Marruecos, la Republica y Paris
Paris veta a Madrid Marruecos y los marroquíes jugaron un papel importante en las primeras fases del alzamiento contra el gobierno del Frente Popular. Como suceso realmente excepcional y anecdótico,
El historiador Luis García Arias recoge un texto del dirigente nacionalista norteafricano Altar el Fasi acerca de las gestiones realizadas en la zona gubernamental por un grupo de marroquíes contrarios a la tutela que España ejercía sobre su territorio y, por tanto, en abierta discrepancia con la causa nacional.
El gobierno de Madrid no supo o no pudo aprovechar la baza de la independencia del Protectorado, que le ofrecían en bandeja y que, tal vez, manejada convenientemente, habría podido originar importantes defecciones en las unidades marroquíes del ejército de Franco. (o cuanto menos obligar a Francia a una mayor ayuda a cambio de no atender las peticiones marroquíes, igual que hizo a la fin y a la postre) Ha relatado Altar el Fasi que poco antes del 18 de julio de 1936, el comité acción nacionalista marroquí supo que se preparaba el alzamiento nacional y envió una delegación a Madrid para exponer al gobierno de la gravedad de situación y reclamar libertades para lo marroquíes; pero el gobierno de Madrid «no prestó atención a la advertencia y la creyó simple agitación de nacionalistas, que aprovechaban cualquier ocasión para combatir a los colonialistas y desacreditar sus actos».
Conocido el alzamiento nacional, una legación de izquierdistas franceses, con conocimiento de Blum, Pierre Coi Vienot, llegó a Fez en agosto de 1936, a entrevistarse con el comité de acción marroquí nacionalista, y poco después acudió una delegación del gobierno de Madrid.
A ambas delegaciones, los nacionalistas marroquíes les entregaron un memorándum en el cual se declaraban dispuestos a actuar para «la salvación de la democracia española», con las condiciones siguientes: que la España republicana proclamase la independencia de la zona jalifiana, de España y de Francia; que ambos gobiernos garantizasen esta independencia y representaran al Marruecos libre como miembro de la Sociedad de Naciones; que España celebrase con S. A. el Jalifa del Sultán un tratado confirmando la independencia y organizando las relaciones amistosas entre los dos países; que la República española les facilitase el armamento y el material de guerra necesarios.
Y para llegar a la realización de estas cosas ‑‑sigue relatando Altar--pedíamos: que Francia cerrase los ojos ante nuestro movimiento militar dentro de la zona, y que se apresurase en la zona sultaniana la aplicación de las reformas necesarias. Seguidamente el comité de acción nacionalista marroquí envió a Barcelona una delegación para que se entrevistase con los dirigentes españoles y tratase de llegar a un acuerdo con ellos sobre las bases referidas. El gobierno catalán hizo en septiembre a nuestra delegación ‑‑sigue el Fasi‑ un recibimiento como si se tratara de embajadores oficiales. Entre la delegación y los dirigentes de Cataluña se celebraron conversaciones saturadas de mutua inteligencia y consideración.
Cataluña mandó llamar a su representante cerca del gobierno de Madrid, llegando en compañía del ministro de Asuntos Exteriores español. Durante las conversaciones entre ambas partes, en las cuales el representante del ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid dio muestras de gran reserva, pidió aplazar la decisión sobre el particular hasta consultar a Francia, Más tarde supimos que el ministro de Asuntos Exteriores español consultó al gobierno francés, y éste, a su vez, al residente general en Marruecos, general Nogués, el cual se negó terminantemente a aprobar este grave proyecto.
Martínez Barrios amenazó con terribles actos si España daba su aprobación a esta obra, que, en su opinión, era una locura. «Entonces el gobierno de Madrid comunicó a la delegación de nacionalistas marroquíes que no podía proclamar la independencia de la zona de protectorado español en Marruecos, en estas circunstancias existentes», y pidió que la delegación del Cutla aceptase la suma de cuarenta millones de pesetas para la propaganda democrática española, con la promesa de que cuando llegara el triunfo de la República, actuaría en bien de Marruecos.
