Una guerra desconocida para la mayoría de los españoles es la de Filipinas. Si ud. preguntara en la calle casi todos contestarían mezclándola con la guerra de Cuba y parte de razón tienen ya que Cuba y Filipinas fueron área de combate de la guerra Hispano-Norteamericana.
Pero también hubo combate que no tuvo relación con los norteamericanos; en Cuba, contra los mámbises, en Filipinas contra los tagalos del katipunan.
Volviendo a Filipinas y su guerra si retoma la encuesta del principio y continua preguntando al españolito de a pie sobre esta guerra la otra respuesta lógica sería: Los últimos de Filipinas. Los Héroes de Baler, aquel puñado heroico que permaneció un año defendiendo la bandera de su patria en una iglesia. Pero lo que la mayoría de la gente no se da cuenta es que ese heroico puñado de españoles no combatía contra norteamericanos, de hecho los marines del Yorktown trataron de liberarlos y este intento les costó quince muertos así como un alto número de heridos.
España había firmado en 1897 el llamado Pacto de Biak-na-Bato. En base a este los revolucionarios filipinos aceptaban la paz con España pero deberían partir al exilio los mas prominentes elementos del Katipunan encabezados por Emilio Aguinaldo. Para hacer mas dulce el destierro España les concedía 800.000 pesos como indemnización. Aguinaldo partió hacia Hong Kong acompañado de la cúpula de su organización y con el dinero que les había dado España financiaron la compra de armamento que pensaban utilizar en poco tiempo. Efectivamente el 15 de febrero de 1898, a las 21:40 horas saltaba por los aires el navío norteamericano “Maine” iluminando el puerto de la Habana donde estaba anclado. La guerra Hispano-norteamericana había comenzado.
En Filipinas, los jefes del Katipunan, contaban con muchos fieles pero tras la declaración de guerra de Estados Unidos a España todos los indecisos sentían que era el tiempo del cambio. Desde el mas notable ilustrado hasta el mas pequeño jefecillo se apresurarían, en llegado el momento, a unirse para formar el ejercito revolucionario. Unos por verdadera ansía patriótica de libertad otros para alcanzar grados en el nuevo ejercito por formar que les permitiera ascender y conseguir poder. Según el Dr. Reynaldo Ileto “ aquellos que nada habían hecho hasta entonces debían darse prisa en probar ser merecedores de ser jefes revolucionarios. Las filas de estos jefes locales estaba formada por los ilustrados, los principales, los fanáticos y los ladrones”.
Las Filipinas están formadas por más de 7.000 islas sin contar con el resto de las posesiones que España tenía en esa parte del planeta. Es por ello que no podían estar guarnicionados todos los puestos. Con todo mas de 150.000 soldados españoles estaban ese fatídico año de 1898 en Filipinas y resto de posesiones. En Cuba se consideraba que un soldado, debido al clima, ingresaría en la enfermería víctima de las fiebres una media de dos veces al año en el Oriente ese calculo se consideraba apropiado.
Soldados españoles pertenecientes a los últimos de Filipinas
La isla principal es Luzón donde se halla la capital; Manila. Luzón esta dividido en provincias que tienen todavía un añejo sabor hispano: Nueva Écija, valle de Compostela, Nueva Vizcaya, etc...Tayabas era una de las provincias y tomaba su nombre de la homónima población que era cabecera de esta, hoy en día la provincia se llama Quezón en honor de uno de los héroes de la independencia de las Islas.
En aquel año de 1898 estaba la provincia bajo el mando del comandante D. Joaquín Pacheco y Yanguas que era Jefe militar y Gobernador civil. Contaba la plaza con una guarnición de 411 soldados de tropa. De esta mucha estaba distribuida a los largo de las diferentes poblaciones de la provincia y, al menos, una cuarta parte eran tropas locales.
Para marzo los lideres del Katipunan (¿con ayuda norteamericana?) habían desembarcado en las islas con los fusiles remington, cañones krupp, y las municiones que habían conseguido gracias al dinero que les proporcionamos. Contaban con aprovisionarse de mas armamento y munición de las dispersas guarniciones que había a lo largo de toda la isla mientras conseguían una ayuda mas efectiva de parte de los norteamericanos. Los héroes de la revolución Filipina de este primer momento fueron Eleuterio Marasigan, Eustacio Maloles, Anastasio Marasigan, Arcadio Laurel, Brígido Buenafe y Miguel Malvar a quien se considera el jefe militar mas capaz del bando filipino.
Malvar tuvo el encargo de crear el ejercito del Sur por lo que fue reuniendo a los caudillos en el sitio de pequeñas guarniciones que, al tiempo que proporcionaban experiencia a las tropas para darles una mayor cohesión, aportaban nuevo armamento.
