoxo. Para añadir más confusión los suecos ocuparon preventivamente Novgorod como medida de seguridad frente a una potencial amenaza ruso-polaca contra Finlandia y Estonia. A la vez ofrecieron a alguno de los hijos de Carlos IX como candidato sueco al trono ruso(v).
Una ola de disturbios y masacres recorrió Rusia y finalmente en 1612 los polacos perdieron su pie en Moscú, al rendirse la guarnición que mantenían en el Kremlin. En 1613 se proclamaba Zar a Miguel I, dándose inicio a la dinastía de los Romanov que iba a dar estabilidad a Rusia, perdurando 3 siglos.
El nuevo zar tendría que luchar contra los suecos hasta 1617 y contra los polacos hasta 1619. Aunque triunfante, Rusia tuvo que renunciar a parte de su territorio en el proceso. Los suecos se quedaron con importantes enclaves en la zona de Carelia, reforzando su control sobre la salida del comercio ruso hacia el Báltico y la comunicación entre Finlandia y Estonia por tierra, además de obtener permiso para instalar a sus comerciantes en Pskov, Novgorod y Moscú. Los polacos obtuvieron las regiones de Smolensk y Chernihiv, pero Vladislao se negó a renunciar a sus derechos al trono ruso, por lo que la paz de 1619 fue más bien una tregua.
Mapa de la República de las Dos Naciones (1635) en su momento de máxima expansión (Wikimedia Commons).
La Guerra de Kalmar (1611-1613).
Dinamarca venía viendo las disputas entre los Vasa con cierta distancia, negándose a intervenir. Sin duda le complacía que sus rivales bálticos pelearan entre sí pero por otro lado dicho conflicto no dejaba de ser una fuente de irritación ya que la actuación de corsarios polacos y suecos, y el bloqueo de puertos suponía un descenso en el flujo habitual de comercio báltico, y por tanto de los ingresos daneses por impuestos en el peaje del Oresund.
La apuesta danesa por la neutralidad se vino abajo ante la impetuosidad de Carlos IX de Suecia. Suecia ya controlaba las rutas comerciales rusas por el Báltico, pero en su ansía de entorpecer la ruta alternativa por el Ártico se le fue la mano. Carlos inició una vigorosa política de colonización y reclamaciones territoriales en el norte de Escandinavia, con intención de conseguir un puerto como Narvik desde el que controlar el comercio ártico. En consonancia con dicho propósito llegó a proclamarse “rey de Laponia” y unos sorprendidos lapones se encontraron que eran perseguidos por recaudadores de impuestos suecos en sus migraciones (con sus rebaños de renos) en las cuales cruzaban la mal definida frontera entre Noruega y Suecia. Además Carlos impulsó de nuevo la salida comercial sueca al Kattegat por el río Gotha a través de Älvsborg y la nueva ciudad de Gotemburgo, que permitía saltarse la aduana del Oresund; los colonizadores de Gotemburgo recibieron además licencias para pescar en aguas noruegas o sea danesas.
En 1611 Dinamarca reaccionó a lo que veía como una clara serie de provocaciones y cedió a las pretensiones de su rey, Cristian IV, que llevaba tiempo queriendo declarar la guerra e incluso amenazó al Riksråd (Parlamento) con declarar la guerra en su calidad de duque de Schleswig-Holstein, territorio en el que no tenía que dar explicaciones.
Cristián IV, rey de Dinamarca y Noruega (1588-1648), por Pieter Isaacsz (Wikimedia Commons). A la derecha una versión del pabellón nacional danés: el Dannebrog, inspirador del resto de pabellones escandinavos: Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia...; según las leyendas danesas, dataría de 1219.
La declaración de guerra pilló por sorpresa a Carlos IX, cuyos ejércitos se encontraban en Livonia y Rusia. El propio Cristian tomó la simbólica y estratégica Kalmar (mayo, 1611), aunque otra fuerza no pudo tomar en un primer intento Älvsborg y los suecos contraatacaron en el Norte de Noruega.
En Octubre moría Carlos IX y le sucedía su hijo de 16 años, Gustavo II Adolfo Vasa. Las perspectivas suecas en 1611 eran horribles: en guerra con sus tres poderosos vecinos (Dinamarca, Polonia-Lituania y Rusia), carecía de amigos y su ejército era notablemente inferior al menos al de los dos primeros. Al joven rey no le quedó más remedio que suplicar por una paz con Dinamarca, pero Cristian había olido sangre y decidió seguir adelante, consiguiendo conquistar personalmente la vital Älvsborg y arrasando Gotemburgo; además se expulsó a los suecos del norte de Noruega. Sin embargo los siguientes intentos daneses como un asalto naval a Estocolmo fracasaron, a la vez que a Cristian se le iba agotando el dinero y aumentaban las presiones inglesas y holandesas en favor de una paz que pusiera fin a la alteración en el comercio báltico.
La paz llegaría en enero de 1613. Suecia renunció a sus reclamaciones sobre el Norte de Noruega y se avino a pagar un inmenso rescate de un millón de riksdaler en 6 años para recuperar Älvsborg y su zona circundante(vi).
