Carroza de Vilaragut
En la bulliciosa sociedad “española” del siglo XIV, ser mujer era más una rémora que cualquier otra cosa. Y mucho más cuando dicha mujer pretendía ostentar algún tipo de poder público. Decía el analista Francisco Danvila Collado en 1888 que “Era para ellos [para los analistas de siglos anteriores], como aún lo es hoy para muchos, el hogar doméstico, exclusivo y único campo abierto a la actividad psíquica de la mujer, y la que rebasando sus linderos osaba presentarse, con carácter propio e independiente, en la escena pública del mundo, podía estar segura de atraerse la repulsión general o, cuando menos, de que un sistemático olvido cubriera para las demás su peligrosa memoria”.
Sin embargo, la dama que hoy nos ocupa, Carroza de Vilaragut, osó cruzar ese límite, convirtiéndose en la mujer más poderosa de la Valencia de finales del siglo XIV, sin la figura masculina de un marido que la avalase (más bien al contrario). Algo insólito para aquella época que habla bien de la valía de tal mujer. Por ello, como señala Danvila, no le faltaron enemigos que le declararon abiertamente su odio (podía estar segura de atraerse la repulsión general). Uno de ellos, su propio exmarido y otro, quizá el peor, la madre de éste, que odiaba a muerte a Carroza. Ambos formaban parte de una facción de la nobleza valenciana que deseaba la caída de Carroza y que estaba encabezada por el poderoso Marqués de Villena. Sin embargo, será mejor empezar por el principio.
LAS PRIMERAS SOMBRAS
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Blasón de los Vilaragut |
La vida de Carroza de Vilaragut presenta muchos enigmas, empezando por el propio nombre. Hija del cruce de las nobles familias de Vilaragut y Carroç, tomó este último casi como nombre propio, Carroza, y el segundo como apellido (así se la llama en cuantos documentos hablan de ella). Sin embargo, puede que su verdadero nombre de pila fuese Margarita, ya que en dos documentos de venta aparece una M delante de su nombre (noble dama M. Carroça de Vilaragut) y Margarita era el nombre de su madrina, hija del célebre Roger de Lauría, condesa de Terranova, con quien pasaría su infancia y su adolescencia, tras la pronta muerte de su madre Aún así, no puede afirmarse con seguridad que tal fuera su nombre. Del mismo modo que ocurre con su fecha de nacimiento, que se intuye en 1356, ya que en Octubre de 1357 se sabe que su madre ya había muerto y que su hermano Bernardo nació en 1355.
También su matrimonio deja amplias y escabrosas dudas. No sabemos cuándo se produjo pero sí que su final fue tortuoso y que en el verano de 1382 ya se encontraba divorciada. Algo muy grave debió ocurrir para tan traumática separación, aunque no se sabe bien qué. Quizá los dos hijos bastardos de su marido le llevaron a repudiarle. Quizá este repudio a su marido le valiese el odio declarado de la madre de éste. O quizá ese odio ya existiese desde el primer momento. Sin embargo, en las actas que se conservan sobre tal asunto (una disputa legal por alimentos) se desprende que la separación no fue culpa de Carroza (no por hechos ó culpa de ella, sino por culpa y hechos y mala voluntad de la noble Doña María Giménez, su suegra), pero no sabemos la razón exacta de tal odio. Odio que la llevó hasta prohibirle hacer vida marital con su hijo, según reza en otra sentencia (la prohibición y veda que se le había hecho por la noble madre de D. Juan Giménez y suegra de Na Carroça de ir y dejarla ir y estar y habitar con el dicho D. Juan Giménez, su marido…).
Hay que señalar que la cantidad tan nimia reclamada por Carroza en este litigio deja entrever la complicada situación económica por la que atravesaba, encontrándose, además, sola (ambos padres ya habían muerto), con una hija a su cargo y con el odio declarado de su exmarido y de su exsuegra. Sin duda, la situación de Carroza en agosto de 1382 era bastante delicada.
EN LA CORTE
Como es habitual en la vida de Carroza, es decir, sin saber muy bien cómo, su suerte cambió de repente. Quizá avalada por alguien o quizá ofreciéndose ella misma, ingresó en “la casa” de los duques de Gerona, Violante de Bar y su esposo Juan (futuro rey). Se sabe que en diciembre de ese mismo año de 1382 ya acompañaba habitualmente a los duques de Gerona. Durante los siguientes 5 años, junto a su joven hija Mª Isabel, permaneció junto a éstos, ganándose el afecto y confianza de ambos y, en especial, de la futura reina. Cuando Juan fue coronado rey en 1387, Carroza se convirtió en su asesora más fiel, adquiriendo un poder desmesurado debido a la confianza total que le tenían los reyes. En tan sólo un lustro, Carroza pasó de estar en el fondo a instalarse en la cresta de la ola. Nada se hacía en Valencia por parte de la nobleza sin que ella lo permitiera: un poder impensable para una mujer de aquella época sin ninguna figura masculina al lado que la avalase. Pero Carroza era capaz de romper todos los moldes. Sin embargo, no tardaría mucho en descubrir la enorme dificultad que entrañaba tanta responsabilidad y los poderosos enemigos que se iría granjeando.
