A través de la historia, el destino y la corona de un país a menudo quedó remitido a las tiernas manos de un niño o adolescente. Recordemos a los monarcas que se vieron coronados cuando en realidad debieron haber estado jugando, lactando o soñando. Uno de los casos más espeluznantes de bebés monarcas fue el del rey sasánida Shapur II.
Resulta que su papi le había caído gordísimo a los nobles persas y lo depusieron antes de que hiciera más reformas que beneficiaran al vulgo. Dado que la reina estaba pipona, los nobles forzaron a la mujer a ponerse una corona encima del vello público, y por ende, cuando Shapur debutó en este valle de lágrimas, inmediatamente le calzaron la corona en su desnuda mollera, siendo investido como rey desde que pegó su primer grito.