Nuestra delegación ‑dice El Fasi‑ protestó por esta vil oferta y se retiró indignada de la sala de reunión. Pero nuestros amigos los catalanes convocaron a nuestra delegaci6n para convenir un acuerdo con sus partidos, que el ministro de Cataluña en Madrid se encargaría de defender cerca del gobierno central, en nombre del gobierno de Cataluña. Al efecto se concertó un acuerdo entre el comité de acción nacionalista (marroquí) y todos los partidos catalanes, garantizando la completa independencia y una mutua colaboración entre Marruecos y España, en plano de igualdad. Este acuerdo estaba desprovisto de toda cláusula susceptible de dar a España el derecho de intervenir en los asuntos de Marruecos o de ocupar su territorio en ningún tiempo, incluso en caso de guerra. Pero los esfuerzos del representante catalán resultaron inútiles y este acuerdo quedó en papel mojado o en simple proyecto.
Resulta de este relato de Altar el Fasi, que si el gobierno de Madrid no proclamó la independencia de la zona de protectorado español en Marruecos fue porque el gobierno francés no lo consintió, ya que ello, naturalmente, habría de representar un gravísimo peligro para la zona sur del mismo Marruecos, sometida al protectorado francés. Para que los sublevados pudieran disponer de los soldados marroquíes, no sólo fue importante la soldada que ofrecieron, sino que hubo que contar con complacer a los poderes marroquíes. Hay un personaje clave que tuvo gran relevancia en estas relaciones; el entonces Teniente Coronel Juan Beigbeder. Fue hombre clave en el alzamiento militar de Marruecos.
"Africanista" en el más amplio sentido de la palabra, había permanecido diecisiete años de su vida sin pisar la Península. Formado militarmente en Marruecos se preocupó de estudiar hondamente la psicología, el arte y la historia del pueblo marroquí. Hablaba el árabe a la perfección y convivió muchos años con las cábilas conquistando numerosos amigos entre los naturales, que habrían de jugar parte importante en el desarrollo del alzamiento militar y la guerra civil. Ocasión no faltó donde demostrar su capacidad diplomática cuando en la tarde del 18 de julio, dos aviones gubernamentales, bombardearon primero Melilla y luego Tetuán.
En Tetuán, la incursión aérea causó quince muertos, y la reacción fue inmediata y violenta llegando casi a la insurrección entre los nativos que descargaron sus iras contra los militares y en consecuencia también sobre los civiles que les apoyaban. Beigbeder, acudió a su amigo el visir Sidi Ahmed el Ganmia quien montado en su caballo se adentró entre las masas e invocando el nombre de Alá, las apaciguó y salvó a los sublevados de los problemas que hubieran derivado de una población airada. Esta acción del visir fue inmediatamente recompensada con la primera concesión de la Laureada por parte de los sublevados. Ocasión ésta, desperdiciada por el gobierno, pues de haber insistido con mayor intensidad y coordinación en las acciones de bombardeo aéreo, a las cuales se hubiera podido añadir el cañoneo de los navíos sobre plazas costeras, el daño moral que habría causado hubiera sido importante y los resultados podían haber sido imprevisibles.
El jalifa (representante del sultán de Marruecos en la zona), asistido por el Majzen (gobierno presidido por el gran visir) era el vértice político indígena. Mientras las ciudades eran regidas por los bajás; en el ámbito rural esta función les correspondía a los caídes. Todo este armazón político-colonial giraba en torno al Alto Comisario. En 1927 - justo después de la rendición del líder rifeño Mohamed Abdelkrim al-Jattabi.- se produjo el nacimiento y mayor incremento del nacionalismo arabo-musulmán marroquí. Fue en los centros urbanos del protectorado francés, donde algunos jóvenes politizados se reunieron en el entorno de Ahmed Balafrej en Rabat y de Allal El Fasi en Fez, y constituyeron el núcleo del primer partido político marroquí: el Comité de Acción Marroquí, que más tarde se convertirá en el partido del Istiqlal, artífice de la lucha política en favor de la independencia de Marruecos.
