Dominium Maris Baltici (V): El Fin de la Unión
El final del siglo XVIII nos daría el último gran intento sueco de recuperar terreno frente a Rusia. Pronto el conflicto báltico se mezclaría con las guerras napoleónicas dando lugar a un inesperado resultado: el fin de las uniones Suecia-Finlandia y Dinamarca-Noruega. Surgió un endeble reino de Suecia-Noruega, demasiado débil para desafiar de nuevo a la gran potencia de Rusia y a al futuro Imperio Alemán. Suecia no volvería a entrar en guerra después de 1814.
La Guerra del Rey Gustavo
El Golpe del rey Gustavo
Gustavo III ascendió al trono con 25 años (1771). Joven y enérgico no estaba dispuesto a ser otro rey “florero” en una Suecia manejada por las dos facciones aristocráticas : los “del sombrero” y los “de la capa”. En 1772 dio un golpe de estado contra el aristocrático Parlamento, contando con el respaldo de Francia. Tras el golpe se reformó la Constitución para darle más prerrogativas al rey. Todo parecía dispuesto para que se iniciara una nueva Guerra del Norte. Dinamarca se preparó para recibir el golpe y sospechaba (con razón) que Gustavo quería anexionarse Noruega. En Rusia, Catalina la Grande deseaba lanzar un ataque preventivo contra Suecia pero sus tropas estaban absorbidas por el conflicto con los turcos por lo que de momento desistiói. Francia llegó a preparar una flota que debía marchar al Báltico en apoyo de su aliado sueco, pero los amenazas de Gran Bretaña de intervenir a su vez, frenaron el proyecto. En la propia Suecia, el canciller Ulrik Scheffer ejerció durante un tiempo de influencia apaciguadora de los belicosos ánimos de Gustavo. De momento Gustavo desistió de sus pretensiones de emular a su ídolo, Gustavo Adolfo.
Durante unos años el Báltico se calmó e incluso hubo un tímido acercamiento entre Suecia y Rusia. Sin embargo Gustavo siguió potenciando el poder militar sueco, en buena parte gracias a subsidios franceses. Dichos subsidios eran insuficientes para mantener el aparato militar sueco al nivel que quería Gustavo y las medidas fiscales internas generaban cada vez mayor oposición. Gustavo reaccionó a su caída de popularidad planteándose dar un paso más firme hacia al absolutismo y desde su punto de vista un gran éxito militar personal allanaría el camino.
En 1783/84 Gustavo se preparó para atacar Dinamarca pero la zarina Catalina le dejó claro que Rusia honraría con las armas su alianza con Dinamarca. A partir de entonces Gustavo pasó a plantearse una guerra con la propia Rusia para resarcirse de las pérdidas de 1721 y 1743. Suecia ya no podía soñar con una victoria total sobre Rusia pero si escogía bien el momento todavía había oportunidades de sacar algo positivo.
Gustavo III de Suecia (r. 1771-1792), por Alexander Roslin. Catalina II de Rusia (r. 1762-1792) por Dmitry Grigorievich Levitzky.
Estalla la Guerra
La oportunidad surgió con el estallido de la Guerra Ruso-Turca (1787-1792), que por un lado prometía mantener ocupadas a las tropas rusas y por otro parecía levantar las suspicacias de varias potencias acerca de un excesivo fortalecimiento del poder ruso (en caso en salir victoriosos). Suecia llevó a cabo una intensa campaña diplomática en busca de aliados, recibiendo buenas palabras de Prusia y Gran Bretaña, pero el único apoyo explícito era el de la obvia alianza con el Imperio Otomano. Gustavo no se desanimó y a pesar de no contar ya con subsidios franceses confiaba en que una vez se pusiera marcha llegaría algún subsidio inglés e incluso Prusia se animaría a intervenir para extenderse hacia Livonia. Tras conseguir el pertinente apoyo del Consejo Real, Gustavo alegó un incidente fronterizo (junio de 1788) para declarar la guerra.
Suecia se había preparado concienzudamente para la guerra -aunque a los comandantes suecos les hubiera gustado tener algo más de tiempo- y había diseñado el siguiente plan: la flota sueca obtendría el control total del Golfo de Finlandia, permitiendo que un ejército sueco desembarcara para atacar Oranienbum (Lomonosov) a 40 km al oeste de San Petersburgo; un segundo ejército sueco atacaría desde Finlandia en dirección a Fredrikshamn (Hamina). Además se preveía incitar a los livones a la insurrección.
La guerra comenzó con un error garrafal por parte sueca. En Rusia no ignoraban los preparativos militares suecos pero la guerra ruso-turca prevalecía y una parte de la escuadra de alta mar báltica se preparó para marchar hacia al Mediterráneo. De haber esperado un poco más, la flota de Gustavo podría haber conseguido con facilidad el dominio marítimo local. En cambio la flota sueca del duque de Södermanland (hermano de Gustavo) se tuvo que enfrentar a una flota rusa de fuerza equivalente (almirante Greig) en la batalla de Hogland (17-VII). El resultado de la batalla no fue concluyente, pero cuando la flota sueca se retiró a las cercanías de Helsinki para efectuar reparaciones acabó bloqueada.
El desembarco tuvo que ser cancelado. Para empeorar aun más las cosas, el ataque a Fredrikshamn fue un fracaso, los livones no se alzaron en armas y Dinamarca se unió a la guerra como aliada de Rusia. Gustavo se encontró de pronto en el vértice de un torbellino de críticas a “su guerra” : un gran número de oficiales le demandaron públicamente la paz (conspiración de Anjala) y un grupo de oficiales finlandeses entablaron negociaciones con Catalina II, que ofreció a su apoyo a una Finlandia independiente pero convertida en un satélite de San Petersburgo.
Revista de la flota de Catalina II en el río Neva (San Petersburgo) por S. Vsevolozhsky (fuente: www.neva.ru)
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Capeando el temporal
Gustavo se jugaba mucho a nivel personal en la guerra y se las apañó para proseguir a pesar de todos los inconvenientes. La invasión danesa de Suecia, realizada desde Noruega, fue en realidad un alivio ya que se utilizó como banderín de enganche patriótico, haciendo un llamamiento a resistir a los invasores. La invasión danesa empezó en septiembre y los 10.000 atacantes -noruegos en su mayoría- avanzaron inicialmente sin encontrar apenas resistencia hasta Gotemburgo. Gustavo acudió personalmente en su defensa pero los daneses no tenían excesivas ganas de lucha. La presión de Gran Bretaña, Prusia y las Provincias Unidas sirvió de excusa a Dinamarca para negociar un armisticio y retirarse. La paz definitiva llegaría al año siguiente, poniendo punto final a la que fue conocida como “guerra del teatro”, ya que la invasión había resultado ser una especie de farsaii.
En el frente finés el ejército sueco adoptó una posición defensiva en el río Kymi. En mayo de 1789 los rusos lanzaron una ofensiva más al norte tratando de flanquear las posiciones rusas: una fuerza marchó (10.000) por el sur del gran lago Saima e incluso se enviaron tropas al norte del lago (4.000). Los suecos (5.000) estaban en esa región ampliamente superados en número pero consiguieron detener la ofensiva y los rusos se retiraron a finales de junio.
La clave estaba en el dominio del mar. La flota de alta mar sueca dejó escapar una buena oportunidad de victoria en la acción de Öland (26-VII) y al mes siguiente la flota del archipiélago (flota del ejército sueco) sufrió una severa derrota en Svensksund (24-VIII) a manos de las galeras rusas. Si la derrota no se convirtió en un desastre total fue porque los rusos no supieron aprovecharse de ella.
