Historia de una mujer soldado: Mrs Davies
Las historias sobre mujeres que han escondido su sexo bajo ropas de hombre para ir a la guerra son muy comunes en todos los países. En España tenemos a Catalina de Erauso conocida como “la monja alférez” o a la “doncella de Ontiveros”[1], por otro lado existen casos ampliamente reproducido en muchos documentos ingleses
como fue el de una mujer encontrada en el campo de batalla de Waterloo vestida con uniforme de teniente francés, sin lugar a dudas la enamorada de algún oficial que encontró la muerte junto a su amado.
“ ...having had the precaution to quilt the waistcoat,
to preserve my breast from hurt, which were not large
enough to betray my sex, and putting on the wig and hat
I had prepared, I went out and bought me a silver-hilted
Sword”
( The life and adventures of Mrs Christian Davies
by Daniel Defoe)
Estos casos de travestismo en los que una mujer adopta la identidad de un hombre, por regla general, se dividen en dos grupos: aquellas que adoptan travestirse para poder entrar en el mundo de los hombres al cual sienten mas inclinación y las que lo hacen para poder acompañar a su amado durante los peligros de la guerra. Aunque el segundo caso es muy común a lo largo de la historia el primero no lo es tanto y es a partir del siglo XVI donde empezamos a encontrarnos casos bien documentados de ellos. Uno muy notable se dio a finales del siglo XVII y la protagonista de la historia tuvo la enorme fortuna de contar con un escritor de la talla de Daniel Defoe[2] que nos legará su historia.
Cristina Kavanagh nació en Dublín en el año 1667. La madre atendía una pequeña granja propiedad de la familia mientras su padre se ganaba la vida haciendo cerveza y aguardiente de malta en una pequeña fabrica del lugar. Sin ser ricos debieron disfrutar de una vida desahogada ya que pudieron dar una educación a su hija aunque esta desde muy temprana edad mostró una inclinación hacia actividades mas violentas y, decididamente, poco femeninas. Con todo era hija buena y obediente que no dudaba en ayudar a sus padres en las labores de la granja pero, siempre, con una independencia y autoconfianza que parece que heredó de su madre. Sobre los dieciocho años de edad, tras el fallecimiento de una tía suya, tuvo la fortuna de heredar una taberna en la ciudad de Dublín. Este golpe de suerte hizo que adquiriera una independencia económica que la permitió emanciparse de la tutela familiar por lo que fue dueña de su patrimonio y destino para dirigír su propio establecimiento, el cual necesitaba de varios empleados para llevar adelante el negocio.
Poco después de iniciar su vida de empresaria se enamoró de uno de los camareros que servían en su taberna, un joven guapo y simpático que se llamaba Richard Welsh. Tras un corto noviazgo se casaron y empezaron a formar una familia. Pronto tuvieron un hijo y al año siguiente otro, en 1689 Cristina se encontraba embarazada del que sería su tercer retoño. Un mal día de ese año Richard salió a dar “ una vuelta” y desapareció. Éste era un hecho muy común entonces, desde luego mucho mas que ahora que sigue siendo habitual que alguien salga “ a comprar tabaco” y no vuelva. Lo que llamó la atención fue que Richard parecía feliz en su estado: tenía una esposa joven que le adoraba, hijos sanos y un negocio próspero que le permitía vivir con comodidad pero sin lujos lo que en la sociedad de la época se consideraba ser muy afortunado, especialmente cuando el patrimonio no era propio si no adquirido por matrimonio.
Se le buscó durante un tiempo y, al no encontrar ningún rastro suyo, se le dio por muerto. Cristina tuvo a su tercer pequeño y la pena de su viudedad se incrementó con el dolor por la muerte del segundo de sus hijos debido a una enfermedad.
Había pasado poco mas de un año desde la desaparición de Richard cuando un día llegó una carta para la afligida viuda, una carta...¡ del difunto!.