Desde los primeros momentos el general Orgaz, recibió al Comité de Acción Nacionalista y en la entrevista les aseguró que las nuevas autoridades que se habían constituido en territorio marroquí respetarían todos los tratados anteriores, y les trasmitió la firme disposición de los militares a atender las demandas de los grupos nacionalistas, prosiguiendo con la labor ya iniciada de adecuación de los cuadros nativos para hacerse cargo de la administración del país al final del mandato español. Este Comité quedó muy complacido y esperanzado por esta declaración del oficial nacional. Indiscutiblemente los militares habían sido y eran los interlocutores habituales en el Protectorado por ello el jefe de ese Comité nacionalista - Mekki-el-Nasiri - desde el momento mismo de la entrevista con Orgaz entró en una estrecha colaboración con la Alta Comisaría, lo cual facilitó y decantó la leva de contingentes marroquíes para enviar a la Península. Esta actitud de los nacionalistas magrebíes, les sirvió a los nacionales, conocedores de la idiosincrasia local, para conseguir en el territorio un ambiente favorable a sus puntos de vista políticos ya que una actitud hostil hubiera sido un foco de problemas en el Protectorado y habrían supuesto un grave obstáculo para el desarrollo del esfuerzo de guerra del que estaban tan necesitados los insurgentes.
Franco pudo proveer su ejército de moros, tanto por el sueldo ofrecido, como por el clima de apoyo que supieron crear los militares entre los grupos de poder y opinión de Marruecos entero. El control de las tropas indígenas, y por ende el dominio sobre el Protectorado permitía a los sublevados del 18 de julio tener una base administrativa de gran valor estratégico, aunque si bien eran algo exiguos los medios y equipamiento de la administración en el Norte de África fue suficientemente útil para los nacionales, para utilizarla como punto de partida y base de operaciones. Contaban con una serie de servicios públicos, principalmente el telégrafo y los puertos de Tánger y Melilla que pronto se convertirían en base de aprovisionamiento marítimo.
También constituyó el territorio de acantonamiento para los efectivos militares y reclutamiento de abundante fuerza autóctona, ya que se consiguió realizar las levas con el simple consentimiento tácito del Sultán, y sin dar cuenta de ello a los franceses como estaba acordado por ambos países; tampoco éstos mostraron ningún inconveniente a la actuación de los militares españoles.
Todas estas circunstancias supusieron una gran ventaja para los mandos militares de Franco que consiguieron el éxito de la primera fase del levantamiento militar, sin hostigamiento ni inconveniente alguno del gobierno marroquí y a continuación pudieron dedicarse a resolver los problemas logísticos que suponía el paso del Estrecho, con la tranquilidad de tener asegurada la retaguardia con la colaboración marroquí. Por todas estas razones, Franco, consciente de la importancia del territorio, había establecido Marruecos como base de todo el esfuerzo bélico nacional. Como reconocimiento de los méritos que concurrían en el coronel Juan Beigbeder, militar español que—como ya dijimos-- era gran arabista y perfecto conocedor de la mentalidad indígena, al poco tiempo sería nombrado Alto Comisario. Desde este puesto Beigbeder, adoptó distintas medidas entre las que más destacaron fue tolerar la actividad nacionalista de los movimientos independentistas marroquíes, que desde luego no estaban muy desarrollados en la aristocrática Tetuán, en comparación con la amenaza que representaba para los franceses este movimiento. Distribuyó dinero para la construcción de mezquitas, escuelas y hospitales.
El peregrinaje anual a La Meca fue subvencionado y escoltado por barcos de guerra nacionales. Se contribuyó con ovejas para los festivales islámicos, mientras no se permitió la actividad misionera por parte de sacerdotes católicos. Se mantuvo y reforzó la autoridad del Califa y de los caídes. Supo crear Beigbeder una bonanza política para los intereses nacionalistas marroquíes hasta el punto que el 28 de enero de 1937, en el Teatro Español de Tetuán, se celebró un gran mitin nacionalista en el cual intervinieron Abd-el-Jalak Torres, Mekki-el-Nasiri, Hach Abd-el-Salam Bennuna, Hasan Bu-Ayad y Daul, donde hicieron una apología de los sublevados y de su apoyo de la causa nacionalista magrebí, presentaron a los sublevados como protectores del Islam, y de Marruecos en particular, lo que en la clave socio-política del Magreb era una apuesta sobre éxito seguro. Siguiendo con su política de acercamiento político, Beigbeder, nombró cónsul español en Yedda y La Meca a un marroquí, Sidi Mohamed Kaddor Ben-Amkar, se rebautizó un trasatlántico español, el Marqués de Comillas, con el nombre de Magreb el Azka, para ponerlo a disposición de los peregrinos que en el año 1937 viajarían a La Meca. Con estos sencillos pero estratégicos gestos Beigbeder, mantuvo en calma la zona española de Marruecos, ya que, por ejemplo, decretó como fiesta oficial - lo que no se había hecho hasta el momento - las celebraciones religiosas musulmanas, en concreto con motivo del Aid El Kebir, o Pascua Mayor.
