GLADIADORES, sangre y arena en la antigua Roma
Gladiadores y espectáculos gladiatorio o munus, sangre y arena en la antigua Roma, han llegado a nosotros difuminados con el transcurso de los años, filtrados por la moral imperante tras la caída del imperio, adornados por el romanticismo de los últimos siglos y finalmente pervertidos por la nueva industria del espectáculo en los últimos cincuenta o cien años. Pero, ¿qué hay de realidad y de mito sobre este mundo que no deja indiferente a nadie?
Según la definición aportada por Quintilio, los gladiadores eran hombres que luchaban con espadas en la arena u otros lugares para el divertimento del pueblo: “Gladiator est, qui in arena, populo spectante, pugnavit” Declam. 302.
Los gladiadores encarnaban los valores que debía mostrar todo varón adulto que se preciase en la sociedad romana. La destreza física y militar, el valor o la capacidad de sufrimiento entre otros se consideraban cualidades intrínsecas a los ciudadanos romanos de la era republicana, cuando los pequeños propietarios participaban en las campañas militares, pero que en la época imperial, con el ejército profesionalizado se habían alejado del ciudadano de a pie. Los gladiadores ayudaron a mantener el contacto con los valores marciales a una sociedad cada vez más ajena a ellos en su día a día, comenzando por el propio origen de la palabra “gladiador”, claramente proveniente de gladius, la espada de los legionarios romanos.
Admirados como ídolos de masas, pero a su vez despreciados por su baja condición social, los gladiadores en su gran mayoría eran esclavos o prisioneros de guerra, aunque también había ciudadanos que se presentaban voluntariamente y juraban como gladiadores por un tiempo definido en busca de fama y riqueza. Los que llegaban obligados podían llegar a recuperar la libertad si sobrevivían a diez combates, recibiendo la rudis, una espada de madera que simboliza la obtención de la libertad por haber superado esta fase. Los voluntarios firmaban por un periodo de tres o cinco años y tanto unos como otros siempre tenían la opción de reengancharse.
La imagen de los gladiadores que ha llegado a nosotros refleja sobre todo a los que participaron durante su época dorada, los primeros siglos de nuestra era, pero lógicamente fueron evolucionando a lo largo de la historia de Roma.
Mosaico de Zliten, del siglo II que muestra a varios gladiadores, de izquierda a derecha: thraex, murmillo, hoplomachus, murmillo juez y murmillo, Zliten, Libia. Wikimedia Commons: Gladiators_from_the_Zliten_mosaic_3.
Se pueden diferenciar cuatro fases en la historia de las luchas gladiatorias o munera (plural de munus), como se conocían en la antigua Roma:
1. Orígenes en la época republicana: Desde los primeros combates de tipo ceremonial en los funerales de personajes destacados en el siglo III a. C. hasta el año 105 a. C. en el que se celebró el primer munus de carácter oficial ofrecido por los cónsules del año en curso.
2. Época tardo republicana: Época en la que los munera se utilizaron con fines políticos y fueron ganando espectacularidad para que los diferentes hombres públicos hiciesen campaña y se ganasen al pueblo. Finalizó con al reforma Augusta, momento en el que los munera quedaron a cargo del emperador.
3. Apogeo en la época altoimperial. Época en la que los munera se utilizaron para el famoso panem et circenses, para tener a la plebe entretenida y para ostentación de los emperadores. En esta época aparecieron la mayoría de los tipos de gladiadores más conocidos y se dieron los fenómenos de masas, estrellato de los gladiadores, etc., que han llegado hasta nosotros.
4. Declive y desaparición. Entrado ya el siglo V d. C. la crisis económica del Imperio provoca que los munera pierden calidad y por tanto crean menos interés en la plebe, siendo mencionados por última vez en el 434, al parecer desaparecieron de forma natural, nunca fueron prohibidos de facto.
1. ORÍGENES
Los primeros hechos de los que se tiene conocimiento que pudieron ser precursores de los combates de gladiadores o munera debieron de ser luchas a muerte sobre las tumbas. Estos combates probablemente sustituyeron a los sacrificios humanos en honor al difunto y se convirtieron en la semilla de las luchas gladiatorias a lo largo del siglo IV a. C. En Paestum (en Italia, al sur de la actual Salerno) bajo el dominio en aquella época de los Lucanos, se han encontrado tumbas decoradas con pinturas de luchas de guerreros del siglo IV a.C. que así lo atestiguan.
Fresco de tumba lucana que muestra dos hombres luchando. Siglo III a. C., Museo Arqueológico de Paestum, Italia. Foto de Carole Raddato en Wikimedia Commons:
Lucanian_fresco_tomb_painting_of_2_warriors_fighting,_3rd_century_BC,_Paestum_Archaeological_Museum_(14603089585).
Probablemente la costumbre llegara a Roma a través de los campanos, aunque también influidos previamente por los etruscos, de quienes se adoptaron muchas costumbres romanas. Un importante indicador de esta relación con el mundo etrusco es el hecho de que a los gladiadores muertos los sacara de la arena un personaje con pico de buitre y armado con un martillo, con gran similitud a Charun, el guardián etrusco de la puerta del inframundo y equivalente del Caronte griego. Además la etimología de palabras como lanista (empresario dueño de gladiadores) o gladiador (y también gladius) parecen provenir del idioma etrusco. Es posible que los etruscos incorporaran esta costumbre de la Grecia Arcaica dados sus contactos directos con ella o con las colonias de la Magna Grecia (sur de Italia). Esta suposición se basa en el testimonio que nos deja la Iliada sobre los funerales de Patroclo, en los que se celebró un combate entre Diómedes y Ayax Telamonio armados con lanza, escudo y coraza. Dicho combate fue suspendido durante su transcurso ante la posibilidad de que Diómedes pudiese llegar a matar a Ayax.
Lo más probable es que este tipo de combates funerarios en Etruria y Campania entre voluntarios no fuesen más que meras exhibiciones a “primera sangre” que fuesen importadas por los romanos y que al comenzar a ser representadas por esclavos o prisioneros de guerra el resultado pasase a ser más trágico.
Según Festus, un escritor del siglo II a. C., el combate entre gladiadores sustituyó a los sacrificios de prisioneros en la tumba de grandes guerreros. Tertuliano, por el contrario, ya en el siglo II de nuestra Era, sostiene que estos combates no eran otra cosa que sacrificios humanos a los manes o espíritus de los muertos. Añade que inicialmente las víctimas serían esclavos poco productivos, pero que con el paso de los años se instauró la costumbre de instruirlos en el arte de la lucha para así dar un espectáculo más digno que honrase mejor al difunto. Este formato completaría al de los prisioneros de guerra recién capturados en las ocasiones en que los funerales se celebrasen en época de paz.
Los primeros combates de los que existe referencia en Roma se celebraron en el año 264 a. C., organizados por los hijos de Junius Brutus Pera: Marcus y Decimus, con ocasión del funeral de su padre. El munus consistió en el enfrentamiento de tres parejas de esclavos en lucha a muerte en el foro Boario (el mercado de animales situado en la orilla izquierda del Tíber, entre la Colina Capitolina y el Aventino).
Maqueta de la Antigua Roma en la que se puede ver el foro Boario en la parte inferior junto al puente, con el templo de Hércules (de planta circular) y el de Portunus. Museo de la Civilità Romana. Foto “SoutherCircusFlaminiusInRomeByGismondi” de Alessandro57 en Wikimedia Commons
En estos inicios los gladiadores eran denominados bustuarii, derivado de bustum, que se refiere a la tumba o pira funeraria en la que se incineraba el cadáver. De la simplificación de esta palabra se ha deducido que los combatientes lucharan a muerte, pero no hay evidencia escrita de ello, pudiendo referirse simplemente a que luchaban sobre las tumbas de grandes guerreros.
La palabra munus que designaba los combates gladiatorios tiene un doble significado, por un lado “deber” y por otro “obligación” o “regalo”. El primer significado es obvio, resultaría ser el deber de los familiares de honrar a sus muertos, para lo cual se organizaría un combate en el que la sangre vertida sobre la tumba aplacaría el espíritu del fallecido. El segundo significado va ligado al concepto de que los munera eran ofrecidos a los espectadores, bien fuera en un contexto privado al principio, en la era republicana, o bien a las masas ya al final de la república con objeto de ganar popularidad o como pasatiempo y vía de escape en la época imperial.
