La crisis del siglo XVII se manifiesta en el aspecto económico como el resultado de la conjunción de varios factores en los que fundamentalmente destacan dos: el demográfico, con un importante descenso de la población y, el político, con una serie de guerras continuas y agotadoras, que se hicieron patentes incluso dentro del territorio peninsular, lo que conllevaba ademas de su coste económico y humano una devastación del territorio, especialmente en las fronteras de Portugal, Aragón y Cataluña.