La Cruz de Borgoña
San Andrés fue el Patrón de la Casa ducal de Borgoña, tradición que según apunta Elías de Tejada[1] , tenía su origen en el Condado de Borgoña o Franco-Condado. Tradición que llevó al duque Felipe el Bueno, cuando en el año 1429 fundó la Real Orden del Toisón de Oro, a ponerla bajo el patronazgo del Santo Apóstol, siendo desde entonces utilizado este símbolo, la Cruz de San Andrés, por los Duques de Borgoña, en sus Estandartes, vestimenta y en los uniformes de su Guardia personal, como Grandes Maestres de la Orden que eran, hasta el punto que, la Cruz de San Andrés pasó a conocerse indistintamente como Cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña.
Martirio de San Andrés. Bartolomé Esteban Murillo, 1682. Museo del Prado
La Cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña se representó en un principio, formada por dos troncos con las ramas cortadas o por dos ramas provistas de nudos, pasando con el tiempo a estilizarse, hasta representarse en unos casos solamente como un aspa de formas rectilíneas o en otros con estas líneas adornadas con formas geométricas simulando los antiguos nudos o tocones de las ramas cortadas.
Como dice Ludwing Pfandl: «Parece como si la muerte hubiera querido abrir violentamente paso libre a una dinastía extranjera». Con la llegada de la casa de Austria a España, llegaba igualmente, lo que se llamó «la herencia borgoñona», herencia que a su vez había llegado a los Habsburgo con el matrimonio de Maximiliano (Wiener. Neustadt. Baja Austria, 1459 - Wels. Alta Austria, 1519) con María de Borgoña (Bruselas. Brabante, 1457 - Brujas. Flandes, 1482) hija única de Carlos el Temerario, último Príncipe de linaje borgoñón, muerto en el ataque a Nancy el 5 de enero de 1477 (mientras trataba de realizar su sueño de conquistar la Lorena), dejando a su hija María, además del Ducado de Borgoña, los de Brabante, Luxemburgo y Limburgo, los Condados de Flandes, Artois, Henegau, Holanda, Zelanda y Namur y los Señoríos de Malinas, Oberyssel y Maastricht. Herencia por la que desde entonces, los Habsburgo tendrían que pelear casi constantemente contra Francia.
Pero esta herencia no era solamente de territorios, sino de espíritu y costumbres, pues como dice Otto de Habsburgo: «Por el matrimonio con María, la Casa de Austria se convirtió en la Casa de Austria y de Borgoña. El cambio no consistía sólo en el desplazamiento de la base geográfica del poder de la dinastía de Habsburgo. Había también en Borgoña una vieja tradición que heredó la familia; igualmente el factor lingüístico debía tenerse en cuenta. Maximiliano utilizó ya el francés en sus cartas y en la conversación con sus hijos».
Es decir, esta asimilación del espíritu borgoñón, fue total por parte de los Habsburgo que «siempre vieron en el Condado de Borgoña, en palabras de Carlos V, el más antiguo solar de su Dinastía». Este espíritu estaba cargado de ideales basados en la Caballería Medieval, ideales que habían conseguido canalizar el ardor bélico del Caballero del medievo, bajo un estricto Código de Honor y le habían dado un objetivo místico, la exaltación de la Cristiandad. Este ideal fue el que llevó a Felipe el Bueno (1419-1467), bisabuelo de Felipe el Hermoso, a crear el día 8 de enero de 1429, aprovechando la llegada a Bruselas de la que sería su tercera esposa, doña Isabel de Portugal, la Orden de Caballería del Toisón de Oro, que convertiría su estado en el centro de reunión de los más destacados Caballeros de todas las cortes europeas.
La Orden del Toisón de Oro, fue creada según consta en sus Ordenanzas para «la gloria y alabanza de Dios Omnipotente, nuestro Creador y Salvador, en honor de su Gloriosa Madre, la Virgen María y de nuestro Señor, San Andrés, Apóstol y Mártir». Por lo que se ponía la advocación de este santo, patrón de la Casa de Borgoña, a quien se encomendaban los Caballeros y por el que juraban los electos, disponiéndose que fuese en el día en que la Iglesia celebra su festividad, el 30 de noviembre, cuando la Orden debía tener función solemne. Siendo este día del año 1431 cuando se celebró el primer Capítulo de la Orden, con procesión y Misa en su honor de su Santo Patrón.
