La ciencia en Roma
El punto de inflexión de la cultura romana se produce en el siglo II a. C cuando Roma se extiende por Oriente hasta ocupar Siria y Macedonia, que entonces controlaba a las polis griegas y es entonces cuando ambas culturas entran en contacto fusionando sus conocimientos. Los Romanos, un pueblo de mentalidad agrícola y con un desarrollo tecnológico no demasiado evolucionado quedaron asombrados ante aquel pueblo que demostraba tener una cultura, la cual desde el principio fue asumida como muy superior a la suya. Rápidamente todas las élites romanas empezaron a estudiar griego y a buscar maestros griegos para educar a sus hijos. El mundo griego, subyugado militarmente se imponía culturalmente y no fueron pocos los que denunciaron tales hechos.
El propio Marco Poncio Catón, el censor (234-149 a. C) que fue autor de un amplio tratado sobre agricultura, despreciaba públicamente a todos aquellos que se sentían atraídos y admiraban a esta serie de ciudades del Peloponeso, aunque paradojicamente el mismo se vio obligado en su obra a valerse de sus conocimientos y a emplear sus términos que los romanos desconocían. Con el tiempo, los romanos cultivados llegaron a hacerse bilingues e iniciaron un proceso de recopilación, traducción y difusión del conocimiento griego. Aunque bien es cierto, que fueron mas proclives a la realización de obras materiales que al desarrollo del conocimiento abstracto y la especulación, y cuando se vieron obligados a ellos, lo hicieron mas orientado a aspectos morales y sociales que el gobierno de su inmenso Imperio les demandaba, más que al estudio de la naturaleza en su faceta más teórica.
En el s.II a. C tras la batalla de Cinoscéfalos, que obliga a Filipo V, rey de Macedonia, a abandonar las ciudades griegas ocupadas y donde con ocasión de los juegos del año 196 a. C, los Romanos declaran la libertad de estas en medio del entusiasmo general, la cultura griega residía básicamente en cuatro instituciones:
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La Academia de Atenas.
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El Liceo
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El pórtico de los Estoicos
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El jardín de Epicuro.
La Academia de Atenas o Academia platónica fue una escuela filosófica, antecedente de las futuras Universidades, fundada por Platón en 388 a. C en los jardines de Academo y que ejerció sus enseñanzas intermitentemente hasta el 529 cuando fue clausurada por el emperador Justiniano. Sus misiones era la de investigar y profundizar en el conocimiento, y fue en ella, donde se desarrollo todo el trabajo matemático en función de la teoría heliocéntrica propuesta por Aristarco de Samos y que sostiene que la Tierra y los demás planetas giran alrededor del Sol. En esta Academia también se enseño medicina, retórica o astronomía, aunque fue la matemática la materia que domino sus enseñanzas, lo que les llevo a poner en el frontispicio del recinto la frase siguiente “Aquí no entra nadie que no sepa geometría”
La segunda, fue el Liceo, fundada en Atenas también por el discípulo de Platón, Aristóteles, donde se desarrollaba la escuela paripatetica, denominada así porque sus alumnos recibían sus enseñanzas , al tiempo, que sus alumnos paseaban por el jardín
Las otras dos fueron mas de contenido moral: el Pórtico de los estoicos y el Jardín de Epicuro y que tuvieron una influencia definitiva en el pensamiento romano. El Pórtico de los Estoicos fue fundada por Zenon de Citio (333-264 a. C) y que expuso su teoría tomando elementos de Heraclio, de la escuela cínica, de Platón y Aristóteles y cuyo propósito residía en fortalezer la conciencia social y política sobre la base del deber personal y de la fraternidad universal. Para estos, la virtud se basa en el conocimiento y los hombres deben vivir en armonía con la naturaleza y la razón. Por el contrario, ambas escuelas estaban enfrentadas, los seguidores de Epicuro (341-270 a. C) sostenían una visión materialista y racional del mundo. Defendían que la materia era eterna y que el mundo se desenvolvía sin la intervención de los dioses. El alma era material y mortal, con lo cual quitaban cualquier posibilidad de un más allá. Mantenían una actitud moral en que consideraban que la felicidad residía en el placer, entendido como la ausencia de la enfermedad y el dolor.
En este contexto desarrollaron su labor los enciclopedistas romanos recopilando y divulgando estas enseñanzas para su pueblo. Posiblemente el más importante de ellos por la transcendencia de su obra “De architectura” fue Vitrubio en el siglo I, tiempos de Cesar y Augusto, donde trascurrió su vida, primero siendo ingeniero militar con Cesar en sus campañas de Hispania y Grecia, y con Augusto cuando que se asentó en Roma y comenzó su actividad edilicia trabajando en las grandes construcciones imperiales. El tratado antes referido, estaba compuesto de 10 libros y es el único tratado orgánico que nos ha llegado de su genero de la antigüedad. El texto tiene un carácter de manual de resumen y divulgación y en el se reflejan los procedimiento de la arquitectura romana de finales de la república y principios del Imperio donde se tratan aspectos como la naturaleza de la arquitectura entendida como ciencia y como arte. Aspectos como la edificación de edificios públicos y privados, el problema urbanístico en toda su dimensión que abarcaba desde la ubicación de la ciudad hasta la distribución de los edificios, pasando por tanto el trazado de sus calles hasta la construcción de sus murallas. También sobre materiales, su uso y elección, así como ejemplos prácticos de su aplicación. Resumiendo un compendio sobre arquitectura que no solo fue fundamental en su época sino que incluso fue fuente de inspiración para artistas del Renacimiento, imbuidos de la admiración de las virtudes de la cultura clásica e incluso del neoclasicismo arquitectónico que basó siempre sus propias normas en los órdenes griegos reducidos al esquema de Vitrubio. El tratado de Vitrubio y la concepción del pasado ha traspasado los tiempos e incluso hoy es una fuente documental insustituible como fuente de inspiración artística.