Desembarco de escoceses en Isfhorden por Adolph Tidemand (Wikimedia Commons). Varios centenares de mercenarios escoceses al servicio de Suecia invadieron Noruega en 1612 pero fueron derrotados por la milicia popular. Es un episodio anecdótico pero que ha pasado a formar parte de la memoria colectiva noruega.
La Guerra Dinástica Polaco-Sueca. Segunda Fase (1617-1618).
El joven rey Gustavo Adolfo, apoyado (y vigilado) por el talentoso canciller Oxenstierna demostró su talento en las postrimerías de la derrota en la Guerra de Kalmar. Ambos reformaron Suecia para convertirla en un país moderno y entre otras cosas se empezó a reformar profundamente el ejército tomando como inspiración el modelo holandés. Un gran éxito sueco fue precisamente ganarse a Holanda como aliado, aprovechando que los holandeses estaban molestos con el comportamiento de Cristián, ya que éste estaba subiendo los peajes a las naves holandesas y además no era lo suficientemente habsburgofobo en unos días en los que se notaba ya la tensión que iba a conducir a la Guerra de los 30 Años.
En 1617 Gustavo Adolfo se sintió suficientemente fuerte como para reabrir la guerra en Livonia. Había habido noticias en 1615 de un plan polaco para desembarcar en Suecia y el rey pensó que era mejor abrir un frente al otro lado del Báltico para obligar a Segismundo a renunciar a sus pretensiones.
El conflicto de 1617-18 siguió las pautas del anterior de una forma comprimida. Los suecos obtuvieron inicialmente éxito al pillar desprevenidos a los polacos -todavía inmersos en la lucha por Rusia- y tomaron varias plazas que perdieron tras la reacción polaca, salvo la ciudad de Pernau. Por su parte los polacos después de su exitosa contraofensiva, no la completaron del todo al estallar discrepancias entre Segismundo y sus nobles acerca de la futura organización política de Livonia. Por tanto se llegó rápidamente a negociar una nueva tregua.
Gustavo II Adolfo, rey de Suecia (1611-1632). A la derecha el escudo de armas de los Vasa suecos. Fuente: Wikimedia Commons.
La Guerra Dinástica Polaco-Sueca. Segunda Fase (1621-1622).
A mediados de 1621 Gustavo Adolfo pudo reanudar la campaña livona. Por fortuna para él en 1620 había estallado la guerra entre polacos y turcos, lo que desviaba la atención de Segismundo hacia el flanco sur de la Mancomunidad. Los polaco-lituanos apenas contaban con 3.000 hombres en la zona y Gustavo Adolfo se presentó en Livonia con un moderno ejército de 18.000. Nada más llegar Gustavo Adolfo se apuntó su primer gran éxito con el asedio de Riga que cayó en septiembre, para a continuación ocupar Mitau (capital del Ducado de Curlandia). La perdida de Riga fue un duro golpe para Polonia ya que casi 1/3 de sus exportaciones pasaban por allí y fue la carta de presentación de Gustavo como figura “emergente” a tener en cuenta por las cortes europeas.
La ofensiva sueca se detuvo por problemas financieros. Suecia había incurrido en una alta deuda para financiar la campaña y el entorno de Gustavo Adolfo, con Oxenstierna a la cabeza, presionó a Gustavo Adolfo para que buscara una solución negociada usando como baza la devolución de las ciudades conquistadas. También los suecos tuvieron en cuenta que Segismundo había acordado una tregua con los turcos por lo que las cosas ya no iban a ser tan fáciles e incluso se perdió Mitau. Por su parte Segismundo se vio presionado por el Sejm para aceptar una tregua ya que la Mancomunidad se enfrentaba a una hambruna y a intermitentes ataques de los cosacos.
Durante la tregua, que se iría prorrogando hasta 1625, Segismundo llevaría a elaborar un plan para desembarcar en Suecia con un ejército (1623) pero el proyecto, que incluía conseguir apoyo naval español, resultó utópico.
A la izquierda un húsar “alado” polaco (1605), por V. Vuksic (para Osprey). A la derecha un jinete “medio” sueco (1630), por Z. Grbasic (para Cassell). No sería hasta ya avanzado el reinado de Gustavo Adolfo cuando la caballería sueca pudiera por fin hacer frente a la legendaria caballería polaco-lituana.
La Guerra Dinástica Polaco-Sueca. Tercera Fase (1625-1629).
Tras el fin de la tregua, Gustavo Adolfo renovó la guerra con gran energía y rápidamente ocupó las tierras livonas al norte del Dvina (Daugava) todavía en manos polacas, retomando Mitau y conquistando Dorpat. En la batalla de Wallhof (enero, 1626) por fin los suecos consiguieron derrotar contundentemente en campo abierto a los polacos, consiguiendo sorprender a la legendaria caballería polaca.
Triunfador en Livonia, Gustavo Adolfo decidió que para aumentar la presión a Polonia se debía trasladar a otro área de operaciones y Gustavo desembarcó en 1626 en Pillau -en la región alemana conocida como “Prusia Real”, perteneciente a Polonia- a la cabeza de 14.000 hombres. El objetivo era privar a Polonia del corredor comercial del Vístula y de una de sus principales fuentes de grano. Sólo la obstinada (y orgullosa de su semi-independencia) Danzig se resistió al avance sueco e incluso los polacos se pudieron vanagloriar de una victoria naval en sus aguas (Oliwa, 1627) sobre la armada sueca.
El avance sueco por el Vístula alarmó lo suficiente a la nobleza polaca para que ésta dejara sus habituales actitudes dilatorias y se agrupara en torno a Segismundo. Sin embargo aunque se redujo la velocidad de avance del ejército sueco ante una mayor resistencia, sería necesario el apoyo de tropas del Imperio para detener a Gustavo Adolfo en la batalla de Stuhm (Trzciana) en junio de1629.
A instancias de Francia -que deseaba que Suecia se implicara en la Guerra de los Treinta Años- se firmó la tregua de Altmark, en principio por 6 años. Suecia renunció a la mayoría de sus conquistas prusianas, pero quedaron en su poder varios puertos prusianos: Memel, Elbing, Pillau..., e incluso el derecho a una parte de los ingresos aduaneros del puerto de Danzig. Este conjunto de ingresos supuso un gran alivio para la castigada economía sueca y permitió a Gustavo Adolfo plantearse nuevas campañas(vii).
Gustavo Adolfo cerca de morir en la batalla de Stuhm, por Carl Wahlborn (Wikimedia Commons). Los suecos contaban con 4.000 jinetes y 5.000 infantes, mientras que la caballería polaco-imperial de Koniecpolski y von Armin contaba con unos 4.500 jinetes. Las perdidas suecas fueron de unos 1.700 por unos pocos centenares entre sus rivales.
La Guerra de los Treinta Años
Dinamarca en la Guerra de los Treinta Años (1625-1629).
Cristián IV era duque de Holstein -integrado en el Círculo Imperial de la Baja Sajonia- y por tanto no era indiferente a los sucesos en el Imperio desde el estallido de la guerra en 1618. Inicialmente no pareció muy decidido a actuar en apoyo de sus correligionarios luteranos ya que entre otras cosas había una firme oposición en el a una intervención que estimaban muy costosa.
Cuando Cristián se decidió a intervenir parece que pesaron más las cuestiones prácticas que las religiosas. Por un lado quería ampliar su influencia en el norte de Alemania y le había echado el ojo a varios territorios que eran obispados y en los que quería colocar a sus hijos. Por otro, Holanda e Inglaterra venían buscando un campeón luterano en Alemania y además de tantear a Cristián, hicieron lo mismo con Gustavo Adolfo que de hecho parece haber sido el favorito, sin embargo las condiciones que éste puso para intervenir eran algo altas. Cristián preocupado por esa nueva notoriedad en Europa de Suecia, decidió aceptar la oferta anglo-holandesa ofreciéndoles un trato mejor. Los subsidios anglo-holandeses unidos a su fortuna personal(viii) le permitían financiar el inicio de la campaña militar sin necesidad de apelar al Riksråd para que votaran nuevos impuestos y su posición como duque “alemán” le permitía forzar la intervención.
En Abril de 1625 Cristián se pondría a la cabeza del Círculo de la Baja Sajonia, pero hasta marzo de 1626 no empezaría formalmente la guerra. Su decisión fue bastante fatídica ya que su ejército era ampliamente superado: el principal ejército protestante rebelde había sido derrotado en 1624, Inglaterra y Holanda no aportaban tropas y para colmo los ejércitos católicos se reforzaron gracias al trato entre el emperador y el “empresario militar” Wallenstein para reclutar un gran ejército. Wallenstein derrotaría a los correligionarios alemanes de Cristián en Dessau (abril 1626) mientras que el propio rey era derrotado por el general católico Tilly en Lutter (agosto, 1626).
Batalla de Lutter (Wikimedia Commons). Ambos ejércitos tenían unos 20.000 hombres. El católico Tilly maniobró mejor, mandando fuerzas a los flancos del ejército del rey Cristián y atrapando a buena parte de la primera línea danesa, con lo que se perdieron 7.500 hombres entre muertos, heridos y desertores.
La intervención había sido un desastre y no había hecho más que atraer la atención de los imperiales hacia territorio danés y el Báltico. Wallenstein ocupó Holstein, la Jutlandia danesa, Pomerania y Mecklenburgo, mientras que Brandenburgo se sometía al emperador y le permitía el uso de su territorio. Sólo el dominio naval danés en el Báltico impidió que los imperiales se presentaran en Copenhague.
En 1628 Cristian sería derrotado de nuevo en Wolgast en un desesperado intento de hacerse con una cabeza de puente en Pomerania. Finalmente en 1629 se llegaría a un acuerdo con el emperador y por el tratado de Lübek, Dinamarca se retira de la guerra y promete no interferir de nuevo en el Imperio a cambio de recuperar sus territorios perdidos. Teóricamente Dinamarca no salía mal parada -inicialmente Fernando II había demandado una fuerte indemnización y la entrega de algunos territorios- pero había sufrido un gran golpe a su prestigio como potencia báltica.
El Proyecto Báltico de Olivares.
La presencia de Wallenstein en Pomerania a finales de 1627 suponía una oportunidad para llevar a cabo un proyecto español: aposentarse en el Báltico con miras a minar una vital ruta comercial holandesa: se crearía una “Hansa Ibérica” mediante un sistema de licencias comerciales y se instalaría una flota de guerra que protegiera a los mercantes licenciados y atacara a los holandeses en la ruta báltica(ix).
Ya se venía discutiendo con anterioridad la posibilidad ofrecida por Segismundo de Polonia de que naves españolas usaran puertos polacos para atacar a la navegación holandesa a cambio de que estuvieran disponibles para transportar tropas en una invasión polaca de Suecia(x). El proyecto revivió ante la necesidad imperial de una flota para amenazar a las islas danesas.
Las negociaciones con las ciudades hanseáticas no fueron bien; veían con recelo el sistema español de licencias, no querían enemistarse con Holanda y se molestaron con el fallido intento de Wallenstein de conquistar la ciudad de Stralsund en 1628 – defendida por suecos y daneses en un raro esfuerzo de colaboración- como base para la flota.
Sólo con muchas dificultades consiguió España comprar algunos buques a la ciudad de Lübek, a los que se unirían un puñado de buques polacos. La flota reunida en el puerto de Wismar recibió la categoría de “Armada Imperial”, con Wallenstein como comandante “nominal” y encargado de proporcionar hombres y provisiones mientras España se ocupaba de la financiación y de la adquisición de más barcos.
La falta de apoyo continuado y el obstruccionismo de Wallenstein -rayano en el sabotaje, desde el punto de vista español- supuso que la pequeña flotilla apenas actuase, más allá de atacar en 1629 a unos cuantos mercantes suecos, daneses y holandeses, y de librar algunos pequeños combates, en uno de los cuales (agosto) llegaron incluso a vencer a una flotilla sueca. La flota caería en la inactividad y acabaría bloqueada por la armadas danesa y sueca hasta que Wismar cayera en 1632. Más tarde en los años 40 incluso la pequeña armada polaca acabaría desapareciendo debido a la apatía del Sejm, como de costumbre poco interesado en los proyectos navales bálticos de los reyes polacos.
La Armada Imperial atacando a barcos daneses, por Olaf Rahardt (fuente: www.marinemaler-olaf-rahardt.de).
Suecia en la Guerra de los Treinta Años (1630-1648).
Ya a comienzos de 1628 Suecia se había hecho a la idea de intervenir en Alemania debido a la debacle danesa y Gustavo Adolfo había conseguido un permiso (secreto) del Riksdag para hacerlo cuando estimara conveniente. La lucha contra el Imperio no era sólo una cuestión de religión, había que alejar a los imperiales del Báltico y quitarles las ganas de apoyar a Segismundo de Polonia.
Gustavo Adolfo inició su campaña en julio de 1630 desembarcando en Peenemünde y con la ciudad de Stralsund como su único aliado. Al igual que Cristián no contaba con más apoyos que los que pudiera recabar entre los príncipes alemanes pero al menos contaba con el apoyo incondicional de su nación y con un ejército de mejor calidad que el danés(xi). En septiembre de 1631 conseguiría una aplastante victoria en Breitenfeld, que permitiría la consolidación de una alianza anti-habsburgo y le animaría a ampliar sus objetivos más allá de proteger el Norte de Alemania. Al año siguiente caería en combate durante la disputada batalla de Lützen (noviembre, 1632), pero ya había conseguido que se produjera un vuelco en la Guerra de los Treinta Años.
El cadáver de Gustavo Adolfo embarcando en Wolgast para regresar a Suecia, por Carl Gustaf Hellqvist (Wikimedia Commons).
La hija de seis años de Gustavo Adolfo, Cristina, quedó en manos de un Consejo de Regencia dominado por el canciller Oxenstierna. El práctico Oxenstierna aunque mantuvo a Suecia en la guerra, decidió hacer unos cambios, limitando las perdidas de dinero y sangre sueca: las tropas nacionales suecas se retiraron al Báltico y el ejército sueco de campaña pasó a ser un ejército de alemanes dirigido por suecos y en la medida de lo posible financiado por lo que Suecia pudiera obtener en Alemania o a través de subvenciones de otras potencias.
La derrota de Nördlingen (septiembre, 1634) a manos de un combinado hispano-imperial puso en serios aprietos la política sueca ya que varios gobernantes alemanes hicieron las paces con el emperador. Oxenstierna se planteó llegar a una solución negociada con el Imperio pero la entrada francesa en la guerra le permitió respirar y mantenerse en la guerra, pero sin necesidad de ser ya el actor principal.
Suecia también se vio favorecida por el estallido de la Guerra de Smolensk (1632-1634) en la que los rusos -alentados como no por los propios suecos-, intentaron infructuosamente recuperar Smolensk a la muerte de Segismundo de Polonia. Finalizada la guerra, Vladislao IV -elegido rey de la República de las Dos Naciones- trató de instigar al Sejm para reanudar la guerra tras el fin de la tregua de Altmark, persistiendo en su reclamación a la corona sueca. Sin embargo la szlachta no quería una nueva guerra y prefirió la negociación con una Suecia que a su vez no quería luchar en dos frentes. En el Tratado de Stuhmsdorf -alentado por Francia, Inglaterra y Holanda; que querían que Suecia se concentrara en la Guerra de los Treinta Años- Suecia renunció a buena parte de sus conquistas en las pasadas guerras como los puertos de Elbing, Memel y Pillau; conservaría la Livonia al norte del Dvina Occidental y Riga, pero sin poder cobrar tasas al comercio polaco en esta última. Vladislao se negaría tercamente a renunciar a su reclamación al trono sueco, aunque si había renunciado previamente a la del trono ruso.
A la finalización de la guerra en el tratado de Westfalia (octubre, 1648), Suecia vio recompensados sus esfuerzos con varios territorios en el norte de Alemania: obispados de Bremen y Verden, puerto de Wismar y la mitad occidental de Pomerania; incluso se le tuvo que reconocer el status de potencia germánica con derecho a un asiento en la Dieta Imperial. A efectos prácticos controlaba las salidas de los ríos Oder y Elba, viendo reforzada ampliamente su posición en el Báltico.
Axel Oxenstierna, alto canciller de Suecia (1612-1654), por David Beck. Le tocó servir a dos jóvenes reyes. La relación con Gustavo Adolfo fue buena aunque Oxenstierna siempre procuró servir de freno al impetuoso rey y trabajó para que Suecia obtuviera beneficios sólidos y tangibles de la guerra. Con Cristina se llevó peor y acusó a la joven reina de boicotear sus esfuerzos por obtener un trato todavía mejor para Suecia en las negociaciones.
La Guerra de Torstenson (1643-1645).
La política de Oxenstierna centrada en obtener el dominio comercial del Báltico acabaría desembocando en una guerra con Dinamarca, a pesar de que aún se libraba la Guerra de los Treinta Años. Suecia tenía fundadas sospechas de que Cristián de Dinamarca venía entablando contactos con el emperador y los príncipes alemanes para hacer de mediador en la guerra: una mediación con ribetes anti-suecos. Otra cuestión importante era la de los peajes del Oresund, ya que los daneses habían amenazado con eliminar la tradicional exención sueca a pagar peaje(xii) y empezaron a cobrar a aquellas naves suecas que partían de puertos alemanes. Por último y más importante, había en Suecia una sensación de que se estaban ganando demasiadas energías en la guerra en Alemania y demasiado pocas en los tradicionales objetivos suecos en torno al Báltico.
Lennart Torstenson, por David Beck (Wikimedia Commons). En 1641 fue nombrado mariscal de Suecia y comandante de las fuerzas suecas en Alemania. Fue uno de los mejores generales suecos de la época, famoso por su rapidez de movimientos y su talento en el campo de la artillería y la ingeniería.
Los suecos pillaron por sorpresa a los daneses que no se esperaban una guerra y ni siquiera se merecieron una declaración de guerra formal. El mariscal sueco Torstenson abandonó en secreto sus operaciones en Moravia y marchó a ocupar la península de Jutlandia, mientras el general Horn ocupaba la Scania danesa con la excepción de las ciudades de Mälmo y Kristiansand.
A Cristian solo le quedaban las islas danesas y Noruega para tratar de salir al paso. Por un lado se organizó una invasión de Suecia desde Noruega que fue rechazada, perdiéndose incluso parte del territorio noruego. Por el otro Cristian recurrió a su flota con cierto éxito al principio pero se desaprovechó su superioridad y tras algunos éxitos sería derrotada por los suecos en la batalla de Fehmarn (octubre, 1644). Los esfuerzos de Cristián sólo pudieron retrasar un poco lo inevitable y finalmente las islas danesas empezaron a caer con la perdida de Ösel, Gotland y Bornholm.
El Tratado de Brömsebro (agosto, 1645) puso fin a la guerra. Los suecos no obtuvieron todo con lo que soñaban ya que los mediadores franceses y holandeses actuaron a favor de Dinamarca, especialmente los holandeses que estaban molestos con lo que consideraban que a Suecia se estaba mostrando demasiado arrogante, actuando cada vez más por su cuenta y poniendo en peligro la “sagrada” estabilidad del comercio báltico. La alianza sueco-holandesa acabaría terminando pocos años después. Aun así Dinamarca tuvo que ceder Ösel, Gotland y las provincias noruegas de Jämtland y Härjedalen; además de permitir por 30 años la ocupación sueca de la provincia costera de Halland al sur de Gotemburgo.
Tratado de Brömsebro (Wikimedia Commons). En medio siglo, a las ganancias en Ingria (a Rusia) y Livonia (a Polonia) se sumaron: las islas de Ösel y Gotland (amarillo), con lo que se rompía la cadena de islas con las que Dinamarca extendía su influencia por todo el Báltico; las provincias noruegas de Jämtland y Härjedalen, con las que Suecia afirmaba su dominio en el norte de Escandinavia y amenazaba a la importante Trondheim; y finalmente, Halland (rojo) aumentado su trecho de costa en el estrecho de Kattegat.
Las ganancias en esta guerra y las ya mencionadas en el posterior tratado de Westfalia, dejaban a Suecia en una clara situación de dominio sobre Dinamarca y controlando por fin una de las dos costas del Estrecho de Kattegat, conexión entre el Báltico y el Mar del Norte.
Cristian moriría en febrero de 1648, probablemente bastante amargado al ser consciente de que sus temores se habían hecho realidad y Dinamarca había sido desplazada por su archienemiga Suecia. Un gran logro para Suecia que a principios de siglo no tenía siquiera garantizada su propia independencia y cuyas aspiraciones imperiales originales eran bastante limitadas. Suecia se había hecho con un gran imperio que rivalizaba con el conglomerado polaco-lituano, quedaba por ver si podría mantenerlo y reclamar el dominium maris baltici.
Apéndice: Principales Batallas Navales
Oliwa (28/11/1627).
La de Oliwa tiene un papel destacado en la historia naval polaca por ser la batalla de mayor entidad que libró la pequeña flota real polaca durante la era de la Mancomunidad. En 1627 la flota polaca ascendía a unos modestas 10 naves (4 galeones, 3 filibotes y 3 pinazas) comandadas por el almirante Arend Dijckman, de origen holandés, y ancladas en el puerto de Danzig. Los polacos aprovecharon un momento en que la fuerza de bloqueo sueca se había reducido de 15 a sólo 6 naves (5 galeones y 1 pinaza) para embarcar gran cantidad de infantería y atacar por sorpresa a los suecos.
La batalla de Oliwa por Andrzej y Anna Orlinski (www.aaorlinski.com).
El insignia polaco Święty Jerzy (31 cañones) apoyado por una pinaza, atacó y abordó con éxito al insignia sueco del almirante Stjernskjöld: el Tigern (22 c.). Por su parte el sueco Solen (38 c.) fue atacado por el Wodnik (17 c.) y tuvo que ser incendiado por los propios suecos cuando vieron que iba a ser rodeado y capturado también. Las 4 naves suecas restantes se tuvieron que retirar. Ambos almirantes morirían en la batalla, en el caso de Dijckman probablemente por “fuego amigo” al ser alcanzado cuando estaba abordo del capturado Tigern.
La pequeña victoria sobre un enemigo con gran tradición naval fue un hito para los polacos a pesar de su escasa (o nula) repercusión estratégica pero no tendría continuidad.
El asalto al Tigern por Pavel Glodek. Los polacos confiaron en tácticas de abordaje para tratar de ganar el día ya que tenían difícil competir con los expertos suecos en un duelo artillero.
Lister Dyb (16/05 y 25/05/1644).
Durante la guerra de Torstenson, la flota danesa con el rey Cristián IV estaría especialmente activa. La primera batalla de importancia tendría lugar no contra los suecos propiamente dichos, sino contra una flota reunida en Holanda a instancias de un poderoso comerciante holandés afincado en Suecia: Louis de Geer. Las naves mercenarias holandesas se encontraban en el fondeadero de List con intención de apoyar las operaciones de Torstenson. Contra ellos se dirigió Cristian con 9 naves.
Ante la aparición de la flota danesa el almirante holandés Thijsen dio orden de levar anclas a sus 26 naves, pero parece que la mitad de la flota se quedó rezagada o no zarpó. A continuación se produjo un duelo artillero a distancia entre ambas flotas.
Los daneses tenían la ventaja de que sus buques eran mayores (y más potentes) pero por contra su mayor calado era un inconveniente en las poco profundas aguas interiores del List. El insignia danés -Trefoldighed (48 cañones)- quedó aislado durante un tiempo, precisamente cuando la flota danesa trataba de situarse en aguas más profundas. Por su parte el Gulde Swaen -insignia holandés- se adelantó excesivamente al resto de la flota y sufrió un fuerte castigo antes de poder ser rescatado. La batalla terminó -coincidiendo con la aproximación de 4 nuevas naves holandesas- sin que se hubiera perdido ninguna nave pero parece que los holandeses se llevaron la peor parte en daños y tuvieron varios cientos de bajas a causa de la potente artillería danesa.
El Trefoldighed en un grabado de Willem van der Velde. Fuente: www.kulturarv.dk.
En el 24 habría un nuevo combate. Thijsen contaba ahora con 33 naves, incluidos varios brulotes y naves de pequeño tamaño. El día anterior había llegado al List una flota danesa de 10 naves y 3 brulotes, al mando del danés Mund y el noruego Gedde. Dicha flota venía como refuerzo de la del rey Cristian, pero este se había retirado de la zona para reaprovisionarse, por lo que Thijsen vio la oportunidad para atacar a los recién llegados. El combate subsiguiente fue un duelo a larga distancia que acabó cuando ambas flotas se retiraron. Los holandeses parecen haberse llevado de nuevo la peor parte, sus barcos tenían mucho daños y las tripulaciones estaban desmoralizadas. La mitad de la flota holandesa puso rumbo a Holanda tras la batalla y Thijsen se vio obligado a regresar también, consciente de que no podría sobrevivir a un nuevo combate con los daneses.
Kolberger Heide (01/07/1644).
La flota sueca de Clas Fleming estaba colaborando con las tropas del mariscal Torstenson en la conquista de la isla de Fehmarn cuando tuvo noticias de la aproximación danesa. En total Fleming contaba con 34 naves que sumaban en torno a 1.000 cañones. La flota danesa con el propio Cristián IV a bordo -aunque encabezada por el almirante Jørgen Vind- se componía de 32 naves de guerra y 8 mercantes armados, sumando más de 900 cañones.
Fleming maniobró para situarse a barlovento con ayuda de un cambio del viento y viendo que la flota danesa se había desordenado en su aproximación, dio la orden de atacar. Los suecos se centraron en cañonear a corta distancia a la aislada vanguardia danesa y en especial al Patientia (48 cañones) de Vind, que sufrió un duro castigo -siendo herido de muerte el propio Vind- antes de que se pudiera acudir en su apoyo y sacarle de la línea de fuego.
El rey danés en el Trefoldighed (48 c.) fue atacado por varios buques suecos cuando trataba de reunirse con la vanguardia danesa e incluso perdió un ojo pero se mantuvo en cubierta dirigiendo las operaciones. Fleming decidió ahora centrarse en la retaguardia danesa -tras hacer unas reparaciones de emergencia en su Scepter (58 c.)- pero no fue bien apoyado por el resto de la flota y fue fácilmente rechazado por el propio Trefoldighed y varios buques daneses.
Fleming se retiró de nuevo a reparar su buque insignia con la intención de lanzar un tercer ataque pero la llegada de la noche se lo impidió. Los suecos se retiraron al fiordo de Kiel en la desembocadura del Elba, siendo bloqueados allí por los daneses que habían sufrido menos daños, por lo que pudieron reparar sus barcos en alta mar. Aunque ambos bandos se proclamaron victoriosos, quedó claro que los suecos se habían llevado la peor parte.
Los daneses desembarcarían en un extremo del fiordo de Kiel para instalar una batería y forzar la salida de los suecos. Un disparo afortunado de dicha batería se llevaría por delante a Clas Fleming (26, julio) pero la flota sueca conseguiría salir del fiordo y escapar ante la pasividad del almirante danés Galt que acabaría siendo juzgado y ejecutado por orden de Cristián IV.
Cristián IV tras ser herido y perder un ojo en Kolberger Heide, por Vihelm Marstrand (Wikimedia Commons).
Fehmarn (13/10/1644).
El holandés Thijsen consiguió pasar al Báltico con su nueva flota de alquiler para ponerse al servicio sueco, a pesar de un intento danés de detenerlo por la fuerza. Con la llegada de estos refuerzos los suecos se propusieron lanzar un nuevo intento de ganar el dominio marítimo. La flota sueco-holandesa de Wrangel y Thijsen contaba con 37 naves (casi 900 cañones). Los daneses comandados por Pros Mund contaban con la mitad de fuerzas: 17 naves (casi 450 cañones).
La intención sueco-holandesa era usar dos columnas para atacar por los dos lados a la columna de Mund. Sin embargo la fuerza de Mund acabó separada en dos, dando lugar a 2 acciones separadas.
En un lado del campo de batalla estaba el Patientia (48 c.) de Mund, escoltado por el Oldenborg (42 c.) y el Lindorm (38 c.). El Patientia consiguió rechazar el ataque del Smålands Lejon (32 c.) del almirante sueco Wrangel, pero sería abordado y capturado por el Göteborg (36 c.) y el Regina (34 c.); Mund resultaría muerto. El Oldenborg sería a su vez capturado por el Vesterviks Fortuna (24 c.) apoyado por otros 3 buques suecos. Por su parte el Lindorm acabaría incendiado por un brulote sueco.
A sotavento del combate principal se encontraba el resto de la flota danesa -al mando del vicealmirante Ulfeld- que había intentado maniobrar para ganar ventaja sobre Thijsen. La maniobra fracasó y el escuadrón danés echó a huir con excepción del Tre Løver (46 c.) de Ulfeld que consiguió hundir al holandés Adelaar (22 c.). Al igual que Mund, Ulfeld consiguió rechazar el abordaje del Jupiter (34 c.) de Thijsen pero sucumbió ante otros 2 navíos holandeses; siendo herido de muerte.
En la persecución posterior los daneses perdieron 10 naves más para un total de 14 (10 capturados) frente a un sólo barco perdido en el bando sueco. El resultado había sido pues una gran derrota para Dinamarca.
Grabado de la batalla de Fehmarn (Wikimedia Commons).
Autor: Flavius Stilicho
Índice (enlaces).
Capítulo I: La Crisis Livona (1558-1595).
Capítulo II: La Ambición de los Vasa (1597-1648).
Capítulo III: El Diluvio (1648-1679).
Capítulo IV: La Gran Guerra del Norte (y más allá) (1697-1743).
Capítulo V: El Fin de la Unión (1772-1814).
Fuentes.
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Anderson, R.C. - Naval Wars in the Baltic during the Sailing-Ship Epoch, 1522-1850. Archive.org.
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Israel, Jonathan – Empires and Entrepots: Dutch, the Spanish Monarchy and the Jews, 1585-1713 (vista parcial en Google Books).
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Oakley, S.P. - War and Peace in the Baltic, 1560-1790.
-
VV.AA. - The New Cambridge Modern History, Vol. IV (1609-1648/59).
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Wilson, P. H. - Europe´s Tragedy. A History of the Thirty Year´s War.
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Web Wikipedia.
Notas.
i Para muchos nobles suecos la ausencia de Segismundo de su reino era algo positivo ya que a través del Consejo podían llevar las riendas del país, de acuerdo a los “constituciones” pactadas con el rey. Las ambiciones del duque Carlos representaban para ellos una clara amenaza ya que veían que éste quería de una u otra forma acaparar el poder.
ii A partir de 1593 un grupo de magnates polaco-lituanos forzó a la Mancomunidad a involucrarse cada vez más en los asuntos de Moldavia, tratando de expansionar su influencia hacia el Sur; lo que les llevó a chocar con los otomanos y también con el Imperio Habsburgo.
iii Segismundo estaba molesto porque sus intentos de reforzar el ejército y de obtener financiación para la guerra, eran echados abajo con facilidad en el Sejm aunque consiguiera convencer a una mayoría de nobles. Aunque muchos de esos nobles reconocían que el sistema de voto no era el más eficiente y degeneraba en ocasiones en una “tiranía de la minoría”, eran muy renuentes a renunciar a un sistema que otorgaba a cada miembro del Sejm un gran poder individual.
iv Este “Dimitri” apareció en Lituania en 1603. Al principio su aparición fue recibida con frialdad entre los polacos pero con el tiempo algunos vieron que se le podía sacar partido. Dimitri se comprometió con una polaca y ofreció importantes estados a aquellos magnates que le apoyaran. También consiguió cierto apoyo desde Roma, que creyó que habría alguna posibilidad de que Dimitri introdujera el catolicismo en Rusia.
v Primero se propuso a Gustavo Adolfo y a la subida al trono de éste, se propuso a Carlos Felipe. Este último fue considerado seriamente como potencial zar por los líderes rusos del alzamiento.
vi Había muchas dudas de que Suecia pudiera pagar el rescate en el tiempo establecido, sin embargo Gustavo Adolfo mediante una combinación de unos abusivos impuestos al pueblo sueco, la explotación de valiosas minas de cobre y la obtención de un generoso préstamo holandés pudo pagar la indemnización en el último momento. Gotemburgo tuvo que ser refundada.
vii Los ingresos aduaneros prusianos le suponían a Suecia unos 600.000 riksdaler: +/- 1/3 de su presupuesto militar.
viii Cristián era una de las mayores fortunas de Europa gracias a que los ingresos ordinarios reales como los del peaje del Oresund proporcionaban superávit. Además contaba todavía en sus arcas con el rescate pagado por los suecos para redimir Älvsborg. Cristián era uno de los pocos reyes que no estaba permanentemente endeudado y de hecho era un prestamista. Sin embargo los altos costes de la guerra moderna hacían que la fortuna acumulada por Cristián no diera más que para una guerra muy corta y si se prolongaba había que recurrir a impuestos extraordinarios, siendo bastante limitada la capacidad de Dinamarca para generar ingresos por esta otra vía.
ix En realidad el proyecto español consistía en tener al menos dos bases en el Norte de Alemania, una en el Báltico y otra en el Mar del Norte (por ejemplo, Emden), con lo que se podrían controlar los dos extremos de la ruta. Sin embargo el Imperio y Polonia sólo estaban interesados en la parte báltica.
x En cuyo caso España ya le había echado ojo a apoyar un desembarco polaco en Gotemburgo y utilizar su estratégica posición en el estrecho de Kattegat para atacar al comercio marítimo holandés.
xi Francia y Holanda otorgaron subsidios a Gustavo Adolfo, al que habían presionado insistentemente para que interviniera. En cuanto a los príncipes alemanes, estos no vieron con muy buenos ojos la presencia sueca, Gustavo Adolfo tuvo que intimidar por la fuerza a unos cuantos y sólo la masacre hecho por los imperiales en la ciudad de Magdeburgo -a la que el rey sueco había dejado imprudentemente desprotegida tras forzarla a la alianza- cambió la actitud de los protestantes alemanes y aceptaron seguir a Gustavo Adolfo.
xii Tradicionalmente los suecos no habían pagado impuestos en el Oresund (un recordatorio de la unión de Kalmar) en un gesto simbólico ya que tampoco es que existieran muchos mercantes suecos en el siglo XVI. Sin embargo ahora la flota mercante sueca había en parte aumentado pero principalmente se habían vendido licencias a mercantes holandeses para poder navegar bajo pabellón sueco, algo que en Dinamarca se veía como un fraude.
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Buen artículo Flavius, está más que interesante la guerra de Suecia en el Báltico., ya solo me queda la tercera parte.
saludos