En cualquier caso, los combates resultaban una manera espectacular de atraer la atención de los conciudadanos hacia la importancia del fallecido y su familia, dónde además los herederos tenían la ocasión de mostrar públicamente su capacidad organizativa y así mostrar su capacidad para suceder al fallecido pater familias tanto ante la sociedad como ante los clientes de la familia.
Una de las mayores ventajas en este aspecto que presentaba el munus en contraposición al funeral clásico es que no había por qué celebrarlo inmediatamente después de la muerte, sino que podía retrasarse un tiempo hasta una ocasión más conveniente en el calendario político del organizador.
En esta primera época, los combates eran un evento excepcional y solían celebrarse en el propio foro, inicialmente los espectadores se apiñarían de pié (al fin y al cabo era una ceremonia solemne) alrededor de los luchadores hasta que en algún momento se empezaran a montar una serie de asientos más o menos rudimentarios y con el tiempo gradas para los espectadores.
No deja de ser chocante que en una sociedad como la romana que mantenía todo bajo control, incluidos los espectáculos (carreras, teatro…), cuya organización se encargaba a cargos electos, los ediles, la organización de los munera se dejase en manos privadas. La idea de que inicialmente fuesen ligadas a celebraciones funerarias debió de ser determinante para ello. Además en los inicios los combates iban unidos a banquetes ofrecidos a los asistentes (sólo hombres en la primera época) en el mismo foro tras el munus. Esta costumbre también se mantuvo después aunque de manera menos personal, cuando los cargos públicos durante la república o después los emperadores organizaban entregas de alimentos tras los juegos.
Los inicios del munus se caracterizaron porque los luchadores eran enemigos capturados en las batallas, que en el siglo IV a. C. fueron las guerras en las que Roma se enfrentó a sus vecinos por el control de Italia, tomando especial relevancia las Guerras Samnitas (la primera del 343 al 341 a. C. y la segunda del 326 al 304 a. C.). Los enemigos capturados en estas batallas luchaban después con sus propias armas en los munera y creándose así de forma natural el primer tipo de gladiador con un armamento específico, el Samnis o samnita. El resto de gladiadores de la época lucharían con espadas y escudos más habituales para los estándares del momento en Roma.
Estatua de bronce de un guerrero samnita. Pietrabbondantte. Foto “Samnite_soldier_statue” de Torquatus en Wikimedia Commons
Con el paso del tiempo y dada la competitividad de la sociedad romana, la espectacularidad de los munera fue en aumento, muestra de ello es el crecimiento del número de combatientes implicados desde la Segunda Guerra Púnica en adelante.
Según relatan las fuentes clásicas como Livio o Valerio Máximo, en el 216 a. C, probablemente tras el desastre de Cannae, en el funeral de Marcus Aemilio Lepidus se enfrentaron veintidós parejas de gladiadores; en el 200 a. C. en el de Marcus Valerius Laevinus fueron veinticinco las parejas; en el 183 a. C., en el funeral de Publius Licinius, el número ascendió a sesenta parejas y en el 174 a. C. Titus Faminius hizo luchar a setenta y cuatro parejas de gladiadores durante tres días en los funerales de su padre.
En esta época los combates aún tenían lugar en el foro Boario y poco a poco se fueron construyendo anfiteatros portátiles de madera que se desmantelaban después de los combates hasta llegar en la época imperial a construirse edificios definitivos en piedra como los que se pueden ver aún hoy día.
Anfiteatro de Verona, construido en el año 30 y con capacidad para unas 30.000 personas, actualmente es utilizado para representaciones de ópera durante el Festival de Verona.
Foto del autor.
A su vez los combates se iban extendiendo por el imperio aunque iban incorporando costumbres locales, como fue el caso del espectáculo ofrecido por Publio Cornelio Escipión el Africano en el 206 a. C. en la recién conquistada Cartago Nova. En aquella ocasión el motivo fue honrar la muerte de su padre Publio y de su tío Cneo muertos años antes en batalla contra Asdrúbal Barca durante la II Guerra Púnica. Según Livio los gladiadores no fueron como los presentados habitualmente por los lanistas, esclavos u hombres libres que ponían precio a su sangre, sino luchadores voluntarios que participaron de forma altruista para honrar a su general e incluso guerreros íberos enviados por sus jefes tribales. Los autores modernos discuten que ya en tan temprana época existieran lanistas y por tanto gladiadores profesionales (qué sí existían ya en época de Livio y este pudo confundir), pero en cualquier caso existen pruebas históricas en forma de relieves y vasos datados del siglo V a. C. y encontrados en Porcuna, Liria o Elche, de que en la sociedad íbera y celtíbera también existía la costumbre de celebrar combates para honrar a los caudillos caídos, como fue el caso del funeral de Viriato en el 140 a.C. cuándo doscientas parejas de luchadores se enfrentaron para honrarle.
2. ÉPOCA TARDO REPUBLICANA
La evolución de la propia república influyó en los munera de forma importante, que a partir del siglo I a. C. tomaron mayor importancia. En una época en la que la lucha entre los miembros más influyentes de Roma dependía de las elecciones anuales al tribunado y consulado los combates entre gladiadores fueron adquiriendo importancia como instrumentos publicitarios. El deseo de captar votos o ganar renombre entre los conciudadanos devino en el crecimiento de la espectacularidad de los munera y la pérdida paulatina de su carácter ceremonial. A pesar de todo, en la época tardo republicana aún se conservaban las formas y para que un político que no fuese edilen ese momento pudiese organizar el munus era necesario presentar un motivo que lo justificara. Debido a ello se mantuvo aún la unión con los funerales, aunque poco a poco se fue alterando la idea inicial de ofrecérselos al difunto pater familias y por ejemplo Julio César rompió la tradición al celebrar un munus en honor a su difunta hija Julia. En realidad la relación con los funerales se iba difuminando ya, puesto que no se celebraban inmediatamente después de la muerte sino que en ocasiones se llegaron a celebrar años más tarde, cuando el momento en la carrera política del organizador era más apropiado.
Fue en el año 105 a. C cuando se celebraron los primeros munera “oficiales”, organizados por los cónsules del año, Publio Rutilio Rufo y Cneo Malio Máximo sin un motivo concreto, como un funeral. Estos dos cónsules pasarán a la posteridad como los que instauraron así una costumbre que perduró durante la duración del Imperio, la de que las autoridades organizaban el munus para deleite de la plebe bien en fechas definidas o en aniversarios y ocasiones especiales. Así, los senadores que iban siguiendo el cursus honorum cuando pasaban por el cargo de edil debían organizar los juegos de ese año, pagándolos de su propio bolsillo pero agenciándose la popularidad derivada de ello.
Es posible que este primer munus oficial estuviese relacionado con la amenaza de cimbrios, tigurinos y teutones, que en esos momentos llevaban ya años merodeando por la Galia, ya habían derrotado a cuatro ejércitos romanos y estaban a punto de derrotar precisamente a Malio Máximo en Arausio. No sería de extrañar que al igual que durante la invasión de Anibal de Italia los munera hubiesen tomado fuerza dada la amenaza exterior que sufría Roma.
De cualquier manera, tras el experimento del año 105 a. C. el senado decidió que la organización de los munera debía ser regulada y fue entonces cuando se redactaron las leges gladiatoriae que estipulaban quien podía y debía organizarlos. Dichas leyes fueron evolucionando a lo largo de los años añadiendo nuevas cláusulas (como la limitación del número de gladiadores en el 65 a. C.) hasta que Augusto redactó las suyas propias al llegar al principado.
Otra evolución importante registrada al final de la república fue la profesionalización de los gladiadores. Fue a lo largo del siglo I a. C. (en realidad ya en el año 106 a.C.) cuando comenzaron a crearse escuelas de gladiadores o ludi, dónde los aspirantes a gladiadores eran entrenados para dedicarse exclusivamente a esta actividad. Tradicionalmente se cree que los gladiadores eran esclavos y condenados a muerte, pero en realidad el número de ciudadanos voluntarios era considerable. Bien es cierto que los prisioneros de guerra fueron el núcleo inicial de los combates de gladiadores, pero con la proliferación de los espectáculos, la creciente expectación y la posibilidad de ganancia de fama y dinero, la cantidad de voluntarios creció.
Cuatripórtico del teatro o Cuartel de los Gladiadores en Pompeya, la escuela de gladiadores o ludi de Pompeya, siglo I. El pórtico pertenecía inicialmente al teatro pero tras el terremoto del año 62 pasó a ser el ludi de Pompeya de ahí su peculiar arquitectura y la distancia a la que se encentra del anfiteatro, cuando es otras ciudades los ludi son prácticamente adyacentes a los anfiteatros. Foto "Scavi di Pompei3" de Termininja en Wikimedia Commons
En esta época, las escuelas de gladiadores se encontraban fuera de Roma para evitar que existieran hombres armados en la ciudad,tomando gran fama las de Capua. Esta fama no les viene sólo por la calidad de sus gladiadores, sino porque del ludus de Lentulus Batiatus en Capua escapó el más famoso de todos lo gladiadores, Espartaco el tracio, que puso en jaque a la misma república con su ejército de esclavos entre los años 73 y 71 a. C.
Anfiteatro de Capua del siglo I con capacidad para más de 40.000 espectadores reconstruido sobre el original de la época republicana, que pudo ser el primero de carácter permanente. Al fondo se aprecia el Vesubio, dónde se refugiaron Espartaco y el resto de fugitivos tras huir del ludus de Lentulus Batiatus y capturar un cargamento de armas. Foto del autor.
Gladiadores fuera del contexto del munus
Aparte de su conocida vertiente “social”, dada su condición de aguerridos luchadores los gladiadores fueron tomando una mayor relevancia en el contexto de la época y debido a ello ciertos personajes supieron sacar partido de ellos para fines diferentes que las luchas en la arena.
Sin ir más lejos, Valerio Máximo recoge en sus escritos que Rutilio Rufo, el mismo cónsul que en el 105 a. C. organizó los primeros munera oficiales, aportó otra importante novedad durante su consulado cuando ante la amenaza de cimbrios y teutones ordenó que las tropas fuesen entrenadas por instructores de gladiadores, o doctori del ludus de Cayo Aurelio Escauro. Es muy posible que la necesidad de entrenamiento viniera dada porque el ejército reclutado en aquel momento estaba formado por los capite censi los ciudadanos más humildes sin posesiones ni armamento propio y que por lo tanto eran completamente novatos.
Pero la utilización más habitual de los gladiadores en la época final de la república fue la de guardaespaldas alquilados por los políticos que llegaron a contar con verdaderos ejércitos privados para inclinar la balanza en su beneficio en las disputas políticas. Aunque en esta época los ludi se encontraban fuera de Roma por seguridad, el organizador del munus alquilaba los gladiadores en los ludi y disponía de ellos días antes de la celebración en la ciudad, pudiendo ser usados como intimidación al resto de políticos.
Dado el cariz que tomaban los acontecimientos el senado decidió tomar medidas. En el año 65 a. C., Julio César, en el cargo de edil en aquel momento, trató de organizar unos juegos realmente fastuosos en honor a su fallecido padre (que por cierto, había muerto años antes). Para ello reclutó tantos gladiadores que el senado temiendo que aquello fuese una excusa para tener hombres armados en al ciudad y dar un golpe de estado, limitó el número máximo de parejas de los que podía disponer un ciudadano a trescientas. César que al parecer sólo pretendía organizar unos juegos con muchos más combatientes para quedar en la memoria popular tuvo que cambiar de táctica y dotar a todos los combatientes con armaduras de plata que luego expuso para que los ciudadanos pudiesen admirarlas (todo ello según Suetonio). Para añadir espectacularidad a los combates, estos comenzaron a acompañarse también de una muestra de animales exóticos, que pronto derivó en cacería y/o enfrentamiento entre cazadores y bestias.
Los temores del senado se demostraron fundados poco después, en el año 63 a. C., cuando Catilina, en su conocida conspiración para derrocar al senado, utilizó gladiadores como núcleo de sus fuerzas.
Unos años más tarde fue Clodio el que se apoyó en los gladiadores de su hermano para desencadenar un motín en el 57 a. C. que evitara la aprobación de una ley que iba en contra sus intereses. Milón, su oponente político, contrató también gladiadores para contrarrestar el poder de Clodio, lo que supuso enfrentamientos de mayor o menor intensidad durante los siguientes años hasta que Clodio fue asesinado en el 52 a. C. en un enfrentamiento en la Vía Apia.
La costumbre de utilizar gladiadores como guardaespaldas se mantuvo hasta el año 399 d. C., cuando Arcadio y Honorio prohibieron finalmente esta costumbre. Antes, muchos senadores o incluso emperadores como Nerón, según Tácito en sus Annales, se rodearon de gladiadores como protección personal.
Anfiteatros de la época republicana
Incluso en esta época de dispendios y búsqueda de espectacularidad, el munus seguía celebrándose en Roma en anfiteatros portátiles de madera dada la prohibición de construcción de un anfiteatro de piedra. El motivo para esta medida fue precisamente el poder político que otorgaba la celebración de munera y por otra parte, los propios políticos conseguían de esta forma que sólo los que realmente podían permitirse el gasto adicional del montaje de estas estructuras pudieran organizar el munus, logrando además evitar que los juegos se desarrollaran de forma ininterrumpida dado que para la construcción y desmantelamiento de la estructura se requería de tiempo. La curiosa conclusión de esta actitud fue que otras ciudades de menor importancia contaran antes que Roma con anfiteatros de piedra, como fueron Puteoli, Pompeya o Capua, entre otras.
Anfiteatro Flavio de Puteoli (actual Pozzuoli, Italia) de finales del siglo I, con capacidad para unos 35.000 espectadores, fue el tercero en amplitud, tras los de Roma y Capua. Del antiguo anfiteatro, de finales del siglo II a. C., apenas quedan restos y se encuentran a unos centenares de metros del Flavio, quedan restos de alguna arcada de la cavea. Foto del autor.
Por otro lado, en la propia Roma se consideraba que la construcción de un edificio de piedra haría demasiado permanente el nombre del constructor, y dada la fama que otorgaban los munera eso no se podía permitir. Por ejemplo, en el 154 a.C. los censores Valerius Messala y Cassius Longinus quisieron construir un teatro de piedra, pero no fueron autorizados porque ese edificio perduraría en el tiempo y haría demasiado duradero el censurado de Messala y Longinus. En el 55 a. C. Pompeyo el Magno construyó un teatro de piedra y para evitar que le fuera negado el permiso alegó que eran las escaleras del templo de Venus, con lo que unía su obra a la religión evitando toda oposición y que nadie osara destruirlo en el futuro.
Dada la competición entre los políticos tardo republicanos y la utilización de los munera para elevar sus nombres, no es de extrañar que la espectacularidad no sólo se ciñera al propio espectáculo, sino también al edificio que lo contenía, empezando una escalada de espectacularidad en los mismos que llegó a su cenit con el doble anfiteatro giratorio de Gayo Escribonio Curión en el 55 a. C.
El invento de Curión consiguió lo que este pretendía y su nombre ha llegado hasta nosotros por ello. Su aportación consistió en construir dos teatros de planta semicircular que durante la mañana representaban obras y cuyas caveas “se daban la espalda”. Al llegar la hora de las luchas gladiatorias ambos teatros giraban 180º quedando así enfrentadas las gradas y creando un espacio cerrado entre ellas, la arena. Al parecer debemos a Curión, o a los asistentes, el propio nombre, ya que ninguna fuente menciona la palabra amphitheatrum hasta la descripción de éste ingenio. De hecho, la propia etimología nos guía en esta dirección ya que amphi significa doble en griego y theatrum, obviamente, teatro (del griego theatron, lugar de observación). Siendo más precisos, técnicamente, un anfiteatro no es otra cosa que un “lugar de observación por ambos lados”, aunque no estrictamente un “dos teatros” como el ideado por Curión, ya que el teatro es de planta semicircular y el anfiteatro elíptica.
En cualquier caso, tal y como establecían las normas, el ingenio de Curión también fue desmantelado al poco tiempo y el siguiente gran innovador no fue otro que Julio César. Sus aportaciones fueron los túneles subterráneos o hypogea que se comunicaban con la arena a través de aperturas o trampillas por las que podían aparecer gladiadores o fieras para añadir espectacularidad.
