La batalla de Stirling Bridge
18 de marzo de 1286. Es de noche y el tiempo en los alrededores de Edimburgo es espantoso. El rey escocés, Alejandro III el Glorioso, cena rodeado de sus consejeros después de resolver algunos asuntos sobre el gobierno del reino. Tras la cena, el rey decide, a pesar de la noche y la lluvia, hacer el camino de vuelta hasta Kinghorn donde le espera su segunda esposa, Yolanda de Dreux.
Sus consejeros intentan disuadirle pero finalmente el rey se pone en camino. Mientras bordea el fiordo de Forth el rey pierde el contacto con sus guías. Al día siguiente le encontrarán en la playa, muerto tras caer de su caballo, lo que abrirá uno de los periodos más convulsos de la historia del reino de Escocia.
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La muerte accidental de Alejandro III es el penúltimo episodio de una historia de desgracias para la dinastía reinante. Su primera esposa, Margarita de Inglaterra, le dará tres hijos antes de morir en 1275. Los dos varones, David y Alejandro, morirán respectivamente en 1281 y 1284.
La única hija, Margarita de Escocia, casada con el rey noruego, Erik II, morirá en 1283 al dar a luz a su única hija, Margarita, que, en estas condiciones, se convierte al morir Alejandro III en la heredera de la corona escocesa.
La situación escocesa no era la mejor, desde luego. Margarita, a la que se conocerá como la Doncella de Noruega, tenía tres años al heredar el trono y vivía en Noruega, a muchos kilómetros de distancia. El poder fue temporalmente asumido por un consejo de regencia, cuyos miembros son los denominados Guardianesde Escocia. En 1290, este consejo de regencia firmó el Tratado de Birgham por el que se acordaba el matrimonio de la heredera Margarita con Eduardo de Caernavon, futuro Eduardo II de Inglaterra. A cambio, los ingleses reconocían como legítima reina de Escocia a Margarita y daban ciertas garantías sobre el mantenimiento de Escocia como reino independiente.
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Robert Bruce, futuro Roberto I de Escocia, con su segunda esposa, Isabel de Burgh, del Seton Armorial en la Biblioteca Nacional de Escocia |
Margarita se puso en camino para reclamar su trono pero nunca llegaría a pisar tierra escocesa. En las Orcadas (que entonces eran una posesión noruega) la reina moriría con siete años de edad y sin haber sido siquiera coronada en la ancestral roca del destino en Scone. A partir de entonces, el caos se abatiría sobre Escocia. Se plantearon hasta quince reclamaciones diferentes sobre el trono escocés pero rápidamente hubo dos pretendientes que alcanzaron ventaja sobre el resto. Se trataba de John Balliol, Señor de Galloway y Robert Bruce, 5º Señor de Annandale.
El consejo de regencia, en un intento por evitar la guerra civil, pidió al rey inglés, Eduardo I, que arbitrara la elección de un nuevo rey. La condición puesta por Eduardo fue que le reconocieran como señor de Escocia, a lo que el consejo terminó por acceder (aunque es posible que la presencia del ejército de Eduardo ante ellos fuera una razón de peso para aceptar semejante acuerdo).
Eduardo I falló en favor de la reclamación de John Balliol (con el que ya había llegado a un acuerdo anterior) quien le rindió homenaje como vasallo y fue coronado poco después en Scone. El reino escocés estaba ya en manos de Eduardo pero no todo iba a salir cómo él tenía pensado.
La respuesta escocesa
Eduardo I puso de manifiesto, permanentemente, que, si bien había un rey en Escocia, éste no era más que un vasallo del rey inglés, auténtico señor de toda la isla. En 1293 estalló la guerra entre Eduardo I y Felipe IV de Francia. Eduardo exigió al rey John y a otros caballeros escoceses su apoyo en cumplimiento de sus obligaciones feudales pero los escoceses vieron aquí la oportunidad de librarse de Eduardo en un momento que parecía difícil para él por lo que John I estableció una alianza con el rey francés, renunció formalmente a su dependencia de Eduardo y se dispuso a reunir un ejército para invadir Inglaterra.
El ejército escocés, dirigido por el Conde de Buchan, John Comyn, se dedicó a realizar incursiones en el Norte de Inglaterra lo que, sin embargo, tuvo poco efecto práctico desde el punto de vista de disuadir a Eduardo de responder. El inglés cruzó el río Tweed y en marzo de 1296 puso sitio a Berwick, una de las ciudades escocesas más importantes. Tras un asalto en el que se combinaron acciones terrestres y navales, Berwick fue tomada produciéndose una horrible matanza que se prolongó durante dos días.
El ejército escocés se encontraba entonces situado al Norte, en el castillo de Dunbar. Eduardo I envió un ejército compuesto por unos 10.000 infantes y 1.000 hombres a caballo para tomar el castillo. El ejército estaba mandado por John de Warenne, Conde de Surrey. Warenne era pariente de Eduardo I y le había acompañado en muchas de sus campañas desde joven con lo que se contaba entre sus comandantes de confianza. El 27 de abril la ineptitud del ejército escocés se puso de manifiesto. Pensando que el ejército inglés se desorganizaba al cruzar el arroyo Spott, los escoceses abandonaron sus posiciones en una irreflexiva carga colina abajo, sólo para encontrarse a los ingleses en perfecto orden y sufrir una aplastante derrota: entre condes, caballeros y otros nobles menores, los ingleses hicieron 171 prisioneros.
John Balliol rendiría su reino en Brechin, el 10 de julio, y Eduardo convocaría a todos los terratenientes escoceses en Berwick, para que renovaran su alianza con él. Entre los nombres de los que acudieron se encontraba la mayoría de la nobleza escocesa pero faltaba al menos uno que sería muy relevante en los años por venir: William Wallace.
Escocia en 1297
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Estatua de William Wallace en la torre del Monumento Nacional William Wallace. |
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No sabemos casi nada con seguridad de Wallace antes de su aparición "pública" en mayo de 1297. Es posible que naciera en Elderslie pero sí se tiene constancia, en cambio, de que su familia estaba unida desde antiguo por lazos feudales a la familia que se convertiría en la casa real de Stewart. En mayo de 1297, Wallace y sus hombres sorprendieron al sheriff de Lanark, William Heselrig, y a sus hombres acabando con ellos y saqueando la ciudad. Fuera cual fuera la causa del ataque (y hay mucha leyenda en ello), este hecho le situó como uno de los líderes de la revuelta en la Escocia Central. En el Sudoeste Robert Wishart, obispo de Glasgow, James the Stewart y Robert Bruce lideraban la revuelta mientras que en el Norte, Andrew Murray, hijo del Justiciarus Scotie (el funcionario legal de mayor rango de todo el Norte de Escocia), se movía a sus anchas.
En julio de 1297 los nobles escoceses del Sur se rindieron casi sin luchar ante una fuerza enviada por Eduardo para someterles. Esto dejó a Wallace como líder indiscutible del Sur. En agosto, Wallace, partiendo desde sus bases en el bosque de Selkirk, expulsó a los ingleses del área alrededor de Perth y puso sitio al castillo de Dundee, donde en septiembre se encontraría con el ejército de Murray, procedente del Norte.Convencidos de que el siguiente movimiento inglés sería en dirección a Stirling, cuyo castillo es la llave del Norte de Escocia, se dirigieron allí para tomar una posición ventajosa. Hacia allí se dirigían también las tropas inglesas al mando del Conde de Surrey y de Hugh Cressingham, el odiado recaudador de impuestos nombrado en Escocia por Eduardo I.
La Batalla de Stirling Bridge
En la imagen se puede observar el campo de batalla visto desde el castillo de Stirling. Al fondo se observa Abbey Craig, la colina al pie de la cual se desplegó el ejército escocés de Wallace y Murray. En el centro se observa el puente medieval sobre el río Forth que en el siglo XV sustituyó al anterior puente de madera, cuyos pilares han sido encontrados a pocos metros de donde está el nuevo. Todo el terreno entre el castillo y la colina está surcado por el río Forth que dibuja pronunciados meandros en su curso bajo. El terreno en el que tuvo lugar la batalla debía ser, por lo tanto, bastante blando.
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El Campo de Batalla desde el Castillo de Stirling. En el centro, el puente medieval de Striling, y, al fondo, Abbey Craig con el actual Monumento a Wallace (foto del autor). |
Al amanecer del día 11 de septiembre de 1297, el ejército inglés comenzó a cruzar el río usando el estrecho puente de madera pero, una vez en el otro lado del río, fueron llamados de vuelta porque Warenne, de 66 años, aún no se había despertado. Cuando despertó, comenzó de nuevo el cruce del río pero de nuevo el ejército inglés fue llamado de vuelta y Warenne envió dos dominicos con una oferta de rendición a Wallace que fue rechazada. Finalmente, Warenne llamó a sus lugartenientes a consejo. En él, Richard Lundie, caballero escocés al servicio inglés, dio un aviso de lo que podía ocurrir (“Caballeros, si cruzamos el puente estamos muertos”) y pidió hombres para cruzar el río por un vado situado unas millas más arriba y caer sobre los escoceses de flanco pero sus consejos fueron desestimados. En ello influyó que Cressingham no quería aumentar los costes de la campaña y que, en general, los ingleses despreciaban abiertamente a los hombres de Wallace y Murray.
En definitiva, Warenne rechazó el consejo y la vanguardia inglesa comenzó de nuevo a cruzar el puente por tercera y, para la mayoría de ellos, última vez. Hacia las 11 de la mañana una parte importante del ejército inglés había cruzado con Cressingham y los estandartes del rey y del conde a la cabeza.
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El Campo de Batalla desde Abbey Craig. El esquema muestra el curso del río Forth, las zonas de despliegue de los ejércitos y el punto de cruce del río (foto del autor). |
En la imagen puede verse la magnitud real de la trampa en la que los ingleses estaban entrando. No sólo había que considerar el hecho de que el puente no permitía el paso de más de dos hombres a la vez sino también que la configuración del curso bajo del río Forth hace que todos los hombres que cruzaban tuvieran que desplegarse dentro de la bolsa formada por un meandro del río dejando el Forth a sus espaldas. En definitiva, alrededor de 2.000 ingleses (a pie y a caballo) habían cruzado y se desplegaban en un terreno blando, con el río a sus espaldas y unidos al resto de su ejército por un estrecho puente de madera. Ése fue el momento escogido por los escoceses para lanzar su carga. Cerca de 6.000 hombres avanzaron desde las faldas de Abbey Craig utilizando la formación conocida como Schiltron. A pesar de tratarse de una formación eminentemente defensiva, la poca distancia que separaba ambos ejércitos permitía que los infantes escoceses avanzaran sin comprometer demasiado su formación.
Los ingleses aún estaban ocupados intentando formar una línea defensiva mínimamente eficaz cuando los escoceses se les echaron encima. La salida del puente quedó rápidamente en manos escocesas cerrando tanto la única salida como la única posibilidad de recibir refuerzos. Ante la mirada del conde de Surrey, que observaba el cruce del río desde su posición en el castillo de Stirling, la infantería inglesa se vio superada en número, flanqueada y empujada hacia el río.
Entre la infantería inglesa, sólo unos 300 hombres galeses, con equipo ligero, fueron capaces de escapar cruzando el río. Por lo que se refiere a los caballeros que habían cruzado, sólo Marmaduke de Thweng consiguió abrirse paso junto con algunos hombres y cruzar el puente de vuelta. Tanto Cressingham, el odiado recaudador impuesto por Eduardo I, como el Condestable del Castillo de Stirling, Richard Waldegrave, cayeron víctimas de las lanzas escocesas. Las crónicas posteriores a la batalla no indican que se hicieran prisioneros.
Después de la Batalla
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John Balliol y su esposa, del Seton Armorial. |
En realidad, el grueso del ejército inglés no había sido derrotado pero los ingleses estaban tan desmoralizados que Warenne destruyó el puente tras él y huyó a Berwick, a donde le seguiría su ejército poco después. En el castillo de Stirling quedó una guarnición al mando de Marmaduke de Thweng que caería poco tiempo después en manos de Wallace. Por el lado escocés, sin embargo, la victoria dejó una baja importante puesto que Andrew Murray fue fatalmente herido muriendo poco después. Para muchos, Murray, descendiente de la más alta nobleza escocesa, debía haber sido el líder natural de la rebelión pero su muerte en Stirling junto con la capitulación que los nobles escoceses habían aceptado en Irvine sólo unos meses antes, dejó a Wallace como líder único e indiscutible. No sabemos exactamente cuándo ni por quién pero, muy poco después, Wallace fue nombrado caballero y Guardián del Reino de Escocia.
Durante el resto de la campaña, que finalizaría de forma efectiva con la derrota de Wallace en Falkirk en 1298, Wallace no dejó de actuar en el nombre de quien él consideraba rey legítimo de Escocia, el infortunado John Balliol, lo que tampoco le ayudó a tener amigos entre los nobles escoceses. En cualquier caso, tras su derrota en Falkirk y su huida a Francia, el control volvió a manos de Eduardo I y no volvería a estar en manos de los escoceses hasta quince años después cuando Robert Bruce y la infantería escocesa volvieron a derrotar a los ingleses muy cerca de Stirling, en Bannockburn pero esto ya es otra historia.
Autor (texto y fotografías): Miguel Ángel Ruz
Bibliografía
BARRON, E. M.: The Scottish War of Independence, 1934.
FERGUSON, J.: William Wallace: Guardian of Scotland, 1948.
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