Aparte de la salida de Dinamarca de la guerra, en 1789 hubo un conato de arreglo en el que Prusia se ofreció como mediador, pero todo quedó en nada y ambas potencias se prepararon para reanudar las operaciones en 1790.
Insignia de la “flota del archipiélago” (skärgårdsflottan) sueca. La flota era una rama independiente dentro del ejército sueco, al que proporcionaba una fuerza anfibia muy útil en las angostas aguas de las costas y archipiélagos suecos y finlandeses. Además de contar con galeras, cañoneras, “prams” (gabarras), bombardas...; los suecos diseñaron unos híbridos de fragata y galera, denominados “fragatas de archipiélago”. A la derecha se puede ver uno de ellos, la turumaiii Lodbrok.
El año decisivo
Durante el invierno de 1789/90 los suecos reforzaron todo lo posible sus flotas. La flota del archipiélago prácticamente dobló su fuerza, ascendiendo a 349 naves y llevando a bordo cerca de 14.000 soldados del ejército; el propio Gustavo asumió el mando de la flotilla. Por su parte la flota de alta mar de su hermano contaba con 21 naves de línea.
La flota de alta mar fracasó (13-VI) en su intento de destruir a su rival rusa en su base de Reval (Tallinn) por culpa del mal tiempo. Pero dos días más tarde (15-VI) la flota del archipiélago tuvo éxito en su asalto a un escuadrón ruso en Friedrikshamn. Animado por la victoria, Gustavo preparó una operación más ambiciosa y ordenó el asalto naval a la base rusa de Krondstadt. La flota de alta mar combatió cerca de Krondstadt durante dos días (3,4-VI) con su rival pero sin causarle daño; tras lo cual recibió ordenes de reunirse con Gustavo en la bahía de Viborg para realizar una marcha combinada hacia San Petersburgo. Nordenskiöld (segundo al mando de la flota de alta mar) se había opuesto a dicha maniobra y sus temores se vieron confirmados cuando los vientos cambiaron y la flota combinada sueca quedó atrapada en la bahía, dando tiempo a las flotas rusas de llegar y bloquear las dos salidas (8-VI).
A continuación vino un mes de tensa espera hasta que cambiaron los vientos. Los suecos habían consumido buena parte de sus suministros e incluso los rusos estaban nerviosos por el hecho de tener una gran fuerza sueca tan cerca de la capital. El 4 de julio la flota sueca consiguió romper el bloqueo a través de las naves rusas en una épica carrera: la Viborgska gatloppetiv. Gustavo se salvo y buena parte de su flota, pero no sin perdidas: 5 navíos de línea, 3 fragatas, otras 38 naves y más de 4.000 hombres.
Maqueta panorámica de la escapada de Viborg, museo naval de Karlskrona (fuente: marinmuseum.se)
Tras escapar, las flotas suecas se separaron. La flota de alta mar marchó rápido hacia su base finlandesa de Sveaborg, cerca de Helsinki. Por su parte la flota costera (del ejército) marchó hacia Svensksund siguiendo la línea costera, perseguida por las galeras rusas. La 2ª batalla de Svensksund fue el “Lepanto” del Báltico y se saldó con la destrucción de una tercera parte de la flotilla rusa, incluyendo casi todos sus buques principales. Los suecos la consideran su mayor victoria naval, aunque los rusos conservaron suficiente fuerza como para rechazar un posterior ataque anfibio a Friedrikshamn.
Svensksund allanó el camino a la paz pero más relevante fueron los sucesos externos a ambos países. Por un lado Prusia se había aliado con Polonia (marzo 1790) y parecía decidida a ir a la guerra del lado sueco contra Rusia y en su caso Austriav; para Rusia que consideraba Polonia un protectorado suyo la alianza polaco-prusiana era un ultraje. Sin embargo el progreso de la Revolución Francesa sirvió para disipar una nueva gran guerra en el Este. Austria y Prusia pusieron a un lado sus diferencias, unidos en su recelo del nuevo gobierno francés. Gustavo también veía con malestar la situación francesa y por su parte Catalina tenía todavía en marcha la guerra ruso-turca por lo que no tenía excesivo interés en una escalada de la guerra.
Suecia y Rusia firmaron rápidamente el Tratado de Värälä (14-VIII-1790) por el que la guerra concluyó sin que hubiera ningún cambio de territorio. En cualquier caso Gustavo había cumplido con sus objetivos personales ya que en 1789 había logrado que el Riksdag aprobara un “Acta de Unión y Seguridad” por el que aumentaban las prerogativas del monarca a costa de las de la nobleza.
La guerra también había tenido la consecuencia práctica de poner fin a las injerencias rusas. En 1791 dio un paso más y firmó una alianza defensiva con Rusia. El siguiente paso era tratar de convencer a los monarcas europeos para formar una coalición anti-revolucionaria, preferentemente con él al frente. No pudo cumplir su sueño de declararle la guerra a los revolucionarios franceses ya que fue asesinado (29-III-1792) por una conspiración aristocrática.
Por su parte Rusia procedió a invadir Polonia con el consentimiento de Prusia, llevando a cabo ambos la Segunda Partición (1793) que rápidamente sería seguida por la definitiva Tercera Partición (1795) en la que acabó de desaparecer la Confederación de Polonia-Lituania, aquella que tras su formación en 1569 parecía destinada a dominar Europa Oriental.
Traslado de los trofeos (banderas) capturados a los suecos en la batalla de Svensksun, por Pehr Hillestöm
Guerras Napoleónicas
La Liga de Neutralidad Armada
El asesinato de Gustavo permitió a Suecia quitarse de en medio y dejar la guerra contra la Revolución a Prusia (hasta 1795) y Austria. Rusia no se uniría a la guerra hasta la Segunda Coalición (1798) pero el zar Pablo acabaría hastiado de sus aliados y se saldría un año después.
En el Báltico reinaba la opinión de mantener la guerra alejada de sus aguas y de su lucrativo comercio. Ya en 1794, Dinamarca y Suecia declararon el Báltico un “mar neutral”. Su intención era comerciar libremente con las potencias occidentales sin tomar partido y en 1798 los daneses dieron escolta armada a sus mercantes fuera del Báltico organizando convoyes. Esto les llevó a entrar en conflicto con los británicos que ejercían un ferrero control sobre el trafico marítimo para impedir la entrada de material militar de contrabando a Francia y reclamaban un “derecho de inspección” sobre todas las naves. En 1800, tras que Gran Bretaña despachara un amenazante escuadrón naval, Dinamarca se vio obligada a consentir que sus convoyes pudieran ser trasladados a un puerto inglés y registrados.
La arrogante actitud de la Royal Navy y el discutible criterio que usaba a la hora de decidir que bienes eran considerados contrabando militar y por tanto confiscados, llevó a los países bálticos a revivir la Liga de Neutralidad Armada que ya había existido y funcionado con éxito en 1780-83, en el marco de la Guerra de Independencia Americana. El promotor de la también llamada “Liga del Norte” fue el zar Pablo I: Rusia y Suecia se unieron en diciembre de 1800 y poco más tarde se sumarían Prusia y Dinamarca. Los neutrales declararon su intención de proteger el comercio y redujeron la lista de productos que se consideraban contrabando a aquellos cuyo utilidad militar era del todo clara, pero que no incluía productos básicos en la construcción naval como la madera y el lino.
Izquierda: el zar Pablo I de Rusia (r. 1796-1801), por Vladimir Borovikovsky.
