Dominium Maris Baltici (III): El Diluvio
En la segunda mitad del XVII Polonia-Lituania sufriría su particular "Diluvio" cuando en 1655 estuvo a punto de ahogarse bajo una marea de rusos, suecos y cosacos. Unos pocos años más tarde, también Dinamarca se estaba jugando su supervivencia como estado independiente. Suecia iba a vivir su apogeo como potencia y rozaría con los dedos el dominium báltico.
Introducción
Tras la Guerra de los Treinta Años, Suecia había emergido con un aparentemente poderoso imperio a ambos lados del Báltico. Sólo la mitad de los 2.5 millones de habitantes de ese imperio era propiamente sueca. El imperio era extenso pero caro de defender. Suecia se había podido mantener en la pasada guerra gracias a los generosos subsidios franceses y a fuertes contribuciones en los territorios ocupados. Los recursos caseros escaseaban ya que las “aventuras” de Gustavo Adolfo habían supuesto la muerte de una parte del relativamente escaso campesinado sueco y por otra las rentas de la Corona en territorio sueco habían disminuido a la muerte del rey, ya que progresivamente se habían ido enajenando a la nobleza que estaba exenta de impuestos. De tal manera que la financiación del poderío sueco dependía cada vez más de lo que se pudiera sacar de los nuevos territorios. Territorios que a su vez ambicionaban sus vecinos.
Ello provocaba un renovado interés sueco en el dominium maris baltici. Por un lado y como veremos más adelante era fundamental el control marítimo para mandar refuerzos a todos los territorios del Imperio. Por otro lo suecos veían que aunque el 40% de los mercantes bálticos usaban puertos dominados por Suecia para embarcar sus productos, sólo un 10% de los mercantes bálticos usaba bandera sueca. Los mayores beneficiarios del comercio báltico seguían siendo Dinamarca con su control del peaje del Oresund y las potencias marítimas occidentales (Inglaterra y Holanda) en cuyos barcos se transportaba casi la totalidad de las mercancías.
Pronto le iban a surgir a Suecia dos oportunidades para acercarse a ese soñado dominium. Una sería hacerse con Polonia-Lituania, en cuyos puertos recalaban el 35% de los mercantes. La otra y más tentadora sería hacerse con Dinamarca y el propio Oresund, cerrando el mar al resto de potencias.
Carlos X Gustavo, atribuido a Abraham Wutchers (Wikimedia Commons). Carlos X (r. 1654-1660) sucedió a la reina Cristina -hija de Gustavo Adolfo- cuando esta abdicó para poder convertirse al catolicismo. A la derecha su escudo de armas: Carlos pertenecía a la casa del Palatinado-Zweibrücken aunque su madre era una Vasa. Con él empieza la llamada “Era Carolina”.
La “Pequeña Gran Guerra del Norte”
Hacia la Guerra de los Trece Años
En el mismo año 1648 en el que se firmaba la paz de Westfalia, que traía la paz al centro de Europa, empezaba en la Rutenia polaco-lituana (Ucrania) una rebelión que iba a tener consecuencias inesperadas en la Confederación Polaco-lituana y en el orden político en el Báltico. La rebelión estaba encabezada por los cosacos zaporongos, liderados por el hetman Khmelnytsky, y a ella se unió la pequeña nobleza ucraniana y el campesinado, molestos con el excesivo poder de los grandes magnates polacos en la región y en el caso de los cosacos con el descenso del número de “cosacos registrados” lo que había privado a muchos de ellos de sus privilegios y de la paga estatal.
Ese año de 1648 los polacos vieron en unos pocos meses como sus ejércitos eran derrotados varias veces, el gran hetman Potocki era capturado por los cosacos y el rey Vladislao IV moría (de muerte natural) dando paso al largo y engorroso trámite de elegir un sucesor. Al año siguiente ascendía al trono el hermanastro de Vladislao: Juan II Casimiro Vasa. Para 1651, los cosacos habían sufrido una catastrófica derrota en la batalla de Berestechko, pero sin embargo los polaco-lituanos no fueron capaces de alzarse con una victoria total y se limitaron a forzar un tratado favorable.
En la poco conocida, pero enorme batalla de Berestechko se enfrentaron 60.000-80.000 polacos contra unos 100.000 rebeldes apoyados por unos 40.000 tártaros. Los cosacos fueron masacrados perdiendo varias decenas de miles de hombres mientras los tártaros huían ¡llevándose a su aliado Khmelnytsky como rehén! Grabado de Wikimedia Commons.
Viendo como sus planes de independencia se desvanecían, Khmelnytsky convenció a los cosacos de ponerse bajo la protección del Zar Alejo (Alexis) I de Rusia, con el que al menos compartían una religión común: la ortodoxa y el cual además tenía todavía cuentas que ajustar con los polaco-lituanos como la perdida de Smolensk y de la Livonia rusa.
Los rusos invadieron la Mancomunidad en 1654. Para horror de los polacos, los ejércitos moscovitas no sólo eran numerosos -algo que se daba por sentado- sino que habían mejorado en calidad respecto a las guerras anteriores. Aunque se envió un ejército a Ucrania a ayudar a los rebeldes, el grueso del poder zarista en forma de 3 ejércitos (80.000 hombres) invadieron una casi desprotegida Lituania, en una marcha hacia el Báltico en la que se iban retomando las antiguas ciudades rusas perdidas: Smolensk, Polotsk, Vitebsk, Mogilev...
A la izquierda, Juan II Casimiro (r. 1649-1668), por Daniel Schutz; último rey de la dinastía Vasa. A la derecha un retrato anónimo del Zar Alejo I (r. 1645-1676). El segundo de los Romanov, fue un moderado reformista y ya en su época se dieron tímidos pasos hacia la occidentalización. Fuente: Wikimedia Commons
La Intervención Sueca (1655)
Dentro de la Confederación el rey y la szlachta (nobleza) se dedicaban a recriminarse mutuamente el desastre, mientras que en la apurada Lituania crecían las voces que acusaban a sus compañeros polacos de no implicarse lo suficiente en la guerra. La esperanza polaco-lituana residía en una alianza con Suecia, pero las malas relaciones entre ambas monarquíasi y la exigencia sueca de obtener el dominio sobre toda Livonia y la “Prusia Real”, eran un gran inconveniente. La situación alcanzó un clímax, cuando Carlos X de Suecia -preocupado por el avance moscovita y consciente de la debilidad polaco-lituana- decidió invadir la Confederación.
Los suecos cruzaron el Oder el 14 de julio de 1655 e invadieron la región de la “Gran Polonia”. La sorpresa supuso que sólo se pudo reunir a las milicias nobiliarias locales para oponerse a la invasión. Los ejércitos se encontraron en Ujście (24-25, julio) y los polacos al verse flanqueados y amenazados con la destrucción decidieron o bien huir o bien capitular pasándose al bando sueco. Los lituanos se desmoralizaron con estas noticias. En julio los rusos habían reanudado la ofensiva tomando Minsk y los polacos se habían retirado del frente para enfrentarse a los suecos. La apisonadora rusa parecía imparable y el 9 de agosto tomaban Vilna. El hetman lituano Janusz Radziwill -el magnate lituano más influyente y comandante del ejército- convenció a una parte de sus colegas de la nobleza de abandonar a Juan Casimiro y por el tratado de Kėdainiai (17 agosto) aceptar como monarca a Carlos X, rompiendo la Confederación Polaco-Lituana.
Juan Casimiro se aferró a los magnates todavía leales pero su reino se desintegraba rápidamente. Derrotado por los suecos en Zarnow (17 septiembre), abandonó el reino tras la perdida de Cracovia (17 octubre). Los suecos habían conseguido conquistar con extrema facilidad Polonia-Lituania -salvo algunos reductos como la siempre orgullosa Danzig- en lo que pasaría a la historia como “El Diluvio Sueco”.
Milicia en el vado, por Jozef Brandt (Wikimedia Commons). La oposición de la nobleza a los intentos de aumentar el poder real, se traducían en que Polonia tuviera un Ejército Real relativamente limitado y se tuviera que recurrir a las levas que reunían los nobles en sus respectivos estados.
Las cosas se complican (1655-1657)
Los suecos pronto dieron muestras de no saber asimilar su gran éxito. En vez de actuar con mano izquierda, tanto el rey como el ejército sueco hicieron todo lo posible para enemistarse con los polacos. Los nobles pronto vieron que Carlos no parecía nada dispuesto a reunir un Parlamento y legalizar su reinado “polaco” con los habituales compromisos que los polacos negociaban con sus reyes electos. Por su parte el ejército se comportaba brutalmente con la población por un lado demandando por la fuerza su manutención y por otro haciendo gala de un agresivo y militante protestantismo. A finales de año los magnates polacos empezaron a desertar del bando sueco y pronto Juan Casimiro pudo volver a Polonia para unirse al “movimiento de liberación”.
Evidentemente los rusos tenían también mucho que decir acerca de lo que estaba sucediendo. Molestos con la “pérfida” Suecia que estaba sacando provecho del esfuerzo ajeno y comprensiblemente preocupados por la aparente formación de una poderosa confederación sueco-polaco-lituana, decidieron firmar un armisticio con los polacos de Juan Casimiro y declarar la guerra a Suecia (mayo 1656). Los rusos avanzaron por la Livonia sueca, pusieron sitio a Riga y establecieron una base naval en Nyen. Sus intenciones eran hacerse con toda la costa entre Narva y Viborg, así como el ducado de Curlandia y cumplir con su sueño de conseguir un sólido acceso comercial al Báltico.
La unión sueco-lituana no sobrevivió a la muerte de Radziwill (31 diciembre 1655) y las fuerzas lituanas “leales” -que al igual que los polacos también se habían levantado- pronto acabaron con la facción pro-sueca. De hecho en la practica se puede decir que Polonia y Lituania no llegaron a separarse.
Carlos X se encontraba en apuros. Ante la creciente presión tuvo que pedir ayuda a su “vasallo”, el elector Federico Guillermo de Brandenburgoii. Federico Guillermo supo jugar sus cartas y obtener concesiones de Carlos en forma de 4 palatinados polacos a agregar a su territorio. Las tropas brandenburguesas fueron vitales en la victoria sueca de Varsovia (28-30 ,julio 1656) ya que constituían la mitad del ejército. Carlos recuperó algo de terreno pero la victoria parecía lejana y para colmo un nuevo frente se iba a abrir al año siguiente.
Federico Guillermo (r. 1640-1688), elector de Brandenburgo y duque de Prusia, obra de Frans Lucyx. A la derecha las respectivas armas de ambos territorios: el águila roja brandenburguesa y la negra prusiana. El hábil representante de la dinastía Hohenzollern conseguiría durante sus 48 años de reinado no sólo sobrevivir a los avatares de la región sino aprovecharse de ellos para sentar las bases de lo que a comienzos del XVIII se convertiría en un reino de pleno derecho. Fuente: Wikimedia Commons.
Dinamarca vs Suecia (1657-1658)
En la primavera de 1657 Dinamarca declaró la guerra a Suecia. En el ánimo del rey Federico III estaba recuperarse de las perdidas en la pasada “Guerra de Torstenson” y tratar de poner freno al expansionismo sueco, aprovechando que Carlos parecía estancarse en su aventura polaca. También pesaba mucho el hecho de que Carlos se había casado con la hija del duque de Holstein-Gottorp, forjando una alianza que amenazaba con cercar por completo a los daneses.
Para el rey sueco, la intervención danesa fue casi un alivio. Carlos abandonó rápidamente el enmarañado teatro bélico polaco y ocupó Jutlandia junto al resto de territorios continentales daneses. El siguiente paso era asaltar las islas danesas, pero Carlos se vio bloqueado en el puerto de Wismar, sin que la marina sueca pudiera asegurarle el cruce.
A Carlos le vino la suerte de cara y el duro invierno de 1657/1658 provocó que a comienzos de año se helaran los estrechos del pequeño Belt y el gran Belt. Las tropas suecas (caballería y artillería incluidas) pudieron cruzar el mar a través del hielo: de Jutlandia pasaron a la isla de Fionia y a continuación por las de Langeland y Lolland y por fin saltar a la isla principal: Selandia. Los sorprendidos daneses apenas presentaron resistencia y tuvieron que firmar la humillante paz de Roskilde (8 marzo 1658). Dinamarca perdía toda el sur de Escandinavia (Escania y la ya ocupada Halland), la isla de Bornholm y la parte central de Noruega.
La marcha sueca hacia Selandia a través de los estrechos helados, por Johan Philip Lemke (Wikimedia Commons).
Suecia vs Dinamarca (1658-1660)
Finalizado el asunto danés, Carlos X miró a su alrededor y no le gustó mucho el panorama. Durante su ausencia de Polonia se había formado una alianza Habsburgo (Imperio) – Polonia – Brandenburgo en su contra, que se estaba haciendo con el control de la zona. El elector Federico Guillermo había negociado una alianza con Juan Casimiro, a cambio del reconocimiento polaco de su soberanía sobre la Prusia Ducal (Oriental), lo que fue un gran avance para la futura configuración del reino de Prusia.
La salida de Carlos no deja de ser imaginativa, convenció al Parlamento sueco de que si marchaba a guerrear a Polonia, Dinamarca podía traicionarles por la espalda, por lo que había que reanudar la guerra y acabar con Dinamarca de una vez por todas. Después de todo si se conquistaba Dinamarca y por ende el Orensund, la potencial perdida de varias de las conquistas en el Báltico Oriental sería irrelevante ya que los suecos quedarían dueños del mar Báltico.
Usando una endeble excusa sobre el incumplimiento danés de algunas clausulas del tratado de paz, Suecia se lanzó a renovar la guerra en agosto de 1658. Los suecos todavía no habían abandonado gran parte de las islas danesas y a la flota sueca no le costó mucho desembarcar tropas en la isla principal, antes que la flota danesa estuviera lista. Rápidamente se procedió a asediar la capital de Copenhagueiii. Paralelamente los suecos consiguieron con una artimaña -difundieron que Copenhague había caído- hacerse con la estratégica fortaleza de Kronborg en el Oresund. El dominium maris baltici sueco parecía al alcance de la mano, ya sólo faltaba que cayeran Copenhague y Federico.
Federico III, rey de Dinamarca y Noruega (r. 1648-1670), por Wolfgang Heimbach. Y a la derecha, el Gran Pensionario de Holanda (1653-1672) Johan de Witt, obra del taller de Adrien Hanneman. A efectos prácticos de Witt era el líder político de las Provincias Unidas.
Puede que Dinamarca fuera débil, pero había bastante gente interesada en evitar su total caída. Holanda, que antaño había sido aliada de Suecia, lo estaba ahora de Dinamarca. En 1657 se había negado a apoyar la agresión danesa pero ahora no estaba dispuesta a dejar el Báltico en manos suecas y cerrado a los mercantes holandeses. En octubre una flota holandesa compuesta por 35 naves de guerra y unos 70 mercantes, se presentó en el Oresund y tras una batalla (29 octubre) con una superior flota sueca de 44 navíos, consiguió romper el bloqueo de Copenhague y reaprovisionar la ciudad. Habiendo perdido el control del mar, Carlos X se resignó a tomar al asalto la ciudad pero el gran ataque del 11 de febrero de 1659 fue un fracaso.
Por su parte Polonia, el Imperio y Brandenburgo reunieron tropas para atacar los territorios suecos en el norte de Alemania. Para mayo habían expulsado a los suecos de Jutlandia, después seguiría Pomerania y para noviembre habían expulsado a los suecos de la isla de Fionia, donde se habían refugiado. También Carlos tuvo que ver como los noruegos se levantaban en el territorio ocupado por Suecia y expulsaban a sus hombres.
A pesar de los continuos fracasos, Carlos se negaba tercamente a rendirse. La muerte del rey (13 febrero 1660), debido a una súbita enfermedad, puso fin a la guerra. El príncipe heredero tenía 4 años y los regentes se apresuraron a firmar la paz. Dinamarca estaba dispuesta a continuar la guerra para resarcirse de su anterior derrota, pero fue coaccionada por las potencias de Holanda, Francia e Inglaterra que fueron las que impusieron las condiciones, en función de lo que ellas entendían traería un equilibrio a la zona. Estas potencias preferían que cada lado del estrecho de acceso al Báltico estuviera en una mano diferente. El tratado de paz seguía las líneas del anterior de Roskilde y Dinamarca se tuvo que conformar con recuperar la isla de Bornholm y el centro de Noruega.
El tratado de paz de Copenhague se firmó en mayo de 1660 y ya un mes antes se había resuelto otro conflicto en el tratado de Oliwa. En dicha paz Polonia renunció formalmente a reclamar la soberanía de la Livonia sueca y recuperaba Curlandia, todavía ocupada por los suecos. Además Juan Casimiro también puso fin a su reclamación dinástica sobre la corona sueca. Brandenburgo tuvo que renunciar a la ocupada Pomerania sueca pero los Hohenzollern veían ratificado por todos los actores su dominio sobre Prusia Oriental. El final de la guerra tenía un sabor agridulce para Suecia: su imperio había crecido desde 1648 pero por dos veces había tenido a su alcance un triunfo decisivo.
Escandinavia tras la paz de Copenhague (Wikimedia Commons). Dinamarca recuperó los territorios en verde, pero veía con amargura la pérdida de Escania, al otro lado del estrecho.
