En los comienzos de la 1ª Guerra Mundial, los comentaristas internacionales tenían muy presente que a no tardar habría una gran batalla naval , entre las dos grandes potencias de esta contienda: Alemania y la Gran Bretaña, que probablemente sería decisiva. Esta última de la mano, anteriormente de Horacio Nelson, después de su victoria en Trafalgar(21/10/1805) contra la flota combinada franco-española y casi desde principios del siglo anterior, era la dueña absoluta de los mares. Aunque en 1914, muchos de estos buques de guerra estaban anticuados y no disponían, por tanto, de los nuevos blindajes casi impenetrables. Bien es cierto que superaban numéricamente a sus adversarios. En el bando alemán , el káiser Guillermo II había dado un impulso novedoso y moderno a sus barcos; bien armados y mejor blindados.