Derecha: Federico VI de Dinamarca (regente, 1784-1808; rey, 1808-1839), por F.C. Grøger
En Londres se alarmaron y entendieron que la alianza no era neutral sino pro-francesa; además nunca les había gustado que les dijeran como tenían que comportarse en los mares. Se propusieron romper la alianza por las buenas o por los malas. Para ello se despachó una escuadra al Báltico a hacer una demostración de fuerza. Al frente iba el almirante Parker, considerado un experto en el Báltico y capaz de hacerse cargo de la parte más política de la expedición; como segundo iba el almirante Nelson, en el que se confiaba más si llegaba la hora de hacer diplomacia con los puños.
La duda de Parker era contra quien marchar primero: Rusia, Suecia o Dinamarca. La opción más atrevida era marchar directamente contra Rusia -impulsora y sostén de la Liga-; se podía atacar a la flota estacionada en Reval mientras otra parte de la flota rusa estaba bloqueada por el hielo en Krondstadt. Parker era demasiado cauto para marchar dejando potenciales enemigos atrás y decidió presentarse primero ante Dinamarca. La escuadra británica, compuesta por 53 naves (20 navíos de línea), pasó sin problemas el Oresund a pesar del fuego de las baterías costeras danesasvi.
Tras constatar que los daneses no se avenían a negociar, Parker autorizó a Nelson un ataque sobre las defensas de Copenhague. La batalla de Copenhague (2-IV-1801) estuvo cerca de resultar un desastre británico por la férrea defensa de las naves y baterías danesas; sólo la terquedad de Nelson permitió salvar el día y alzarse con la victoria. Una vez derrotadas las defensas y flota danesas, Nelson acercó las bombardasvii a la capital, amenazando con reducirla a escombros si los daneses no se avenían a una tregua. A continuación Nelson (ya al mando único de la expedición) marchó hacia Reval, pero al llegar allí se encontró que los rusos ya no querían pelea. El zar Pablo había sido asesinado (23-III) y su muerte supuso el fin de la Liga.
La batalla de Copenhague, por Nicholas Pocock
La Guerra de Pomerania (1805-1807)
Gustavo IV Adolfo de Suecia se unió a la Guerra de la Tercera Coalición en 1805 por motivos más personales que de interés nacional. Al igual que otros monarcas europeos consideraba un ultraje el secuestro y posterior ajusticiamiento del duque de Enghienviii. La parte sueca en la guerra era la de ofrecer Pomerania como base para que una fuerza combinada de rusos, británicos y suecos retomara Hannover. Hannover había sido ocupada en 1803 por los franceses ya que su gobernante era el propio Jorge III, rey de Gran Bretaña. La campaña tuvo casi nula relevancia, ya que los aliados ocuparon Hannover cuando los franceses ya la habían abandonado y se marcharon corriendo antes de que estos volvieran tras haber vencido en Austerlitz a austriacos y rusos.
Sería a finales de 1806 cuando la guerra llegara por fin al Báltico. Tras la derrota de Austria, su puesto había sido ocupado por Prusia, que se había unido a los aliados (Cuarta Coalición), y la debacle prusiana en Jena-Auerstädt trajo a los franceses a la región. A comienzos de noviembre el mariscal francés Bernadotte atrapó a 600 suecos en las cercanías de la ciudad libre de Lübeck, que habían intentado sin éxito zarpar de vuelta a Suecia. Un hecho en principio de escasa relevancia pero que como veremos más adelante iba a tener consecuencias insospechadas.
Aunque el principal esfuerzo napoleónico se iba a centrar en 1807 en derrotar a los rusos, no se olvidaron del todo de castigar a los suecos, invadiendo la Pomerania sueca. Los suecos se atrincheraron en Stralsund cuyo asedio empezó el 30 de enero. En abril los suecos consiguieron romper el débil bloqueo pero sólo para ser derrotados después en campo abierto. A continuación se firmo en armisticio que tenía visos de ser definitivo pero Gustavo IV Adolfo lo violó a comienzos de julio poco antes de que se firmara la paz entre Francia y Rusia (Tratado de Tilsit). Una decisión irracional ya que Suecia ahora contaba sólo con el apoyo inglés y estos se negaron a mandar sus tropas a Stralsund desviándolas hacia Dinamarca. Los imperiales reanudaron el asedio y Stralsund caería a finales de agostoix. En septiembre los suecos firmaron un armisticio y abandonaron el resto de la Pomerania.
El mariscal Brune recibe la capitulación de Stralsund, grabado basado en una pintura de Hyppolite Lecomte (fuente: McGill University Napoleon Collection).
Dinamarca y Noruega (1807-08)
En las negociaciones de Tilsit, Napoleón y el zar Alejandro acordaron que había que expulsar a los británicos del Báltico, para lo cual presionarían conjuntamente a Dinamarca y Suecia. Aunque no se había hecho público todavía esa parte del acuerdo, en Dinamarca reinaba la ansiedad mientras el príncipe heredero Federico (regente) mantenía a la casi totalidad del ejército danés en la frontera sur. Sin embargo los primeros en llegar no fueron los franceses sino los británicos con 25 naves de línea y un cuerpo de 27.000 soldados.
La expedición británica a Stralsund que había sido desviada a Dinamarca, se presentó ante Copenhague y demandó la inmediata entrega de la flota danesa así como de los cañones del arsenal, los cuales serían devueltos a la finalización de la guerra. Londres no estaba dispuesta a que la flota danesa cayera en manos de Napoleón pero tampoco podía ofrecer seguridad a los daneses ante un ataque francés. Durante varias semanas hubo un tira y afloja. La posición danesa era débil ya que su armada no estaba preparada para luchar -los navíos de línea no habían sido todavía alistados para el combate- y los navíos británicos impedían la llegada de refuerzos desde el continente. Aun así rehusaron ceder.
Los británicos desembarcaron y el día 2 de septiembre iniciaron el bombardeo de la ciudad a cargo de baterías terrestres levantadas en la costa, bombardas navales y cohetes “Congreve” disparados desde lanchas. Para la noche del día 5, un 30% de la ciudad había sido destruida; los daneses capitularon y entregaron su flota que incluía 18 naves de línea. A la humillada y arrinconada Dinamarca no le quedó otra que aliarse con Napoleón y declararle la guerra a Gran Bretaña y Suecia (31-X). Sin armada de alta mar, por parte danesa la guerra derivó en pequeñas acciones navales llevadas a cabo sobre todo por cañoneras (la “guerra de la cañonera”) contra el comercio británico o en defensa de las costas.
El bombardeo de Copenhague, por Christian August Lorentzen
Como resultado del tratado de Tilsit, se planeó una doble ofensiva sobre Suecia para 1808. El zar Alejandro invadiría Finlandia y las tropas napoleónicas atacarían desde Dinamarca-Noruega el territorio sueco. En Dinamarca se juntó un ejército a las ordenes del mariscal Bernadotte formado por 36.000 daneses, españoles y franceses, con intención no sólo de defender Dinamarca sino de invadir Suecia. Sin embargo el férreo bloqueo naval de la británica Royal Navy hacía imposible no sólo desembarcar en Escania sino también mandar tropas y suministros a Noruega. No sólo eso sino que esa misma Royal Navy pudo evacuar a buena parte del contingente español del marqués de la Romana cuando éste decidió unirse al levantamiento contra la dominación napoleónica de España.