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Tumba de Juan I y Violante de Bar en Poblet |
La corona de Aragón (como también la vecina de Castilla) estaba en un momento de mutación, de cambio, delimitando lo que serían sus estamentos y sus fronteras a base de cruentas confrontaciones armadas y de complicados pactos “políticos”. Juan I de Aragón no heredó un reino tranquilo, ni mucho menos, de su padre Pedro IV “el Ceremonioso” pues habían sido más de tres décadas de numerosos conflictos armados: invasión y anexión del reino de Mallorca; levantamiento de una parte de la nobleza (La Unión) contra el rey, a quien exigían más poder (apoyando a su hermanastro Fernando de Aragón) conflicto que Pedro IV logró controlar, pero que, como se verá, aún no estaba bien resuelto en tiempos de Juan I; guerra contra Génova, apoyando a Venecia por los intereses aragoneses en Cerdeña, y, por último, guerra contra Castilla por el dominio sobre los territorios murcianos (Guerra de los dos Pedros). Es por ello que cuando el austero Pedro IV murió a principios de 1387, muchos dudaron que el nuevo rey, su hijo Juan I, de apariencia débil y enfermiza y con mucho menos carácter que su padre, fuese un rey apto para el trono. Esto reavivó las ansias de poder de parte de la nobleza (sometida hasta entonces bajo la mano dura de Pedro IV) desatando intentos “políticos” por parte de estos nobles a fin de aumentar su esfera de poder. Estos estaban encabezados por Alonso de Aragón, Marqués de Villena, emparentado con la casa real, quien reclamaba una mayor relevancia en el ámbito de poder de la corona, a pesar de que sus inmensas posesiones casi lo convertían en un pequeño monarca. Junto al Marqués de Villena se alineaban otros poderosos nobles, entre quienes sólo citaré a dos, que nos competen muy de cerca en este relato: Juan Jiménez de Urrea, exmarido de Carroza, y su madre, Dña. María Jiménez, posiblemente la persona que más odiase a Carroza en el mundo entero y para quien era una tortura verla en una posición de tanto privilegio.
Confiada en la posible debilidad de Juan I, esa parte de la nobleza, encabezada por el Marqués de Villena, acometió su empeño de aumentar su poder y territorio. Sin embargo, chocaron de frente con alguien que no esperaban: Carroza de Vilaragut, quien, firme en su lealtad al rey, rechazó una tras otra todas las oscuras pretensiones de estos “innobles” nobles. Presuntos préstamos a nombre del rey, que irían a las arcas del Marqués de Villena (40.000 florines), concesiones de villas a bajos precios a este mismo de Villena (por 20.000 florines las villas de Villajoyosa y Jábea), pretensión de ser nombrado Presidente del Consejo Real (Cap del Consell Reial), rentas perpetuas por parte de ciertas villas, colocación de las mujeres de ciertos nobles en puestos políticos estratégicos…. Ni los intentos de soborno ni las amenazas pudieron con Carroza. Ella se mantuvo firme, leal al rey, negándose a todo y ganándose con ello la enemistad de la mayoría de la nobleza valenciana. Ése sería el principio del fin.
LA CAÍDA
Limitados por la firmeza de Carroza, estos poderosos nobles entendieron que la única forma de conseguir sus oscuros propósitos era apartándola de la casa real. Así pues, prepararon una serie de acusaciones falsas sobre ella y echaron un órdago al rey en Las Cortes de Monzón de 1389, pidiendo el destierro político de Carroza. Era un tiempo en que el rey se encontraba postrado en cama y con su exsuegro, el conde de Armagnac (padre de su primera esposa) invadiendo territorios y llegando casi a las puertas de Gerona. Muy a su pesar (y en especial al de la reina) Juan I se vio obligado a doblegarse ante la presión de la nobleza (temiendo que pudieran unirse a su exsuegro) y les concedió sus demandas. Duro golpe para Carroza que supuso el fin de la “vida política” de la noble valenciana y su desaparición de la escena pública. Carroza fue desterrada del “mundo político” para ser “recluida” en su castillo, el de Corbera, heredado de su padre, así como también lo fueron las villas de Carrícola y Albaida.
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Castillo de Corbera. |
Derrotada, Carroza aceptó sin rechistar su destierro a la villa de Corbera, donde viviría una vida anónima, alejada de cualquier asunto público. Tal vez pudiera parecer un triste final, pero no lo es, ya que en ese tiempo Carroza volvería a conocer el amor, casándose en 1391 con el noble Pedro Pardo, de quien tendría dos hijos. Por fin, Carroza, con un marido que la quería y dos hijos que cuidar, tuvo una vida tranquila el resto de sus días en su hermoso castillo de Corbera.
Autor: Fran Meliá
Escritor
BIBLIOGRAFÍA
-DANVILA, Francisco: Biografía de la ilustre Na Carroça de Vilaragut, Sra. de Albayda, Carricola y Corbera, 1888.
-SALAVERT ROCA, Vicente: La corona de Aragón en el siglo XIV, 1973.
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