Durante la antiguedad, era común que los ejércitos rivales se refugiasen en las murallas que protegían a sus respectivas ciudades, cuando no existía una tecnología lo suficientemente desarrollada como para derribar dichas murallas, se recurría al asedio de la ciudad, donde el enemigo se instalba en los alrededores de la misma, cortando todo suministro y contacto de la ciudad asediada con el exterior, esperando rendirla por hambre y sed.