Durante todo el reinado de Fernando VII, donde ya se había roto aquella unidad de los hispanos que había hecho posible la derrota de Napoleón, Nuestro país estaba dividido en dos bandos enfrentados de forma cerril e irreconciliable, llevados de un odio feroz a sus oponentes y capaces de llegar a los más extremos de crueldad inimaginables: por un lado “los apostólicos” , añorando los tiempos de los temidos inquisidores Torquemada y Valdés, y los masones “doceañistas”, los cuales