En mayo las tropas revolucionarias ya se encontraban en la provincia de Batanga, al sur de Manila y al noreste de Tayabas. El 7 de junio cayeron sobre la población de Lipa, la guarnición española a cuyo mando estaba el coronel Rodríguez de las Navas apenas sobrepasaba los doscientos soldados. Combatieron furiosamente pero debieron buscar refugio en el convento del lugar por tratarse del edificio que contaba con los muros mas gruesos.
El sitio duro once días, del 7 al 18 de junio, las tropas españolas combatieron vigorosamente en todo momento, su comandante fue herido en uno de los combates y hubo de amputársele el brazo con todo siguió al mando del destacamento. Agotada la munición, tanto de arma como de boca, Nava solicitó condiciones para la rendición de la plaza por ser le imposible mantener la defensa. Se le concedieron condiciones honrosas y rindió la plaza. Había tenido una treintena de muertos, 110 heridos incluyendo al propio comandante y mas de 80 enfermos. Prácticamente no había un solo individuo ileso cuando se rindieron. Mientras se ponía sitio a la guarnición de Lipa otra unidad tagala partía con instrucciones de iniciar una concentración de tropas con el fin de sitiar y capturara Tayabas.
Fotograma de la pélicula que se hizo sobre los últimos de Filipinas
D. Joaquín Pacheco, notificado desde Manila de la inminencia de una sublevación, rápidamente adoptó medidas para defender la plaza que se le había encomendado. Lo primero fue hacer llamar a las pequeñas guarniciones que se hallaban dispersas a lo largo de la provincia y que por su escaso número y poco o nulo atrincheramiento hubieran sido presa fácil de las tropas del ejercito revolucionario.
De esta manera concentró en Tayabas una compañía del batallón de cazadores del regimiento nº 14, otra del batallón de cazadores del regimiento nº 12 y una última del 6º de cazadores que formarían la fuerza principal. De apoyo una compañía de Guías Rurales, dos secciones de tiradores y caballería mas elementos de la guardia civil.
Lo segundo tratar de reunir todo el alimento posible para poder subsistir en lo que se avecinaba un largo sitio. Desdichadamente pronto se comprobó que esto último no sería posible ya que la cantidad de provisiones que se pudo reunir fue escasa debido a la desaparición de la población autóctona que venteando el peligro prefirieron hacer un discreto mutis hasta que no quedo un gato.
Por otro lado los civiles de origen español que en Tayabas residían tuvieron un comportamiento irregular. Así se quedaron con la guarnición con idea de defender la bandera de su patria el secretario del Gobierno Civil, señor D. Andrés Sainz de Robles, el interventor de Hacienda D. Enrique de Ayala, el registrador de la propiedad D. Damián Martínez junto con su hermano Eugenio que ejercía las funciones de subdelegado de veterinaria y cuyos servicios serían muy apreciados a lo largo del sitio y durante el cautiverio, el médico titular de la provincia Sr. Fernández de Diego junto con sus ayudantes Montes de Pacbilao y Atimona que fallecerían durante el sitio.
Junto con ellos se encontraban los curas párrocos de las poblaciones de Tiaon, Lucbán y San Pablo además de un reducido número de frailes que ejercieron de enfermeros. ¡Todos los demás funcionarios civiles y religiosos de la provincias prefirieron buscar la salvación por medio de la huida!
A continuación, el comandante de la plaza, seleccionó aquellos edificios cuyos gruesos muros ofrecían una mejor condición para la protección de los sitiados y los guarnicionó de tropas para su defensa. Los edificios elegidos fueron el Gobierno Civil, el convento, el tribunal y la cárcel. Estos se encontraban cerca unos de otros lo que permitía, en caso de necesidad, el apoyo de tropas de otros edificios más próximos para lo cual, mas adelante, ordenaría la construcción de trincheras de comunicación entre ellos.
El resto de las viviendas de la población fueron derruidas para evitar que fueran aprovechadas por el enemigo para aproximarse a los edificios bajo su amparo y para un mejor campo de visión y disparo de los defensores. En el convento estaría la compañía del 14º al mando del capitán Juan Alba y del teniente Puchales más 30 miembros del batallón de Guías Rurales al mando del capitán Feliciano Pérez Eguido y del teniente Lozoya junto con el teniente de navío Tineda. En el Tribunal la compañía del 12º con el capitán Sarragua y los tenientes Mediano, Lezcano y Canut.
Lugar donde los españoles realizaron la heróica defensa
En el Gobierno Civil y cárcel, ya que ambos edificios estaban contiguos, todos los civiles, una sección de tiradores, otra de caballería y los elementos de la guardia civil con el capitán Constantino Pérez y los tenientes Celdrán, Rueda, Bermúdez y Martín Gabriela. Por último en la ermita que estaba en el camino al pueblo de Lucban se situó como avanzada a la compañía del 6º al mando del capitán Arriza con los tenientes Ferrero, Carner y Beaumonte. Esta última unidad se replegaría al pueblo tomando posiciones en la cárcel y Gobierno Civil.