De vuelta a la Guerra de los Trece Años
Finalizado el “Diluvio”, quedaban todavía cosas por resolver en el Este. Las relaciones polaco-rusas empeoraron rápidamente una vez que su enemigo común marchó a la guerra con Dinamarca. En septiembre de 1658, los polacos acordaron con los cosacos zaporongos la formación de la Mancomunidad de Polonia-Lituania-Rutenia, provocando la reanudación de la guerra en octubre. La “unión” con los cosacos tuvo corta vida ya que en 1659 volvieron a cambiar de idea y se aliaron con el Zar. Sin embargo el fin de la guerra con Suecia en 1660 permitió a los polaco-lituanos concentrarse en la guerra e ir reconquistando paso a paso las ciudades lituanas perdidas.
La presión polaca forzó al zar Alejo en 1661 a firmar la paz con Suecia, con la que todavía estaba oficialmente en guerra, devolviendo a ésta todos las conquistas rusas y viendo como se esfumaba de nuevo el sueño de abrirse un hueco en el Báltico.
La guerra ruso-polaca continuaría hasta 1667. Juan Casimiro se tuvo que resignar a la perdida de la región de Smolensk y de la parte oriental de Ucrania. La paz llegó por agotamiento de ambos contendientes; por un lado ambos países se enfrentaban a una común amenaza de ataques tártaros y por otra en Polonia había estallado una importante rebelión: la del magnate Lubomirski, representante de los constitucionalistas. El propio rey se encontraba agotado tras tan azaroso reinado: poco después en 1668 abdicaría.
Polonia tras la Guerra de los Trece Años (1654-1667). En azul el territorio cedido a Brandenburgo, en amarillo el cedido a Suecia y en verde el cedido a Rusia.
La Guerra de Escania (1675-1679)
Introducción
La Suecia de Carlos XI era una nación saciada, que en la práctica había renunciado a nuevas aventuras expansionistas. Federico III, no es que hubiera renunciado a resarcirse de las perdidas territoriales, pero a partir de 1661 estaba entretenido en el proceso de convertir a Dinamarca en una monarquía absoluta. En 1670 Federico sería sucedido por su hijo Cristián V, que entendió que aunque Dinamarca se había ido recuperando estaba lejos de ser capaz de enfrentarse a Suecia en un uno contra uno. En Polonia, tras la abdicación de Juan II Casimiro Vasa, se eligió rey a Miguel Korybut Wisniowiecki, que tendría en su breve reinado (1669-1673) las manos llenas con la guerra contra los turcos, y lo mismo le pasó a su sucesor: el celebérrimo Juan III Sobieski. Alejo I era el único superviviente de las pasadas guerras, pero también se encontraba relativamente saciado y en cualquier caso las miras de Moscú se estaban trasladando al Mar Negro y donde los sucesores de Alejo entrarían también en conflicto con los turcos.
Parecía que habría paz en el Báltico durante una buena temporada. Tal vez así habría sido de no intervenir factores externos en forma del sistema de alianzas europeo. Suecia estaba aliada con Francia mientras que Dinamarca y Brandenburgo lo estaban con Holanda. Dichas alianzas servían para mantener una cierta estabilidad en el Báltico, pero el problema vino con el estallido de la Guerra Franco-Holandesa (1672-1678).
Suecia se vio obligada a formar un ejército en Pomerania que debía disuadir al elector Federico Guillermo de Brandenburgo de su intención de acudir en ayuda de Holanda. Durante un tiempo funcionó la disuasión y Brandenburgo abandonó la alianza holandesa pero en 1674 volvió a entrar en el conflicto, lo que generó la exigencia francesa de que los suecos hicieran bueno el subsidio que recibían con una invasión.
Cristián V (r. 1670-1699) de Dinamarca y Noruega, por Jacob d´Agar. A la derecha su rival: Carlos XI de Suecia (r. 1660-1697), por David Klöcker Ehrenstrahl. Carlos no sería coronado hasta 1675, con la guerra ya empezada. Fuente: Wikimedia Commons.
Suecia versus Brandenburgo
En la Navidad de 1674, el ejército sueco de Pomerania -al mando de Wrangel- invadió Pomerania. En realidad más que una invasión se trataba de buscar cuarteles de invierno en territorio enemigo, aprovechando que el Elector en compañía del ejército brandenburgués se encontraba invernando en el Rhin ya que había acudido en ayuda de Holanda.
Cuando finalmente se pudo empezar la campaña de 1675, Wrangel avanzó hasta las puertas de Berlín, pero Federico Guillermo volvió rápidamente y lo derrotó en la batalla de Fehrbellin (28 junio). Aunque no fuera una gran derrota -unos cientos de bajas por cada bando- la repercusión fue enorme ya que echó por tierra el mito de la superioridad sueca en batallas campales. La batalla fue un revulsivo para que una reluctante Dinamarca cediera a las presiones de Holanda y declarara a su vez la guerra a Suecia, como también lo haría el Imperio Habsburgo. El primer paso de Dinamarca fue anexionarse el ducado de Holstein-Gottorp cuyo gobernante era aliado tradicional de Suecia.
La alianza Brandenburgo-Dinamarca-Imperio se fue apoderando de las posesiones suecas en el norte de Alemania: Bremen-Verden, Pomerania... La última posesión sueca, Greifswald, caería en noviembre de 1678 en manos del Elector, que se frotaba las manos ante la perspectiva de quedarse con Pomerania para sí.
Grabado representando la batalla de Fehrbellin (Wikimedia Commons). La victoria obtenida por el general von Deerflinger le supuso a Federico Guillermo ganarse el apodo de “Gran Elector”. El ejército brandenburgués-prusiano empezó a ganar una sólida reputación.
