La lanza, salvo raras excepciones, había desaparecido de los inventarios occidentales a lo largo de los siglos XVI y XVII. En el Este de Europa la lanza se preservo gracias a que seguía en uso en manos de las tribus cosacas rusas y de los ulanos polaco-lituanos. Éstos últimos iban a conseguir que se volviera a poner de moda la lanza en el siglo XIX.