Los albigenses, ¿Herejes o verdaderos cristianos?
La herejía de los cátaros, llamada corrientemente de los albigenses, porque la ciudad de Albí fue uno de sus centros principales, era mucho más que un movimiento de carácter religioso, pues llevaba aparejada una moral y una concepción social.
Sus antecedentes tienen su arranque en Manes y sus maniqueos, en Zoroastro que pueden conducir a actitudes muy distintas. ¿Se quiere entablar combate contra el dios del Mal? Entonces se pondrá en duda la realidad de la encarnación del Verbo divino, se renunciará a los sacramentos y en especial al matrimonio, se desprestigiarán los poderes y los signos externos de la jerarquía eclesiástica, se practicará la «endura». Si la opción es acatarlo, entonces es posible que se rinda culto secreto a Satanás y se le interpele con ritos mágicos. Según sus enseñanzas, el hombre debía anhelar elevarse por encima de la materia para llegar a Dios. Todos los lazos que unían al hombre con el mundo perceptible, debían ser rotos. El único medio para conseguirlo era distanciándose de este mundo y sobre todo de sí mismos, no poseyendo nada para sí. Sólo de esta manera era posible alcanzar un corazón puro e inmaculado.
Para conseguir esta purificación era necesario pasar por una larga y difícil iniciación que denominaban “Endura”. Cuatro años de austeridad, sacrificio y oración en las grutas de Ussat-Ornolac, eran necesarios para que los fieles consiguiesen alcanzar este estado de gracia. Superada la prueba de el “endura” recibían el "Consolamentum", el bautismo de fuego, con el que terminaban de forma definitiva con el mundo y alcanzaban la condición de “perfectos”, "puros", "bonshommes", cuya misión era la de predicar en público sus creencias entre las que predominaba su desprecio por la vida y su disposición a morir para liberar al alma de sus ataduras carnales, cosa que a muchos hizo creer que eran partidarios del suicidio como una forma rápida de librarse de un cuerpo y de una vida a la que no tenían ningún apego. Aunque no siempre practicar la “endura” llevaba apareada la muerte, esto sólo ocurría cuando el ayuno se prolongaba más tiempo de lo aconsejable, pero las deformaciones que lleva el fanatismo, incitaron pronto a acelerar el proceso natural vital y apareció la incitación suicidio. Al poco tiempo, se consideró esta práctica como un camino normal para alcanzar el gozo de la eternidad junto a Cristo.
Habían varios procedimientos, aparte del prolongado ayuno, como el de abrirse las venas a la vez que se aplicaban inmersiones sucesivas en baños de agua caliente y fría, con lo cual se producía la congestión pulmonar. El envenenamiento y arrojarse por un precipicio eran otra de las formas de acabar con la existencia terrenal. Entre la copiosa documentación que existe sobre la “endura” cuya etimología se ignora, trascribimos un relato: “Tolosa, año 1210. Un “perfecto” de la secta albigense visita a un simple “fiel”. Le propone que practique la “endura” para asegurar su salvación, El fiel acepta y el perfecto le da a elegir entre la muerte de un “mártir” y la de un “confesor”. Si escoge el martirio, el perfecto le asfixia introduciendo en su boca un paño. Si escoge la muerte de los confesores le ata al lecho y le priva de alimento y bebida hasta que fallece.”
Al principio estos asesinatos litúrgicos se limitaban al apóstata que querían reconciliarse con la secta; pero no tardó en extenderse a los adultos en general e incluso a la niñez. Los padres aplicaban la “endura” a alguno de sus pequeños para que arribase la eternidad con aureola de mártir. La creencia maniquea que sustentaban los albigenses se asentaba, en los dos principios, el del bien y del mal. Su moral se resumía en tres puntos. Primero, distinción de los hombres en dos clases: unos, aptos de conseguir redención; otros, por su procedencia maligna, incapaces de alcanzarla e irresponsables, por tanto. Segundo, negación de toda autoridad eclesiástica o temporal, lo que destruía las bases de la sociedad. Tercero, condenación de todo lo relacionado con la materia; como el uso de alimentos de origen animal, el matrimonio, la propiedad, la veneración de cruces e imágenes, la construcción de templos, etcétera. Constituía, pues, su doctrina no solamente una herejía religiosa, sino que, desde el punto de vista social, la nueva secta enfocaba netamente unaorganización comunista.
En un país como el Languedoc, donde siglos después el calvinismo hallará campo abonado para su desarrollo, en una sociedad como la trovadoresca, en que la libre crítica era practicada, toda heterodoxia tenía un campo abonado para prosperar. Por eso no es de extrañar que la de los cátaros se propagara rápidamente por todas las capas sociales.
El amor cortés, producto de la época, con su secuela de concubinato y adulterio, se mezcló extrañamente con aquella nueva religión consiguiendo un singular auge, llegando ha recibir la denominación de amor albigense. Dinamizó su popularidad el carácter excitante de este comportamiento, aunque en principio la doctrina intenta ser una especie de redención, de salvación, por el amor en su más amplia acepción. Añadamos la conducta de la clerecía católica, censurada por el mismo Papa y por los concilios, y el contraste con la austeridad de los perfectos, que impresionaba a la multitud, es fácil de entender el triunfo de las nuevas doctrinas.
Autor: COSMOS12
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Tenía entendido que su expansión y la buena acogida por todo tipo de gente venía muy motivada por su austeridad y la cercanía con la gente, comparando con la distancia de la Iglesia. He echado en falta lo que ésta les achacaba para iniciar la cruzada, ya que ésta también es importante al hablar del catarismo, pero me ha gustado.
Un saludo.
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