El 21 de febrero de 1937 se celebraron en Tetuán desfiles de adhesión al nuevo gobierno ante la Alta Comisaría y se sacrificaron corderos que se regalaron a la población, y tres días después de aquellas manifestaciones, dio lectura al decreto que derogaba el Dahir Bereber (constituido el 16 de mayo de 1930, en la zona francesa y que dividía el reino en dos bloques) en el sector administrado por los españoles, desvinculándose de cualquier influencia que del mismo pudiera derivarse. Con todos estos movimientos políticos, Franco consiguió tener una retaguardia satisfecha y tranquila en el Protectorado, y no debía temer a Francia, que empezaba a preocuparse más por sus asuntos europeos que por la presencia de los militares sublevados en Marruecos.
Previamente a estos éxitos políticos, hay que destacar la gran importancia que tuvo el trabajo y la labor paciente y callada de los interventores, en su mayoría oficiales o suboficiales del ejército, que durante aquel decenio de relación entre los marroquíes habían consolidado el entendimiento con los militares. No sólo sirvió para que la población autóctona se mantuviera tranquila durante las primeras horas cruciales del levantamiento, si no que además suministró, como un gran semillero humano, de levas de marroquíes; atraídos unos por su atávico placer de la lucha, otros por el valor añadido y secreto de matar cristianos y también por el atractivo, para aquel entonces , de la suculenta prima de enganche de 150 pesetas y 5,50 pesetas diarias de soldada. (Hoy quedan reducidas a las cifras de 0,90 euro y 3 céntimos de euro, respectivamente) Sofocados en Marruecos, los pocos focos de resistencia de los militares leales, así como aplastados, desde un primer momento, los movimientos obreros y controlando la situación de los poblados y ciudades marroquíes, la situación general político militar del Protectorado estaba asegurada para los rebeldes.
Al parecer, funcionaba una vasta red de espionaje gubernamental en el Marruecos español con enlaces en Melilla. Miembros de la organización fueron los hermanos Salas Gavira, de Málaga. En Sevilla, uno de sus enlaces era Antonio Rodríguez Ruiz, hijo de un empleado del Ayuntamiento. Éste suministró al Ejército Popular datos de gran interés.
Todos ellos constituían un organismo perfectamente organizado. Así se calificaba por parte de algunos miembros de las Fuerzas Militares en Marruecos, el 23 de octubre de 1937, según les había informado un agente nacionalista en Argel De que existió una colaboración republicano-marroquí de espionaje nos da cuenta un informe cuyo texto original se halla en los archivos de Salamanca y que dice así: Antecedentes y posibilidades para una subversión en el Marruecos español: Se han intentado dos planes de rebelión en el Marruecos español, sin que ninguno de ellos haya podido tener realización.
El primero de estos dos planes fue trazado durante el Gobierno de Largo Caballero, utilizando los conocimientos y relaciones que en el Rif tiene D. Carlos de Baraíbar. El segundo plan, intentado por el Gobierno actual, solamente ha consistido en el aprovechamiento de estos conocimientos y de las relaciones establecidas en el primero. Como principal elemento indígena, se empezó la labor conspirativa con Drid Er Risi, Jefe Notable de gran influencia en el territorio marroquí.
Las autoridades francesas consintieron nuestras actividades conspirativas a condición de que no se hiciera propaganda nacionalista antifrancesa. Este consentimiento lo consiguió en París nuestro embajador en Francia señor Araquistain. Como Delegación oficiosa en Marruecos estaba Rafael Jiménez Cazorla, José Martínez Sancho y Antonio Monleón, Cónsul de España en Casablanca, quien en unión de los otros estableció los contactos necesarios con Drid Er Risi y otros notables. El Gobierno francés se comprometió a reconocer al primer Alto Comisario que pudiéramos colocar en cualquier aduar o rincón del Marruecos español. Se consiguió de las autoridades francesas el consentimiento para que Drid Er Risi pudiera residir en Jaza y posteriormente en Ougda, lugares que él indicó como más convenientes para el desarrollo de sus actividades.