Como pueden apreciar el bueno de D. Joaquín tomó con mucha seriedad todas las disposiciones necesarias para resistir.
El Sitio
Entretanto, alrededor de la ciudad, se habían estado concentrando las fuerzas enemigas compuestas por diferentes partidas al mando de caudillos locales. El día 8 de junio los tagalos atacaron los edificios del Gobierno Civil y de la cárcel al haberse percatado que estos contaban con un menor número de defensores. El combate fue violentísimo y tras varias horas el enemigo tuvo que desistir de su intento de tomar estos edificios. De esta manera dio comienzo el sitio.
Los siguientes días vieron numerosos combates pero sin la violencia de este primero.
Durante estos primeros días se dieron la mayoría de los casos de deserción dentro de la guarnición española. Del cuerpo indígena se pasaron al enemigo 43 soldados, bastantes de los cuales huyeron con las armas y la munición. Mas doloroso fue el caso de cinco desertores españoles que se pasaron al enemigo con las armas esperando ser nombrados oficiales del ejercito revolucionario filipino como les habían prometido a todos aquellos que desertaran con sus fusiles.
Los sitiadores se limitaban a mantener un continuo hostigamiento sobre los soldados españoles mientras cerraban el cerco a la ciudad e iban aumentando en número. El mando supremo de las tropas que iban cerrando, poco a poco, el cerco sobre los españoles estaban dirigidas por los generales filipinos Eleuterio Marasigan y Melecio Bolailos.
Una orden emitida con fecha de 26 de junio de 1898 por este último oficial menciona que los españoles tremolan su bandera desde el varios edificios y que coordinan acciones de contraataque. Mas importante es la noticia, por la misma orden, del uso de piezas de artillería contra los edificios. Estos cañones llegaran a lo largo de la duración del sitio y su número alcanzará la cifra de treinta piezas de diferentes calibres.
El día 2 de julio se hizo cargo de las tropas filipinas y de la dirección del sitio de Tayabas el general tagalo Malvar. Tras la inspección de los emplazamientos artilleros y de las trincheras cavadas envió una nota a los sitiados solicitando su rendición. Pacheco no respondió.
En ningún momento se dejó de hostilizar a las fuerzas españolas así Malvar por un informe enviado a Aguinaldo con fecha del 5 de julio le informa que las fuerzas filipinas se encuentran tan cerca de los edificios ocupados por los españoles que estos no pueden bajar por las escaleras o asomar la cabeza desde sus atrincheramientos sin correr peligro de recibir un disparo. Así mismo informaba que estaba esperando la llegada de un cañón Krupp que había sido utilizado en el sitio de Lipa y que el oficial Aniceto Oruga transportaba hasta Tayabas.

Muñeco que representa a un soldado español en la heroica defensa
El día 17 se lanzó un ataque para tomar el edificio de la cárcel. El cañón Krupp había llegado para entonces. También se habían construido trincheras de aproximación y se habían reforzado los parapetos y barricadas con los materiales aprovechados de las casas que el comandante Pacheco había ordenado derruir. Con el amanecer se inició el cañoneo contra los muros que pronto empezaron a resquebrajarse.
Abierta una brecha en el muro se sucedieron los asaltos enemigos que fueron rechazados por la guarnición que defendía el edificio. A las dos de la tarde, viendo el comandante Pacheco, que los defensores de la cárcel estaban a punto de sucumbir ante el asalto del enemigo ordenó al teniente Pérez y Lozoya que hiciera una salida con 40 soldados para atacar de flanco la trinchera enemiga.
El teniente cumplió con éxito su cometido y tras un violento combate cuerpo a cuerpo se hizo con la trinchera junto con una bandera enemiga, un cañón que les había estado hostigando y un número de fusiles enemigos. Pero los filipinos supieron reaccionar y contraatacaron con idea de copar a la pequeña fuerza del teniente. El comandante Pacheco atacó entonces con tropas del Gobierno Civil desbaratando el ataque del enemigo y permitiendo que los soldados del teniente Pérez Lozoya pudieran retirarse ordenadamente a los edificios de donde habían salido. En esta acción, entre otras bajas, fueron heridos gravemente el comandante Pacheco y el teniente Pérez Lozoya.
Otro ataque muy violento se vivió el día 10 de agosto. El ataque se dirigió nuevamente contra la cárcel y el enemigo llegó a colocar escalas de bambú en las paredes del edificio y escalar por ellas. Las tropas españolas mandadas por el capitán de la guardia civil Constantino Pérez, que a pesar de encontrarse herido en ningún momento abandonó su puesto o cedió el mando, lograron rechazarles en todos los asaltos llegando a utilizar culatas y bayonetas en la defensa.