El primer anfiteatro permanente no llegó hasta el año 31 ó 27 a. C. (las fuentes clásicas difieren), de la mano de Estatilio Tauro, protegido de Augusto, al que éste último “permitió” donar uno a la ciudad, no se sabe si todavía completamente de madera o ya en piedra (las fuentes vuelven a disentir). Este edificio fue pasto de las llamas durante el incendio de Roma de la época de Nerón lo que provocó que de nuevo se utilizaran anfiteatros portátiles hasta la construcción del Anfiteatro Flavio (conocido popularmente como Coliseo) por los emperadores Flavios (Vespasiano, Tito y Domiciano).
Interior del Coliseo Romano o Anfiteatro Flavio con capacidad para más de 50.000 espectadores. Se aprecian los túneles inferiores y las trampillas de acceso o hipogea similares a los aportados por Julio César a los anfiteatros. Foto "Arène Colisée Rome 2006” de Kachan en Wikimedia Commons
Tipos de gladiadores de la época republicana
Inicialmente no existían tipos de gladiadores definidos, ya que estos eran prisioneros de guerra a los que se había obligado a luchar. Evidentemente, estos luchadores lucharían con las armas que tuvieran a mano, principalmente las que ellos mismos (o sus compañeros muertos) hubiesen llevado al campo de batalla.
El hecho de que el enemigo principal de Roma en el siglo IV fuesen los samnitas, con las tres guerras del Samnium (343-290 a. C.) provocó la afluencia de prisioneros de guerra de esta nacionalidad y por consiguiente, que los gladiadores de esta época inicial luchasen con el armamento “étnico” de los samnitas (además de que muchos lo serían por nacimiento), de donde nació el más antiguo tipo de gladiador que se conoce, el samnis o samnita. Seguramente una vez caídos estos prisioneros las armas fueron utilizadas por otros luchadores no pertenecientes al pueblo, pero una vez ataviados con las armas samnitas se quedaron con el nombre.
Posteriormente, durante el siglo III a. C. las guerras predominantes fueron contra los galos (además de las primera y segunda Púnicas, por supuesto, pero en ellas también combatieron muchos mercenarios galos), dónde se capturaron nuevos prisioneros de guerra que dado que luchaban con las armas de los galos crearon un nuevo tipo de gladiador, el Gallus.
El tercer tipo en llegar a escena fue el Thraex o tracio a principios del siglo I AC, resultado probablemente de las guerras Mitridáticas de Sila (Mitridates contaba con mercenarios tracios en sus ejércitos), ya que las primeras apariciones fueron sobre el año 80 a. C.
La diferencia de armamento entre gladiadores suponía que también la técnica de lucha fuese diferente, creciendo así la expectación e interés del público cuando luchaban gladiadores de diferentes disciplinas. Esto provocó que nuevos tipos de gladiadores fueran surgiendo con el tiempo en función de la necesidad de novedades en los espectáculos. Sólo el thraex sobrevivió hasta el final, ya que siempre fue uno de los preferidos por los espectadores, entre ellos Calígula, gran fan de este tipo de gladiador.
Gladiador thraex de la época imperial en mosaico del siglo III de la Casa de los Gladiadores de Kourion, Chipre. Se aprecia que el gladiador es un thraex por la espada curva o sica, el escudo pequeño rectangular o parmula, la galea o yelmo, la manica metálica para proteger el brazo derecho y las dos ocreae o grebas; el peso total del equipo se estima en unos 12 o 14 kg. Foto "Kourion-10” de Klaus D. Peter, Wiehl Germany en Wikimedia Commons
3. ÉPOCA ALTO IMPERIAL
Se puede considerar que esta es la época de oro de los gladiadores, la del panem et circenses en el que se dan los mayores espectáculos ofrecidos por diferentes emperadores para conmemorar victorias, ascensiones al trono o cumpleaños, por ejemplo. Algunos autores consideran que los ciudadanos romanos que ya no participaban en la guerra porque disponían de un ejército profesional, veían en los munera la tradición marcial que ellos ya no practicaban manteniendo el contacto con la tradición marcial tan propia de Roma.
Una vez que la estabilidad llegó a Roma con la ascensión de Augusto y su acaparamiento de poder, los senadores dejaron de estar interesados en organizar espectáculos que les suponían un gran gasto para poco rédito. Augusto, entendiendo que como gobernante necesitaba el apoyo popular, los integró dentro de las tareas del emperador en Roma, organizando el propio emperador todos los espectáculos excepcionales. Mientras tanto, dejaba a los pretores la responsabilidad (organizativa y económica) de la organización de los juegos oficiales, celebrados anualmente en diciembre y muy limitados en cuanto a espectacularidad para evitar eclipsar los del emperador. En las ciudades de las provincias la tarea recaía en los magistrados locales que tenían la obligación de ofrecer los munera también bajo unos límites establecidos.
Escultura de Octavio hacia el año 20 a. C, Museo Capitolino, Roma. Augusto modificó la legislación para reorganizar los munera y sacar el mayor beneficio político de ellos a la vez que los hacía rentables para sus arcas. Wikimedia Commons: “Augustus_Statue”.
Munus legitum
Una vez asumida la tarea, Augusto creó una serie de normas o munus legitum, que reformaron totalmente el sistema. Para empezar, los ciudadanos ya no podían organizarlos en Roma (sí en las provincias los cargos designados para ello), quedando pues esta prerrogativa a cargo del emperador. Las nuevas leyes a lo sumo permitían a los senadores sufragar parte de los gastos como regalo al pueblo. De este modo se impedía la utilización de los munera con fines propagandísticos personales, como ocurría en la época republicana de forma que un desinterés inicial de los senadores acabó convirtiéndose por ley en un impedimento.
La primera consecuencia de la organización por parte de Augusto fue la construcción de ludi imperiales, para no tener que pagar a un lanista por los gladiadores y así evitar que los munera fuesen una carga excesiva para sus arcas. En la época de Domiciano ya existían cuatro ludi en Roma: el ludus Gallicus, elDacius, elMagnus y el Matutinus (el último dedicado a los venatores que actuaban por la mañana de ahí su nombre). También existieron ludi imperiales en otras ciudades de Italia como Capua (con dos) Rávena y Preneste y a lo largo del Imperio, habiendo testimonio documental de su existencia lugares como Hispania, Galia, Pérgamo o Alejandría.
Una segunda modificación que aportó la reforma de Augusto fue la autorización para construir anfiteatros permanentes (en piedra), lo que evitaba el gasto de montaje y preparación de los anfiteatros portátiles de madera utilizados hasta el momento. Con las dos medidas anteriores se consiguió que los munera resultasen rentables al emperador, siempre y cuando éste se mostrase comedido (los excesos de Calígula, por ejemplo, vaciaron las arcas del estado a pesar de las mejoras introducidas por Augusto).
Con el permiso de construcción de anfiteatros, los juegos se extendieron por todo el imperio, propiciando la romanización de las provincias, como ejemplo en Hispania se encuentran documentados catorce anfiteatros de piedra edificados en la época imperial. Desde el 22 a. C. los magistrados provinciales contaron entre sus tareas la de organizar losmunera locales, para lo que disponían de un presupuesto máximo del que ellos mismo debían aportar la mitad y que evitaba comparaciones con los de la capital. La limitación se fijó en dos celebraciones, con un máximo de sesenta gladiadores entrenados en las provincias, lo que propició la construcción de ludi a lo largo del Imperio. Los magistrados tenían la obligación de organizar los munera mínimos, es decir, uno de los que podían celebrar era obligatorio. Los que siempre se celebraban eran los estipulados en el calendario (que tenían lugar en diciembre uniendo de alguna manera el espectáculo de que implicaba la muerte de los hombres con la muerte de la naturaleza antes del solsticio de invierno) y en ocasiones se podían organizar otros en ocasiones especiales de su propio dinero, pero siempre sujetos a los límites marcados.
Anfiteatro de Leptis Magna en la provincia de Africa, actual Libia. Construido durante el principado de Nerón, podía alojar a unas 15.000 personas. Foto del autor.
En Roma también se celebraban los mismos tipos, los fijos y los extraordinarios, celebrados en ocasiones especiales como conmemoraciones, celebración de victorias, etc. A pesar de que inicialmente los senadores podían aportar parte del dinero para sufragar los espectáculos, por una ley promulgada por Domiciano, a partir de su principado los munera sólo pudieron ser organizados por el emperador o sus familiares.