La invasión de Escania
Si Suecia no pudo defender adecuadamente sus posesiones alemanas fue porque iba a estar ocupada con la campaña terrestre-naval que iba a dar nombre a la guerra. La flota danesa era algo inferior en número a la sueca pero mientras esta última estaba algo descuidada, los daneses habían mantenido su preciada flota a punto y además contaban con la ayuda holandesa. El almirante danés Niels Juel se hizo rápidamente con el control del Báltico. En mayo pudo desembarcar y ocupar la isla de Gotland. La flota sueca trató de reaccionar y reocupar la isla pero fue derrotada en la batalla la batalla de Öland (1 junio) por Tromp y Juel.
El control del mar permitió a Cristián V cruzar los estrechos y desembarcar en Escania. Los suecos rápidamente perdieron el control de la región con la excepción de Malmö, gracias entre otras cosas a que todavía había muchos habitantes pro-daneses en la región. Carlos XI se retiró a la provincia de Halland, deteniendo el avance danés en la batalla de Halmstad (17 agosto). Los daneses se acabaron retirando a invernar a Escania, pero serían de nuevo derrotados en la batalla de Lund (4 diciembre) y arrinconados en las fortalezas de Landskrona y Kristiansand.
Cristián lo intentaría de nuevo en 1677, fracasando en julio ante Malmö y en la batalla de Landskrona, aunque por su parte los suecos eran incapaces de tomar las fortalezas danesas en Escania gracias al dominio danés del mar. Este domino se había visto confirmado en la batalla de Køge Bay (1-2 julio) frente a Copenhague. Pero aunque los daneses tendrían algún éxito en el frente terrestre noruego con la recuperación de la provincia de Jämtland, el caso es que la campaña de Escania se había estancado con los daneses incapaces de hacer nuevos progresos por tierra y los suecos de hacerlos por mar.
La flota de invasión de 1676 cruzando a 15.000 daneses a Escania. Obra de Claus Møinichen (Wikimedia Commons).
Fin de la Guerra
En agosto de 1678 la Francia de Luis XIV firmó el tratado de paz de Nimega con Holanda. A continuación pasó a ejercer presión por separado tanto a Brandenburgo como a Dinamarca, obligándolas a firmar sendos tratados de paz en 1679. Por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, Brandenburgo renunciaba a sus conquistas de Bremen-Verden y Pomerania -salvo un par de poblaciones en la ribera del Oder- y se tenía que conformar con obtener derechos aduaneros del comercio pomerano. Por su parte Dinamarca, por el tratado de Lund, tuvo que devolver también sus conquistas de la guerra y confirmar los privilegios en cuanto a tasas de los mercantes suecos que usaban el paso del Oresund, aunque obtuvo a cambio una compensación económica.
El que Francia y Holanda firmaran primero la paz, sin tener a cuenta a sus aliados, molestó bastante tanto a Suecia como a Dinamarca. Dinamarca se sintió abandonada a su suerte por Holanda y Suecia se molestó porque Francia no promovió concesiones comerciales a Suecia. Como reacción, y a instancias del canciller sueco Gyllenstierna, el tratado sueco-danés incluía un tratado “secreto” por el que Suecia y Dinamarca se comprometían a coordinarse y evitar injerencias externas de Francia y otras potencias, así como poner freno al ambicioso Elector de Brandenburgo.
Carlos XI llegaría a casarse con una princesa danesa, pero en el fondo Dinamarca y Suecia no dejaron de verse como enemigos. Tras la muerte de Gyllenstierna, el nuevo canciller Bengt Oxenstierna (hijo del famoso Axel Oxenstierna) reanudó la política de alianzas con Francia y con otras potencias. Dinamarca se vio obligada a hacer lo mismo, “ofreciéndose” también a Francia para alejarla de Suecia, lo que a su vez provocó un acercamiento entre Suecia y Holanda. Varias veces estarían Suecia y Dinamarca al borde de la guerra en las últimas dos décadas del siglo, pero ésta iba a quedar pendiente para los sucesores de Carlos y Cristián.
Si la anterior guerra había sido el germen para que en Dinamarca se avanzara hasta la monarquía absoluta bajo Federico III, la Guerra de Escania tuvo un efecto parecido en Suecia, allanando el camino de Carlos XI hacia la monarquía absoluta.
Carlos XI en la batalla de Lund, por Johan Philip Lemke (Wikimedia Commons). Fue una batalla especialmente sangrienta. Los suecos perdieron en torno a 1/3 de sus 8.000 hombres y los daneses a más de la mitad de su ejército de 14.000.
Apéndice: Batallas Navales del Periodo
Møn. 13 septiembre, 1657
Aunque la guerra había empezado en mayo no fue hasta septiembre cuando la flota sueca se encontró dispuesta para dar batalla. Por entonces la flota danesa se dedicaba a bloquear el puerto de Wismar en la Pomerania sueca. La flota sueca del almirante Bjelkenstierna contaba con 38 navíos (+/- 1.300 cañones) y 2 brulotes. La flota danesa del almirante Bjelke - 24 navíos (+/- 900 cañones) y 2 brulotes- partió al tener noticias de su aproximación.
Las flotas se encontraron cerca de la isla de Møn. Bjelke trató de evitar el encuentro con la más numerosa flota sueca pero ésta se encontraba a barlovento con lo que tenía la ventaja para lanzarse sobre los daneses. No está claro el porqué -tal vez por la mala mar que hacía ese día- pero el grueso de la flota sueca no pudo apoyar el ataque. El peso de la acción recayó en el Draken (66 c.) de Bjelkenstierna, apoyado por el Amarant (46) y el Mars (44), que atacaron al insignia danés Trefoldighed (66 c.); el resto de los navíos se limitaron a cañonear a distancia. Tras muchas horas de cañoneo se suspendió el combate al anochecer. Los daños se limitaron prácticamente a los insignias y las bajas fueron limitadas: 60 muertos daneses y 40 suecos, y algo más de un centenar de heridos en cada bando.