Pasan los días y el ejercito enemigo sigue creciendo alrededor de la cada vez menor guarnición. Esta empieza a debilitarse debido a las enfermedades, la tensión del sitio y el hambre ya que las raciones de alimento son cada vez menores. Malvar sabe que los españoles no pueden contar con grandes depósitos de alimento y esta decidido a rendirles por hambre y agotamiento.
Pacheco esta decidido a resistir mientras tenga comida y munición por lo que rechazará tres intimidaciones a la rendición de la plaza. Pero por estos mensajeros también se enteró de la rendición de la guarnición de Lipa lo que permitía al enemigo liberar tropas y medios para ser utilizados en Tayabas. Para empeorar las cosas la munición había empezado a escasear y se animaba a los soldados a no malgastarla en espera de futuros ataques. Los escasos medios médicos con los que contaban, insuficientes a todas luces para la guarnición, se agotaban rápidamente y no había posibilidad de ser repuestos. La enfermedad empezó a hacer estragos entre la tropa.
Pacheco ordenó que se matara todo animal que hubiera para aprovechar su carne. De esta manera fueron sacrificados los caballos, cuando su carne fue consumida le tocó el turno a los cerdos, perros y gatos que tuvieran. ¡Incluso las ratas desaparecieron de Tabayas! Al final la ración quedó reducida a dos puñados de arroz cocido sin sal por persona e incluso este magro yantar no podía durar mas tiempo.

José Martínez Berro en 1897, soldado español que participó en la defensa del fuerte
Malvar era consciente que la situación de las tropas españolas era desesperada y que no podrían continuar por mas tiempo una defensa que había despertado la admiración de los comandantes filipinos. En este sentido con fecha del 15 de agosto de 1898 emitió una orden en la que afirmaba: “- Los españoles serán bien tratados y no serán objeto de burla ni de actos violentos. En su lugar se les mostrara todo tipo de consideración, de esta manera, nosotros los filipinos, mostraremos que también podemos tener buenos sentimientos hacía el enemigo...”
Al día siguiente el comandante Pacheco reunió a sus oficiales y les expuso la situación. Las municiones estaban prácticamente agotadas, las raciones de alimentos eran tan escasas que ya había habido once defunciones por hambre y las reservas estaban agotadas sin posibilidad de ser abastecida la guarnición, los medicamentos estaban agotados. En semejante situación y ante la imposibilidad de continuar defendiendo la población ponía ante sus oficiales la posibilidad de la rendición.
Todos los oficiales estuvieron de acuerdo que se había hecho cuanto era posible para defender Tayabas, el honor no permitía mas y que la rendición se hiciera bajo motivos humanitarios y para evitar el sacrificio de la tropa, aunque todos estaban dispuestos a aceptar lo que su comandante tuviera a bien disponer. Con la muerte en el alma el Jefe Militar ordenó poner bandera de parlamento.
El encargado de llevar a cabo la negociación de la capitulación fue el secretario del Gobierno Civil Sr. Sainz de Robles que pronto llegó a términos honorables para la rendición. El sitio había durado 69 días.
Malvar se mostró generoso con un enemigo al que admiraba profundamente: -“ El heroísmo de sus defensores era la admiración del ejercito revolucionario” afirmó el general filipino en el despacho enviado a Emilio Aguinaldo notificándole la toma de Tayabas.
A las tropas españolas se les permitió abandonar los edificios que tan encarnizadamente habían defendido desfilando y con las armas en la mano. Tras cumplimentarse la rendición descubrirían con sorpresa los hambrientos y febriles españoles que habían estado combatiendo contra todo un ejercito. Efectivamente las tropas filipinas que participaron en el sitio de Tayabas superaban los 15.000 individuos con unos 8.000 fusiles mauser y remington.
Pero, además, este ejercito había sufrido una perdidas tremendas. Una décima parte de él había causado baja por el combate. Se había consumido mas de medio millón de cartuchos de fusil lo que representaba una cantidad considerable de las reservas del ejercito. Diecisiete cajas de pólvora se habían quemado en los treinta cañones que habían estado machacando las posiciones españolas durante los largos días del asedio. Todo el algodón-pólvora del ejercito, el cual tenía una gran cantidad, había sido consumido. Además, se habían arrojado diecisiete bombas de dinamita algunas de las cuales al explotar habían causado bajas entre los propios filipinos.
En esta olvidada guerra Tayabas y Baler no fueron hechos aislados se dieron muchos casos de heroísmo, algunos reconocidos por un breve tiempo antes de caer en el olvido, otros jamás admitidos ni agradecidos. Así es España, a veces cruel madrastra que parece desdeñar los sacrificios y sufrimientos que, por amor, sus hijos a ella entregan.
Autor: Hasting