Richard no había muerto y trataba de hacérselo saber a su esposa, la carta que acababa de llegar a manos de Cristina era la última de una serie de doce que había enviado a lo largo del año. Estaba vivo y era soldado en un regimiento de infantería que mandaba el conde de Orrery[3]. La carta continuaba relatando la odisea de Richard. Éste, el día que salió a dar un paseo, se encontró con un antiguo compañero de escuela y después de los abrazos y comentarios a cerca de cómo había cambiado cada uno decidieron encaminar sus pasos a la primera taberna para festejar con un trago el encuentro. El amigo había abrazado la carrera de las armas y alcanzado el grado de suboficial en el ejercito, por lo que contaba le habían ido bien las cosas y parecía tener dinero ya que corrió la bebida hasta el punto de que Richard cayó completamente inconsciente por la borrachera.
En aquellos tiempos la forma de recluta en Inglaterra consistía en aceptar el llamado “chelín[4] del rey”, así se llamaba a la paga diaria de un soldado. La formula tradicional consistía que un oficial reclutador, como el “amigo” de Richard, ponderase las virtudes de la vida militar y ofreciera una prima de “enganche”. Este era el sistema voluntario, pero ocurría que los oficiales de reclutamiento recibían primas por la cantidad de hombres que inscribían por lo que utilizaban medios poco ortodoxos para aumentar el número de reclutas y sus ingresos. El más común, de los medios poco ortodoxos, consistía en invitar a beber en las tabernas del lugar grandes jarras de ponche u otras bebidas de alta graduación. El oficial reclutador ofrecía una jarra al confiado ciudadano que bebía su contenido. Era entonces cuando descubría, tras haber bebido la totalidad del liquido, que en el fondo había un chelín. El oficial tenía preparados testigos que podían jurar que ese hombre había aceptado el “ chelín del rey” y por lo tanto oficialmente pertenecía al ejercito. Es por éste motivo que las jarras de metal, llamadas “tankard” en Inglaterra, tienen el fondo de un material traslucido para poder ver lo que hay, o no hay, en el fondo de estas.
Otro método era llevar hasta el estupor a alguien por medio de bebidas alcohólicas o drogas para encontrarse que ha sido reclutado y se halla lejos de su hogar, eso cuando se encontraba en condiciones de pensar. En inglés llaman a esto “hacerle a alguien un Shangay” lo que nos sitúa un punto geográfico de máxima actividad de esta practica.
A Richard le habían hecho un Shangay, aunque todavía tardaría un tiempo en llamarse de esa manera.
En Inglaterra se había producido una revolución en ese tiempo. El monarca Jacobo II Estuardo era católico lo que había dado lugar a gran descontento por el favoritismo que mostraba hacía los seguidores de su religión y por haberse casado con Maria de Módena, una católica. Todos los hijos varones de Jacobo II murieron por lo que el único heredero era una mujer, Maria Estuardo. Ella estaba casada con Guillermo de Orange Estatuder de Holanda, Zelanda y Utrech así como Capitán General y Almirante General de los Países Bajos. Como Guillermo era protestante se pensaba que la continuidad de la religión anglicana no corría peligro. Pero el nacimiento, el 10 de junio de 1688 de Jacobo Francisco Eduardo presentó a los anglicanos y protestantes de Inglaterra la posibilidad real de la perpetuación del catolicismo en el trono inglés, lo que consideraron inaceptable. En 1688 un grupo de nobles y eclesiásticos ingleses solicitaron a Guillermo de Orange que invadiera Inglaterra al mando de un ejercito para hacerse cargo del trono. A finales de noviembre de ese año Guillermo desembarcó en Inglaterra, inmediatamente las fuerzas de Jacobo II se disolvieron al pasarse al lado de Guillermo, éste era tenido como el campeón del protestantismo en Europa, lo que no le dejó otra opción al rey de Inglaterra que el exilio en el extranjero. El parlamento dictaminó que la huida de Jacobo II era una abdicación “ de facto” por lo que ofrecieron la corona conjunta a Maria Estuardo y a su marido Guillermo basándose en el precedente del matrimonio de Maria Tudor y Felipe II[5].
Guillermo tenía frentes abiertos en Irlanda y Escocia donde grupos jacobitas agitaban la bandera de la restauración y en su propio país que luchaba para defenderse de las aspiraciones expansionistas de Luis XIV de Francia.
