Vísperas Sicilianas: 1282
En el año 1282 la presencia francesa en Sicilia era cada vez más impopular. Desde que Carlos de Anjou se hiciera con el reino siciliano tras derrotar a Manfredo I en la batalla del "Campo de las Rosas" o "Benevento" (1266), su propia legitimidad para coronarse rey (con consentimiento papal) fue muy discutida.
Bien es cierto que contaba con el inconstante apoyo del partido güelfo, pero Sicilia era una tierra eminentemente gibelina. Ello se mostró el mismo año de la muerte de Manfredo. Los gibelinos sicilianos bajo ningún concepto querían a un Anjou progüelfo en su trono, y así las cosas llamaron al sobrino del rey Manfredo: Conradino Hohenstaufen, duque de Suabia, apenas un adolescente de 16 años de educación germana (pero que ya había combatido junto a su tío), al que aclamaron como nuevo rey. Se avecinaba una nueva guerra por Sicilia con la supremacía del reino de Fracia o del Reich alemán en el trasfondo político del conflicto. Aragón y Castilla, las cercanas potencias ibéricas, observaban...
A pesar de su juventud, el propio nombre Hohenstaufen aún era capaz de mover masas. Conradino cosechó muchos apoyos en su lucha contra el de Anjou, no sólo en Sicilia, sino en toda Italia. Los apoyos le llegaron incluso desde España, tanto del rey de Aragón, casado con su prima Constanza, como del rey castellano Alfonso X, que aspiraba al centro Imperial y le convenía el apoyo de la casa de Suabia. Durante dos años la guerra en toda Italia tomó un rumbo favorable a Conradino, que poseía un ejército multinacional realmente poderoso.
Entre sus tropas había castellanos, catalanes, alemanes, sicilianos o italianos del más diverso origen, adictos a la causa gibelina. Pero tras los éxitos iniciales la causa de Conradino comenzó a zozobrar. Demasiadas manos poderosas trataban de controlar al manipulable Conradino. En 1268 la nobleza güelfa siciliana se rebeló en masa contra Conradino, levantando un ejército y una flota que pasaron a reforzar las huestes de Carlos de Anjou, que de su estrategia defensiva pasaba ahora al ataque. Pero fue frenado en seco por el ejército de Conradino en los primeros enfrentamientos. La flota de Carlos fue destruida pero por suerte para él logró salvar practicamente indemne su ejército.
Tras lamer sus heridas la batalla decisiva se daría en al sur de Italia, en Tagliacozzo, cerca de Mesina. El 23 de Agosto ambas fuerzas chocaron, siendo las de Conradino algo más numerosas. El combate fue terrible, sin un dominador claro. Hasta que Conradino cae prisionero de los angevinos. Sería ejecutado el 29 de Octubre por orden de Carlos de Anjou, a lo que le seguirían las ejecuciónes de los nobles sicilianos que se le habían rebelado, acto que dejó una profunda huella entre los derrotados, muchos de los cuales se refugiaron en la corte aragonesa, entre ellos los Lauria, los Lanza o los Prócidas.
El de Anjou quedaba con las manos libres imponiendo sus dominio total sobre toda Sicilia. La capital fue trasladada de Palermo a Nápoles, más segura. Sin embargo el joven Conradino, antes de su muerte, tomó una decisión tan sabia que sería a la postre la raíz de la venganza que se cobraría desde la tumba: nombró sucesora a su prima Constanza, esposa de Pedro III de Aragón e hija del difunto rey Manfredo, que retomó el testigo gibelino en su lucha contra los franceses que ocupaban Sicilia.
Carlos de Anjou
El odio que cosecharon los franceses entre la población local fue dejando de lado el tradicional enfrentamiento entre güelfos y gibelinos para convertirse en una guerra entre sicilianos y angevinos. Los nobles adictos a la causa de Constanza de Sicilia fueron retomando posiciónes en la isla. Pedro III movía sus hilos sabiamente.
