El Epipaleolítico
Según los propios prehistoriadores consideraban hasta no hace mucho, el Epipaleolítico fue un período de crisis. Comprende el tiempo que transcurrió entre el Paleolítico superior y el Neolítico, que es de más o menos cuatro mil años. Y significó, de acuerdo con la interpretación tradicional,el fin del esplendor del arte Paleolítico y la sala de espera de las revoluciones neolíticas. Incluso los hubo que, comparándolo con la Edad Media entre el auge de la Antigüedad y los progresos del Renacimiento, lo calificaron de «Edad Oscura» o «Crisis Epipaleolítica».
Sin embargo, esta interpretación ha perdido ya todo su sentido. Y los investigadores están convencidos, no sólo de que el Epipaleolítico tuvo una identidad cultural propia y fértil, sino también de que fue una etapa clave en la evolución del linaje humano.
Características ambientales y transformación del clima.
Alrededor del décimo milenio antes de Cristo, comenzó a cambiar el clima. Empezó lo que los geólogos han llamado «Holoceno», la época climática actual y la última fase del cuaternario. Los casquetes glaciares se retiraron hasta su posición actual, aumentó el nivel del mar y hubo un calentamiento general de la tierra.
Todo esto no era nuevo, pues ya se habían producido cambios parecidos entre los distintos períodos glaciares. Y los hay quienes, en efecto, no consideran que el Holoceno sea una fase climática diferenciada, sino que insisten en que puede tratarse de un interglaciar más. Pero esto no podemos saberlo, por el momento. Lo que sí somos capaces de afirmar es que las alteraciones del Holoceno fueron, con mucho, las más importantes de la historia del hombre.
Los cambios no fueron ni rápidos ni bruscos, pero tampoco podemos considerarlos, en comparación con otros casos parecidos, lentos o progresivos. Mientras se producían las transformaciones del Holoceno, el clima pasó alternativamente de unos períodos fríos a otros cálidos, en lo que se ha venido a llamar el «Tardiglaciar», que se corresponde con la última fase de la glaciación de Würm.
El Tardiglaciar está dividido en cinco partes: Dryas antiguo (período frío hacia el 13.000 antes del presente); Bölling (templado, del 13.300 al 12.500 AP); Dryas medio (frío, del 12.500 al 12.000 AP); Alleröd (período templado del 12.000 al 10.800); y Dryas reciente, el último y más riguroso momento frío del Tardiglaciar, del 10.300 al 10.800, después del cual comienza definitivamente el Holoceno.
El mundo durante el máximo glaciar de Würm-Wisconsin.
Asimismo, el Holoceno está dividido en otras cinco partes. La primera se llama «Preboreal» y transcurre desde el 10.300 al 8.800 antes del presente. Se produjo un gran aumento de la temperatura y la humedad. Se expandieron los bosques y extinguieron, definitivamente, un gran número de especies, las cuales, acostumbradas a los fríos ambientes de las glaciaciones, no pudieron resistir el calor ni los cambios que produjo.
La segunda parte es conocida como «Boreal» y ocupa el período de tiempo entre el 8.800 y el 7.500 AP. Fue mucho más cálida que la anterior, gracias a lo cual se expandieron las especies arbóreas de clímax, como los robles, las encinas o las hayas. La tercera recibe el nombre de «Atlántica» y transcurre desde el 7500 hasta el 4700 AP. Fue, desde luego, la fase más cálida y húmeda, cuando los bosques alcanzaron su máxima extensión y también las faunas asociadas.
El «Suboreal» va del 4700 al 2800 antes del presente. Fue una etapa algo más fría y seca que las anteriores y se redujo la superficie de los bosques, no sólo por los cambios del clima, sino también por la actividad humana; fue esta la primera transformación del medio que produjeron los hombres.
Y después está el «Subatlántico», desde el 2800 AP hasta la actualidad. Es con mucho la fase más húmeda y templada, aunque tiene algunos cambios de temperatura bastante importantes, entre los cuales destaca la pequeña glaciación de la Edad Media y el calentamiento global de nuestros días.
Todos estos cambios tuvieron importantes consecuencias. Las de más peso entre ellas fueron que hubo mucha más variedad de especies vegetales y animales y que, derretidas las grandes superficies de aguas glaciares, muchos territorios quedaron aislados, como Australia de Indonesia y Asia de América. A estos cambios hay que sumar el aumento del nivel del mar, que ya antes hemos indicado. Esto supuso la emigración de las poblaciones costeras y, tal vez, el que a lo largo de miles de años se produjese un aumento de la población.