Volviendo a la historia del pobre Richard éste cuando se despertó se encontró que tenía una enorme resaca y que estaba en Holanda. Sin medios no tuvo mas remedio que engancharse en el ejercito inglés por lo que se encontraba en ese momento combatiendo contra Francia.
La noticia fue un mazazo para Cristina, su marido estaba vivo pero muy lejos y en una situación en que tal vez estuviera muerto en el tiempo que ella leía la carta. Después de unos días y superada la crisis de desesperación tomó la decisión de partir en busca de su Richard. Envió al hijo mayor con su madre y al pequeño le busco un ama que pudiera criarlo mientras estuviera fuera. Dejó el negocio a unos amigos de confianza e inició el proceso de transformación que cambiaría su vida para siempre.
Se cortó el pelo y vistió un traje de su marido “ tomando la precaución de acolchar el chaleco para prevenir daño en sus pechos, los cuales no eran lo suficientemente grandes como para delatar su sexo, se puso una peluca y sombrero y ya lista partió a comprar una espada de plateada empuñadura”.
Completada la transformación y con un arma a la cintura fue a una taberna donde sabía que los oficiales reclutadores ejercían su labor, no le fue difícil convencer al oficial de su entusiasmo y decisión de abrazar la carrera de las armas y su impaciencia por partir hacia Francia. Según contó a Defoe el oficial estaba entusiasmado por la adquisición que estaba haciendo. El papeleo fue inmediato. El examen médico una nimiedad que no era necesaria ante el evidente aspecto saludable del joven recluta. De esta manera desapareció Cristina Welsh y en su lugar surgió el joven soldado de infantería Christopher Welsh. Inmediatamente partió para Holanda mientras se familiarizaba con la instrucción y la vida militar.
En poco menos de mes y medio la joven que conocimos como propietaria de una taberna en Dublín, madre de dos hijos vivos y otro difunto, que había partido a la busca de un marido secuestrado, había encontrado su lugar en este mundo. En ese corto espacio de tiempo había entrado en combate varias veces resultando levemente herida, había caído prisionera y había sido liberada. Todo ello sin que nadie dudara ni por un momento de la verdadera identidad del, ya veterano y fogueado, soldado Welsh. Pero la adaptación a la vida militar no la había hecho olvidar el verdadero motivo que la había llevado allí: encontrar a su esposo. Escrutaba los rostros de todos los soldados de los diferentes regimientos del ejercito con la esperanza de reconocer los rasgos de su marido. Pero como pasaba el tiempo y bien inmersa en su nueva identidad se puso a tontear con una joven holandesa, ello no fue porque tuviera inclinaciones lesbianas sino por confirmar la identidad frente a sus camaradas de armas. Lo que no se le ocurrió pensar fue que la zagala ya tenía un novio en el ejercito inglés y que a éste no le sentó nada bien la nueva competencia. El duelo se hizo inevitable y se saldó con una herida leve por parte del desafortunado rival.
El incidente la obligó a abandonar el regimiento y unirse a otro de dragones que estaba bajo el mando del coronel Hay[6]. El soldado Welsh será encuadrado en esta unidad que participará en los combates del sitio de Namur de ese año. La villa fortificada caerá después de que mas de 8.000 de sus 13.000 defensores quedaran fuera de combate – muertos, heridos, prisioneros o enfermos –, por parte de los aliados más de doce mil bajas se contabilizaron en esta operación. Agotadas, las tropas inglesas partieron hacia sus campamentos de invierno y durante varios meses permanecieron lamiendo sus heridas y recuperándose de las privaciones pasadas. El siguiente año fue de escaramuzas, apenas hubo alguna acción de gran entidad y es que los diplomáticos estaban moviéndose para llegar a acuerdos que llevasen la paz a todos los contendientes, agotados tras nueve años de continua guerra. El 20 de septiembre de 1697 se firmo el tratado de Ryswick que ponía fin a la larga guerra.
Las tropas británicas fueron desbandadas, incluido el soldado Welsh, conducidos a puertos y reembarcados, en el caso de Cristina rumbo a Irlanda.
Una vez en Dublín fue a ver a los suyos, lo que creía sencillo se complicó cuando se dio cuenta que nadie le reconocía. Habían pasado cuatro años y todos la daban por muerta, no tenía dinero para pagar al ama de cría a quien había dejado al mas pequeño de sus hijos al cuidado. Decidió no darse a conocer y seguir con su vida. Lo que esta claro es que tras cuatro años de vida militar pasando privaciones y corriendo riesgos no se encontraba ya con ganas de volver a la aburrida vida domestica que había llevado antes, esta no tenía interés comparada con los cuatro felices años que había pasado en la guerra y eso también explicaría el despego hacía sus hijos.
Estuvo cuatro años viviendo en Dublín ejerciendo diferentes oficios y durante ese tiempo nunca se le ocurrió pagar a la nodriza, ni reclamar la taberna de la que era propietaria ni ver a sus hijos. Solo esperaba lo que todos sabían que iba a suceder, una nueva guerra. Carlos II de España había muerto en 1700, al heredero nombrado por testamento - Felipe de Anjou - le salió un rival dispuesto a defender sus derechos - Carlos de Habsburgo – y Europa se movilizó, lentamente al principio, en apoyo de uno u otro pretendiente iniciándose la Guerra de Sucesión Española.
En 1702 se preparó al ejercito inglés y hubo llamamientos para levantar nuevos regimientos necesarios para el combate. Las noticias de la guerra “despertaron mi inclinación marcial”, nos dice la protagonista de esta historia por medio de la pluma de Daniel Defoe, por ello ansiando la vuelta a la vida militar y, tal vez, con la esperanza de poder encontrar a su marido, volvió a enrolarse dentro del regimiento de dragones ( Royal Scots Grey ) en el que había servido anteriormente.
Durante ese año y el siguiente, la vuelta a la alegre vida militar, olvidó el verdadero propósito de su estancia en el ejercito. Disfrutó de la amistad y camaradería que se genera en esas circunstancias, bebió la vida – y no solo esta si no también todo tipo de brebajes que caían en sus manos, como un soldado cualquiera – con tanta plenitud que, ella misma lo reconoció, no volvió a pensar en su marido hasta el invierno de 1703. Para entonces estaba tan integrada en su antigua unidad que hasta le achacan la paternidad de un niño que había parido una de las muchas mujeres que acompañaban a la tropa y ¿ quien iba a sospechar nada de ese alegre veterano que bebía, cantaba y tenía sus líos de faldas como cualquiera de ellos?. Cristian, ese invierno, pensando en su marido por primera vez decidió que posiblemente ya estuviera muerto por lo que decidió olvidarlo y disfrutar de la compañía y el vino para mitigar la pena.
El 2 de julio de 1704 participó en la sangrienta batalla de Schellenberg, este era el nombre del fuerte que defendía la ciudad fronteriza bávara de Donauwörht. El duque de Marlborough[7] sabedor de que este no se encontraba en buen estado de fortificación y que, a pesar de los refuerzos recibidos, no superaban los 12.000 hombres ( el ejercito de Marlborough era más del doble ) decidió atacar para apoderarse de la ciudad que le permitía un paso sobre el río Danubio. La noticia de que se aproximaba un ejercito francés con una fuerza de 35.000 soldados al mando del duque de Tallard decidió a Marlborough a tomar la ciudad al asalto antes de que llegaran las tropas enemigas.
El soldado Welsh participó en los dos primeros e infructuosos asaltos al fuerte, frente a ellos se encontraba un campo de tiro descubierto y una colina de mas de 350 metros que había que subir antes de enfrentarse con los fosos y muros de la fortificación.