En 1282 la situación estaba ya madura y todo el rencor estalló en las conocidas como "vísperas sicilianas": un levantamiento en masa de la población local que produjo una gran matanza de franceses y que terminó por expulsarlos completamente de la isla. Todo comenzó en Palermo, en el mes de Abril, cuando las campanas de la iglesia del Espíritu Santo llamaban al oficio de "vísperas" del Martes de Pascua, de donde le viene el nombre. Los palermitanos, tras un plan bien ejecutado, tomaron las armas y se echaron a las calles matando a la guarnición angevina y, de paso, a cualquier francés que encontraron con vida. Sin embargo la crónica de Ramón Muntaner nos habla de un levantamiento espontáneo, no planeado, que se originó tras ser unas damas palermitanas ultrajadas por varios soldados angevinos borrachos, aunque la "Crónica siciliana del siglo XIII" nos habla de la coincidencia de ambas cuestiones, el plan del levantamiento y la anecdota de las damas. Aunque que el levantamiento no estuviera más que planeado resulta dudoso de creer, fuera como fuere, se extendió rápidamente como la pólvora a las localidades vecinas hasta que toda la isla, de un rincón a otro, era un torrente de ira que se había levantado en armas. Los franceses fueron masacrados y los supervivientes fueron expulsados o huyeron a refugiarse con su señor a Mesina. La "Crónica siciliana del siglo XIII" nos los cuenta así:
"Cuando llegó el mes de Abril del año 1282, el martes de Pascua de Resurrección, ocurrió que misser Palmeri, abad, y misser Alagno de Chiotini y misser Galtier de Catalagiruns y otros barones de Sicilia, todos concordes en una sola voluntad, vinieron a Palermo, con el consejo secreto de hacer la revuelta. En aquellos días feriados era costumbre hacer una gran fiesta extramuros de Palermo, en un lugar llamado Espíritu Santo, y ocurrió que un francés cogió a una mujer y la tocó de manera ultrajante, como aquellas gentes tenían por costumbre hacerlo. La mujer se puso a gritar y los hombres de Palermo la socorrieron y la pusieron bajo su protección. Los susodichos barones intervinieron en el altercado y sublevaron a los panormitanos contra los franceses. Entre unos y otros se trabó pelea con armas: los panormitanos utilizaban piedras y armas y gritaban <<¡muerte a los franceses!>>. Penetraron en la ciudad tumultuosamente y se expandieron por las plazas, matando a cuento francés encontraban. Ante aquella situación, el capitán que tenía cargo de guardar la ciudad en nombre del rey Carlos se ocultó con los suyos, porque no podía hacerla frente, huyó y se refugió en la casa donde vivía... /y/ acordó su rendición según ciertas condiciones. Todos los que estaban en poder de los insurrectos y no habían sido ejecutados fueron presos, junto con la compañía /del capitán/. Se acudió también a los conventos de franciscanos y dominicos y a cuantos se halló que eran de lengua francesa se les encerró en las iglesias. Cuando los barones de Sicilia tuvieron noticia de aquellos sucesos hicieron los mismo en toda la isla, excepto en Mesina, que resistió algún tiempo. Con aquel motivo hubo en Palermo tres mil víctimas francesas."
Sicilia se libraba de golpe y porrazo del dominio francés.
Vísperas Sicilianas
El ejército de Pedro III desembarcando en Sicilia
Se pretendió organizar una especie de estado republicano confederal inspirado en el modelo de algunas ciudades de la península italiana, gobernadas por comunas de ciudadanos ilustres, y bajo la protección papal. Pero el Papa Martín IV, que era un ferviente proangevino, rechazó la idea. Ello, sumado a la amenza de una nueva invasión francesa y a las disensiónes internas, terminó echando por tierra el proyecto. Los sicilianos buscaron entonces el apoyo lógico de Pedro III de Aragón, quién fue llamado para defenderlos de la ira francesa. Junto a su esposa Constanza, la legítima heredera, Pedro III desembarcó con un ejército en la isla el 30 de Agosto, siendo coronados como reyes en la ciudad de Palermo. Su flota, comandada por Roger de Lauria, derrotó a la de Carlos de Anjou en Nicoreta. Tras comprender su total derrota Carlos huyó de Mesina a Napoles y renunció a sus derechos reconociendo a Pedro III como nuevo soberano de Sicilia. Pero la guerra proseguiría en los sucesivos años en manos de otros protagonistas en uno y otro bando. El reino de Sicilia iniciaba una nueva etapa histórica bajo la casa de Aragón.
Autor: Tito
BIBLIOGRAFÍA:
Ladero Quesada, M. A.: "Historia Universal. Edad Media"; vol. II; Ed. Vicens Vives; 1997.
Álvarez Palenzuela; V.A. (coord.): "Historia de España de la Edad Media"; Ed. Ariel; 2002.
"Crónica siciliana del siglo XIII", año 1282, XXIV. Ed. Muratori, Rerum italicarum scriptores, XXXIV, Bolonia, I, p. 19.
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