La bolsa y la vida
Contraportada
El usurero, tan odiado como imprescindible, está asociado con uno de los pecados capitales: la codicia. Es un escándalo, pues aun durmiendo, su dinero le hace más rico. Así lo enseñan los exempla medievales, esas anécdotas edificantes para uso de los predicadores.
En la Edad Media cristiana, el usurero se manifiesta como un ladrón de tiempo. ¿Acaso no roba a Dios, en la medida en que el tiempo es un don divino y gratuito, y también a los cristianos, ya que prestar a interés está vedado en una comunidad fraternal? Por esa doble razón el usurero está irremediablemente condenado al infierno.
Pero ¿quién diría que esta figura da lugar a un espacio nuevo de ultratumba? En vísperas del auge de los grandes movimientos económicos del capitalismo moderno, la teología medieval salva al usurero del infierno. Inventa para él una morada algo menos funesta: el purgatorio. Así alcanza su doble objetivo: conservar la bolsa sin perder la vida eterna
Comentarios de los lectores:
Sturleson
Le Goff es uno de los medievalistas franceses más prolíficos y con mayor capacidad para la divulgación. La verdad es que ha tocado casi todos los temas sobre la Edad Media y relacionado con este libro que nos ocupa tiene otra obra excelente, “El nacimiento del purgatorio”
A mí siempre me ha interesado el origen del cambio en el pensamiento cristiano sobre la usura, tenía que existir un momento en que esto fuera inevitable ante el desarrollo incontenible del capitalismo. ¿Cómo justificar ideológicamente un cambio tan traumático? Le Goff explica que en las grandes mutaciones socioeconómicas es decisivo el aspecto mental y religioso, sobre todo en la Edad Media donde la noción de economía tiene poco espacio. El argumento puede ser discutible pero tiene cierto peso: en un mundo tan profundamente religioso como el medieval la acción de los hombres se basa menos en la obtención de beneficio que en la búsqueda de la salvación. Este cerrojo ideológico bloqueaba la sociedad y el usurero estaba atrapado entre la alternativa de la riqueza terrestre o la vida eterna, por eso en gran parte éste fue un reducto de los judíos con las consecuencias sociales bien conocidas por todos.
La tenaza empezó a aflojarse gracias a la emergencia de un cristianismo más tolerante en el siglo XII; con la confesión y la penitencia la gravedad de los pecados quedó atenuada y la invención del purgatorio ofreció la perspectiva de una solución alternativa que ya no era la condena absoluta del infierno.
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