Embarque del Marqués de la Romana y sus tropas, óleo de J. Rodríguez y Jiménez (Museo Romántico de Madrid) (fuente: ceres.mcu.es)
1808: Finlandia y Noruega
En febrero de 1808, las tropas rusas lanzaron la invasión de Finlandia acordada entre Alejandro y Napoleón. Un ejército de 24.000 hombres (Buxhowden) cruzó la frontera sin previa declaración de guerra. Los suecos -unos 17.000 hombres al mando de Klingspor-, se retiraron de sus posiciones dejando vía libre a los rusos en el sur de Finlandia, pero dejando atrás guarniciones en dos plazas fuertes: Svartholm y Sveaborg.
La guarnición de Svartholm se rindió en cuanto los rusos se presentaron ante ella (18-III); a pesar de los solemnes juramentos que habían hecho los oficiales de ejecutar a cualquiera que mencionase la palabra capitulación. Mucho más se esperaba de la poderosa fortaleza de Sveaborg, llave de Helsinki y uno de los orgullos suecos y aspirante a ser considerada el “Gibraltar del Norte”. Los rusos se presentaron ante Sveaborg el 19 de marzo y pronto se dieron cuenta de que el fuego de sus baterías no era muy efectivo. Mayor éxito tuvieron los rusos aplicando una guerra psicológica al comandante de la guarnición, apoyados por finlandeses pro-zaristas. El almirante Cronstedt (uno de los héroes de la 2ª batalla de Svensksund) sucumbió a las presiones de sus propios oficiales y dado que el hielo bloqueaba la llegada de refuerzos por mar, capituló el 6 de mayo, entregando la fortaleza junto a la flotilla costera allí refugiada (110 naves). La entrega de Sveaborg es todavía considerada por muchos suecos como una de las mayores “traiciones” de su historia.
A pesar de estos reveses los suecos siguieron adelante con sus planes. Además de rechazar los ataques rusos contra las islas de Åland y Gotland, una vez que los rusos extendieron sus líneas de comunicaciones vino el contraataque sueco. Durante el verano largas áreas de Finlandia cambiarían una y otra vez de manos, según se sucedían los combates. Además los rusos se tuvieron que enfrentar a tácticas de guerrilla por parte de finlandeses leales a Suecia.
Los rusos recibieron numerosos refuerzos y tras la victoria de Oravais (14-IX) obligaron a los suecos a una nueva retirada hacia el norte. A la guerra de guerrillas se respondió recompensando a aquellos finlandeses armados que desertaran al bando ruso. La superioridad numérica rusa prevaleció y en noviembre se firmó un armisticio: los suecos abandonaron Finlandia y las islas Åland.
Vista de Sveaborg en 1809 por Maxim Vorobiev (fuente: helsinki200.fi). La “fortaleza del Svea” ocupaba 6 islotes y había sido construída en 1748, imitando las fortalezas occidentales del estilo “Vauban”.
La incapacidad franco-danesa de cruzar los estrechos sería aprovechada por los suecos, que en abril de 1808 lanzaron una ofensiva con cerca de 15.000 tropas, al mando del general Armfelt. En Noruega los daneses del príncipe Cristiano Augusto contaban con 15.000 soldados, que debían por un lado enfrentarse a otros tantos soldados suecos así como distribuirse por la costa en previsión de un desembarco británico. Sin refuerzos del continente su posición era bastante mala pero los suecos atacaron por varios frentes sin concentrar sus fuerzas mientras que los noruegos usaban líneas interiores para reforzar los puntos amenazados. Los combates fueron sobre todo pequeñas acciones en las que se evitaba una batalla decisiva. La ofensiva sueca se estancó por una mezcla de la tenaz defensa noruega, la intromisión del rey Gustavo Adolfo que ordenó retirar tropas del frente para preparar un posible desembarco en la isla de Selandiax (la isla donde está Copenhague) y sobre todo la falta de suministros para ambos ejércitos, llegando los noruegos a temer que tendrían que disolver su ejército. El frente noruego quedó relativamente tranquilo en otoño y finalmente también le llegó su propio armisticio a finales de noviembre.
1809: La Caída de Gustavo Adolfo
Durante el invierno los suecos reflexionaron sobre los que iba a deparar la continuación de la guerra: Finlandia se había perdido, la conquista de Noruega parecía una utopía y los aliados británicos aunque eficaces en proporcionar apoyo naval no parecían muy interesados en aportar tropas de tierra. Entre parte de la oficialidad cundió el convencimiento que todo era culpa del errático e inefectivo rey. En marzo, el francófilo general Adlersparre se rebeló al frente de parte del ejército del frente noruego y marchó en dirección a Estocolmo. El miedo a que la rebelión se convirtiera en una revolución “a la francesa” provocó la aparición en Estocolmo de una junta militar encabezada por el general Adlercreutz. El rey fue detenido (13-III) cuando intentaba escapar, para más tarde ser obligado a abdicar. El Riksdag dominado por la junta militar ofreció la corona a un tío del rey: Carlos XIII, el mismo Carlos que había dirigido la flota de alta mar sueca en la guerra de 1788-1790.
Gustavo IV Adolfo de Suecia (r. 1792-1809), por Per Krafft el joven. A la derecha el escudo de armas de la dinastía sueca de Holstein-Gottorp.
En el mismo mes del golpe de estado los rusos reanudaban la guerra con una triple ofensiva: se apoderaron de las islas Åland, amenazando Estocolmo; cruzaron el istmo helado para atacar Umeå y cruzaron la frontera sueco-finesa derrotando a un ejército sueco en Tornio. Lo más grave era la cabeza de puente rusa en Umeå y los suecos contraatacaron desesperados en agosto. En las batallas finales de Sävar y Ratan (19,20 – VIII) fueron derrotados pero al menos la victoria rusa fue pírrica. Ambos bandos quedaron exhaustos y empezaron las negociaciones de paz. Por el tratado de Fredrikshamn (17-IX), Suecia renunciaba a Finlandia que se convirtió en un Gran Ducado dentro del Zarato Ruso.
El nuevo rey era mayor y carecía de heredero; algo problemático teniendo en cuenta que se habían proscrito a todos los hijos de Gustavo Adolfo. La solución sueca fue buscar un heredero oficial y el agraciado fue el príncipe danés Cristiano Augusto. El rey Federico VI de Dinamarca dudo un tanto si permitirle al príncipe aceptar la oferta, ya que intuía que los suecos no sólo pretendían llevarse al príncipe si no de paso quedarse con Noruega “como dote”; de hecho ordenó al propio Cristiano Augusto que invadiera Suecia aprovechando el caos reinante. El ataque (julio) fue fácilmente rechazado, le siguió un nuevo armisticio y finalmente en diciembre llegó la paz de Jönköping entre Dinamarca y Suecia.
Suecia volvía a estar en paz pero se había roto la unión con Finlandia que se remontaba a la época de las Cruzadas del Norte (siglo XII) y se había consolidado durante la época de la Unión de Kalmar.
Alejandro I de Rusia (r. 1801-1825). A la derecha su escudo de armas imperial con los reinos de Polonia y el gran ducado de Finlandia incluidos, y el escudo sencillo como gran duque de Finlandia.
El Rey Bernadotte
En enero de 1810 había sido aceptado Cristiano Augusto como príncipe heredero de Suecia, cambiando su nombre por Carlos Augusto. Pocos meses más tarde (mayo), un inoportuno ataque al corazón volvía a dejar el trono sueco sin sucesor. Una facción quería poner algún otro príncipe danés en el puesto pero otra defendía aprovechar la situación para acercarse más a Napoleón. La creciente tensión entre Napoleón y Alejandro -a cuenta de la escasa voluntad rusa por hacer eficaz el “bloqueo continental” al tráfico comercial con Gran Bretaña- abría la posibilidad de que Francia ayudara a Suecia a recuperar Finlandia. Un sector progresista sueco también contaba con que un francés reformara la constitución sueca, que había tomado un giro más aristocrático tras la caída de Gustavo Adolfo.