A las 18:00 horas de ese día se dio la orden de asalto lanzándose las tropas seleccionadas, con una fuerza de 6.000 soldados, al asalto. Cuando se encontraron al alcance de las armas enemigas proyectiles de todo tipo empezaron caer sobre ellos produciendo brechas entre las filas asaltantes. Según nuestra protagonista, por pluma de Daniel Defoe: “ dos veces fuimos rechazados con grandes perdidas por nuestra parte, pero ello no abatió en absoluto nuestro valor; nuestros hombres, bastante animados por la resistencia encontrada, dieron un tercer asalto, en ese momento el príncipe de Baden[8] llegó con las tropas alemanas ( que formaban parte de nuestros ejércitos aliados ) por el ala derecha atacando por ese flanco. La matanza, que fue enorme, apenas duró una hora”
Las tropas asaltantes tuvieron una cinco mil bajas de las cuales 1.500 fueron muertos, el enemigo se llevó la peor parte con mas de 8.000 bajas entre muertos heridos y prisioneros.
Welsh no participó en el tercer asalto debido a que fue herida durante el combate. “En el segundo asalto recibí un balazo en la cadera que quedó alojado en el hueso y nunca pudo ser extraído; hasta el día de hoy la herida esta abierta y casi me priva del uso de una pierna. El capitán Young, viéndome en esa situación, quería que me retirara pero como me negué a ello hizo que dos compañeros me llevaran al pie de un árbol desde donde me dediqué a animar a mis hermanos soldados y tuve el placer de ver como tomaban las trincheras enemigas y derrotaban al adversario”.
Trasladada a retaguardia tuvo la enorme suerte de ser atendida por tres cirujanos, que debían ser eminencias en su profesión ya que nadie sospecho de su verdadero sexo ni durante la cura ni en el tiempo que estuvo en el hospital.
Seis semanas después el soldado Welsh estaba de nuevo en activo y listo para participar en la mas decisiva victoria de la carrera militar del duque de Marlborough: la batalla de Blenheim.
En éste sangriento combate que costó la vida a treinta mil soldados John Churchill consiguió una victoria decisiva sobre el ejercito francés que le supuso más de veinte mil bajas y la rendición de otros catorce mil soldados. El comandante francés, duque de Tallard, cayó prisionero junto con gran numero de oficiales de alta graduación. La victoria supuso la ocupación de Baviera, privando a Luis XIV de un aliado y frenar su expansión por centroeuropa.
Para el soldado Christian Welsh fue una ocasión memorable pero por otro motivo. Tras el combate, agotado, estaba observando la reunión de los soldados victoriosos con las mujeres que acompañaban a las tropas. Era un espectáculo común y previsible después de cada acción: las reacciones de alegría y alivio al ver regresar vivo y sano a la persona por la que se temía, las expresiones de angustian de aquellas que trataban de conseguir información sobre el estado y paradero de sus esposos, amados o parejas y las desgarradoras escenas de esas otras que habían sido informadas que jamás volverían a ver a quienes amaban. Contemplando estas escenas se sorprendió al reconocer unos rasgos familiares: ¡Richard estaba vivo!
Inmediatamente se las ingenió para tener un encuentro con él a solas. La alegría del reencuentro fue muy mermada al descubrir que Richard vivía con otra mujer a la que había prometido matrimonio. Por otro lado ella era feliz en su vida de soldado y no tenía ningún deseo de abandonarla por amor a un marido al que no veía desde hacía once años. Llegaron a un acuerdo continuarían juntos pero como camaradas de armas no como marido y mujer. Ese punto lo dejó bien claro por dos motivos: el primero porqué un embarazo sería muy difícil de ocultar y el segundo como castigo por haberle sido infiel con otra estado como estaba casado con ella.
Al pobre Richard solo le quedó murmurar un “ Sí, querida”, despedirse de su prometida y callar.
Durante los siguientes dos años combatieron juntos participando en numerosas acciones. Nadie sospechó de la relación entre ambos y a ojos del resto del regimiento no pasaba de ser otra amistad forjada entre camaradas de armas.
El 23 de mayo de 1706 tuvo lugar una sangrienta batalla a unos quince kilómetros de la ciudad de Namur a la altura de la población de Ramillies que daría nombre a esta batalla. El ejercito de Marlborough, cerca de 60.000 soldados, enfrentó a las fuerzas franco-bávaras mandadas por el francés duque de Villeroy[9] que se cifraban en unas 62.000. La batalla consistió en enfrentamientos de caballería y fintas y contrafintas para desconcertar al adversario, algo en lo que el duque de Marlborough era muy ducho. El asaltó final al centro francés con la infantería rompió este y provocó la desbandada del ejercito francés y la ocupación de la mayor parte de los países bajos españoles.
Christian Welsh había salido ileso de los más violentos combates a lo largo del día fue al final de la jornada, con el enemigo huyendo en desbandada, cuando un proyectil de artilleria explotó cerca de el/ella. Un trozo de metralla del proyectil impactó contra su cabeza produciéndola una fractura de cráneo. La herida era de gravedad, sus camaradas lo transportaron a un hospital de campaña donde los cirujanos se vieron obligados a practicar una trepanación para aliviar la presión que el cerebro sufría por compresión del hueso roto. La operación fue exitosa pero esta vez el soldado Christian no tuvo tanta suerte, al ser desnudado tras la operación, se descubrió su verdadera identidad.
“Aunque sufría una gran tortura a consecuencia de mis heridas mi muy mayor pena era la revelación de mi verdadero sexo”
La carrera como soldado de Christian Welsh había terminado, solo se podía decir que este había muerto en la batalla de Ramillies, en su lugar reapareció Christine Welsh.
La noticia causo verdadero revuelo entre sus antiguos compañeros de armas y en su unidad, nadie sospechó, en doce años, que el pequeño dragón era en realidad una mujer. Una prueba del aprecio que se había ganado durante este tiempo fue el hecho que los oficiales superiores de su unidad fueron a visitarle al hospital para interesarse por su estado. A pasar de las regulaciones militares impedían que siguiera siendo tratada como soldado y tuviera las ventajas y sueldos de estos el comandante de su unidad se encargó de que durante las diez semanas que duró su convalecencia siguiera recibiendo el sueldo completo. Llevaron su amabilidad, durante el licenciamiento de Christine, en aconsejarla que tomara la decisión que creyera oportuna ya que, estaban dispuestos a declarar, que no tenía necesidad de un segundo matrimonio con Richard para afirmar los vínculos matrimoniales contraídos hace tanto tiempo y que estos podía considerarlos rotos. Decidió continuar con su marido y permanecer en el campamento junto con el resto de las mujeres que acompañaban a las tropas. La “hermosa vida militar” había terminado para ella pero podía permanecer lo mas cerca posible de esta.
Con todo ella era una celebridad dentro de la unidad; talismán, mascota y antiguo camarada. Cristina podía hablar a los oficiales utilizando un tono y una confianza que los propios soldados estaban muy lejos de serles permitido, mucho menos a una mujer que acompañase a las tropas.
Durante los siguientes tres años demostró ser una valiente y esforzada mujer cuidando a su marido y buscando alimentos y abrigo para ambos. Pero continuó con sus antiguas actividades, los viejos hábitos adquiridos son difíciles de olvidar. En cierta ocasión, visitando una posición avanzada durante el sitio de una ciudad, participó en la defensa activa de esta al sufrir un ataque del enemigo. Armada con un mosquete abrió fuego contra el atacante hasta que este fue rechazado. Durante el combate recibió un disparo en la boca escupiendo la bala, junto con unos cuantos dientes, en la palma de su mano. Después de aguantar las curas, que se daban sin anestesia de ningún tipo, fue premiada por su valor con cinco pistolas[10]. Otra vez entró en medio de un fiero combate para retirar a un soldado herido en ambas manos del campo de batalla.
El 11 de septiembre de 1709 tuvo lugar la batalla de Malplaquet una costosísima victoria de las tropas de Marlborough ya este perdió casi veinticinco mil soldados frente a los doce mil muertos franceses. Entre los muertos en el combate se encontraba el marido de Cristine Welsh; Richard. Superada la pena por la perdida de su esposo no tardó en volver a contraer matrimonio con el granadero Hugh Jones, que tampoco vivió para ver terminada la guerra.
Christine, ahora señora Jones, volvió a casarse por tercera vez con otro soldado de apellido Davies y participó en activo hasta el final del conflicto. Desmovilizadas las tropas partió para Londres acompañando a su marido, quien parece ser que le dio mas de un disgusto.