Al día siguiente ambas flotas se retiraron ya que había muy mal tiempo para combatir. Además parece que los daneses habían recibido un refuerzo de 11 naves, comandadas por Niels Juel, por lo que los suecos habían perdido su superioridad. La batalla había resultado irrelevante salvo por el hecho de que los suecos perdieron la que resultaría ser su mejor oportunidad para salir del embotellamiento al que estaban sometidos.
El navío Amarant de unas 650 toneladas y 46 cañones (Wikimedia Commons). Construido en 1654, pasaría a manos danesas en 1677.
Oresund. 8 noviembre, 1658
A comienzos de mes una flota holandesa al mando del almirante Wassenaer fondeó a la entrada del Oresund, cuyas dos orillas estaban en ese momento controladas por los suecos. La flota sueca de Wrangel se encontraba bloqueando la ciudad de Copenhague y tenía ordenes de no provocar a los holandeses. Por su parte Wassenaer tenía ordenes de romper el bloqueo (introduciendo un convoy de alimentos), por la fuerza si era necesarioiv. El 8 de noviembrev cambió el viento lo suficiente para que Wassenaer levara anclas y se internara en el estrecho. Wassenaer contaba con 35 navíos de combate, 6 transportes, 4 brulotes y 6 galeotas (1.400 cañones). La flota sueca constaba de 45 naves (1.800 cañones).
La flota holandesa pasó -ayudada por el fuerte viento- por delante de las fortalezas de Helsingborg y Kronborg sin soportar muchos daños y cargó contra la escuadra sueca que se vio perjudicada por tener el viento en contra.
Batalla del Oresund, por Jan Beerstraaten (Wikimedia Commons)
La vanguardia holandesa comandada por Witte de With -a bordo del Brederode (59 cañones)- se lanzó inicialmente contra la 2ª escuadra sueca donde estaba el propio Wrangel en el insignia Victoria (74). Cuando llegó Wassenaer (con el centro holandés), le cedió el honor de continuar el duelo con el almirante en jefe enemigo y marchó a combatir contra el jefe de la 3ª escuadra sueca: Bjelkenstierna. De With se libró primero del Leopard (36) causándole tantos daños que tendría que ser conducido a la costa e incendiado. A continuación vino un duelo entre el Brederode y el Draken (66) que terminó con los 2 buques dañados y encallados. El Draken pudo desencallar pero no así el Brederode que se encontró bajo el ataque del Wismar (44). Tras dos horas de cañoneo, el buque fue abordado y capturado. De With murió en el combate y el Brederode se hundió cuando los suecos trataron de llevárselo.
Habíamos dejado a Wassenaer con su Eendracht (72) combatiendo contra el Victoria de Wrangel. El grupovi del Eendracht estaba cerca de reducir al Victoria cuando el desencallado Draken apareció con otros navíos y consiguió liberarlo. Los dos navíos suecos estaban demasiado dañados para seguir la pelea y se retiraron.
Ahora le tocó el turno al Eendracht de sufrir, ya que se vio rodeado por varias naves incluidas el Cesar (54) del almirante Sjohelm (1ª escuadra sueca) y el mercante armado Morgonstjerna (48). Sjohelm venía de enfrentarse con la retaguardia holandesa donde había abatido al almirante Pieter Floriszoon. La intervención de varias naves holandesas consiguió salvar al Eendracht: Sjohelm se retiró herido, dejando en manos enemigas al Pelikan (40) y el Morgonstjerna, que se hundió tras ser abandonado.
A las perdidas suecas ya mencionadas se sumaban 2 naves más (capturadas): Delmenhorst (36) y el mercante Rose (40), lo que hacía 5 naves perdidas. Los holandeses perdieron sólo el Brederode y una galeota, aunque “consumieron” sus 4 brulotes sin resultado. Wassenaer se contentó con abrirse paso hasta Copenhague y los suecos hicieron un ridículo intento de proclamarse victoriosos ante la “huida” del enemigo, pero estaba claro que habían fracasado: la batalla supuso el fin del bloqueo y la salvación de la capital danesa.
Visión sueca de la batalla de Oresund, por Samuel von Pufendorf (Wikimedia Commons)
Öland. 1 Junio, 1676
En mayo de 1676 el almirante sueco Creutz había partido con una poderosa flota, con intención de asegurar el paso de tropas suecas por el Báltico hacia la amenazada Pomerania. Niels Juel al frente de una inferior flota holando-danesa lo localizó entre la isla de Rügen y Bornholm. Juel con 20 navíos de línea, no tenía intenciones de dejarse batir por una fuerza superior , sobre todo teniendo en cuenta que venían refuerzos en camino, pero tampoco quería dejar pasar la oportunidad de “saludar” a los suecos antes de retirarsevii.
En la acción de Bornholm (25-26 de mayo) Juel puso en evidencia a Creutz, maniobrando mucho mejor e incluso haciéndole perder un par de pequeñas naves auxiliares. Tras la batalla la flota sueca se refugió en Estocolmo mientras que el holandés Tromp se unía a la flota aliada con varios buques de refuerzo y asumía el mando.
El poderoso Kronan de 124 cañones por Jacob Haag. De acuerdo al sistema de clasificación que se estandarizaría en el siglo XVIII se trataría de un 3 puentes de 100-105 cañones, tras descontarle los cañones de escaso calibre.
Por la mañana del día 1 las flotas se localizaron al sur de la isla de Öland y Tromp puso la suya a barlovento de la sueca. Tromp contaba con 25 navíos grandes, 10 fragatas y otras 12 naves menores (5 brulotes), juntando 1.727 cañones. Creutz por su parte tenía 27 navíos grandes, 11 fragatas y 17 naves menores (7 brulotes), sumando 2.184 cañones.
El almirante Claes Uggla a bordo del Svärdet (94) dirigía la vanguardia sueca y cuando vio que el combate era inevitable por la aproximación de los aliados, disparó un cañón para avisar a los exploradores que se retiraran tras la línea. Kreutz en el Kronan (126viii) confundió el cañonazo con el de la señal de virar y, maldiciendo a Uggla, ordenó que el resto de la flota virara.