La reforma de Augusto también supuso la desaparición de algunos tipos de gladiadores, así como la aparición de otros nuevos. Probablemente por motivos políticos desaparecieron los gladiadores samnitas y galli ya que estos pueblos ya formaban parte del imperio y no quedaría bien que siguiesen luchando en la arena como prisioneros de guerra. La propia reforma también afectó a la indumentaria de los gladiadores ya que los yelmos pasaron a ser cerrados, de forma que no se apreciaba la cara de los luchadores, consiguiendo así deshumanizarlos a ojos del rival y del público, además de evitar posibles heridas en el rostro que incapacitaran al gladiador.
Otra consecuencia de la reforma fueron la prohibición de los munera sine missione, combates a muerte en los que no existía posibilidad de gracia para el vencido y que consistían en que el vencedor del combate se enfrentaba a un nuevo adversario hasta que sólo uno quedaba en pie. Evidentemente estos combates resultaban poco económicos una vez que Augusto era el propietario de los gladiadores, además de que con este sistema se eliminaba la posibilidad de que el público decidiese el resultado.
Augusto decretó también la ordenación del público en las gradas, por estamento social y por sexos. Probablemente esta división se daba ya en la república de forma más o menos “natural”, pero Augusto la marcó definitivamente. Años más tarde, con el Anfiteatro Flavio ya en marcha, las clases sociales se diferenciaban claramente, con los niveles más cercanos a la arena ocupados por los senadores en la zona más lujosa y ornamentada, después los integrantes del orden ecuestre y finalmente apiñados y más lejos de la arena, la plebe.
El desarrollo de los munera
Durante la época altoimperial los emperadores ofrecían juegos con frecuencia, además de los espectáculos fijos en el calendario en marzo, coincidiendo con el inicio de la primavera y por lo tanto la vuelta a la vida de la naturaleza y en diciembre, con ocasión del solsticio de invierno y la saturnalia. En ambos casos se aprecia una clara relación con la muerte, ya sea la muerte del año o el resurgimiento de la vida, recordando que el espectáculo gladiatorio que en sus inicios iba totalmente vinculado a los funerales.
Los munera de marzo se denominaban Quinquatrus y se celebraban entre el 19 y el 23 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera. Los de diciembre se dividían en varios días: Initium muneris el día 2, Munus arca los días 4, 5 y 6, Munus kandidati los días 8 y 20, patrocinados por el nuevo questor elegido para el año entrante, Saturnalia el día 17, de nuevo Munus arca los días 19, 21 y 23 y finalmente los Munus consumatum el día 24.
Todos estos munera en principio seguían un esquema estándar; las jornadas comenzaban con una venatio o cacería de fieras por la mañana. A medio día, cuando más apretaba el calor, era la hora de las ejecuciones públicas. A esta hora probablemente gran parte del público aprovechaba para salir a comer u ocuparse de otros asuntos. Las ejecuciones públicas poco interés suscitaban en los miembros de la alta sociedad que no necesitaban ver como esclavos o delincuentes de bajo estrato social encontraban el castigo.
Mosaico de Zliten, del siglo II que muestra varios bestiarios cazando animales salvajes en una venatio y un leopardo matando a un condenado atado a un poste. Zliten, Libia. Foto: “Bestiarii” en Wikimedia Commons.
Una vez pasadas las horas de mayor calor llegaba el momento de los gladiadores como plato fuerte de la jornada. Los gladiadores entraban desfilando a la arena, probablemente portando armas y armaduras ceremoniales, más vistosas que las reales. Tras el desfile en el que todo el público podría apreciar a los combatientes, se anunciaban los emparejamientos, que hasta ese momento no habrían sido desvelados y los gladiadores empezarían su preparación, que podía consistir tanto en ejercicios gimnásticos como en combates simulados con armas de entrenamiento.
Quizá durante ese tiempo de calentamiento o algo después, pero siempreantes de comenzar los combates, se realizaba la probatio armorum, ceremonia en la que se verificaba el correcto estado de las armas en la propia arena por el propio editor de los juegos o por algún ilustre que le acompañara. Esta prueba se daba para demostrar a los espectadores que los combates serían reales, lejos de todo engaño, ya que en caso de no estar bien afiladas las armas, éstas podían ser rechazadas. Por ejemplo, Druso el Joven, hijo de Tiberio, se ganó la fama de estricto al echar atrás muchas de ellas por no encontrarse en óptimas condiciones.
En esta época y dada la pompa en la que se veían envueltos, los gladiadores comenzaron a convertirse en fenómeno de masas e ídolos de la sociedad. No pocas matronas romanas suspiraban por sus favores (o pagaban por ellos) ni pocos miembros de la alta sociedad querían emularlos. De hecho, llegó a haber leyes que prohibieron a los miembros de la clase ecuestre participar en los munera y de hacerlo, perdían su rango. A pesar de ser ídolos de masas los gladiadores seguían siendo el último escalafón de la sociedad, al mismo nivel que las prostitutas.
A pesar de todo, aún estando en el más bajo escalafón social, los gladiadores podían llegar ganar desde el equivalente al sueldo anual de un legionario en cada combate hasta el triple del mismo. Esto explica que fuera en esta época cuando más ciudadanos libres se alistaron como gladiadores, denominados auctorati, ya fuera para enriquecerse, lograr fama o por considerarlo una buena salida. Estos auctorati firmaban por tres años que después podrían ser prorrogados, pero al acceder al ludus perdían temporalmente su cualidad de hombres libres y debían hacer un juramento por el que quedaban a merced del lanista (dueño del ludus) en las provincias y de los maestros o doctorii en Roma. De este modo consentían mediante juramento en “ser quemados, encadenados, golpeados o muertos a hierro” (uri, vinciri, verberari, ferroque necari), según nos narra Petronio. Con este juramento los auctorati pasaban a la más baja escala de la sociedad, por debajo incluso de los esclavos. Seneca llegó a considerar este juramento como lo más vergonzoso que podía hacerse.
Que los gladiadores se habían convertido en fenómeno de masas queda atestiguado en la cantidad de objetos que los representan, ya sean lucernas, mangos de peines o espejos u otros utensilios o directamente por la cantidad de imágenes, figuras y mosaicos encontrados en los que han sido representados.
Frasco con imagen de un murmillo venciendo a un thraex, Römisch-Germanisches Museum, Colonia. Foto " GladiatorFeldflasche” de BS Thurner Hof en Wikimedia Commons
Todo ello llevó a que desde Augusto a Trajano se diera un continuo aumento en la espectacularidad de los munera y en el número de días de celebración, de una manera similar a lo sucedido al final de la república, los Emperadores competían con sus antecesores para quedar en el recuerdo como los que mejores juegos habían celebrado. Como muestra, según Dion Casio en la inauguración del Coliseo en el año 80, Tito organizó una venatio con más de 9.000 animales salvajes. Trajano superó esta cifra en el 107 tras la victoria sobre los dacios con 123 días de celebración en los que murieron 11.000 bestias y se enfrentaron 10.000 gladiadores.
La relación de los emperadores con los munera debía ser cercana para ganarse el favor del pueblo que veía así al más alto dignatario disfrutando de su misma mundana afición. La plebe no consideraba suficiente que el Emperador ofreciese unos juegos, debía también asistir y poner buena cara para mantener un buen nivel de popularidad. Así, Frontón alaba a Trajano por la atención que dedicó a los juegos y sentencia que el pueblo es menos ávido de larguezas en dinero que en espectáculos. Añade también que el reparto de grano sirve para contentar a la plebe de forma individual, pero que los espectáculos son necesarios para contentar al pueblo como masa.
En consecuencia, resultan comprensibles las actitudes de los Emperadores “involucrados” en los munera como Tito, que se mostraba partidario de los thraex, a los que animaba apasionadamente o Claudio que celebraba haciendo aspavientos las evoluciones del combate y contaba una a una las monedas del premio del ganador. En cualquier caso, esto también llevó al exceso, llegando al último nivel de depravación que consistió en ver a ciertos emperadores (Calígula, Nerón o Cómodo) en la propia arena. De esta forma el más alto ciudadano se rebajaba socialmente al nivel de lo peor de la sociedad, lo que queda claro también teniendo en cuenta qué emperadores lo hicieron, aquellos de los que ha llegado la fama de mayor locura o depravación (quizá en la lista faltaría Domiciano del que no ha llegado testimonio de que llegara a participar activamente pero sí de que obligó a luchar a muerte a personas importantes que cayeron en desgracia ante sus ojos).