Temperaturas medias estimadas de los últimos 130000 años.
Los últimos cazadores.
Los distintos grupos humanos reaccionaron de forma diferente a los cambios del Holoceno. Algunos transformaron sus estrategias económicas de manera radical. Pero la mayoría de la población siguió con sus técnicas ancestrales de subsistencia, o sea, la caza y la recolección. Se produjo, así pues, una situación de innovación y persistencia, que ha presentado bastantes problemas a la hora de ser definida.
Para este período se habla de sociedades epipaleolíticas y/o mesolíticas. Estos dos nombres son sinónimos en el ámbito anglosajón. Pero para los prehistoriadores de España, Francia, Italia y Portugal significan dos cosas distintas. Las comunidades epipaleolíticas, cuyo nombre significa «de encima del Paleolítico», establecidas en el Holoceno, mantienen con pocos cambios las estrategias económicas paleolíticas. Las mesolíticas también conservan una economía de depredación, pero con el tiempo irán introduciendo cambios que darán paso al Neolítico.
Escena de caza en la Cueva del Charco en Cádiz
El Epipaleolítico europeo.
Los grupos epipaleolíticos de Europa están divididos en dos tipos de territorios, el primero de los cuales es el de territorios que estaban antiguamente habitados, como la cuenca mediterránea o algunas zonas del centro y el este de Europa. El segundo tipo lo forman las zonas que nunca antes habían sido pobladas por hombres, las cuales, habiendo retrocedido los casquetes polares, se volvieron ahora propicias para ser ocupadas. Son todos ellos territorios muy extensos en los que es difícil hacer generalizaciones. Además, comenzado el Epipaleolítico, se produce una gran regionalización cultural, por lo que es más complicado aún hablar de rasgos comunes. Pero, con todo, podemos identificar algunas características culturales más o menos compartidas.
Habiendo aumentado el tamaño de los bosques, los hombres pudieron recoger un número mayor de especies de frutos y productos. Y aunque desaparecieron muchos grandes animales por los cambios de temperatura, se expandieron los de pequeño tamaño, los cuales eran cazados ahora con mucha más facilidad por los hombres. Casi podríamos decir que la especialización en la caza ha desaparecido.
Encontrados grandes depósitos de conchas de moluscos por todas las costas del continente, parece claro que se generalizó el consumo de este tipo de animales. Pero pese a todo esto, hay que tener en cuenta que la pesca y la caza no desaparecieron ni mucho menos. Y continuaron siendo el principal sustento de las poblaciones humanas.
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Arpón epipaleolítico de Las d'Azil (Francia) |
Aparte de los cambios en la dieta, se producen grandes avances tecnológicos, sin los cuales no habría sido posible acceder a la mayor parte de los alimentos nuevos.
Los epipaleolíticos fueron los más grandes trabajadores de la piedra, llegando a producir piezas de menos de un par de centímetros. Este fenómeno es conocido como «microlitismo» y fue sostenido, durante mucho tiempo, como un ejemplo de la crisis epipaleolítica, cuando en realidad se trata de todo lo contrario, pues es necesaria una gran habilidad para producir piezas de este tipo. Hay dos modelos generales: las puntas de flecha y los elementos geométricos.
Los usos del territorio no cambian apenas y se mantienen los mismos lugares de habitación. Acaso hay que decir que se reduce la movilidad de los grupos, por causas que aún hoy nos son desconocidas.
Por último, los hombres epipaleolíticos abandonan los temas y las técnicas del arte paleolítico. Prefirieron, según sabemos por lo que hemos encontrado, el arte mueble, los grabados y las pinturas abstractas. Esto también lo consideraron algunos como una prueba de retroceso cultural, pero tampoco hay motivos para ello. Los gustos y los referentes mitológicos han cambiado muchas veces a lo largo de la historia del hombre.
Evoluciones territoriales del Epipaleolítico europeo.
Como ya he dicho más arriba, hay una gran regionalización cultural y tecnológica durante el Holoceno, que irá a más a medida que avancemos al Neolítico. Los distintos grupos de hombres desarrollaron culturas propias y muy diferentes entre sí. Las razones no las sabemos aún, pero yo creo que esto obedece a la pérdida de movilidad y al menor flujo cultural entre las comunidades. Las culturas más importantes son las siguientes.