Un primera opción era convencer a Eugene de Beauharnais -hijastro de Napoleón-, pero no cuajó ya que Napoleón no parecía dispuesto a ceder a ningún familiar cercano. Eso llevó a los negociadores a buscar una alternativa sorprendente y hacerle la propuesta al mariscal Bernadotte. Dio la casualidad de que uno de los enviados suecos: el conde Mörner había sido uno de los oficiales capturados por Bernadotte en 1806 y guardaba un buen recuerdo del trato recibido. Bernadotte tenía poco que perder: Napoleón le había privado del mando el año anterior y si no había caído del todo en desgracia era a causa de que su esposa Désirée Clary no sólo era cuñada de Luis Bonaparte sino que era la novia a la que Napoleón había abandonado para casarse con Josefina y por la que el emperador aun guardaba un sincero afecto.
No deja de ser irónico que el nuevo príncipe y futuro rey de Suecia tuviera tatuado en el pecho: “muerte a los reyes y los tiranos”, un recuerdo de cuando era un convencido republicano jacobino. En cualquier caso Suecia era afortunada en su elección; Bernadotte no era de los mejores comandantes militares de entre los mariscales, pero tenía un más que suficiente talento para la administración y sobre todo una gran agudeza política.
Dadas la avanzada edad y el deterioro mental de Carlos XIII, Bernadotte se hizo con las riendas del poder nada más llegar. Para sorpresa de muchos, Bernadotte no estaba dispuesto ni a ser un títere de Napoleón ni a jugarse su reino en una arriesgada empresa contra Rusia. Con gran habilidad se fue granjeando la amistad del zar Alejandro y cuando Napoleón declaró en 1812 la guerra a Rusia se mantuvo neutral. Cuando todo Europa se volvió en 1813 contra Napoleón, Bernadotte vio su oportunidad y se unió a los aliados.
El príncipe Carlos Juan (Bernadotte), retrato de 1811 por Francois Gerard. A la derecha su escudo de armas como Carlos XIV de Suecia y III de Noruega. Los descendientes de Bernadotte siguen en el trono sueco.
La Conquista de Noruega
Desde el punto de vista de Bernadotte la implicación sueca en la Guerra de la Sexta Coalición tenía un objetivo claro: arrebatar Noruega a una Dinamarca aliada con Napoleón. El propio Bernadotte aceptó comandar uno de los grandes ejércitos multinacionales que se formaron para la campaña de 1813-14, pero su motivación era más bien asegurarse una baza política ya que tenía pocos deseos personales de luchar contra su antiguo jefe.
Tras la derrota de Napoleón en Leipzig y la retirada de éste a Francia, los daneses se encontraron con que un ejército ruso-sueco cruzaba sus fronteras en diciembre. Incapaces de resistir y con un estado en bancarrota, los daneses aceptaron el Tratado de Paz de Kiel (14-I-1814). El tratado supuso el fin de la unión de los reinos de Dinamarca y Noruega, forjada 3 siglos atrás tras la disolución de la unión escandinava de Kalmar. Se tuvo que ceder Noruega a Suecia con la salvedad de los territorios de Islandia, Groenlandia e Islas Feroe. A cambio Dinamarca obtenía la Pomerania sueca, liberada de la ocupación francesa, que procedieron a vender a Prusia al año siguiente.
A los noruegos no les hizo mucha gracia la idea de pasar a manos de aquellos con los que llevaban tanto tiempo luchando ferozmente. Surgió un movimiento independentista y se ofreció la corona de una Noruega libre al príncipe de origen danés Cristián Federico. Sin aliados y superados numéricamente (45.000 contra 27.000) las esperanzas noruegas se basaban en el recuerdo de campañas pasadas en las que el ejército sueco pronto perdía fuelle en sus invasiones y se acababa retirando. No contaban con que Bernadotte había insuflado nueva vida al ejército sueco volviéndolo más eficaz y persistente; todo había acabado tras una breve campaña de poco más de 15 días.
La resistencia noruega no fue del todo inútil ya que hizo a los suecos ver la necesidad de congraciarse con los noruegos o atenerse a esperar nuevos conflictos en el futuro. Se aceptó que la unión entre Suecia y Noruega fuera solamente a nivel dinástico, dejando a los noruegos su propio Parlamento, Constitución y un alto grado de autonomía.
Europa en 1815, tras el Congreso de Viena
Epílogo
La guerra de 1814 sería la última librada por Suecia. La renuncia a Pomerania le evitó unos cuantos nuevos problemas y excusas para inmiscuirse de nuevo en las guerras europeas. Un sector de los suecos tardó en asumir la idea de la pérdida de Finlandia y Suecia estuvo muy cerca de unirse a los aliados en la Guerra de Crimea (1853-1856) pero esta terminaría antes de que se hubiera llegado a un acuerdo.
En la década de 1840 surgiría un movimiento de pan-escandinavista que soñó con la unión de Suecia-Noruega y Dinamarca, que volvería a reunir a las “tres coronas” por medios pacíficos. La ocasión pareció surgir como respuesta a la amenazante actitud de Prusia hacia Dinamarca en cuanto a la cuestión de los ducados de Schleswig y Holstein. Se llegaría a formar un cuerpo voluntario sueco-noruego para la Primera Guerra de Schleswig (1848-1851) que no llegó a entrar en combate. La Segunda Guerra de Schleswig (1864) dio un golpe mortal al escandinavismo, cuando Suecia se negó a apoyar militarmente a Dinamarca. El golpe definitivo vino cuando los noruegos se cansaron de la Unión, poniéndole fin de manera pacífica en 1905.
Cartel propagandístico que ensalzaba la unión de los pueblos escandinavos. Las banderas de Suecia y Noruega incorporan la marca de unión entre ambos reinos, popularmente denominada como “la ensalada de arenque”.
La cuestión del dominio en el Báltico surgiría de nuevo en el siglo XX en el marco de las guerras mundiales. Durante la 1ª Guerra Mundial los éxitos alemanes en el Este le llevarían a dominar buena parte de la costa sur del Báltico. Además alentaron el movimiento independentista en Finlandia -que se separó de Rusia en noviembre de 1917-, llegando a proponer un príncipe alemán como cabeza de un hipotético reino de Finlandia. La derrota alemana en la guerra puso fin a dichas expectativas. La 2ª Guerra Mundial volvería a darnos una breve dominación alemana en el área: Dinamarca y Noruega serían ocupadas (1940) y la invasión de Rusia (1941) llevaría a los alemanes a las puertas de la antigua San Petersburgo (Leningrado), contando además con la colaboración de los finlandeses ya que Rusia había intentando reconquistar Finlandia en 1939-40 (“Guerra de Invierno”). A finales de 1941, los alemanes podían considerar el Báltico como un lago alemán, aun teniendo en cuenta la salvedad sueca. Nuevamente la derrota en la guerra echó abajo cualquier plan a largo plazo que los alemanes tuvieran para la región.
Apéndice: Batallas Navales del Periodo
Hogland (17-VII-1788)
El 7 de julio, Carlos (duque de Södermanland) recibió ordenes de iniciar las hostilidades navales al frente de la flota de alta mar sueca. Tras sorprender a dos desprevenidas fragatas rusas, se internó con 15 navíos de línea en el golfo de Finlandia a la búsqueda de la flota rusa. Desde el Oeste avanzaba lentamente el almirante Greig al frente de 17 navíos de línea, 12 de los cuales habían sido alistados previamente para ir al Mediterráneo en apoyo de la guerra ruso-turca.