Debido a todo lo anterior y siendo ya los munera un fenómeno de masas, no es de extrañar que ocurriera el primer caso documentado de violencia entre espectadores. Son conocidos los altercados ocurridos durante años entre los seguidores de las diferentes facciones (azules, verdes, amarillos y blancos) en las carreras de cuadrigas, pero no tanto los incidentes ocurridos en los munera. El caso documentado por Tácito en sus Anales da cuenta de los altercados sucedidos en el anfiteatro de Pompeya en el año 59 d. C., durante el principado de Nerón, entre un grupo de espectadores de la población local y otro de Nuceria. Según Tácito ambos grupos comenzaron insultándose, después las palabras pasaron a piedras y finalmente surgieron las espadas, siendo finalmente los pompeyanos los vencedores. La consecuencia fue la prohibición de celebrar munera en Pompeya durante diez años, aunque se vio reducida y en el 65 d. C. ya se celebraron de nuevo combates en el anfiteatro de Pompeya, sea porque Pompeya había logrado el estatus de colonia dos años antes o porque Poppea, la nueva esposa de Nerón, intercediese a favor de su ciudad natal.
Equipamiento y tipos de gladiadores de la época imperial
Al igual que en la época republicana, en la época imperial existieron varios tipos de armaturae que dado el auge de los espectáculos gladiatorios fueron más numerosos y exóticos con el paso de los años. El mayor atractivo que estos diferentes grupos proporcionaban era proponer antagonismos entre la agilidad y la fuerza, por ejemplo, con el enfrentamiento entre el thraex y el murmillo. De esta forma se crearon varios tipos de especialidades, aunque siempre hubo algunas con mayor éxito y otras que probablemente fueran invenciones pasajeras.
Gladiadores murmillo y retiario, emparejamiento habitual a principios del principado, aunque posteriormente surgió el "murmillo contra-rete” del que posteriormente derivó el secutor. Cuadro “Gladiadores” de Rubén Navas Sastre http://www.arte-rubenns.blogspot.com.es/
Aunque cada tipo de gladiador contaba con unas piezas concretas que lo diferenciaban del resto, algunas partes del equipamiento eran comunes a todos ellos. Todos portaban una especie de calzón o taparrabos de tela llamado subligaculum y un cinturón ancho llamado balteus para proteger el vientre. La vestimenta se reducía a estas prendas excepto en casos concretos, con lo que la mayoría de los gladiadores luchaba a pecho descubierto. El atuendo podía ser completado por las sandalias, aunque la mayor parte de los gladiadores parecen haber luchado descalzos, lo que se deduce del estudio de esqueletos de gladiadores encontrados en Éfeso, cuyos huesos denotan esta particularidad.
La idea de que los gladiadores lucharan a pecho descubierto, sin coraza, podría ser la de a la vez de mostrar su masculinidad y a la vez dejar vulnerable una zona vital del cuerpo que en caso de ser alcanzada terminara el combate, pero que a la vez es lo bastante difícil de alcanzar como para exigir la mayor destreza del oponente. Del mismo modo, otras partes del cuerpo en las que una herida podría acabar con el combate por dejar impedido al gladiador (como los brazos y las piernas) sí se protegían, evitando que los combates pudiesen acabar por heridas leves o fortuitas.
Estas piezas defensivas eran diferentes para cada armatura e incluían piezas como las ocreae (grebas), manica (protección del brazo) y por supuesto, la galea (yelmo) que en la época imperial paso a ser cerrado, bien fuera para evitar las lesiones en la cara o para deshumanizar al contrincante. Todas estas piezas variaban en cantidad y forma según el tipo de gladiador.
Yelmos de Murmillo (derecha) y thraex (izquierda), Museo dei Gladiatorii, Capua. Foto del autor.
Además del equipo básico y el defensivo, cada tipo de armatura contaba con armas específicas, tanto ofensivas, como defensivas, siendo estas de vital importancia en la clasificación por grupos de los gladiadores.
Las fuentes clásicas han dejado mención de hasta quince armaturae diferentes, aunque no todas ellas parecen haber tenido la misma repercusión, dadas las representaciones y menciones que nos han llegado.
Los principales tipos de gladiadores se reducen a siete y se agrupaban en dos disciplinas según el tipo de escudo que utilizaran, los parmulari con escudo más pequeño y los scutarii con escudo de mayor tamaño. Tradicionalmente también se ha considerado que los parmularii eran gladiadores ligeros mientras que los scutari eran pesados, pero las últimas investigaciones han puesto en evidencia que el peso total de todo el equipo era similar en ambos casos, ya que la diferencia en el escudo era equilibrada por la doble ocrea (greba) entre otros elementos.
En el grupo de los parmularii entraban el thraex armado con una espada curva o sica y elhoplomachus, armado con una lanza y un puñal, al estilo de los hoplitas griegos.
El segundo grupo, los scutarii,lo formaban los murmillo, armados con un gladius de tipo legionario y un casco adornado con una cresta en forma de pez y que probablemente surgió de la fusión entre el gallus y el samnis; el sector, que parece ser una evolución del murmillo para luchar contra el retiarius y que para ello modificó su casco portando uno sin ningún tipo de adorno para evitar que la red del retiarius se enganchase. El provocator también podría formar parte de este grupo, aunque no está claro, ya que era un tipo de gladiador bastante diferente al resto pues llevaba un cardiophilax para protegerse el pecho y un casco sin protector facial, lo que ha hecho a algunos autores plantearse si sólo era una especialidad para entrenamiento o aprendizaje.
Enfrentamiento entre murmillo (scutari, espada corta, escudo grande tipo legionario, una sola ocrea en la pierna izquierda y manica en brazo derecho) y thraex (parmulari, espada curva, escudo pequeño rectangular, dos ocreae y manica en el brazo del arma). Mosaico de Römerhalle, Bad-Kreuznach, Alemania. Foto “Detail of Gladiator mosaic, a Thraex (left) fighting a Murmillo (right), Römerhalle, Bad Kreuznach, Germany”de Carole Raddato en Wikimedia Commons.
Además de estos dos grupos existiría un tercero en el que se engloban otros tipos de gladiadores quizá menos habituales y que por su armamiento no pueden ser englobados en ninguno de los dos grupos mencionados. En este grupo se englobarían el retiarius, el séptimo de la lista de habituales, armado con un tridente, un puñal y una red con la que apresar a su rival; el eques, que lucharía a caballo; el essedarius, que luchaba desde un carro al estilo de los britanos; eldimachaerus, armado con dos espadas; el laquearius, similar al retiarius pero armado con un lazo en lugar de la red o el scissor protegido por una cota de escamas y armado con una espada y una especie de garfio en forma de media luna en la otra mano.
Enfrentamiento entre secutor (scutari, espada corta, escudo grande tipo legionario, una sola ocrea en la pierna izquierda y manica en brazo derecho, se diferencia del murmillo en el yelmo que no lleva salientes para evitar que la red se enganche) y retiarius (tridente, puñal, red y manica en el brazo izquierdo). Mosaico de la villa de Nenning, Alemania. Foto “Retiarius_stabs_secutor_(color)” de Dulcem en Wikimedia Commons.
En lo referente al nivel de los gladiadores, a finales del principado de Marco Aurelio se redactó una tabla en bronce encontrada en Itálica en la que se estipulaba el precio máximo de los gladiadores. Los gladiadores se agrupaban en diferentes categorías según su veteranía o calidad, del mismo modo en que debía de agruparse en el ludus, siendo la categoría más baja los tiro,que costaban al editor entre 3.000 y 6.000 sestercios dependiendo del tipo de espectáculo (medido por el precio total del mismo). El resto de gladiadores se agrupaban en cuatro categorías de menor a mayor calidad: quartus, tertius, secundus y primus palus. Los precios de los mismos varían de igual manera, de 4.000 a 7.000 para el quartus palus; de 4000 a 9.000 para el tertius palus; de 10.000 a 12.000 para el secundus palus y de 12.000 a 15.000 para el primus palus.