En la cuenca mediterránea hay dos complejos, los cuales están, asimismo, divididos en dos facies: Microlaminar (Mallaetes y Sant Gregori) y Geométrico (Filador y Cocina). El primero es similar al magdaleniense, aunque tiene varias diferencias. El segundo, cuya técnica predominante es la del microburil, coincidió con el proceso de neolitización de las comunidades cazadoras de esta región.
En la costa cantábrica, los yacimientos ocupan los mismos espacios del Paleolítico superior y en muchas zonas es difícil observar rupturas claras entre este período y el Epipaleolítico. Encontramos, en primer lugar, el aziliense, que tiene sus orígenes en el final del Pleistoceno. Son especialmente abundantes las puntas y láminas de dorso y aparece una herramienta muy característica llamada «arpón aziliense».
Más tarde aparece el asturiense. En las zonas donde se desarrolló esta cultura, encontramos grandes acumulaciones de conchas de moluscos. El elemento tecnológico más característico es el «pico asturiense», pieza lítica de carácter masivo y arcaico semejante a las industrias del paleolítico inferior, cuya función aún desconocemos por completo. Esta cultura pervivió durante mucho tiempo. Terminó neolitizandose varios milenios después de las primeras pruebas de economía de producción en la Península.
El Epipaleolítico en Francia es muy complejo, por cuanto tiene un gran número de culturas distintas. Son especialmente interesantes las que sirven de puente entre la zona mediterránea y la cantábrica. En el Epipaleolítico reciente aparece una versión regional del aziliense, la cual concluyó, más o menos, con las cronologías del complejo microlaminar mediterráneo. Paralelas a las facies de las que hemos hablado en el caso del levante ibérico, en Francia se desarrollan el «sauveterriense» y el «tardenoisiense».
La zona escandinava no estuvo habitada durante el Paleolítico. La cronología de este territorio es muy distinta a la del resto del continente, en tanto que los grupos cazadores-recolectores perduran hasta épocas muy modernas (los lapones en Finlandia, por ejemplo). Una primera cultura escandinava es el «maglemosiense», caracterizada por microlitos geométricos y una abundante industria sobre hueso y asta. También hay que señalar que se produce una explotación intensiva del medio forestal.
Yacimiento maglemosiense de Star Carr (Yorkshire, Inglaterra), en donde se observa a la izquierda herramientas fosilizadas del periodo neolitico y a la derecha un casco ceremonial
Los cazadores-recolectores históricos.
El Epipaleolítico es un período casi exclusivamente europeo y no se puede extrapolar al resto del planeta. Las economías de depredación, basadas en la caza y la recolección, tuvieron gran importancia, al menos geográficamente hablando, hasta los procesos de expansión y colonización europeos del siglo XV dC., pero especialmente los del XIX. Grandes extensiones de África, América Oceanía, e incluso una parte considerable de Asia, y, como veíamos antes, gran parte de Escandinavia, algunos puntos de Europa, estaban ocupados por bandas de cazadores y recolectores, quienes, en muchos casos, convivían de cerca con sociedades agrícolas o ganaderas sin que ello les forzase a cambiar sus estrategias económicas.
Incluso en algunos casos se tiene constancia de grupos que, siendo productores, volvieron a practicar economías de depredación, como en algunas comunidades de la selva amazónica o de las praderas norteamericanas. Por ello debemos ser muy precavidos en el momento de intentar explicar la neolitización y la persistencia de las estrategias de depredación. En todo caso, la expansión de las economías, de producción primero y de industrialización después, ha relegado a los grupos cazadores-recolectores a las zonas más marginales de la tierra, desde una perspectiva de la economía de producción. Es en los desiertos, en las selvas o en las zonas circumpolares donde han sobrevivido hasta la actualidad los últimos cazadores. La incorporación de estas últimas zonas vírgenes al mundo industrializado está suponiendo la definitiva desaparición de las últimas comunidades que basan su modo de vida en la primera estrategia de subsistencia de la humanidad.
Cazadores San de Namibia, en la actualidad
Autor: Manolillo_Bilbao
Fuentes
Fullola y Nadal; Introducción a la Prehistoria, 2001.
Eiroa; Nociones de Prehistoria General, 2006.
Moure y González Morales; La ezpansión de los cazadores, 1999.
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