Las flotas se avistaron el 17 cerca de la isla de Hogland. Ambas flotas se aproximaron desde direcciones opuestas para después virar y formar líneas paralelas. En el momento del contacto la línea sueca estaba mejor formada que la rusa: debido a una malinterpretación de las ordenes de Greig por varios barcos, se había tenido que forzar la maniobra en un intento de reformar la línea y varios navíos habían perdido su puesto.
Por delante se enfrentaban 7 navíos rusos contra 7 suecos, incluyendo los dos insignias. El Rostislav (100 cañones) de Greig había perdido su puesto en la línea durante las maniobras rusas, así que simplemente se acercó en busca de su homólogo sueco: el Gustaf III (70) del duque Carlos. El intercambio de fuego fue poco a poco volviéndose favorable para los rusos, obligando a los suecos a virar en redondo para alejarse de los navíos rusos. La maniobra fue lenta debido a que apenas soplaba viento y el gravemente dañado Prins Gustaf (70) se quedó atrás, viéndose asaltado por el Rostislav e incapaz de escapar por lo que tuvo que rendirse.
En la retaguardia las cosas habían sido muy diferentes y la mayor parte de la línea rusa mantuvo las distancias, dejando que los suecos concentraran su fuego en 3 navíos: Boleslav (66), Metcheslav (66) y Vladislav (74); éste último sería el más dañado y falto de apoyos se tuvo que rendir. La llegada de la noche impidió que Greig pudiera llegar en socorro del Vladislav, por lo que la batalla terminó con el resultado de un empate “a uno”, aunque las bajas rusas (prisioneros incluidos) fueron superiores: unos 1.800 por unos 1.150 suecosxi. Los suecos estaban faltos de municiones por lo que se retiraron a Sveaborg dejando a los rusos con el control de la región.
Combate entre navíos suecos y rusos, por J.P. Cumlin. La acción corresponde al combate de Öland (26-VII-1789), posterior a la batalla de Hogland pero que no paso de una mera escaramuza.
Svensksund (24-VIII-1789)
A finales de julio, las flotas de alta mar rusa (Chikagov) y sueca (duque Carlos) libraron una escaramuza en Öland (26-VII); el fallo sueco en no emplearse a fondo contra una escuadra de tamaño equivalente permitió que pocos días más tarde se reunieran las dos escuadras rusas que operaban en el Báltico, dándoles una superioridad numérica temporal. Esto dificultaba que los suecos pudieran reforzar adecuadamente su flotilla del archipiélago con base en Sveaborg y animó a su equivalente rusa a lanzar una operación contra ella.
La flotilla sueca del almirante Ehresnsvärd se encontraba en Svensksund y se componía de entre 49-62 naves de guerra (686-783 cañones) de todos los tipos. Por su parte los rusos estaban divididos en dos escuadrones: el escuadrón “norte” (principal) al mando del almirante Nassau-Siegen, con 66 naves (879 c.), entre las que estaban las galeras rusas; y el escuadrón “sur” al mando del general Ballé, con 26 naves (404 c.).
Ambos escuadrones rusos se aproximaban desde direcciones diferentes y ahí residía el problema. El escuadrón principal se retrasó primero 3 horas en su avance y después se encontró con que los suecos habían hundido varios obstáculos en el acceso norte a Svensksund y dejado unas cuantas cañoneras para retrasar aun más su avance. Por ello Ballé se encontró con que tenía que enfrentarse con el grueso de la flotilla sueca, formada en línea. La línea sueca contaba entre otros con una fragata y 11 fragatas de archipiélago, que se impusieron a la línea rusa cuyo columna vertebral era una fragata y 7 jabeques. Ballé consiguió retirar sus muy dañadas naves pero dos quedaron a la deriva y la corriente las llevó hacia los suecos que las capturaron.
A partir de ese momento empeoraron las cosas para los suecos ya que por fin apareció el escuadrón ruso principal. Ehrensvärd intentó retirarse ordenadamente pero en la persecución perdió 8 naves entre ellas una fragata y 4 fragatas de archipiélago (aparte se perdieron 2 naves hospital y se prendieron fuego a 14 trasnportes para evitar su captura), mientras que los rusos de Nassau-Siegen sólo perdieron 1 galera y 1 cañonera.
La victoria rusa abría la puerta a que su flotilla pudiera realizar operaciones anfibias en apoyo del avance del ejército ruso, sin embargo las operaciones de Nassau-Siegen fueron bastante torpes y más allá de causar algo de inquietud en los suecos no lograron nada positivo.
La (primera) batalla de Svesnksund, por V.M. Petrov-Maslakov
Reval (13-V-1790)
El inicio de la campaña de 1790 pilló a los suecos mejor preparados que los rusos y dispuestos a todo. El duque Carlos concentró a 22 de sus 25 navíos de línea y se propuso destruir el escuadrón ruso de Reval (10 navíos) antes de que pudiera ser reforzado por el escuadrón de Krondstadt (11 navíos) y/o los navíos mantenidos en reserva (9).
Cuando el almirante Chikagov fue avisado de que los suecos se acercaban formó a su escuadra en línea en el puerto de Reval y se preparó para lo peor. El plan inicial sueco era tratar de abrumar a cada navío ruso progresivamente con dos o tres suecos, “doblándolos” e incluso anclando
a su lado y abordándolos. Sin embargo el fuerte viento reinante impedía maniobras complejas, por lo que los suecos se resignaron a uno bastante más simple: la línea sueca recorrería la línea rusa de principio a fin para después retirarse, confiando en que al tener más naves el daño infligido sería superior al soportado.
Una vez que los suecos penetraron en la bahía para realizar su ataque la mayoría de los navíos lo realizaron de manera timorata, disparando a larga distancia de manera inefectiva. Sólo 4 se acercaron realmente a la línea rusa y estos 4 recibieron fuertes daños, en especial el Prins Karl (64) al que unos cuantos tiros afortunados dejaron parcialmente desarbolado y sin dirección, por lo que sería capturado. Los últimos 9/10 navíos de la línea sueca ni llegaron a intervenir ya que el duque Carlos ordenó la retirada viendo la inutilidad de toda la acción. Las perdidas suecas ascendieron a 2 navíos, ya que el Riksens Ständer (60) encalló al intentar salir de la bahía. Los rusos sólo tuvieron 8 muertos y 27 heridos que lamentar en su sorprendente victoria.
Tras reparar daños, el duque Carlos marcharía contra la escuadra de Krondstadt para impedir su reunión con la de Reval, pero de nuevo demostraría su escasa pericia y acometividad, librando durante dos días un combate menor, consistente sobre todo en maniobras, cerca de Krondstadt (3,4-VI).
La batalla de Reval, por Ivan Aivazovsky
Fredrikshamn (15-V-1790)
Mientras la flota de alta mar marchaba hacia la batalla de Reval, la flota sueca del archipiélago también iniciaba sus operaciones, con el propio Gustavo III al frente. La aparición de la flotilla sueca ante Fredrikshamn pilló a los rusos por sorpresa con parte de sus naves no preparadas y los fuertes con un mínimo de dotación. Por fortuna para los rusos, Gustavo decidió retrasar un día el ataque a la espera de algunas naves de refuerzo, lo que les permitió hacer unos mínimos preparativos.
El general ruso Slisoff contaba con 63 naves (408 cañones) y los suecos con cerca de 110 (+/- 1.000 cañones), escoltando a una fuerza de transporte que debía desembarcar varios miles de soldados. La misión de Slisoff era retrasar un desembarco sueco lo suficiente para dar tiempo a la llegada de tropas de refuerzo a la fortaleza de Fredrikshamn.
Los suecos avanzaron en 3 cuerpos con las cañoneras (+/-70) en los cuerpos de las alas y las naves principales (20 galeras, 3 fragatas del archipiélago..) en el centro. Los rusos aguantaron como pudieron durante 3 horas pero finalmente abrumados y faltos de munición se retiraron, dejando abandonadas sus 3 naves más grandes por la imposibilidad de moverlas, entre ellas una turuma capturada previamente a los suecos. En total perdieron 26 naves mientras que los suecos sólo una cañonera.
La flota de Gustavo fue incapaz de aprovechar bien la victoria: para cuando se acercaron a los fuertes, estos ya estaban guarnecidos y respondieron con un intenso fuego que hizo retirarse a los suecos. En los días posteriores hubo varios intentos de desembarco pero para entonces ya habían llegado tropas de refuerzo y fueron rechazados. El día 20 hubo un nuevo intento con cañoneras de atacar a la fuerza de Slisoff, pero ésta se encontraba ya bien resguardada bajo los cañones de Fredrikshamn.
La batalla de Fredrikshamn, por Johan Tietrich Schoultz
Bahía de Viborg (4-VII-1790)
Tras su fracaso en impedir la unión de las escuadras rusas de alta mar, la flota sueca del duque Carlos (21 navíos de línea) marchó a la bahía de Viborg para reunirse con la flota del archipiélago y el rey Gustavo III (+200 naves de guerra y numerosos transportes). El plan sueco era concentrar sus fuerzas navales para avanzar hacia San Petersburgo antes de que la dispersa flota rusa pudiera concentrarse para impedírselo. La aparición de vientos del SO bloqueó a los veleros suecos en la bahía y dio tiempo a los rusos de Chikagov a reunirse y bloquear los canales de salida el 8 de junio.
Gustavo atacó la propia Viborg infructuosamente y se agotaban las provisiones, por lo que tras varios consejos de guerra se decidió aprovechar la menor oportunidad para abrirse paso fuera de la bahía. A su vez los rusos se preparaban para atacar: con la llegada de la flotilla costera de Nassau-Siegen se prepararon para penetrar por la fuerza en la bahía y atacar a los suecos en coordinación con la flotilla rusa presente en Viborg.
Con la aparición de vientos del Este, los suecos se pusieron en marcha. Eligieron para salir el canal de Krysserort, por lo que trataron de atraer la atención rusa hacia el otro lado de la línea. Los combates empezaron en la noche del día 2 con las fuerzas ligeras rusas de Nassau-Siegen intentando forzar la entrada a través del estrecho de Björkö. Tras 3 horas de combate, las cañoneras suecas se retiraron dejando a los rusos penetrar un poco en el estrecho ya que después de todo planeaban salir por el otro lado.
A primera hora del día 4 las dos flotas suecas se pusieron en marcha. La flota del archipiélago por protección debía marchar lo más cerca posible de la costa y paralelamente a la flota de alta mar de forma que esta le sirviera durante un tiempo de escudo. En la ruta elegida por los suecos había una escuadra de bloqueo (almirante Povalishin) formada por 5 navíos de línea y una bombarda, hacia él se dirigió de cabeza la fuerza sueca encabezada por el navío Dristigheten (64) de apropiado nombre ya que su traducción es “audaz”. El capitán del Dristigheten ordenó refugiarse bajo cubierta a todo el personal no esencial y se dirigió a cortar la barrera por la posición de los rusos Vseslav (74) y Sviatoi Piotr (74). Los sorprendidos ruso respondieron con un fuego poco certero y el Dristigheten consiguió pasar causando importantes daños. Una vez abierto el cerrojo fueron pasando los siguientes navíos y pronto los navíos rusos se encontraron desmantelados y con fuertes daños.
Para acabar de rematar a los navíos rusos, los suecos pensaban utilizar brulotes que llevaban a remolque. El borracho capitán del brulote Postiljonen prendió fuego a su nave demasiado pronto, estrellándose ésta contra el navío que lo remolcaba (Enigheten) , el cual a su vez chocó con una fragata. Ambas naves explotaron a consecuencia del fuego y tanto el fuerte humo causado como la necesidad de evitar los restos llameantes complicaron mucho la navegación por lo que no dejaba de ser un canal relativamente estrecho. Cuatro navíos y dos fragatas encallaron a consecuencia de la falta de visibilidad.
Por su parte la flota del archipiélago avanzó inicialmente sin muchos problemas pero su cercanía a la costa y probablemente también el humo de la batalla hizo que encallaran varias galeras cerca de una escuadra de fragatas rusas por lo que se vieron obligadas a rendirse. Los flotas rusas se lanzaran enseguida en persecución de los suecos y consiguieron tomar varias presas más en los días siguientes.
Contando la persecución los suecos perdieron un total de 7 navíos de línea. A eso había que sumar 3 fragatas, 4 galeras, 11 cañoneras y una treintena de transportes. Con todo los suecos se podían considerar afortunados, sobre todo el propio Gustavo que había estado cerca de ser capturado por una fragata rusa.
La batalla de Viborg, por Ivan Aivazovsky
Svensksund (9,10-VII-1790)
Tras su huida de la bahía de Viborg, la flotilla del archipiélago (con el rey Gustavo) se refugió en Svensksund en donde le esperaban importantes refuerzos al mando de Cronstedt. Los suecos concentraron 176 naves (+/- 1.200 cañones), entre ellas 6 fragatas del archipiélago. Nassau-Siegen traía consigo 141 naves (+/- 1.500 cañones), entre las que destacaban 8 fragatas, 8 jabeques y1 fragata del archipiélago El rey Gustavo ordenó formar una línea entre las islas de Kråkskär y Sandskär, con los flancos protegidos por numerosas cañoneras.
Nassau-Siegen concentró su fuerza al sur de Svensksund y eligió el día 9 (aniversario de la ascensión de la zarina) para atacar; el hecho de que ese día hubiera cierta niebla y un viento desfavorable no le disuadieron. El viento y la marea provocaron desorden en el flanco izquierdo ruso que se tuvo que retirar, lo que permitió al flanco derecho sueco tomar posiciones para cañonear al centro ruso. Más tarde el flanco izquierdo sueco se puso en acción para tratar de flanquear a una cada vez más expuesto centro ruso.
La fuerza rusa cayó en una total confusión y Nassau-Siegen tuvo que ordenar la retirada general, sacrificando aquellas naves que no podían maniobrar con facilidad en las angostas aguas. Al día siguiente los suecos atacaron a la flotilla rusa aprovechando que ésta no se había podido alejar mucho y le causaron más pérdidas. En total los rusos perdieron la importante cifra de 64 naves, entre ellas 5 fragatas, 4 jabeques y la fragata del archipiélago; además se perdieron más de 7.000 hombres. Las bajas suecas fueran pequeñas: 4 naves (una fragata del archipiélago) y cerca de 300 muertos y heridos.
La segunda batalla de Svensksund, por Johan Tietrich Schoultz
Copenhague (2-IV-1801)
El 30 de marzo la flota británica del almirante Parker atravesó el Oresund dispuesta a poner fin a la Liga de Neutralidad Armada. Parker no se había dado excesiva prisa en acometer una acción, a la espera de que los negociadores británicos obtuvieran una cesión por parte danesa, por lo que los daneses habían tenido tiempo de preparar hasta cierto punto sus defensas. Esperar más sólo serviría para que los daneses se hicieran cada vez más fuertes y sus aliados suecos y rusos se pudieran poner en movimiento. El almirante Nelson solicitó a su superior que se le permitiera realizar un ataque contra la flota danesa en Copenhague.
La escuadra danesa del comodoro Fischer se componía de 18 naves (7 navíos de línea) ancladas en un canal frente al puerto de Copenhague y apoyadas por baterías costeras. El príncipe heredero Federico presidía las defensas desde una ciudadela. Dado que para atacar a los daneses había que penetrar por los canales a través de los bajíos, Nelson solicitó quedarse con las naves de menor calado para realizar el ataque, partiendo con 30 naves (12 navíos de línea) mientras que Parker se mantenía a cierta distancia con los navíos de línea más pesados.
Mapa de la batalla de Copenhague (fuente: etc.usf.edu)
Nelson decidió atacar la línea danesa desde el sur ya que en el acceso norte había una intimidante fortaleza (la Tre Kroner). Nelson contaba con que entre la línea danesa y el banco de arena que marcaba el límite del canal podían pasar 2 de sus barcos, por tanto se atacaría en escalón aprovechando el viento a favor: el primer navío debía disparar al paso a los 4 primeros daneses y anclar frente al quinto, el 2º dispararía a los 4 primeros y anclaría frente al sexto y así sucesivamente.
Las cosas pronto empezaron mal para Nelson que vio como 3 de sus 12 navíos principales encallaban por culpa de la fuerte corriente y de unos “pilotos timoratos”. Tuvo que ser el Elephant (74) del propio Nelson el que indicara un curso seguro a los navíos que le seguían, pero el cuidadoso plan se tuvo que modificar sobre la marcha, se cambiaron los puestos previstos e incluso varias fragatas tuvieron que acudir a “rellenar” el hueco creado en el extremo norte de la línea. El Elephant acabó situado frente al insignia danés: el Dannebrog (60).
Los daneses opusieron una decidida resistencia apoyados por las baterías costeras. Por un momento pareció que los británicos se llevaban la peor parte e iban a perder. Parker desde su punto de espera observaba con preocupación la evolución de la batalla y ordenó izar la señal de “interrumpir el combate”. Nelson la vio pero se negó a cumplirla, incluso bromeó llevándose el catalejo a su ojo ciego y diciendo “de verdad que no veo la señal”xii. Dada la situación británica intentar salir del canal frente al fuego danés era mucho peor que quedarse ya que se debía salir por el lado de la principal fortaleza danesa.
Era la decisión correcta ya que la resistencia danesa empezaría pronto a ceder. El Dannebrog se incendió (acabaría volando por los aires), Fischer lo tuvo que abandonar y subir a otro navío. Varias de las naves más pequeñas también empezaron a colapsar, cortando sus cables para alejarse del fuego británico. Los dos navíos daneses más al sur apenas tenían 2/3 piezas todavía en servicio y se rindieron.
Rápidamente Nelson envió una carta al príncipe Federico amenazándole con quemar inmediatamente las naves danesas rendidas (sin evacuarlas) si no había una tregua que le permitiera tomar sin problemas el control de dichas presas. El príncipe danés accedió para que se pudieran desembarcar a los marineros daneses heridos. En total las perdidas danesas fueron de 15 naves de todos los tipos (3 hundidas) y más de 3.500 bajas (casi 2.000 prisioneros). Los británicos no perdieron ninguna nave pero sufrieron notables bajas de al menos 1.200 muertos y heridos.
Con los británicos dueños del canal, podían acercar sus bombardas para atacar Copenhague, por lo que a la tregua le acabó siguiendo un armisticio el día 4.
La flota danesa en la batalla de Copenhague, por Neumann. El navío ardiendo es el Dannebrog (60), el insignia danés.
Autor: Flavius Stilicho
Índice (enlaces).
Capítulo I: La Crisis Livona (1558-1595).
Capítulo II: La Ambición de los Vasa (1597-1648).
Capítulo III: El Diluvio (1648-1679).
Capítulo IV: La Gran Guerra del Norte (y más allá) (1697-1743).
Capítulo V: El Fin de la Unión (1772-1814).
Fuentes:
ANDERSON. R.C. Naval Wars in the Baltic during the Sailing-ship Epoch, 1522-1850.
FREMONT-BARNES, G. (Ed) The Encyclopedia of the French Revolutionary and Napoleonic Wars.
FRILUND, G. The Union's Last War: The Russian-Swedish War of 1808-09.
OAKLEY, S.P. War and Peace in the Baltic, 1560-1790.
WIKIMEDIA COMMONS para las imágenes salvo aquellas en las que se indica expresamente otra fuente.
Notas
i Rusia era una gran partidaria del constitucionalismo sueco porque le permitía influir en la política sueca comprando voluntades en los partidos aristocráticos. De hecho una de las razones del inicial apoyo popular al golpe de estado estribó en ser visto como una lucha contra la injerencia rusa que corrompía el Riksdag (Parlamento).
ii El único choque relevante de la campaña fue el del puente de Kvistrum y los daneses sólo tuvieron 6 muertos y 18 heridos.
iii Se diseñaron 4 tipos de fragatas de archipiélago que recibieron los nombres de regiones finlandesas: turuma, udema, pojama y hemmema.
iv Gatlopett era el nombre sueco para las carreras callejeras y también una expresión para definir el tradicional castigo corporal de varios ejércitos del siglo XVIII: “correr las baquetas”, en el que el infractor corría por un pasillo formado por otros soldados que lo golpeaban al pasar.
v Prusia esperaba ganar algunos territorios en Polonia y a cambio ésta se resarciría con la recuperación de territorios perdidos a manos de Rusia y/o Austria en la Primera Partición de Polonia (1772).
vi Las suecas del otro lado no dispararon.
vii Naves equipadas no con cañones normales sino con morteros navales que disparaban con un gran ángulo de elevación para poder atacar objetivos terrestres superando las murallas de defensa.
viii El duque era pariente de los borbones (uno de los “príncipes de sangre”). En 1804 fue secuestrado en la neutral Baden por dragones franceses. Se le acusaba de ser parte de una conjura contra Napoleón y a pesar de las endebles evidencias en su contra fue condenado a muerte. El caso generó una ola de indignación entre las élites europeas, perdiendo Napoleón un buen puñado de los admiradores que tenía en el extranjero. En palabras del ministro de exteriores Tayllerand: “fue algo peor que un crimen, fue un error”.
ix Entre las tropas sitiadoras se encontraban unidades españolas de la división (cuerpo) española del marqués de la Romana.
x Cerca de 14.000 británicos al mando del general Moore llegaron en mayo a Gotemburgo para unirse a los suecos. Discrepancias a la hora del uso que había que dar a dichas tropas motivaron la marcha de Moore. A su regreso a Inglaterra el cuerpo expedicionario británico encontró rápidamente otro destino y fue despachado en ayuda de los insurrectos españoles y portugueses.
xi Entre los prisioneros rusos capturados por los suecos había un brote epidémico que se extendió a la flota sueca. Sus perniciosos efectos todavía se sentían durante la campaña del año siguiente.
xii Hay una versión que defiende que Parker izo la señal no tanto para ordenar a Nelson que se retirara sino para abrirle la opción de abandonar la acción honoráblemente si lo creía necesario sin necesidad de enfrentarse a una corte marcial por retirarse de un combate en progreso sin ordenes del superior. De hecho el propio Nelson ordenó acusar recibo de la orden pero no repetirla al resto de la escuadra, aunque algo más tarde hiciera la chanza del telescopio.
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