Para entonces su fama dentro del ejercito inglés estaba mas que consolidada habiendo llegado noticias de su historia al propio comandante del ejercito duque de Marlborough. Éste, conocedor de las estrecheces en que se encontraba en su vida civil la organizó una recepción con la propia reina Ana de Inglaterra[11]. En atención a sus muchos años de servicio como soldado, a las heridas recibidas en combate y a otros actos de valor que llevó a cabo, ora como soldado del rey ora como esposa de soldado acompañando al ejercito en campaña, recibió la señalada merced de tener una pensión diaria como veterano distinguido y el poder entrar como pensionista en el Royal Hospital de Chelsea, institución creada en 1682 por el rey Carlos II para veteranos de guerra sin medios y que sigue en activo hoy en día.
Christine Kavanagh, Welsh, Jones, Davies conocida durante un tiempo como soldado Christian Welsh vivió en esta institución, respetada por sus compañeros de armas, agasajada por sus antiguos oficiales hasta su fallecimiento el 7 de julio de 1739. Fue enterrada en el cementerio de esta institución, entre soldados que combatieron en diferentes campañas, con honores militares. Una sección de soldados, con el mismo uniforme que ella vistió, hicieron tres salvas de honor sobre su tumba rindiendo un merecido homenaje a esta mujer que partió a la guerra para recuperar a su amor y encontró en medio de los horrores de la guerra una camaradería y una libertad como jamás había conocido. Demostrando mas valor, abnegación y sacrificio que muchos camaradas de armas.
[1] Que daría pie al famoso romance “ A un sevillano en Sevilla siete hijas le dio Dios...a la hija mas pequeña le tiró la inclinación de irse a servir al rey vestidita de varón”.
[2] Mundialmente conocido por su libro “Las aventuras de Robinsón Crusoe”
[3] Lionel Boyle, 3er conde de Orrery fue hijo de Roger Boyle, 2º conde de Orrery y de Mary Sackville hija del 5º conde de Dorset. Lionel casó su sobrina Mary, hija ilegitima de su primo Charles 6º conde de Dorset. No tuvieron sucesión.
[4] La libra se componía de veinte chelines de un valor de doce peniques cada uno. Por tanto la libra tenía de 240 peniques.
[5] Un detalle poco conocido aquí es que Felipe II fue rey, efectivo, de Inglaterra por su matrimonio.
[6] Y que sería uno de los que mas tarde comprenderían el Royal Scots, el regimiento mas antiguo del reino Unido creado en 1633. Como sucede en España los regimientos son modificados, incluso absorbidos, por lo que su historia se pude trazar en diferentes unidades.
[7] John Churchill (1650-1722) Primer duque de Marlborough político y militar inglés participó en la Guerra de Sucesión española donde logró sus mayores victorias militares. En España es más conocido gracias a la canción infantil “Manbrú se fue a la guerra”.
[8] Luis Guillermo, margrave de Baden-Baden era el comandante de las tropas imperiales ( austriacos, prusianos y otros estados menores alemanes ) durante esta guerra.
[9] François de Neufville, duque de Villeroy esta considerado como uno de los mas incompetentes generales de la historia de Francia a pesar de ello, o tal vez gracias a ello ya que Luis XIV no soportaba a los generales demasiado exitosos que pudieran hacerle sombra, siempre contó con el apoyo de su rey. Como dato curioso la única batalla que ganó, su entusiasmo por la carrera militar no respondía a sus verdaderas capacidades, fue la defensa de Cremona en donde cayó prisionero del enemigo por lo que poco pudo intervenir. Sus tropas, conocedoras de las habilidades de su comandante cantaron después del combate: - “ Por un favor de Bellona, y fortuna sin igual, hemos defendido Cremona y perdido a nuestro general”. Sin embargo François de Neufville de Villeroy ocupa un lugar en la historia gracias a la creación de la salsa que lleva su nombre y a las pechugas de pollo empanadas.
[10] Con este nombre eran conocidas en Francia e Inglaterra las monedas de oro españolas por valor de dos escudos.
[11] Ana Estuardo era hija de Jacobo II y viuda de Guillermo III de Orange.
Autor: Hasting
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