El desastre sobrevino cuando el propio Kronan viró violentamente sin tomar las debidas precauciones de tal manera que el agua entró por las portas de la batería, escorando peligrosamente al navío. Pero eso no fue lo peor ya que al inclinarse se rompería alguna lámpara o se perdería el control de alguna mecha, pues se inició un fuego que hizo volar por los aires al gigantesco navío, muriendo 800 de sus tripulantes y Kreutz.
La batalla según Claus Møinichen (Wikimedia Commons). Se puede ver a la izquierda la explosión del escorado Kronan. A la derecha el autor ha juntado en la misma escena el combate alrededor del Svärdet.
La batalla no podía comenzar con peor pie para los suecos. No sólo habían visto saltar por los aires a su insignia sino que habían quedado desorganizados. El centro y la retaguardia habían virado, dejando a un sorprendido Uggla aislado. Uggla había intentado virar pero tuvo que volver a su curso original para evitar los incendiados restos del Kronan. A continuación siguió un combate encarnizado en torno al Svärdet que estaba apoyado inicialmente por los navíos Solen (74), Saturnus (64), Hyeronimus (64) y Neptunus (44).
Hacia el Svärdet se dirigieron entre otros el Christianus V (80) de Tromp, el Churprinds (76) de Juel y el Tre Løver (60). El Svärdet combatió por dos horas con el Christianus V y a punto estuvo de volarlo por los aires al provocarle por dos veces un incendio. Finalmente machacado por la nave de Tromp y el resto de naves que apoyaba al insignia aliado, Uggla decidió rendirse. Pero antes de que Tromp pudiera tomar posesión de la presa, un brulote holandés demasiado entusiasta se acercó y lo hizo estallar, matando a más de 600 hombres y al propio Uggla.
En el resto de la línea la acción se había ido generalizando pero tras la explosión del Svärdet cundió el desánimo entre los suecos que habían perdido ya a 2 almirantes con sus respectivos insignias, dándose a la fuga. El Saturnus y el Neptunus fueron capturados, así como 4 buques menores. Durante la huida los suecos se dispersaron, siendo algunos incapaces por el mal tiempo de dirigirse a puerto: el Äpplet (86) acabaría varios días después estrellado contra un arrecife. Los tres mayores buques de la armada sueca se habían perdido como consecuencia de la batalla.
La batalla otorgó a los aliados el dominio del mar y abrió la posibilidad de invadir Escania.
El fin del Svärdet, por Christian Mølsted (Wikimedia Commons)
Lolland. 31 de mayo – 1 de junio, 1677
En el puerto de Gotemburgo se encontraba refugiada la escuadra sueca del almirante Sjöblad, la cual recibió ordenes de reunirse con la flota en Estocolmo y hacer todo el daño posible a los daneses durante su travesía. Sjöbald contaba con 8 naves de guerra -5 de ellos mercantes armados-, 3 naves auxiliares y un brulote; sumaban 404 cañones.
Juel que estaba al mando de la flota danesa -Tromp había marchado a Holanda a solicitar más barcos- se enteró de su partida y salió para interceptarle. La escuadra de Juel constaba de 13 naves de guerra, 2 auxiliares y un brulote (671 cañones). Su escuadra no sólo superaba en número de barcos y cañones a la sueca, sino que además sus cañones eran en general de más calibre ya que los suecos portaban como mucho cañones de 12 libras mientras que varios de los de Juel eran navíos de línea con batería de 24 libras.
Sjöbald logró colarse a través de las islas danesas, situándose entre las islas de Lolland y Fehmarn, pero fue alcanzado por Juel el 31 de mayo. A continuación se inició una persecución en la que la escasa brisa supuso que los navíos tuvieran que lanzar sus botes al agua para hacer de remolcadores y ganar algo de velocidad. Al anochecer los más lentos de los buques suecos fueron alcanzados y empezó el combate. Los daneses consiguieron capturar al Wrangels Pallats (44) hacia medianoche, antes de que se suspendiera al combate.
Al día siguiente, ya con más viento, se reanudó la persecución con el propio Juel adelantándose en el Christianus V (86). Los buques suecos a retaguardia pronto se vieron alcanzados uno a uno y siendo sometidos por el fuego de varias naves a la vez. Así cayeron primero el mercante Hafsfru (46) y el mercante Kalmarkastell (72). A continuación le tocó el turno al insignia Amarant (46) atacado por el propio Juel, que tras 2 horas de combate lo capturó junto al mercante Engel Gabriel (32). El resto de naves suecas escapó -salvo 2 de las naves auxiliares- para enfado de Juel, que se quejó de que sólo una parte de su escuadra se hubiera unido a la persecución.
Niels Juel, el gran almirante danés, por Jacob Coning. A la derecha el Christianus V, por Christian Mølsted. Fuente: Wikimedia Commons.
Køge Bay. 1-2 de julio, 1677
El 9 de junio la flota sueca (almirante Henrik Horn) dejó por fin su base de Dälaro (cerca de Estocolmo) e inicio un crucero, recogiendo de paso a los restos de la escuadra de Sjöbald. Juel se dedicó en Copenhague a reunir todos los barcos posibles para acabar zarpando el día 24. Varios días después localizó a los suecos anclados frente a la isla de Møn. La escuadra de Horn se componía de 31 naves de guerra y al menos 11 naves auxiliares (1.701 cañones). Los daneses de Juel eran algo inferiores con 25 naves de guerra y 8 auxiliares (1.267 cañones), pero su moral estaba alta por las pasadas victorias. Además Horn era un general de tierra recién reconvertido a almirante, mientras que Juel era un marino experimentadoix.
El 30 de junio las flotas formaron para el combate, pero Juel estaba descontento con su posición y se dedicó a maniobrar todo el día para tratar infructuosamente de ganar el barlovento. A la mañana siguiente aunque los suecos seguían teniendo el barlovento e incluso algunos de los barcos daneses habían quedado separados, Juel decidió aceptar la batalla. Sin embargo tenía un truco en la manga y navegó cerca de la línea costera de tal manera que los suecos para mantener su ventajosa posición respecto al viento tuvieran que navegar aún más cerca de la costa que los daneses.