Misa de Campaña. Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau
Como dijimos el símbolo que identificó siempre a este apóstol, fue el que significó el instrumento de su martirio, una cruz en forma de aspa, que se representaba construida con dos troncos de árbol con las ramas cortadas, y que siempre se conoció como Cruz de San Andrés. La devoción de la Casa de Borgoña a San Andrés, según afirma Elías de Tejada, tenía su origen en el Franco-Condado o Condado de Borgoña con capital en Besançon, que si bien había tenido personalidad propia, había pasado a formar parte del Ducado de Borgoña (con capital en Dijon) en 1363, al recibir el abuelo de Felipe el Bueno, Felipe el Atrevido (1342-1404), Conde de Borgoña por concesión del Emperador de Alemania, Carlos IV, el Ducado, de su padre, Juan II el Bueno Rey de Francia.
Bandera del Tercio del general Ambrosio Spínola. Siglo XVII
Bandera de gala del Tercio Montejurra
Con Felipe el Hermoso llegó la Cruz de Borgoña a España, pero no sería hasta el reinado de su hijo, Carlos I, «borgoñón, rodeado de borgoñones, en la fase inicial de su reinado» a decir de José María Jover, cuando su uso se generalizaría en nuestra nación. Es cierto que durante su reinado se conservó la costumbre de que cada Cuerpo de ejército levantado con la anuencia del Rey, cada Compañía o Tercio (creados éstos en 1534), usase su propia Bandera, sin que hubiese reglamentación alguna sobre su tamaño, colores o motivos, puesto que estos solían ser los de las armas del Capitán que organizaba la fuerza, también es cierto que cada vez se hizo más frecuente que en ellas apareciera la Cruz de Borgoña, cuyo uso se generalizó en los Estandartes de Caballería.
Con Felipe II, el Ejército continuó organizado en Tercios y Compañías, conservando éstas en sus Banderas las armas de sus Capitanes, al igual que se usaba el término “Bandera” como sinónimo de “Compañía”. En cabeza del Tercio, igual que en el reinado de su padre, iba un Alférez, portador de la Enseña del mismo. En 1560, la reorganización del Ejército modificó el criterio de elección de Capitanes y el de la exclusiva dependencia de ellos de la fuerza que mandaban, lo que hizo desaparecer de sus enseñas las armas de sus Capitanes, aunque siguieron conservando cada una identidad propia, para ser sustituidas por las del Rey, es decir, la Cruz de Borgoña, normalmente en rojo sobre fondo amarillo o blanco.
Carlos I
Felipe II
El hecho esencial, y por el que no importaba demasiado la reglamentación de las Enseñas, era la identificación inseparable de los conceptos de Rey y Reino, que no tenían sentido el uno sin el otro, por lo que las armas del Rey eran al propio tiempo las de su Reino, y por tanto las que se utilizaban ya sea en el Ejército o en cualquier otra institución del mismo, no tenían otro objeto que individualizarlas frente a las otras, lo que no implica que con el paso del tiempo fuesen adquiriendo mayor homogeneidad.
Que la identidad de Rey y Reino era indisoluble, lo demuestra, el hecho de que a la desaparición de la Casa de Austria, Felipe V, no sólo asumió la Cruz de Borgoña como su emblema personal, como Rey de España que era, sino que asumió la más alta representación de la Orden del Toisón de Oro, que a su vez identificaba a la más alta representación de la Monarquía en España. Felipe V, además reglamentó su presencia en las Banderas del Ejército. Así podemos leer en el Real Decreto de 28 de febrero de 1707: «Y es mi voluntad que cada Cuerpo traiga la Bandera coronela blanca con la Cruz de Borgoña, según estilo de mis tropas, a la que he mandado añadir dos castillos y dos leones en los cuatro blancos y dos coronas que cierran las juntas de las aspas». Igualmente las Banderas de las Compañías lucirían la Cruz de Borgoña, aunque lo harían sobre un tafetán del color peculiar de las armas del pueblo, ciudad o provincia de cuyo nombre se hubiese tomado el del Regimiento, unidad heredera de los antiguos Tercios.
Autor:Leonidas_Agiada
Bibliografía y fuentes:
- José A. Gallego, artículo de www.carlismo.es
- Wikipedia, la Enciclopedia Libre.
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