Los cátaros: El cristianismo no deseado
El término cátaro proviene del griego kazarós (puro) y se empleó desde la Antigüedad para designar grupos heréticos. En la Edad Media este término cobra un significado propio para designar una herejía dualista que, con raíces orientales, se instaló entre el siglo XII y el primer tercio del siglo XIV en Occidente, concretamente en el Mediodía francés y gran parte del sudoeste de Francia.
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Castelnaud, sobre el río Dordogne, pasó a manos de Simón de Montfort en el 1214. Un año después, su anterior dueño Bernad de Casnac, defensor de los cátaros, la reconquistó matando a toda la guarnición francesa |
Esta herejía conllevó una sangrienta represión que causó un millón de muertos puesto que la Iglesia Romana, desde los tiempos de Constantino el Grande, había solucionado sus conflictos por la vía directa cercenando cualquier intento de herejía, tanto individual como general, y no perdió la oportunidad de erradicar a los señores feudales occitanos y desposeerlos de sus tierras por apoyar a los “herejes”, lanzando así la primera cruzada contra un territorio europeo.
PROLEGÓMENOS HISTÓRICOS
La historia del catarismo nace como consecuencia de un largo viaje en el tiempo iniciado hace más de tres mil años en el Irán (la antigua Persia) y que tiene su desarrollo en Occidente a través de Anatolia y Constantinopla, los países balcánicos y el centro de Europa, para terminar en la Lombardía y el Languedoc. Su inicio se puede personificar en la figura de Zaratustra, nacido en el I milenio a.C. pero de siglo desconocido, a quien se debe la fundación del mazdeísmo, una de las más antiguas religiones de Oriente Medio cuyo nombre proviene de la deidad Ahura Mazda, y tradicionalmente se le ha atribuido la obra del Avesta, conjunto de libros sagrados de los antiguos persas. Siglos más tarde, el gran filósofo persa Mani (215 – 276 d.C.), llamado el apóstol de la ética y la no violencia, fundó el maniqueísmo que, ya en la Edad Media, conectaría con el bogomilismo[1] de la Tracia y el catarismo de Occitania.
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Mapa de los territorios donde ocurrieron los hechos históricos. |
La doctrina cátara o albigense (en referencia a la ciudad de Albí, Francia), propone una dualidad creadora (Dios y Satanás), considera el Antiguo Testamento como obra del diablo o el mal y el Nuevo Testamento como la expresión del principio del bien, es decir de Dios. El catarismo predica, por ejemplo, la pureza del espíritu, la paz entre las gentes, fuesen o no creyentes, la emancipación de la mujer, la democracia, el bienestar social fruto del trabajo y la renuncia de los bienes terrenales por lo que fustigaba, en cambio, a la Iglesia de Roma, cuyos ministros nadaban en la abundancia de la riqueza terrenal y nada tenían que ver con los sermones que desde los púlpitos dirigían a los feligreses puesto que en ese momento la Iglesia de Roma poseía un desprestigio debido al interés por controlar los bienes y territorios de las clases humildes.
El propio conde de Toulouse, Raymond V, en el año 1177 se sorprendió del auge que estaba teniendo esta religión y envió una carta al obispo de Citeaux cuyo escrito, en clara referencia a la herejía cátara, estaba redactado con estos términos: “Reconozco que me faltan las fuerzas para llevar a término un asunto tan grande y difícil porque los nobles están siendo alcanzados por el mal de la infidelidad, arrastrando con ellos gran multitud de gentes que han abandonado la fe. A tal punto que no me atrevo a hacer nada…”. Sus palabras eran ciertas pues al principio del siglo XIII, el catarismo había alcanzado un nivel de influencia enorme en todo el Languedoc, especialmente en ciudades como Carcassone, Toulouse, Béziers, Albi, Mazamet, Agen, etc.
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Vista actual de la catedral de Albi, de donde tomaron el nombre de albigenses. (Imagen izquierda) |
No obstante, en el año 1022, en tiempos del Papa Benedicto VIII, se produjo en Toulouse, la capital de esta culta y próspera región, la primera quema de cátaros por motivos religiosos pero durante casi los dos siglos siguientes nada volvería a enturbiar la paz en la Occitania.
En el año 1167 se celebró en la localidad de Saint Félix de Caraman (hoy Saint Félix de Lauragais, entre Toulouse y Revel) el primer concilio o manifestación pública de la Iglesia cátara, presidido por el obispo Nicetas de Constantinopla, en el cual se fija su organización y su culto y se crean los cuatro obispados cátaros del Languedoc: Lombers, donde residía el obispo en Albi, Lavaur, para la región de Toulouse y Carcassone y Agen, al norte de Toulouse. De los obispos que asistieron, Nicetas era el más reputado y se encargó mediante el consolamentum (un sacramento cercano al bautismo) de ordenar a los nuevos obispos, incluso a los ya ordenados, como el del Norte de Francia. En este concilio se consigue pasar de una estructura pequeña y desorganizada a una red de comunidades muy bien delimitadas territorialmente bajo el objetivo común de mejorar la propagación de la fe a través de la predicación.
El obispo o perfecto es el máximo jerarca de la Iglesia cátara en su territorio, aunque no indica que sea el de más peso, ya que no existen cardenales ni papas por encima de ellos como ocurre en la Iglesia católica. Los obispos cátaros viven en las casas dirigidas por las perfectas, lejos de los lujos y suntuosidades de la Santa Sede, no viven en lujosos palacios ni llevan buenos ropajes. Se distinguen de sus homólogos católicos por la sencillez de sus vidas y esto llama la atención de la población del Languedoc. Ellos acostumbran a viajar siempre en parejas acompañados del socius o diácono, formado por ellos mismos, que organiza el viaje y puede presidir cualquier ritual. Toda la Iglesia elige a los obispos auxiliares que serán preparados para substituir al principal cuando éste fallezca, son el hijo mayor y el menor: el mayor substituye al obispo fallecido y el menor pasa a ser mayor.
Perfectos es el nombre que los inquisidores dan a los obispos cátaros, a los bons homes (buenos hombres) cuando son descubiertos y llevados delante del tribunal para ser condenados a la hoguera, por eso este término no es usado por la comunidad. Estos perfectos son aquellos creyentes que han pasado por un largo período de preparación, han recibido el consolamentum, como bautismo y confirmación, y han sido ordenados sacerdotes con la potestad de rezar y predicar al Pater, su oración dominical.
Además de los perfectos existen los creyentes y los simpatizantes, estos últimos eran los que solamente practicaban el “perfeccionismo” que consistía en hacer solamente tres reverencias y una genuflexión al paso de un perfecto. Los simpatizantes se convertían en creyentes a partir de la iniciación ofrecida por los prefectos, ésta era cercana al esoterismo, siéndoles explicados algunos conocimientos y estando obligados a practicar la humildad, a no mentir ni jurar jamás y a demostrar públicamente amor al prójimo.
En realidad, no tendría que haber mayor diferencia entre los católicos y los cátaros pero las diferencias estriban en que culturalmente los cátaros podían debatir cualquier cuestión teológica con los católicos sin temor en caer en el ridículo y es por ello que los católicos se ven incapaces de competir con los cátaros quienes son capaces de llegar a cualquier capa social, visten con humildad y su mensaje es perfectamente creíble. Para la población del medievo francés es más fácil creer en los cátaros que en los obispos católicos que vivían en la abundancia, lejos en sus palacios y preocupados sólo por cobrar el diezmo a los lugareños más desafortunados.
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Cruz cátara, también llamada cruz de Occitania (Imagen derecha). |
Los cátaros rechazan el bautismo al nacer porque entienden que la criatura, recién nacida, no tiene la capacidad de decidir sobre sí mismo. Viven con ropas humildes, negras o azul oscuras, con largas barbas y cabelleras, es por ello que durante la persecución de los cruzados se afeitaban totalmente y cambiaban el color de sus vestimentas para no delatarse. No adoran a la cruz porque la consideran un símbolo de suplicio no de salvación.
El matrimonio no está prohibido pero los cátaros prefieren y defienden el concubinato ya que opinan que el matrimonio sólo es una tapadera para encubrir las relaciones sexuales y este hecho no es tenido por pecado. Su alimentación vegetariana estriba en no comer carne de animales de sangre caliente por temor a reencarnarse en ellos, en cambio, sí toleran el pescado, como animal de sangre fría.
UNA IGLESIA PARA LAS MUJERES
El catarismo resulta innovador en el tema de la libertad y emancipación de la mujer quien en la Edad Media estaba totalmente subordinada al hombre y al trabajo. En esta época, todas las mujeres, sean de las clases más favorecidas o de las más bajas, comparten el silencio en el que viven.
En la Iglesia Católica, después de un gran protagonismo en los primeros siglos, las mujeres habían quedado relegadas a la esfera monástica. No era así en el catarismo ya que las mujeres ocupaban un lugar importante y podían ser ordenadas de igual manera que los hombres. En el movimiento albigense, la mujer –noble o plebeya- tuvo una enérgica y activa intervención. La región de l´Ariège y su capital Foix dieron numerosas mujeres a la causa cátara que llegaron a perfectas.
Blanca de Laurac y Esclarmonde de Foix, hermana del conde Raymond Roger, son dos de las grandes damas cátaras de la época. Se cree que Esclarmonde de Foix, en septiembre de 1207, asistió a un debate, bastante acalorado, entre los obispos cátaros de Toulouse y Saint-Lizier y algunos representantes valdenses contra los católicos, representados por Domingo de Guzmán. Durante la asamblea, el monje dominico francés Ettienne insultó a Esclarmonde, con estas palabras: “Señora, usted váyase a hilar su rueca” pues, lógicamente, las palabras de ella habían molestado a los representantes de la Iglesia católica ya que, para ésta, la mujer debía atender a las tareas de la casa, dar hijos y ser una buena esposa. En 1203, esta emblemática mujer convirtió Montségur en el centro del catarismo occitano e incluso creó una comunidad de mujeres cátaras.
En la ciudad de Toulouse se rinde culto a Clémence Isaure, protectora de los trovadores esotéricos de Occitania, perfecta cátara del silgo XIII cuya estatua se encuentra cerca del Capitolio.
Las mujeres oyen los cánticos de los trovadores quienes las inducen a escuchar los cantos de sirena del amor y abrir las puertas de una libertad y libertinaje desconocidos en aquella época. Entre ellas destaca Etiennette de Pennautier la Loba, mujer hermosa casada con un hombre perteneciente a la familia Trencavel, la primera de la alta nobleza en convertirse al catarismo. A pesar de estar casada, Etiennette recibía a nobles y trovadores que acudían a cortejarla pero pocos eran los afortunados en conseguir sus proposiciones.
LA CRUZADA PAPAL CONTRA LOS CÁTAROS O ALBIGENSES
El catarismo, a pesar de la persecución que recibió, continuó en auge. Para contrarrestar su éxito, la Iglesia de Roma envió a Bernardo de Claravel a la zona del Languedoc quien tras observar las actuaciones de los perfectos cátaros indicó al Papa Eugenio III en su informe que "la fe es cosa de persuasión y por lo tanto no debe imponerse" así como que "nada reprensible se encuentra en su modo de vivir".
En 1178, el Papa Eugenio III envía un legado papal a Toulouse para conseguir una lista de los principales nobles y demás personajes convertidos al catarismo en la ciudad. Esta lista la encabezaba Peyre de Maduran, un notable con un gran poder económico que es mandado encerrar en los calabozos por el legado papal. Más tarde será enviado a la iglesia de Saint-Semin, descalzo y desnudo de cintura para arriba siendo flagelado durante el camino que iba desde la prisión hacia la iglesia. Además, se le impuso una penitencia de mendigar durante tres años en Tierra Santa y se le desposeyó de sus posesiones. El legado papal estaba convencido de que, tras la penitencia y su avanzada edad, Peyre no regresaría a Toulouse. Nada más lejos de la realidad pues Peyre, tras la penitencia, consiguió regresar y fue recibido de manera triunfal.
Un año más tarde, en 1179, durante el III Concilio de Letrán, el Papa Alejandro III hace una verdadera declaración de guerra indicando el modo con el que se ha de combatir al catarismo: “Tomando las armas contra los cátaros, confiscando sus bienes y condenando a sus principales a la esclavitud”.
En el año 1198 accede al trono de Roma el cardenal Lotario dei Conti dei Segni como Inocencio III y permanecería en él hasta su muerte en 1216. Sin duda, Inocencio III es uno de los papas más importantes de la Edad Media pues combatió la herejía cátara y convocó el Concilio de Letrán de 1215 en el que se definió la doctrina del sacramento de la eucaristía. Inocencio III estaba acostumbrado a resolver los conflictos mediante la fuerza de las armas y por ello lanzó el primer ataque bélico contra los herejes, la conocida cruzada contra el catarismo. De esta manera, su primera actuación como pontífice fue la de excomulgar a todos los cátaros y amenazar con la excomunión a quienes no les persiguiesen, por ende, todos los católicos estarían obligados a denunciarlos.
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Inocencio III excomulga a los albigenses. Miniatura de un códice del siglo XIV (Imagen izquierda). |
En 1203, Inocencio III recurre a los monjes cistercienses en su combate contra la herejía cátara. Por ello nombra como legados a Raoul de Fontfroide y a Pierre de Castelnau, de la abadía de Fontfroide, en Narbona, y, más tarde, a Armand Amaury, abad de Citeaux (origen del Císter). Estos tres legados papales fracasarían en su intento pues aunque iniciaron una depuración en el clero occitano con la idea de que el pueblo viera un cambio positivo en la acción de la Iglesia, éste seguía viendo pomposidad, suntuosidad y corrupción eclesiástica.
A partir de entonces, se intentó un acercamiento a la nobleza con la intención de acabar con la herejía cátara. A pesar de que Pedro II de Aragón era vasallo del Papa, una parte importante de las tierras del Languedoc que le rendían vasallaje había fomentado el catarismo motivando que sus vasallos, entre quienes destacan el vizconde de Bèziers y Carcassone, Raymond Roger de Trencavel y el conde de Foix, Raymond Roger de Foix, se acogieran a la protección del rey Pedro impidiendo el uso de las armas. Otro de los principales nobles, Raymond VI de Toulouse, cuyos territorios y poder eran similares a los del propio rey Felipe II Augusto de Francia, a quien rendía vasallaje, también se negó a acudir en auxilio de los legados papales pues hay que tener en cuenta que en el año 1200 se había formado una alianza entre el conde de Toulouse y el reino de Aragón a partir del matrimonio entre éste y Eleonor de Aragón, hermana del rey católico, y entre Pedro II y María, única heredera de Guillermo VIII de Montpellier, en 1204, lo que llevó a ampliar los dominios de la corona de Aragón al Languedoc y a que, en consecuencia, tanto el conde de Toulouse como el rey de Francia se negaran a ofrecer la ayuda papal.
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Abadía de Fontfroide. |
En el año 1205 el Papa Inocencio III escribió a su vicario general Pierre de Castelnau, quien había manifestado su intención de abandonar la lucha contra el catarísmo, esta única frase: “La acción vale más que la contemplación”, a partir de la cual todo era válido para erradicar la herejía cátara en Occitania. Meses más tarde, el monje español Domingo de Guzmán salía desde Roma para recorrer el Languedoc predicando con el ejemplo de la caridad y la penuria, postulados semejantes al catarismo y a los de Francisco de Asís, pero los resultados finales de ello fueron insignificantes aun cuando Domingo de Guzmán se entrevistó con personalidades cátaras influyentes como Benoit de Termes y Gilhabert de Castres.
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Domingo de Guzmán y un grupo de cátaros en la llamada disputa de Fanjeaux que terminó con la prueba de la quema de los libros. Relieve de Nicola Pisano (1297) Iglesia de Sant Domingo de Bolonia. |
El Papa ve con preocupación cómo paulatinamente va disminuyendo su autoridad en el Mediodía francés y, visto que la política conciliadora había sido un fracaso, decidió echar mano a la política de dureza contra los cátaros. De esta manera, el primer paso que da el Pontífice es substituir a todos los altos cargos eclesiásticos del Languedoc-Toulouse, Narbona y Béziers, cuyos arzobispados se consideraban demasiado condescendientes con los cátaros. Además, entra en contacto con el rey de Francia, Felipe II Augusto, quien también no veía con buenos ojos la expansión del catarismo pero éste lo hacía desde una óptica diferente centrada en el creciente poderío del conde de Toulouse, Raymond VI, quien estaba emparentado con dos grandes potencias extranjeras como eran Aragón e Inglaterra.
Inocencio III blandió la bandera de la Guerra Santa contra las tierras occitanas bajo el lema de exterminare[2], pues, a excepción de la Cruzada de 1181, ésta era la única dirigida contra el corazón de Europa Occidental. La contienda se prolongó durante 45 años y dejó una cifra de más de un millón de muertos.
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El momento elegido por el Papa no fue el más oportuno ya que el rey de Francia estaba enfrentado militarmente contra Inglaterra y Alemania en diferentes frentes geográficos y no podía distraer a sus tropas en esa cruzada. Aún así, da su permiso y soporte a los nobles franceses que apoyen en todo lo posible la campaña papal y miles de caballeros franceses, amén de iluminados que alentados por los beneficios que ofrecía el Vaticano, se unieron a las tropas papales.
En 1208, el conde de Toulouse con gran visión política, no duda en adherirse a la causa papal y por ello se somete al poder de la Iglesia humillándose y dejándose flagelar delante de sus representantes frente al templo de Saint-Gilles-du-Gard. Este hecho es presenciado por el legado papal Pierre de Castelnau quien es asesinado poco después. No se llegó a saber la mano oculta que dirigió al asesino del legado pero los beneficios de su muerte les fueron favorables tanto al rey de Francia como a la Iglesia católica quienes señalan a Raymond VI ,conde de Toulouse, como el principal culpable de su muerte. Algunos historiadores y cronistas de la época no dudaron en señalar al propio rey de Francia o al mismo Papa como instigadores del asesinato que tantos beneficios les reportaban a sus intereses.
Mientras tanto, el ejército de los barones del Norte (llamado también Militia Christi) alcanza la ciudad de Lyon con unos 100.000 hombres, al frente de los cuales hallamos al duque de Borgoña, los condes de Nevers y Saint Pol, el senescal de Anjou y numerosos señores de la nobleza gala, entre los cuales se hallaba Simón de Montfort, procedente del valle de Chevreuse (Normandía). Este impresionante ejército estaba bajo el mando de Arnaud-Amaury, abad de Cîteaux y legado papal, un personaje de una crueldad inaudita. En la festividad de San Juan Bautista, el 24 de junio de 1209, el ejército prosigue su avance por el margen derecho del Ródano, en dirección a Occitania, conquistando sin apenas resistencia las ciudades de Valence, Montélimar y Beaucaire y finalmente acampan en los alrededores de Montpellier, feudo del rey aragonés, Pedro II el Católico.
La primera operación militar de importancia fue dirigida contra la ciudad de Béziers, importante sede cátara, a orillas del río Corb y también cercana al Mediterráneo. Los cruzados dictan las condiciones a los sitiados: el sitio se levantará a cambio de la entrega de 222 burgueses, considerados afectos cátaros. No obstante, los habitantes de Béziers rechazan de pleno estas condiciones con una frase lapidaria: “Antes preferimos ahogarnos en el mar… vale más morir herejes que vivir cristianos“. A pesar de que los habitantes de Béziers apenas entendían la lengua de los sitiadores, extranjeros en su mayoría, la respuesta no se hace esperar y la poderosa máquina de guerra papal no tarda más de un día en hacer caer las murallas de la ciudad, defendida por Bernad de Silvian.
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La ciudad de Béziers ha quedado asociada a la masacre realizada por el ejército cruzado en el año 1209. La fotografía muestra la ciudad desde el río Orb, y coronada por la catedral de Saint- Nazaire. |
De esta manera se desencadena una matanza sin distinguir católicos de cátaros. Se cuenta que un soldado le preguntó al legado papal cómo distinguir unos de otros y Arnaud-Amaury le contestó: “Matarlos a todos, Dios sabrá reconocer a los suyos”. Por las calles de la ciudad corren ríos de sangre y sólo en la iglesia de La Madeleine, el último reducto de los cátaros, murieron unas dos mil personas de toda edad y condición. Las cifras de esta masacre hicieron tambalear los cimientos del mundo cristiano, el mismo Arnaud-Amaury envió un escrito a Inocencio III señalándole: “Los nuestros han hecho morir por la espada, al menos unas veinte mil personas”.
El sobrino del conde, Roger de Trencavel, pudo huir del infierno de Béziers y junto con otros cien cátaros se refugiaron en la ciudad más amurallada del Languedoc, Carcassone, pero ésta tenía todos los pasos cortados por los soldados papistas y era imposible que les llegara ayuda del exterior. Después de quince largos días de asedio y por falta de agua pues los cruzados habían catapultado las canalizaciones hidráulicas, y otros víveres, empezó a brotar la peste y otras enfermedades.
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Imponente aspecto de la ciudad amurallada de Carcassone después de la restauración de sus murallas en el siglo XIX. |
El joven Trencavel muere en prisión después de terribles tormentos y de haber entregado todas que sus tierras a uno de los peores enemigos de los cátaros, Simón de Montfort, de origen normando, buen militar participó activamente en la Cuarta Cruzada contra los sarracenos (1204). El nombre de Simón de Montfort permaneció ligado al catarismo del Languedoc como uno de sus peores enemigos, un contrincante cruel y despiadado donde los haya. A finales de 1209 Montfort, tras haber emprendido la conquista del Languedoc, ya había tomado cuarenta plazas (entre ciudades, pueblos y aldeas) pero aún le quedaban por conquistar las más difíciles de tomar, es decir, las que lindaban y custodiaban los pasos naturales con el vecino reino de Aragón, en la zona de los Corbières.
En los siguientes meses de 1210, el ejército de Montfort, tras haber recibido nuevos refuerzos, inició una sangrienta correría sobre el Languedoc, concretamente en Bram, a unos pocos kilómetros de Carcassone, donde de la forma más cruel se ejecuta a un centenar de prisioneros cuyos cuerpos mutilados son lanzados contra las almenas de Lastours-Cabaret y Minerve para atemorizar a los sitiados. Contra la ciudad de Carcassone, muy bien amurallada y casi inexpugnable por su ubicación estratégica, utilizó Montfort la Malvoisine, una poderosa catapulta cuyos grandes obuses de piedra no tardarían en perforar las fuertes murallas de la ciudad. Este guerrero tenía una especial predilección por destruir en primer lugar las reservas de agua potable de los defensores de las ciudades que mandaba sitiar, por ello Guillaume de Minerve se vio obligado a capitular después de siete semanas de asedio, mermadas sus reservas de agua y alimentos. Entre la adjuración o la hoguera, eligen esta última y 180 personas son quemadas vivas en una impresionante pira siendo esta plaza la primera de una sucesión de hogueras en todo el Languedoc.
El siguiente paso fue el sólido bastión de Termes, situado entre Quillan y Carcassone. Raymond II de Termes estaba bien pertrechado y contaba con la ayuda de 500 aragoneses y catalanes. Durante cuatro largos meses Termes logra resistir pero cuando los lienzos de las murallas empezaron a caer los cruzados entraron en la ciudad y contemplaron, con la rabia contenida, el montón de cadáveres que les recibió pues no pudieron enviarlos a la pira crematoria.
El conde de Toulouse, que otra vez tomó una posición ambigua sobre el tema, fue llamado a consultas por el Papa y éste, no hallando convincentes las explicaciones de Raymond VI, lo mandó excomulgar el 6 de febrero de 1211 y su plaza fue tomada en prenda sin haber más solución que la de la guerra.
El ejército de Montfort fija su nuevo objetivo en la plaza de Lavaur, dirigida por una mujer, Giralda de Lavaur, una de las más acérrimas partidarias del catarismo. Este castillo resistió dos meses ya que los nuevos artilugios militares que disponía Simon de Montfort, puestos a su disposición tanto por el rey de Francia como por el Papa, allanaron el camino de sus conquistas. En la primavera de 1211 Giralda es violada, lapidada y sus restos pastos de las alimañas, sus ochenta soldados colgados y unos 400 habitantes de la plaza, esta vez sí, arrojados a la hoguera en la mayor pira humana de toda la cruzada mientras que el resto de la guarnición fue pasado a cuchillo.
Más tarde el turno le tocó a Lastours, un bastión singular formado por cuatro fortalezas (Cabaret, Tour Régine, Fleur d´Espene y Quertinheux) independientes entre sí que están en la cima de un acantilado rocoso. Este vertebrado y sólido conjunto amurallado era comandado por Pierre Roger de Cabaret y sus murallas habían dado cobijo a los principales obispos cátaros del Languedoc. Cuando el ejército cruzado penetra en la región, Pierre Roger y sus hábiles arqueros no les dan tregua con una serie de ataques por sorpresa siendo hecho prisionero por los cátaros un primo del mismísimo Montfort que finalmente fue canjeado con el consentimiento de Montfort por la paz en esta zona evitando así más muertes. Cuando los visitantes contemplan este lugar histórico no pueden dejar de sentir un escalofrío al evocar la leyenda de estas fortalezas como un hecho aleccionador frente a la barbarie humana.
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Fortaleza de Lastours. |
Más adelante, Montfort pone sus ojos en la escalonada fortaleza de Hautpoul gobernada por Izarn de Hautpoul, señor de Auxillion, quien había recogido a los fugitivos cátaros que habían pedido asilo. La fortaleza estaba situada en la región de la Montaña Negra, en el Alto Languedoc, pero el asedio sólo duró cuatro días siendo los muros abatidos. Por su parte, Izarn y sus caballeros lograron huir por las galerías subterráneas mientras que el resto de la guarnición fue pasada a cuchillo. La pequeña aldea de campesinos que aún hoy existe contiene uno de los mayores museos del catarismo.
LA BATALLA DE MURET
Mientras seguían las sangrientas correrías del ejército de Simón de Montfort por el Languedoc situándose frente a la capital del condado, Toulouse, Raymond VI solicita ayuda a su primo el rey de Aragón Pedro II el Católico quien acababa de vencer a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). El rey aceptó como vasallos a los principales señores occitanos que no dependían de la corona de Aragón y se comprometió a defenderlos a partir de los juramentos de Tolosa de enero de 1213. Aunque Pedro II era reticente a la penetración hacía el sur perpetrada por un vasallo del rey de Francia tenía una gran ilusión en formar un territorio, con los Pirineos como columna vertebral, aragonés-catalán-languedociano[3] por lo que no dudó en ir a socorrer a su primo.
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Plano de la batalla de Muret de 1213. |
En Muret, situada a unos pocos kilómetros de Toulouse, se iba a decidir la unidad territorial francesa. El 13 de septiembre de 1213 el combinado aliado, que era netamente superior pues estaba formado por unos dos a cuatro mil caballeros y de cuatro a diez mil peones[4] y comandado por los condes de Toulouse, los de Comminges y de Foix y el vizconde de Carcassone, hacía presagiar una contundente victoria de los mismos. No obstante, Montfort, sabedor de la inferioridad numérica de sus tropas, formadas por unos mil caballeros y unos setecientos peones, las apostó en el castillo de Muret.
Las hostilidades las inició el rey aragonés ordenando una carga contra el burgo para propiciar la salida de la caballería enemiga. Así sucedió pero Montfort hizo un amago de retirada para atraer fuera de sus posiciones a la caballería del rey Pedro el Católico y dispuso a sus escuadrones en orden de batalla para caer sobre los cruzados. Sorprendentemente éstos se dieron la vuelta y ambos ejércitos, divididos en sus tres tradicionales cuerpos, se lanzaron contra el enemigo con sus lanzas en ristre. Aquí se habla de un posible error de cálculo ya que habían colocado en primera fila de combate a los catalanes y al conde de Foix y en la zaga a los condes de Comminges y de Tolosa lo que hizo que Pedro II y sus huestes se emplazaran en el plano central de las huestes, hecho que se reveló fatal.
En efecto, rotas las filas del cuerpo central de los aliados, los cruzados se lanzaron contra sus enemigos y uno de ellos alcanzó con una lanzada al rey aragonés, posiblemente el agresor no se dio cuenta de ello ya que era habitual en esta época que los caballeros intercambiaran sus armaduras. Por otra parte, Montfort, que pensaba que sus dos escuadrones se hallaban en peligro, ordenó a su tercer cuerpo de ejército iniciar un movimiento envolvente para atacar las reservas del enemigo pero no tardó mucho en propagarse la noticia de la muerte del rey Pedro y sus tropas no tardaron en batirse en retirada.
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Pedro el Católico, retrato de Filippo Ariosto, 1587-1588. Museo Militar del Castillo de Montjuic, Barcelona. |
Pedro II el Católico, hijo de Alfonso el Trovador y de Sancha de Castilla, que recibió los juramentos de Toulouse en 1213, es decir, la obediencia y fidelidad de los condes de Toulouse, Foix, Bearn y de Comminges, siendo durante ocho meses el señor feudal de casi todos los territorios occitanos.
Entonces Montfort mandó a su caballería para atacar a la infantería tolosana que estaba atacando la fortaleza y ésta quedó cogida entre dos fuegos iniciándose una desbandada entre los soldados del rey aragonés. Muchos se arrojaron al río Garona donde perecieron ahogados, otros fueron diezmados por sus perseguidores, los condes de Tolosa y de Comminges por su parte optaron por retirarse. Finalmente se cuentan entre siete a diez mil los muertos por el bando aliado.
En el campo de batalla encontraron los restos desnudos del rey católico, despojado de sus armas y ropajes por los cruzados pero el ejército de Montfort le rindió honores y los entregó a los hospitalarios. Actualmente su sepulcro se encuentra en la capilla real del monasterio de Sijena (Huesca) pero los restos han desaparecido.
Muret fue la tumba del sueño de convertir la Occitania en un territorio libre pensador -filosófica, cultural y religiosamente- y probablemente en caso de haber vencido los aliados en la batalla este territorio hubiera formado parte de España.
Raymond VI es salvado in extremis por la intervención del mismo Inocencio III pero la lucha religiosa iba estrechamente ligada a la política. Por ello el rey de Francia, Felipe II Augusto, que había salido vencedor de sus guerras contra Inglaterra, puede por fin poner sus ojos en el Languedoc y envía a su hijo Luis a mediar entre el Papa y Raymond VI, quien había solicitado asilo en la Inglaterra de Juan Sin Tierra (1167-1216) a la espera de unos vientos más favorables a su causa. Simón de Montfort, además de ser un formidable guerrero, era un hábil negociador y no tardó en ganarse tanto la confianza de los legados del Papa como del heredero de Francia, Luis, quien le cedió el condado de Toulouse y el ducado de Narbona. Montfort presionó al Papa para que le garantizara una pensión a Raymond VI además de libertar al hijo de Pedro II, el futuro Jaime I el Conquistador, que estaba confinado en Montpellier, y preservar los derechos de Raymond a una parte de la herencia.
LOS SITIOS DE TOULOUSE
En 1215 se celebra en Roma el concilio de Letrán con tres temas sobre la mesa: la reconquista de los Santos Lugares, la reforma de la Iglesia y, cómo no, la cuestión de los cátaros. El conde Toulouse se ve forzado a acudir y es condenado a abandonar sus posesiones que pasarán en bandeja de plata a manos de Simón de Montfort. El hijo del conde, Raymond VII, con sólo 19 años recibe las tierras no ocupadas, hecho que no satisface a nadie, y se refugia en Beaucaire.
El ejército cruzado pronto pone sitio a Beucaire donde el joven conde opone una feroz resistencia forzando finalmente a Montfort a levantar el sitio, hecho que es aprovechado por Raymond VII para caer sobre ellos y derrotarlos por primera vez en campo abierto. Ante ello, Montfort monta en cólera e inmediatamente sitia la ciudad de Toulouse pero los fuertes muros de la ciudad son un bastión infranqueable para los cruzados, quienes se ven obligados a levantar el sitio.
Raymond VII, que ha logrado volver a su ciudad, rechaza la autoridad del rey de Francia pero Simon de Montfort vuelve a sitiar la ciudad desde octubre del 1217 a julio de 1218. El 25 de junio de 1218, en una batalla de gran dureza, Montfort, que socorría a su hermano Guy, es herido por una flecha, recibe el impacto de una piedra que le rompe el yelmo y le parte la cabeza causando su muerte. De esta manera, su hijo, Amaury de Montfort, recibe el apoyo del rey de Francia, Luis VIII, e inicia el tercer sitio de la ciudad con unas fuerzas de 100.000 hombres. Este formidable ejército es rechazado delante de los muros de la ciudad por Raymond VII quien, con un reducido pero adiestrado ejército, obliga al propio rey Luis VIII, humillado, a levantar el sitio, volviendo a cobrar fuerza la idea de un estado independiente en el Languedoc.
El Papa Inocencio III vuelve a intervenir concediendo fondos extraordinarios para una nueva cruzada y excomulgando al conde Raymond VII quien, con los nuevos fondos concedidos por el Pontífice, se arma un nuevo ejército que desde el norte baja esta vez por el valle del Ródano. Durante los meses de junio a septiembre de 1226 se cierra el sitio de Aviñon pero un nuevo revés se cierne sobre los cruzados en octubre de este mismo año: Luis VIII, de 37 años de edad, fallece en extrañas circunstancias mientras se trasladaba a Paris.
En 1227 se vuelve a cerrar el sitio sobre Toulouse con los más modernos y revolucionarios ingenios militares de toda la Edad Media consiguiendo tomar a Raymond VII como prisionero.
El 12 de abril de 1229 se firma en la localidad de Meaux el tratado por el cual el Languedoc pasa definitivamente a la corona de Francia. Los firmantes fueron los representantes de la corona francesa, entonces regentada por Blanca de Castilla como madre de Luis VIII, es decir, los representantes de la Iglesia Católica y el conde Toulouse, Raymond VII. Éste último tuvo que ceder el vizcondado de Trencavel y los senescales de Beaucaire y Carcassone así como sus derechos sobre el valle del Ródano[5] y, además, al conde se le impuso la penitencia de ser flagelado públicamente en las escaleras de Notre Dame de Paris. Por otra parte, una hija del conde, Juana, sería adoctrinada en los preceptos de la Iglesia católica y se casaría con Alfonso, conde de Poitiers, hermano del rey de Francia, con la vista puesta para que la corona de Francia heredara el condado. Cabe destacar aquí que en los próximos veinte años padre e hija sólo se verían en un par de ocasiones.
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Blasones del rey de Francia y de los condes de Toulouse, firmantes del tratado de Meaux. |
A parte de las ventajas para el reino de Francia, la Iglesia también tuvo su parte del botín: el Papa Gregorio IX, sucesor de Honorio III, concedió poderes ilimitados a los dominicos para que pusieran en marcha los tribunales de la Inquisición ya que los cistercienses no eran de fiar para la Iglesia en estos menesteres de represión. Poco después, el ya rey Luis VIII publicó una ordenanza que condenaba a morir en la estaca a todos los condenados por herejía.
Así empezaron las persecuciones sobre todos los pueblos y ciudades del Mediodía francés, donde los cátaros y los sospechosos de serlo son sometidos al ritual de torturas y obligados a luchar en Tierra Santa. De esta manera, emprenden la huida hacía Cataluña a través de los pasos secretos de los Pirineos siendo apoyados por los templarios, otros embarcan hacia Mallorca y hacia el norte de Italia y los restantes se esconden en el castillo de Montségur o en las fortalezas del vizcondado de Fenoiullèdes.
La propia Iglesia se escandalizó por los excesos de los tribunales. En Narbona, Albi, Carcassone y Cordes las revueltas populares fueron constantes frente a los inquisidores y en la misma Toulouse los dominicos fueron expulsados por la ciudadanía. Estas represiones obran un efecto contrario al esperado y la masa popular abrazó con mayor ardor, si cabe, la causa cátara y el pacifismo que predica su religión sólo es seguido al pie de la letra por los llamados perfectos puesto que el resto de la población occitana se tomó la justicia por su mano.
La rebelión la inicia el joven Trencavel, hijo del antiguo señor de Carcassone, quien, apoyado por soldados aragoneses, ocupa varias poblaciones en Corbières (Peyrepertuse, Quéribus, Puylaurens y la villa de Montréal, a pocos kilómetros de Carcassone) y pone sitio a Montréal durante tres meses. Raymond VII sale de su encierro y, en su deseo de recuperar sus posesiones, se alía con Pierre Roger de Mirapoix y Ramón d´Alfaro, señor de Avignonet.
Trencavel, acosado por las huestes francesas, se refugia en el castillo de Peyrepertuse, perteneciente al rey de Aragón, siendo el principal bastión defensivo entre el Languedoc y la corona de Aragón. Las tropas francesas, al mando del caballero Jean de Belmont, consiguen su rendición el 16 de noviembre de 1240 pero Trencavel y sus hombres ya se habían puesto a salvo en tierras de Aragón.
En mayo de 1242, Guillaume Arnaud, uno de los principales inquisidores de Occitania que ya había sido expulsado de Toulouse por sus gentes, llega a Avignonet y es asesinado por la noche por una tropa que había partido de Montségur, bajo el mando de Pierre Roger de Mirapoix[6]. Llegado a oídos del monarca Luis IX [7], éste declara de inmediato la guerra contra el Languedoc, coincidiendo con la victoria francesa en Saintes y Taillebourg (junio de 1242) sobre Enrique III de Inglaterra y el emperador de Alemania, respectivamente.
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Luis VIII, hijo de Felipe II Augusto y de Isabel de Hainault y padre de Luis IX, participó en la cruzada contra los albigenses en 1226. Tras unos titubeos iniciales al llamamiento de Inocencio III y después de un recorrido triunfal, delegó el mando del ejército en Humberto de Beaujeu y regresó a Francia pero la muerte le sorprendió en el camino. Luis IX, hijo del anterior y de Blanca de Castilla, bajo la regencia de su madre se firmó el tratado de Meaux-Paris. Luis IX firmó el tratado de Corbeil con Jaime I, el Conquistador, en virtud del cual, renunciaba a los antiguos condados catalanes, y finalmente fue canonizado en 1297.
Raymond VII viendo lo que se le venía encima solicitó el perdón real y en Lorris, cerca de Montargis, se arrodilla ante el rey santo y es perdonado luego de haber hecho jurar al conde que destruiría Montségur tan pronto como lograra hacerse señor del mismo. Sin embargo, la Iglesia no olvida el asesinato de Avinognet y el Papa ordena la destrucción del último reducto de los cátaros, Montségur (monte seguro), bautizado por el Pontífice como “la sinagoga del Diablo”.
MONTSÉGUR
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Ciudadela de Montségur. |
El castillo o pequeña fortaleza de Montségur, residencia de los señores del lugar, había sido construido entre el 1205 y el 1211 por Raymond de Pereille. Este lugar había sido antiguamente un centro religioso dedicado a la diosa celtíbera Belissena, presidido por una torre maestra que daba lugar al castrum, formado por pequeñas viviendas desplegadas por toda la plataforma de la montaña, divididas en tres o cuatro terrazas sucesivas y protegidas por una liza, dos barbacanas y las murallas al borde del abismo.
Como ya se ha comentado anteriormente, ante las acometidas de la Inquisición se produjo una acumulación de personas fugitivas: unos doscientos cátaros entre los que destaca la familia Pereille y muchos otras familias al completo.
Raymond VII después del juramento hecho al rey Luis IX, realizó un simulacro de sitio a este castillo pero no estaba en su mente la conquista del mismo.
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Quema de los cátaras en Montsegur, como la imaginó en el Siglo XIX Émile Bayard |
Entre mayo de 1243 un ejército cruzado formado por entre 6.000 y 10.000 hombres con las más modernas armas de destrucción de la época y dirigido por el nuevo senescal de Carcassone, Hugues des Arcis y Pierre Amiel, arzobispo de Narbona puso sitio al castillo de Montségur. Por su parte, el casitllo contaba en su interior con un total de 500 personas, de ellas 150 eran soldados de los cuales 15 eran caballeros con sus correspondientes escuderos y se encontraban bajo el mando de Roger de Mirapoix. Los primeros meses del sitio la presión fue muy suave, no no impidiendo las comunicaciones con el entorno más próximo, aunque progresivamente se fue endureciendo el sitio que acabó en marzo de 1244.
La toma de la posición por los sitiadores del lugar conocido como el Roc de la Tor, el bombardeo masivo por un trabuquete, una catapulta empleada en los asedios; la fatiga y la desconfianza en recibir los refuerzos del conde de Toulouse acabaron de minar las pocas esperanzas de los sitiados que aceptaron rendirse. Los vencedores, el arzobispo de Narbona y el senescal de Carcassone, garantizaron la vida de todos los civiles previa comparecencia ante los tribunales de la Inquisición y ofrecieron a los bons homes y bones dones la alternativa de costumbre: adjuración o hoguera. Acordadas las condiciones de la rendición, el 16 de marzo de 1244[8] se rindió el castillo de Monsegur.
No obstante, ninguno de los cátaros abjuró de su fe. Tres días antes de la rendición habían solicitado a su obispo, Bertrand Martí, que les otorgara mediante el antiguo ritual de la imposición de las manos el consolamentum, el único sacramento de la Iglesia cátara, lo que les hacía limpios de todo pecado y con ello evitaban tener que reencarnarse. Esto les condenaba a una muerte segura pero les abría las puertas de la “tierra nueva” anunciada por el apóstol Juan en el libro del Apocalipsis, sin ningún juicio ni remisión al brazo secular como solía hacer la Inquisición. Los 225 cátaros fueron quemados en un lugar llamado el Prat dels Cremats (“El prado de los quemados”) cuyo hecho fue inmortalizado con una estela discoidal erigida en el mismo prado.
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Estela erigida en 1960 en el Prat dels Cremats que recuerda la muerte en la hoguera de los cátaros de Montsegur |
Entre 1300 y 1330 se producen las últimas agonías del catarismo: los cátaros que se habían refugiado en las grutas de Sabarthés (Lomberives) fallecieron en su interior por el humo de las antorchas y la falta de oxígeno causados al haberse tapiado la única salida por los inquisidores. Cuando Enrique de Navarra, el que más tarde fuera Enrique IV de Francia, mandó derribar el muro que había tapiado el acceso descubrieron los cuerpos de centenares de cátaros en actitud serena y con los brazos en cruz. En otras cavernas naturales como Ussat y Bounau se repitieron episodios similares.
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Hombres y mujeres cátaros expulsados de Carcasona en 1209. Miniatura del Siglo XIV (Imagen derecha). |
Finalmente, se tiene constancia de que el último prefecto cátaro, Guillaume Bélisbaste, tras regresar de la villa española de Sant Mateu (Castellón) fue capturado y quemado vivo en el castillo de Villerouge-Termenés en el año de 1321.
Hay que tener muy en cuenta que, a pesar de que durante cuarenta años de sangrientos episodios de los cruzados en Occitania en que fueron masacradas poblaciones enteras y degollados o enviados a la hoguera multitud de personas, bien por ser cátaros o sospechosos de serlo, sólo se conocen cinco casos de adjuración de su religión, de las cuales tres mujeres de la población de Minerve se salvaron de la pira al convertirse al catolicismo.
La cruzada contra el catarismo en la Occitania se había saldado con la pérdida de un millón de personas aproximadamente.
EL GRIAL O TESORO CÁTARO
El Santo Grial o el tesoro cátaro ha sido uno de los grandes misterios que han rodeado al catarismo en todos los tiempos, dando pie a multitud de leyendas. De ellas, la que se puede tener en mayor consideración es la que cuenta que la noche anterior a la rendición de Montségur en el 1244, algunos cátaros lograron descolgarse con unas sábanas por las murallas huyendo hacia el bosque portando el tesoro cátaro entre sus manos.
Este tesoro que los cátaros consideraban que era la sabiduría de los iniciados y los perfectos quienes eran los maestros que alcanzaban el grado sumo de sabiduría y perfección en el último paso hacia Dios. No obstante, parece lógico pensar que no iban a exponer sus vidas al cruzar el férreo cerco de los cruzados con las manos vacías y que con toda seguridad llevaban entre otras piezas: el Evangelio y el Apocalipsis de san Juan, los libros sagrados de los cátaros. Sin embargo, una de las piezas más nombradas en estas leyendas era el cáliz, la copa en que se sirvió en la Última Cena la sangre que derramó Jesucristo en la cruz por la lanza de Longino ya que, para los perfectos, Cristo no tuvo una existencia material entre nosotros puesto que cualquier materia para ellos era considerada impura.
Sin embargo, existe otra leyenda o creencia, probablemente más acertada, que decía que el Grial no era este cáliz del que hemos hablado sino que era el recipiente viviente que portaba la sangre de Jesucristo en su interior refiriéndose, naturalmente, a María Magdalena que al portar en su vientre la descendencia de Jesús también era portadora de su sangre.
De entre la multitud de leyendas, destaco como cierta el hecho de que el compositor Richard Wagner fue a Montségur a inspirarse para componer su ópera Parsifal (1882), basada en la novela en verso del trovador templario alemán Wolfram von Eschenbach escrita entre el 1200 y 1210.
Hay otros idealistas como el escritor alemán Otto Rahn (1904-1940) quien tras un viaje al Languedoc publicó un par de libros, Cruzada contra el Grial (1933) y La corte de Lucifer (1937), en los que interpretaba el catarismo como un paganismo ario, anterior al judeo-cristianismo, pues hay que tener en cuenta que era también un estrecho colaborador del jefe de las SS, Heinrich Himmler. Para Rahn, el Grial sería una piedra desprendida de la corona de Lucifer en Montségur, que no seria otro que el Montsalvat o Montsalvatge citado en el Parsifal de von Eschenbach.
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Arriba: Símbolos de Carcassone
Abajo: lista completa de sómbolos cátaros.
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Los símbolos dejados por los bons homes, no de forma casual y a través de unos códigos secretos que constituyen las claves visuales que guardan un lenguaje cifrado, deberán ser traducidos por los viajantes para comprender mejor algunos de los secretos de esta cultura.
Ahora vemos los símbolos de uno de los más famosos casitllos de los cátaros como es Carcassone y vemos que esta ciudad o fortaleza:
1) Sufrió un asedio
2) Es una bastida o villa
3) Hubo una batalla
4) Es un castillo
5) Tiene un cementerio cátaro
6) En ella se celebró un Concilio
7) Es un enclave esotérico
8) En ella hubo una hoguera inquisitorial
9) Tiene leyendas
10) En ella hubo una masacre
11) Hay un museo de catarismo
12) Fue un obispado
13) Posee un testimonio arqueológico.
Autor: Josep Subirats
BIBLIOGRAFÍA
-ÁVILA GRANADOS, Jesús: La mitología cátara: símbolos y pilares del catarismo occitano, MR Ediciones, 2005.
-DALMAU, Antoni: “Los cátaros: la gran herejía”, Historia National Geographic, nº 19, julio 2005, págs. 68 – 81.
-DALMAU, Antoni: “Montségur: último refugio cátaro”, Historia National Geographic, nº 26, febrero 2006, págs. 80 – 89.
-DALMAU, Antoni: “El triunfo de los cruzados: la batalla de Muret”, Historia National Geographic, nº 33, septiembre 2006, págs. 80 – 91.
-GIMÉNEZ, José Luis: Los cátaros o albigenses [en línea]: http://www.jlgimenez.es [Última consulta: Diciembre 2009
NOTAS
[1] Los bogomilos eran los seguidores de un predicador disidente en el siglo X, Bogomilo, y acabaron identificando a los herejes del reino búlgaro y del Imperio bizantino. Sus elementos doctrinales coinciden substancialmente con el catarismo occidental. Sufrieron persecuciones esporádicas y, tras la ocupación de los turcos en el siglo XV, una parte de los búlgaros se refugió en Ucrania y Rusia.
[2] Palabra ambigua pero que todo el mundo cristiano traduciría por exterminar antes de desterrar.
[3] Este proyecto fue denominado la Gran Corona de Aragón por el historiador Martín Alvira, el mejor experto en la batalla de Muret.
[4] En las diferentes fuentes consultadas hay una variación de cifras en el ejército aliado, no así en el cruzado cuyas cifras varían poco. De esta manera, en una fuente se habla de 35.000 hombres y 1.000 caballeros de élite catalano-aragoneses y en otra de 2.200 caballeros y 20/40.000 peones.
[5] Los derechos del marquesado de Provenza pasaron a manos de la Iglesia.
[6] Este hecho es el único violento que fue auspiciado o consentido por la Iglesia cátara en toda su historia.
[7] Se da la circunstancia que Luis IX de Francia, san Luis, uno de los impulsores de la séptima Cruzada en Tierra Santa, acabó sus últimos años de vida en tierras tunecinas, se convirtió al islamismo, contrajo matrimonio con una mujer árabe y su cuerpo reposa en un sarcófago en la catedral de la capital tunecina.
[8] También es de destacar la coincidencia de la fecha 16 de marzo de 1244, setenta años antes de que el último Gran Maestre de los Templarios, Jacques Bernat de Morlay, fuera ejecutado también en la hoguera.
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