Las cifras arriba definidas aplican al precio que pagaba el editor al lanista, de las que el gladiador recibía una quinta parte de ser esclavo y una cuarta de serauctorati.
Mujeres en la arena
Las referencias a mujeres gladiadores son limitadas, por lo que se puede deducir que sus apariciones eran inferiores a las de los hombres. Pero que lucharon se puede asegurar gracias a fuentes como Suetonio, que narra que el emperador Domiciano (81-96) hizo luchar a mujeres de noche a la luz de las antorchas y Según Casio Dio y Marcial, había mujeres que formaban parte de las venationes. En una inscripción ordenada en Ostia en el siglo II por un tal Hostilianus (posiblemente un cargo público de la ciudad) se dice que él fue el primero en hacer luchar mujeres en dicha ciudad desde la fundación de Roma. Existen también representaciones visuales, como el relieve que muestra a Amazonia y Achilia, procedente de Halicarnaso y actualmente en el British Museum. En él, ambas contendientes portan equipo de provocator aunque no llevan casco, probablemente para mostrar su condición de mujeres.
Relieve de dos gladiadoras, Amazonia y Achilia encontrado en Halicarnaso y actualmente en el British Museum. Foto "Gladiatrix_relief” de Xastic en Wikimedia Commons
No hay dato que fijen en qué momento las mujeres empezaron a participar en los munera o en qué cantidad lo hacían en comparación con los hombres. En cualquier caso, existe una ley del año 11 de nuestra era que prohíbe que las mujeres nacidas libres y menores de veinte años aparezcan en la arena, por lo que podemos pensar que ya antes de esta fecha las mujeres combatían en la arena. Lo que sí se puede suponer es la fecha en la que dejaron de luchar ya que en el año 200 d. C. el emperador Septimio Severo prohibió la aparición de mujeres en la arena “para proteger el honor de todas las mujeres”.
Naumaquias
Las naumaquias fueron combates navales representados en zonas inundadas (naturales o artificiales) de Roma. La idea era representar combates navales de componente más o menos histórica como celebración de algún evento especial. En este caso no luchaban gladiadores profesionales sino más bien un conglomerado de criminales condenados, esclavos o prisioneros de guerra, pero con mucha menor preparación y por ende, coste, que los gladiadores profesionales. El motivo es claro, dado que las naumaquias implicaban a un gran número de gladiadores en un combate masivo, el número de bajas sería inasumible en términos de costes. Además, no hay que olvidar, que el espectáculo se basaba más en el despliegue de medios y la escenificación de una batalla campal y no en la destreza personal de los luchadores.
La primera naumaquia de la que tenemos noticia tuvo lugar en el 46 a. C. organizada por Julio César, quién hizo excavar un lago que llenó de agua para enfrentar a más de mil soldados y dos mil remeros enrolados en dos flotas, la una egipcia y la otra de Tiro.
Años más tarde, en el año 2 d. C., Augusto organizó otra naumaquia para la celebración de la consagración del templo de Marte Ultor. En esta ocasión también se tuvo que crear un nuevo recinto artificial para la ocasión del que nos han llegado las medidas: 533 metros de largo y 357 de ancho. En este caso se representó un combate naval entre persas y atenienses, probablemente el de Salamina, y en él participaron treinta birremes y trirremes con más de tres mil soldados, aunque se desconoce el número de remeros.
Pero la palma se la lleva Claudio que organizó una naumaquia en el año 52 d. C. en el lago Fuccino, según narra Suetonio. En ella combatieron las flotas romana y siciliana formadas por diecinueve mil soldados, al parecer todos ellos criminales. Fue en esta naumaquia en la que se acuñó la famosa frase “Ave Imperator, morituri te salutant”, pronunciada por los reos al desfilar por delante del emperador. Esta es la única referencia a tan conocida frase, por lo que la discusión sobre si era una fórmula de saludo habitual o fue puntual está servida.
4. DECLIVE Y FIN
Lo más probable es que el declive de losmunera viniese dado por la reducción del interés del público debida a la progresiva reducción de la calidad de los mismos. Las crisis que sufrió el imperio durante el siglo III debieron provocar la reducción de la inversión en los munera, por lo que estos debieron perder espectacularidad y con ello se reduciría el interés del público, entrando así en un círculo vicioso. Prueba del paulatino declive es la existencia de evidencia epigráfica que indica que las escuelas de gladiadores fueron abolidas en el 399, probablemente como resultado del cese del financiamiento imperial.
La influencia del cristianismo también debió afectar a los munera, aunque no tuvo por qué ser un factor determinante. Bien es cierto que el cristianismo no debía ver con buenos ojos un espectáculo tan relacionado con lo pagano y la idea del retorno a la vida. Teodosio en el año 388 prohibió las celebraciones paganas, pero aún así, las referencias a los munera no cesan en ese momento.
Algunos autores consideran que el declive de los munera comienza en el siglo IV D.C y toman como referencia el edicto de Constantino en el año 325 D.C en el que prohibía que los criminales fuesen condenados a damnatio ad gladium ludi en la parte oriental del Imperio, a cambio debían ser condenados a trabajar las minas. Sin embargo esta ley pudo ser más un movimiento político y propagandístico y no implicó perjuicio alguno a los munera. En realidad lo que probablemente se pretendía con ella era congraciarse con los cristianos, que ya por aquel entonces eran un gran grupo de presión en la mitad Oriental del Imperio y que no veían con buenos ojos los munera ni que los gladiadores pudiesen ser civiles condenados a serlo contra su voluntad. Además, ya antes de ser dictada esta ley, se conoce que en la mitad oriental del imperio los gladiadores provenientes de la condena eran un porcentaje muy bajo, con lo que la ley de Constantino parece dictada para ganarse a una parte de la población sin influir en la fuente de ingresos y paz popular que significaban los munera.
La prueba de que este decreto no significó la prohibición de los munera es que en el año 330 el propio Constantino se dirigió por escrito a la ciudad umbra de Hispellum para garantizarles el derecho de mantener la celebración de munera en su ciudad.
En realidad sí que es cierto que a partir del siglo IV ya no se conocen referencias a los munera en provincias como Hispania o Galia, lo que podría ser sintomático del repliegue de estas actividades hacia la capital, seguramente por motivos económicos. Según las referencias de finales del siglo IV siguen existiendo los munera oficiales, los que se celebran en diciembre de cada año, aunque parece que los munera celebrados en ocasiones especiales son cada vez más escasos.
Una de las últimas referencias al respecto es la historia del monje Telemachus que fue despedazado por la multitud cuando intentó detener un munus en Roma. Como castigo el emperador Honorio prohibió los juegos temporalmente, pero dicha prohibición no afectó al resto del imperio ni tuvo intención de ser permanente. De hecho existe un contorniate (medallón conmemorativo de consulado) datados el año 410 con la inscripción que dice algo así como “Que la restauración del munus sea exitoso”.
A partir de este momento desaparecen las referencias, pero también se da la caída del Imperio de Occidente. Podríamos pensar pues, que los munera estaban más arraigados en Roma y su entorno ya que al parecer en la parte Oriental del Imperio no surgieron más referencias y los munera desaparecen con el fin del Imperio Romano Occidental.
...merliN-sataN...
BIBLIOGRAFÍA
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- Dunkle, Roger: Gladiators, Violence and Spectacle in Ancient Rome. Routledge, 2008.
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- Quesada Sanz, Fernando: Armas de Grecia y Roma. La Esfera de los libros, 2014.
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- http://imperioromanodexaviervalderas.blogspot.com.es/2014/08/los-gladiadores-y-el-circo-romano.html
- http://historiadelosconflictos.blogspot.com.es/2014/04/espartaco-y-la-tercera-guerra.html
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Estupendo artículo, y muy bien redactado, por cierto. Mis felicitaciones.
Ya que te has informado bien sobre los gladiadores, a ver si sabes responderme a una duda que tengo.
En las películas vemos que el césar de turno levanta el pulgar para perdonar al gladiador o lo apunta hacia el suelo para condenarlo. Se trata de una mala interpretación, probablemente por asociación al signo tan norteamericano equivalente a "ok". Pensaros en Hollywood que el pulgar hacia arriba debía ser lo bueno... y lo malo lo contrario. ¿Qué ocurría en realidad? Pues ahí viene mi duda: he oído dos versiones.
a) Era justo al revés que en Hollywood: pulgar abajo significa "que permanezca en la arena" y pulgar arriba "que vaya a los cielos"
b) El pulgar hacia abajo significaba el perdón, al igual que en a), pero para pedir la ejecución se hacía un gesto horizontal con la mano, se supone que asemejándose al gesto de degollar.
Saludos
Fantástico artículo Merlín, sobre todo para gente tan poco versada en el tema de los Gladiatores y los Ludi como yo.
Me sumo a la duda de Santiago, e introduzco una nueva posibilidad. Yo tenía entendido que, quien decidiese el perdón o la muerte, en caso de dictar esta última opción gritaba la palabra "Iugula" y, con el brazo extendido en origen, se llevaba el pulgar hacia el lugar donde el cuello se junta con el hombro, lugar en el que se da el toque de gracia. ¿Se sabe cual de todas es la correcta?
Un saludo!.
Eso de los dedos y pollice verso tiene la explicacion de abajo en gesto de envainar la espada y arriba para darle un tajo a la garganta o una estocada en sentido de abajo arriba para cortar la yugula pero viene de desenvainar. Los dedos serian la metafora como hacemos con las pistolas hoy dia. En aquella epoca eran gestos comunes. Esos gestos son elipticos del gesto completor
La frase tiene sentido, entiendo que lo has hecho con el traductor de google, yo también lo hago y mucho, no vale con Virgilio por ejémplo, es el rey de la brevedad y aforismos y metáforas y retruecanos y cosas de esas, pero para las frases normales está genial.
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Sobre el tema de los pulgares, yo he dado la explicación más asentada, si es otra, declinaría la mía, claro está, pero hay que tener en cuenta que la gente en los teatros van con sus cosas, no las coge nuevas, trae lo de la calle a la arena. Y en Roma tener espada o cuchillo era como hoy día salir con la cartera, al menos en las zonas rurales. Como en las corralas del renacimiento que la gente tiraba las verduras a los actores, no se entiende hasta que uno lee como iban las corralas.
Y por otra la metáfora: "alea iacta est" tan superfamoso viene del juego de dados, lo cual es como un jaque mate o más propiamente como un all-In en poker, algo manido pero que todo el mundo entiende.
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Pollice verso:
Pollex -icis (másculino): pulgar
Polleo -ui: ser poderoso
Se ve que tiene la misma troncal
Verso: hacer girar, volver, revolver, manejar, agitar, perturbar, hostigar, acosar,meditar, maquinar, cambiar
Versor -atus (pasado de verso): hallarse, estar metido, estar....... etc....
Ahora variantes o frases hechas con -verso que dan lugar a frases con una acepción diferente:
Versum in re publica: Estar metido en la política
Aliquid crimini versum: Hacer de una cosa un delito
Quod bene vertat: Ojalá acabe bien!!
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Meterse en esto es complicado, yo me he ido por la explicación de la idiosincracia, hay múltiples formas de ver el verso, como vemos
Ja, ja. Muchas gracias por las explicaciones. Yo ambas versiones las he recibido de sendos guías turísticos que hablan sobre el mundo de los gladiadores. Como siempre, cada uno acaba adoptando la explicación que personalmenmte más le gusta porque es más práctico que el "no hay consenso" que el visitante toma como "no tengo ni idea y me has cogido con la pregunta".
Saludos
Probablemente el asunto de los dedos sea una metonimia, el designar algo con otro nombre porque los significados tienen relación, básicamente una metáfora. El romano de la época la muerte violenta la conocía (casi exclusivamente, el enterramiento vivo era algo como para las vestales) de manos de cuchillo/espada, y la expresión o gesto de "Te voy a rajar" existiría indubitadamente. Eso de con los dedos pulgares y haciendo un gesto en transversal en la garganta o bien haciendo el gesto de apuñalar con el dedo pulgar imitando a la hoja en sentido transversal en dirección al otro.
Básicamente son los que existen hoy día, y poco más: tajo y estoque, las dos formas de usar una hoja.
Pero el de los juegos desconcierta porque es un juego que parece no tener sentido: movimiento abajo y arriba de los pulgares, siendo abajo el benévolo.
Eso nos da la explicación de las vainas, porque casi toda hoja llevaría una vaina: envainar o desenvainar, un gesto que indica abierta confrontación y total discernimiento de la acción: enfrentamiento y violencia.
Además hay que tener en cuenta que hay muchos tipos de gladiadores que no llevaban la daga o espada desenvainada por ejémplo a pesar de poder ganar (o no necesariamente) el retiario o el hoplómaco, sus armas eran las lanzas.
Una característica de los gladiadores es su armadura: protegian los puntos del luchador de forma diferente a un legionario, evitar heridas innecesarias que provocaran un combate tonto o rápido: protegían la espinilla de guardia o antebrazos o casco, para que las heridas no fueran incapacitantes si no mortales, porque desprotegían el pecho por ejémplo, pero los cascos eran integrales con lo cual habría que quitárselos o sin quitárselos darle una estocada precisa y rápida, asunto que se hace con la daga, que tenían muchos tipos de gladiadores.
Desenvainar la daga era normalmente en los momentos previos, lo cual los dedos atendrían a decir: o deja la vaina donde está o envaina o sáca la daga y dale matarile.
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Hola!
Ante todo, gracias por los elogios, me alegro de que os haya gustado el artículo.
Sobre el "pollice verso" se pueden escribir ríos de tinta. Lo primero que hay que tener en cuenta y algunos olvidan es que los munera duraron algo así como siete siglos, por lo que los gestos o costumbres debieron variar. Hay autores modernos que se lanzan a la piscina con una teoría porque hay un mosaico del siglo III que no sé qué pero oigan, que en el siglo I a. C. pudo ser diferente!
Se cree que la confusión empezó con un cuadro de 1872 "pollice verso" de Jean-Léon Gérôme, que lo interpretó como pulgar arriba/abajo y posteriormente el tema de "thumbs up" (pulgares arriba) que dicen los yankees refiriéndose a OK. En mi opinión Holliwood nos ha metido la imagen de pulgar arriba igual a vida y abajo igual a muerte.
Los autores tienden más a decir que "verso" es "vuelto" pero vuelto hacia uno mismo y haciendo el gesto de cortar el gaznate. Al parecer, según alguna fuente de la época que ahora mismo no recuerdo, los espectadores gritaban "iugula" a la yugular o "mitte" si querían salvarlo. Claro que en este caso parece complicado que el editor de los juegos pudiese cuantificar el deseo de los espectadores. Por ello algunos autores sugieren que se alzaban pañuelos o una parte de la toga o túnica para pedir la salvación.
Juvenal dice: Munera nunc edunt et, verso pollice vulgus/Cum iubet, occidunt populariter". Cora, échame un cable con el latín que yo toco de oído y sigo la traducción de quién la hizo: "ahora ofrece munera y , cuando la plebe lo ordene con un giro del pulgar (verso pollice), inflinge la muerte entre el clamor popular.
Podría ser que "verso pollice" no sea "con un giro" sino "con un pulgar vuelto"?
La teoría que postula Cora sobre dedo extendido o escondido dentro de la mano se basa en un medallón encontrado en el sur de Francia a finales del siglo XX, en él se ve a dos gladiadores y un juez que muestra el dedo pulgar dentro del puño. Para mí a este gesto le falta el componente "verso pollice" y además no parece fácilmente reconocible a distancia por un editor. También hay que decir que el interés del editor es salvar todos los gladiadores que pueda ya que estos no son gratis precisamente, así que un gesto ambiguo o no claro podría interesarle, no?
Un dato curioso del tema es que los gladiadores para pedir clemencia y/o reconocer la derrota parecen alzar el dedo índice y no el pulgar (mirad en la primera imagen del artículo en el centro un murmillo que ha dejado las armas en el suelo (signo de derrota) alza el dedo ante el juez. Aunque no tenga que ver con el "pollice verso", ese gesto se repite en varias imágenes conservadas así que se da por bueno entre los académicos.
Y con todo esto qué? pues nada, que no hay prueba definitiva de una cuestión u otra. Por un lado mejor, así podemos seguir discutiendo
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Saludos y gracias de nuevo!