En el hombre de Vitrubio, Leonardo Da Vinci estudió las proporciones partiendo de pasajes de la obra de este.
Otro destacado enciclopedista romano y probablemente médico que merece ser nombrado en este trabajo fue Aulo Cornelio Celso (ca. 25 a. C- 50 d. C) nacido casi con toda seguridad en la Galia Narbonense. De él se conserva un único trabajo “De Medicina”, que formaba parte de una enciclopedia mayor, llamada “Artes”, fuente primaria de temas como farmacia, dieta, cirugía y temas relacionados. Esta obra perdida se piensa que puedo estar también compuesta por volúmenes sobre agricultura, derecho, retórica y artes militares. Fue la primera obra médica antigua que fue impresa y se convirtió en objeto de veneración e inspiración para todos los médicos humanistas del renacimiento.
De los grandes científicos existe uno que no puede ser olvidado por su enorme trascendencia dentro de los grandes científicos que dio Roma y es Gayo Plinio Cecilio Segundo (23-79 d.C), conocido por la historia como Plinio el Viejo como apelativo diferenciador de su sobrino el otro Plinio, el joven. Estoico se entrego al estudio de la naturaleza escribiendo su “Historia Natural”, 37 libros que versan sobre cosmología, geografía, antropología, zoología, botánica, medicina, minerología y arte. Es posiblemente la fuente más importante que conservamos sobre la ciencia en la civilización antigua. Fue pionero en recoger un compendio de recetas químicas, explicando las propiedades de los minerales y de los productos que las componen. Además de esta, su mayor obra, también dedico su sabiduría a escribir libros sobre artes militares, no hay que olvidar que fue un joven comandante de caballería durante los primeros años del Imperio y participo en los enfrentamientos contra los germanos participando en la construcción de un canal entre el Rin y el Mosa. Redacto, basado en sus experiencias, un ensayo sobre las técnicas de combate a caballo (De taculatione equestri), los veinte libros sobre la Historia de las guerras germánicas y la Historia de su tiempo, treinta y un libros que tratan sobre desde el reinado de Nerón hasta el de Vespasiano. Plinio encontró su final tal como había vivido, estudiando la naturaleza, sus ansias de conocimiento le llevo el de agosto del año 79 a presenciar en persona la erupción del Vesubio que sepulto Pompeya y Herculano, y la inhalación de gases tóxicos que emanaban de allí acabaron con su vida, tal como nos lo describe en sus cartas su sobrino: Plinio el Joven.
El siguiente autor a tratar fue Tito Lucrecio Caro (99-55 a. C) que compuso una extensa obra en verso conocida como “De rerum natura” que se convirtió en una especie de poema épico de la ciencia. Seguidor de las enseñanzas de Epicuro, dedico su obra a desvelar la naturaleza de las cosas en términos físicos, rechazando las concepciones religiosas y mágicas a la que otros recurrían. Partía de la concepción de la permanecía de la materia y de la existencia de los átomos y del vació intercalado entre ellos. Para él, los átomos realizaban movimientos arbitrarios, de manera que sus trayectorias eran irregulares e impredecibles, los que les otorgaba una libertad extraordinaria. Apuntaba , también, que los átomos eran infinitos, de muy diversas formas y sin cualidades sensibles, ni color, ni olor, ni sonido. Su concepción materialista le llevo a afirmar que el alma estaba formada por átomos concordantes con el cuerpo y que desaparecían con la muerte. Otra de sus fijaciones fue el análisis de la génesis del mundo, los movimientos planetarios, las fases de la luna, los eclipses, el origen del fuego y de la luz solar. Intento explicar fenómenos naturales de los que entonces se desconocía prácticamente todo; como los desbordamientos estacionales del Nilo o el origen de la piedra imán y su concepción de la unicidad del universo, dentro de su diversidad, le condujo a atisbar leyes físicas que lo explicaban.
Por último, existen otros autores sino tan relevantes como los anteriores, no es por ello menos cierto que no deben ser olvidados y merecen estar entre los grandes científicos que influyeron decisivamente en la evolución de la ciencia romana. El primero de ello fue el médico militar, farmacólogo y botánico originario de Cilicia en Asia Menor; Dioscórides (ca. 40- ca.90) que escribió “De Materia Medica” que alcanzo un enorme reconocimiento en su tiempo como posteriormente durante todo la Edad Media y el Renacimiento. También importante el liberto griego botánico y médico del emperador Augusto, Antonio Musa (63 a. C- 14 a. C) que mediante la hidroterapia, alternando baños de agua caliente con compresas frías logro salvar la vida de su emperador que le concedió su libertad. Galeno (130 – 200 d. C) también ocupa un lugar destacado en la medicina, originario de Asia Menor se educo en Pergamo y Alejandria y gano un merecido prestigio como medico en Roma. Sus conocimientos han impresionado a los científicos de siglos posteriores y era todavía fuente de conocimiento para los médicos de los siglos XVI, XVII e incluso XVIII. A Galeno, se le otorga la autoría de haber desarrollado una escala médica sin usar el termómetro (evidentemente no se conocía) que, a veces, se conoce como la escala médica de la temperatura. La escala contaba con nueve niveles o grados, cuatro para el calor, cuatro para el frío y un nivel neutro. El punto neutro se obtenía mezclando a partes iguales agua hirviendo y hielo. Con este punto neutro, fue capaz de establecer sin la ayuda de instrumentos de medida, la idea de un punto fijo, que resultó esencial en termométrica.