Estaba el Cónsul General en Rabat, siendo, por tanto, la máxima autoridad diplomática en Marruecos Don José G. Arnau (actualmente destinado en Gibraltar) el cual, molesto seguramente porque no se le dejaba intervenir como elemento directivo, boicoteó cuanto pudo la labor conspirativa, logrando impedir que Er Risi pudiera residir en los puntos citados y, posiblemente (ver informe de este señor), fue quien informó a los facciosos del plan trazado. Por los días en que debía estallar la sublevación en las Kabylas, fueron traídos a España en visita de hospitales algunos de los Jefes comprometidos y desplazados a otros Caides con diversos pretextos.
En vista de estas incidencias, Drid Er Risi consideró fracasada su gestión. El cuñado de Abd El Krim, conocido por «El Pajarito», visitó a Monleón (a indicaciones, posiblemente, de las autoridades francesas) para ofrecerse a colaborar en el plan subversivo. Monleón, extrañado por esta iniciativa, demoró el establecer acuerdo alguno, con el pretexto de que tenía que consultar con el señor Arnau, que era su superior. «El Pajarito», al saber que el señor Arnau intervenía en estos planes, rogó a Monleón que diera por no recibido su ofrecimiento. El plan trazado abarcaba, además de la zona marroquí, el Territorio de lfni y a nuestras posesiones de la Guinea. Desconocemos detalles de la preparación subversiva en este último punto.
Para establecer la sublevación en el Territorio de Ifni, se efectuó contacto con los Caídes que nos habían servido en el año 1934, en las operaciones llevadas a cabo por el Coronel Capaz. Pronto se estableció acuerdo con estos jefes. Para ello no hubo más que ofrecerles la seguridad formal de que se cumplirían los compromisos que se estipulasen.
Sólo exigían el pago de los gastos, que evaluaban, aproximadamente, en unos 800.000 francos. Alegaron como explicación de sus reservas que, en las operaciones del Coronel Capaz se justificaron unos 14 millones de gastos sin que ellos se beneficiaran en nada, cargando por el contrario con la fama de codiciosos y aprovechados. Su desconfianza era natural, pues quien intervino como mediador en las operaciones de Capaz, y por tanto quien se embolsilló en ellas algunos millones, fue el Cónsul General en Rabat, D. Argimiro Maestre de León, que actualmente lleva anexo al Consulado la Dirección General de Marruecos y Colonias y que, por su cargo, debía intervenir también en el plan actual. Además del movimiento subversivo en las Kabylas, se habían preparado dos columnas de ayuda.
Una de 7.000 hombres en Tánger y otra de 4.000 en Orán. Fracasado el primer plan, empezaron los asesinatos de los antifascistas que se consideraban dirigentes, bien en el propio Tánger u Orán, bien raptándolos y conduciéndolos a la Zona española, logrando desarticular sus fuerzas. El segundo plan, limitado por el Gobierno actual a la Zona marroquí (con exclusión de Ifni y Guinea) se ha visto en desventaja por las incidencias ocurridas al querer realizar el primero, y ha muerto antes de adquirir madurez para su realización. Las posibilidades para intentar de nuevo una sublevación contra las autoridades facciosas, en el Marruecos español, siguen en pie.
La desanimación producida por los intentos fracasados puede ser superada si el encargado de realizar los contactos necesarios es persona de garantía para los Caídes. En cambio, cada día aumenta el descontento entre las tribus, habiendo mejorado en este sentido las posibilidades. Nuestro informador estima que la persona más adecuada, para esta labor, por el prestigio de que goza entre una gran mayoría de los jefes rifeños, sería D. Carlos de Baraibar. Aunque esta apreciación sea, posiblemente, algo particular la apuntamos como noticia informativa. 15 de marzo de 1938. No cabe duda que los esfuerzos pudieron haberse aprovechado mejor para sofocar en su raíz las defensas franquistas, aunque éstas poseían informadores activos y caídes leales, de lo cual se derivó el equilibrio de fuerzas, causa por la no estalló ninguna rebelión.
El coronel Vicente Guarner en su obra de Memorias, explica que en septiembre de 1938 fue enviado él mismo a Tánger para regir los hilos del espionaje gubernamental, y que el 25 de enero de 1939 algunos cabecillas rebeldes de la Zona le propusieron sublevar las tribus marroquíes y cortar Tetuán de Melilla; sólo requerían algún armamento militar que añadir al que poseían ya y que se hallaba enterrado. La noticia prueba que si la República hubiese poseído, desde un principio, al hombre clave en Tánger se hubiesen podido encontrar, los sublevados, con que aquel trampolín y base de operaciones, les saltaba por los aires como un polvorín.