Como Juel había anticipado, el viento cambió de dirección. El sueco Draken (66) encalló y Horn tuvo que ordenar que 6 de sus navíos se quedaron para ayudarle y defenderle de un posible ataque, mientras el resto de la flota sueca trataba de maniobrar hacia mar abierto. Los daneses tenían ahora la ventaja del viento e incluso Juel se podía permitir el lujo de elegir si atacar al grueso de la flota sueca o a los 7 navíos que quedaban atrás. Juel optó por enviar al almirante Rodsten con sólo 2 naves contra el grupo del Draken y confiar en que las naves danesas rezagadas se unieran a dicho combate. Su confianza se vio recompensada. El Draken fue capturado por los 2 barcos enviados por Juel: el Anna Sophia (58) y el Norske Løve (86). El rezagado Churprinds (76) capturó al Caesar (60) y el también rezagado Tre Løver (60) al Mars (72). Los otros 4 escaparon pero uno de ellos, el mercante armado Flygande Vargen (44) encalló esa noche y acabaría siendo capturado. Al día siguiente (día 2) las huidas naves suecas tuvieron la mala fortuna de toparse con Tromp que había llegado por fin al Oresund. Tromp mandó a 2 navíos y un brulote tras ellos. Así cayeron presos el Hieronymus (64) y el Merkurius (64), mientras que el Kalmar (60) acabó incendiado.
En el otro extremo de la batalla, Juel había conseguido arrebatarles el barlovento a los suecos y cayó sobre la retaguardia sueca, cortando la línea en la parte posterior. Los suecos presentaron una feroz resistencia, consiguiendo escurrirse tras dejar al Christianus V (80) tan dañado, que Juel tuvo que trasladarse a otra nave. La única presa que pudo hacer fue la del Svenska Lejon (48). Escasa recompensa para su audaz maniobra. Sin embargo en el total, los suecos habían perdido 8 navíos y al menos un par de naves auxiliares, junto a cerca de 4.000 marineros (muertos, heridos y prisioneros); era una gran victoria para Dinamarca, a costa de unas 400 bajas.
Batalla de Køge Bay, por Claus Møinichen (Wikimedia Commons)
Autor: Flavius Stilicho
Índice (enlaces).
Capítulo I: La Crisis Livona (1558-1595).
Capítulo II: La Ambición de los Vasa (1597-1648).
Capítulo III: El Diluvio (1648-1679).
Capítulo IV: La Gran Guerra del Norte (y más allá) (1697-1743).
Capítulo V: El Fin de la Unión (1772-1814).
Fuentes:
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Anderson, R.C. - Naval Wars in the Baltic during the Sailing-Ship Epoch, 1522-1850. Archive.org.
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Oakley, S.P. - War and Peace in the Baltic, 1560-1790.
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VV.AA. - The New Cambridge Modern History, Vol. V (1648-1688).
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Web Wikipedia: Northern Wars.
Notas:
i La szlachta exigió a Juan Casimiro que renunciara a sus derechos al trono sueco para allanar la firma de una alianza, algo que ya se había previsto en el convenio firmado a su elección como rey. Sin embargo existía una clausula por la que Polonia-Lituania debía indemnizar de forma “adecuada” esa renuncia si llegaba a ser necesaria y como quiera que Juan Casimiro exigió como indemnización mayor poder político dentro de la Mancomunidad no se llegó pues a un acuerdo.
ii Asimismo también estableció una alianza con el príncipe transilvano Jorge Rácókzi II, ofreciéndole el territorio polaco en torno a Cracovia y con el mencionado hetman Khmelnytsky al que ofreció la independencia del territorio rebelde en Ucrania.
iii El rey Federico ordenó prender fuego a todas las casas situadas en el exterior de las murallas y prepararse para una defensa a ultranza. Los suecos impresionados no se atrevieron a lanzar un asalto directo a la ciudad.
iv Las primeras instrucciones del gobierno holandés a Wassenaer eran típicamente complicadas ya que no era una guerra declarada e incluían muchas apreciaciones diplomáticas y políticas: por ejemplo, existía el riesgo de provocar que los ingleses acudieran en ayuda de Suecia si veían el movimiento holandés como una amenaza. Wassenaer al final tuvo que pedir insistentemente que le dieran una orden clara sobre que hacer y con quien luchar; al final se salió con la suya y recibió una orden clara: “Salve Copenhague y dele un puñetazo en la cara a quienquiera que trate de impedirlo”.
v 29 de octubre para los participantes ya que ambos seguían todavía el calendario juliano.
vi Aunque normalmente nos refiramos a que tal navío insignia o principal atacó a tal otro, hay que imaginarse que cada gran navío iría escoltado de varios menores que tratarían de apoyarle pero procurando no acercarse demasiado. Así el Leopard sería unos de los escoltas del Draken y sí se le menciona es porque en su defensa del Draken acabó siendo destruido.
vii Con los refuerzos venía el almirante holandés Tromp que había sido a su vez nombrado almirante de la Armada Danesa, por lo que también pesaría en la decisión de Juel el hecho de que iba a ser desplazado a un segundo lugar.
viii Aunque en total tenía 124-126 cañones, varios de ellos eran de poco calibre. El Kronan sería el equivalente a un 100 cañones del siglo XVIII.
ix De nuevo parece que Juel quería ejercer el mando en una gran batalla antes de que volviera Tromp, aunque este último había conseguido que le acompañar una flota holandesa de refuerzo.
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¡Yupiiiiiiiiii!.
Posdata:
Perdón por el infantilismo je,je.
saludos
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Felicidades Flavius, he disfrutado mucho con la lucha en el Báltico en el siglo XVII.
saludos