La verdad es que en enero de 1939 la guerra ya esta en fase de liquidación, muy optimistas, por no decir irreales, nos parecen estas memorias. Pero si la sublevación del Protectorado no se vio coronada por el éxito, sí menudearon, en cambio, los incendios solapados cual podría llamarse a los brotes de traición y espionaje. Y para la muestra, este mensaje de Quiñones de León del 31 de mayo de 1938, enviado desde París al Cuartel General de Burgos: Existe un enlace semanal correspondiente al avión entre la Embajada roja y Tánger. Se recogen informaciones de Marruecos y se envían a París. Un hecho señalado en Salamanca, es conocido en París poco días después por el siguiente itinerario: Salamanca-Tetuán-Tánger-París. El centro de espionaje republicano está en barriada barata y hotelitos de las afueras. Entrevistas en descampados, de noche. Red muy grande. Recoge noticias de Melilla, Villa Alhucemas, Larache y Xauen. Poseen una radio cuyo emplazamiento varía según circunstancias.87 La consiguiente alarma en el Cuartel del Generalísimo es bien fácil de imaginar, pues no cabe que allí se olvidara, el informe del 5 de noviembre de 1936, enviado por el E. M. del Cuartel General del Ejército del Sur, según el cual «en Tánger se calcula que hay 6.000 rojos y en Gibraltar 2.000, dispuestos a dar el golpe donde puedan»."
Toda esa masa humana eran refugiados de la zona sublevada, buidos con o sin sus esposas e hijos, y por tanto con tesón de lucha en pro de Madrid. De hecho semejante alarma debió de suscitarse con regular frecuencia. Tomemos como ejemplo un comunicado de septiembre de 1938:` Burgos, 25 de septiembre de 1938. General-jefe de las Fuerzas Militares de Marruecos: Reservado Ceuta. De, una información de buen origen, se copia la nota adjunta cuya fecha puede atribuirse a final de mes de agosto.
Transmítase; De orden de S.E. El General jefe de E.M. Cuartel General del Generalísimo.
Estado Mayor Copia que se cita: Se recibe con frecuencia el movimiento de Ceuta y Tetuán con muchos detalles, lo que indica que existe espionaje en dichos aeródromos. Es copia El coronel de E.M. Jefe de la Sección Activa y bien montada debió de ser la red republicano marroquí para que pudiera operar a lo largo de años, dando fructíferos resultados y sin que, a pesar de la vigilancia del SIPM, se viera al parecer desenmascarada. La escasez de informaciones acerca de esa -o esas- red constituye, desde un punto de vista técnico, el mejor tributo de admiración que hoy pueda rendírsele. Otro de esos aludidos chispazos de alarma se repitió el 30 de noviembre de 1938; desde la jefatura del Servicio Nacional de Seguridad, en La Línea (Cádiz), se le comunicó al Caudillo: «En Targuist, Marruecos, hay un foco de espionaje a favor de los rojos. Se halla en la Panificadora de Intendencia, donde un teniente de Intendencia se comunica con Fez, y son moros quienes llevan los mensajes. Aparentando turismo, los franceses extenderán pasaportes para extender el espionaje pro-republicano.»
La organización contaba con civiles y militares españoles, como se ve, y con indígenas, además de ciudadanos franceses. Contemplada en la distancia del tiempo transcurrido, el observador no puede por menos de maravillarse ante aquella extraordinaria presa que se dejó escapar. Hábilmente manejada la acción de los cabileños descontentos, pudo haber rendido frutos definitivos. Es evidente que la República no poseyó entonces a su Thomas Edward Lawrence - mezcla de arqueólogo, espía, filósofo y guerrillero con dotes de estratega- que hizo posible en 1917-1918 la liberación del territorio árabe en manos entonces de los turcos; y ello sin una exhibición de fuerzas: utilizando simplemente a los musulmanes tal como eran; con su desordenado modo de luchar hizo frente, y lo venció, a un ejército superior.
Autor: Cosmos12
- cosmos12's blog
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios