La Puerta de San Romano
Martes, 28 de mayo de 1453. Ese día cambió el curso de la historia, el mundo pasó de la Edad Media a la Edad Moderna cuando se derrumbaron mil años de civilización grecolatina, después de doscientos cuarenta y nueve años de agonía. Ese día cayó Constantinopla.
Frente a las murallas milenarias de más de seis kilómetros de longitud por su lado terrestre defendidas por apenas siete mil hombres entre genoveses, venecianos, soldados del imperio y hombres de armas de la ciudad, cien mil soldados turcos, entre ellos los temibles jenízaros, se hacen dueños del campo exterior a la triple muralla.
“Volveremos a encontrarnos… en la Puerta de San Romano”
(“El ángel sombrío”, de Mika Waltari)
Es difícil imaginarse sobre una llanura un ejército de esa magnitud, acompañado además por un número superior de innumerables sirvientes, reatas de mulas, caballos y bestias de cargas, decenas de miles de carromatos de abastecimiento, y cañones, fundidos por el artillero húngaro Urban para el sultán Mehmed II. Detrás de la muralla, poco queda del esplendor de Bizancio. Décadas de guerras intestinas, sucesivos terremotos, incendios, la Gran Peste… cincuenta mil almas es todo lo que queda del orgullo del imperio. Riquezas y palacios decrépitos que hablaban de lo que fueron, ruinas enormes, monasterios de iconos ajados, casas sin techumbre, cisternas colmadas de agua pútrida. El día 5 de abril el sultán Mehmed II llega decidido a no marcharse, a proclamarse señor del mundo; aún así, ofrece a la ciudad una oferta de paz, como exige la ley musulmana, oferta de paz rechazada por Constantino XI Paleólogo.
Caída de Constantinopla en 1453 (Cuadro en Museo Arqueológico de Estambul)
También es difícil imaginar el derrumbamiento de las esperanzas por el último emperador Elegido por Dios e Igual a los Apóstoles. Debía saber que tenía una cita con la Historia, que ninguna ayuda podría llegar ya desde Europa; el continente mismo asistiría con terror a la llegada de la marea turca. Pero le queda lo que es, su conciencia de clase. De ser el Último Bizantino. Si se pierde la ciudad, ¿qué mundo llegará que merezca vivir sin Constantinopla? Así que rechaza la paz. Al día siguiente, 6 de abril, los cañones turcos comienzan a bombardear la triple muralla. El sultán ha decidido, el sultán ha ordenado. Nada escapa a su control, a sus órdenes, a su obsesión. El Gran Cañón (“TopKapi”, en turco) construido por el artillero húngaro es colocado frente a la Puerta de San Romano, desde donde el terreno desciende poco a poco hacia la ciudad, dando a los cañones la ventaja de la altura. Miles de servidores los atendían, convencidos de poder tumbar “hasta las murallas de Babilonia” (Mehmed II dixit). Sus bolas inmensas de cientos de kilos dañaron gravemente la muralla exterior. De día, la muralla sufría lo indecible; de noche, los griegos se apresuraban a arreglarla. Espoleados por el condottiere genovés Giustiniani, rechazaron por largos días los ataques. Pero era una guerra de desgaste y agonía, siete mil hombres… cien mil enemigos. Y los mortales jenízaros, la élite del sultán, entre ellos.
Constantinopla en 1453
El sultán tomó el puerto de la ciudad evitando la Gran Cadena, haciendo navegar a sus barcos por tierra firme para evitarla. Tenía prisa, era impaciente. Decidió la guerra total. Todos los frentes de la ciudad, terrestres y marítimos, serían atacados simultáneamente. Se decretó el día y la hora. 28 de mayo de 1453. Una granada hiere mortalmente a Giustiniani, que se retira con sus genoveses en busca de sus barcos en la hora más crítica. Los defensores dejan de luchar, cada uno huye como puede de los letales jenízaros que les atacan de frente asaltando la muralla y por la retaguardia. Por un portón diminuto, la Kerkopuerta (“puerta oscura”), que se encontraba abierta accidentalmente, los turcos han entrado y se desparraman a uno y otro lado, hacia la Puerta de Charisius y hacia la Puerta de Adrianópolis. El emperador Constantino XI Paleólogo (por ironías del destino, su nombre es el mismo que el del fundador de la ciudad. Inicio, fin…), sabe que ha llegado su momento para la eternidad, arroja sus emblemas imperiales y arrastrando con él a otros nobles tan desesperados como él (¿para qué vivir si Constantinopla muere?) se enfrenta a los jenízaros y desaparece de la Historia para formar parte de ella.
Constantinopla. Puerta de San Romano y Cuarta Puerta Militar
Por siglos, la ubicación de la Puerta de San Romano ha sido objeto de dudas. Atendiendo a la tradición se la ha identificado con la Puerta de Topkapi; el reciente redescubrimiento de una inscripción por la investigadora Neslihan Asutay hace creer que la Puerta de San Romano era la Cuarta Puerta Militar de la ciudad y que desde la mitad del s.XIV la residencia imperial ya no era el Palacio Blakhernai sino otro palacio adyacente, el denominado de los Prophyrogenitos (“los nacidos en púrpura”), hoy en día conocido como Tekfur Saray, que ocupa un lugar expuesto en la unión de las murallas del Blakhernai y las teodosionas. Es bien conocido que el 6 de abril de 1453 Constantino XI encomendó la defensa del palacio imperial a los venecianos; si se tratara de Tekfur Saray y teniendo en cuenta el elevado número de oficiales en el sector de Blakhernai, ello hace que las idas y venidas del emperador, según cuenta la única fuente escrita de un testigo de los hechos, sean misteriosas. Parece según esta hipótesis que el emperador jugó un papel muy poco destacado en la defensa de la ciudad, que dejó en manos de los comandantes del Oeste. Por otro lado, Ubertino Puscolo comenta que el emperador estableció su puesto de mando en tiendas levantadas entre las murallas interiores y exteriores, pero sin concretar su localización y señala que el emperador estaba al tanto de la expuestas murallas en torno a la Puerta de San Romano junto al condottiere Giustiniani, con lo que el emperador estaría en el corazón de la batalla. El papel real del emperador en el ataque final a la ciudad sigue siendo una cuestión histórica no resuelta.
Estambul. Cuarta Puerta Militar, hoy en día.
¿Es realmente la Cuarta Puerta militar la famosa Puerta de San Romano, que era de uso civil? Hay opiniones contrapuestas. La existencia de un dintel con una inscripción que se refiere a la Puerta de San Romano embebido en pasadizo de las murallas triples de Teodosio, entre el muro interior y el intermedio, llevó a la investigadora Asutay a suponer que ese punto era la ubicación de dicha puerta, aunque no resolvió el problema de dónde ubicar entonces la Cuarta Puerta militar. Frente a esta conjetura se esgrimen las siguientes razones. Primero, la puerta militar se sitúa sobre un promontorio lo que no permite un acceso cómodo desde el lado urbano, y no hay evidencias de una calzada que llegue hasta ella desde ninguno de ambos lados. Segundo, si la puerta fuera de uso civil, tendría torres en cada lado como era costumbre en la construcción de puertas civiles y no hay evidencias físicas de la presencia de torre alguna flanqueando la puerta. Sobre la inscripción hallada en ese dintel, está grabado el término “Povrta” en vez del griego “Puvlh”, el primero deriva del latín en uso tras la conquista de Constantinopla en 1204, mientras que el segundo es más propio del empleo en la arquitectura bizantina. El propio dintel no muestra tanto desgaste por los elementos y la intemperie como los ladrillos y piedras que lo rodean, estando sorprendentemente limpio. La razón puede ser que durante las excavaciones de 1950 en la zona de Millet Caddesi apareciera el dintel, y que de forma temporal o por error, o por ponerlo en algún sitio, fuera colocado donde lo encontró Asutay. No está situado embebido en el muro sobre la puerta, sino sobre dos postes de factura reciente movidos a su vez de la propia puerta. Con mucha probabilidad se trataría de un dintel tallado cuando la conocida como Cuarta Puerta Militar fue sometida a una extensa reconstrucción cerca de 1900, pero el dintel no se colocó sobre la entrada sino que fue dejado en un lateral, sin propósito alguno.
Estambul. Puerta de San Romano / Topkapi, hoy en día. Fue la defendida por Constantino XI Paleólogo.
La contribución de la artillería al triunfo otomano fue mucho más psicológica que otra cosa. El historiador Kelly DeVries sugiere que la artillería fue efectiva, pero no como se ha supuesto tradicionalmente, estudiando pasajes de la obra “Vida de Mehmed II” de Kritoboulos subraya que el sultán construyó morteros, que fueron una grave amenaza una vez colocados cerca al Cuerno de Oro. DeVries defiende que el gran cañón no provocó un daño decisivo en las murallas, sino que los morteros ubicados cerca de la zona portuaria fueron los que consiguieron romper las defensas. La supervisión de estos morteros son una razonable explicación a la orden de Mehmed II de enviar al artillero Urban al sector del Cuerno de Oro, quizás también como una forma de degradación militar del húngaro, ya que el gran cañón no estaba obteniendo los resultados esperados. El sultán creyó que el Gran Cañón sería el arma definitiva y no fue así, se rajó en mitad del asedio, y la reparación realizada a toda prisa no fue suficiente, quedó con una efectividad disminuida. Los morteros, aun cuando no fueran los responsables del éxito final, unidos a la actividad naval turca en el Cuerno de Oro, detrajeron defensores de la muralla a otras partes de la ciudad, y en eso sí se debilitó la defensa de las murallas principales.
Estambul. Quinta Puerta Militar, hoy en día. Fue la defendida por Giustiniani.
Los defensores hicieron cuento pudieron, soportaron la artillería del gran cañón, contraminaron los intentos otomanos de minar la muralla, quemaron la gran torre de asedio. Tras rechazar dos oleadas consecutivas, la tradición dice que el momento decisivo fue la herida mortal que recibió el condottiere genovés Giustiniani cuando los otomanos consiguieron penetrar por el postigo llamado la Kerkoporta el 28 de mayo. Doukas es la única fuente histórica de ese momento que narra ese episodio, por lo que no puede ser corroborado. Sobre la localización de ese postigo, Doukas lo sitúa en el punto más bajo del palacio imperial, que según Asutay debe ser Tekfur Saray en vez del de Blakhernai, en cuyo caso estaba situado en uno de los puntos débiles, en el encuentro de las murallas teodosianas y del sector de Blkhernai. Eso haría que la Kerkoporta sirviera de acceso entre las líneas interiores y exteriores de la triple muralla teodosiana, lo cual fue crítico, ya que los defensores sólo estaban dispuestos en la muralla exterior. Y eso podría explicar el colapso repentino de la defensa de la ciudad.
¿Cómo se tomó la Kerkoporta? La opinión más reciente es que quedó abierta cuando una pequeña patrulla bizantina en misión de reconocimiento salió por la puerta y nunca regresó. Los otomanos enviaban de forma regular pequeños destacamentos a inspeccionar las murallas buscando puntos de entrada a la ciudad. También cabe la posibilidad que seguidores pro-turcos entre los griegos abrieran la puerta. En cualquier caso, los turcos entraron por ella y alcanzaron la torre de la Puerta de Adrianópolis, en la que alzaron su estandarte, que pudo ser vista por la gran mayoría de los defensores. Ese momento es casi coincidente con la herida mortal que recibió Giustiniani, el comandante genovés que defendía la Quinta Puerta Militar. Su retirada en busca de ayuda médica hizo que sus hombres le siguieran, creyendo que abandonaba la posición, lo que dejó esa puerta pobremente defendida por sólo un puñado de griegos. El resultado fue la caída de la ciudad, no como resultado de una gran batalla ni por el derrumbe de las murallas teodosianas, sino por un conjunto de circunstancias fortuitas.
En la Puerta de San Romano se pierde el rastro del emperador Constantino XI, cuando se arroja desesperado contra la avalancha de jenízaros que ya toman las defensas. Una tradición nació siglos más tarde, diciendo que el emperador, convertido en mármol por un acto divino, quedó sepultado cerca de la Puerta Áurea, desde donde volvería a la vida algún día para recuperar la ciudad al cristianismo. Esa leyenda dice que su cuerpo quedó sepultado cerca de Gul Camil, que se identifica con la Iglesia de Santa Teodosia, cuya festividad cae el día 29 de mayo, lo que queda unido a la muerte del emperador.
La noticia de la caída de Constantinopla partió el sábado 9 de junio en tres navíos que pusieron rumbo al puerto de Candía, en Creta. La consternación se extendió por toda la isla. “No hubo ni habrá jamás suceso más terrible”, anotó un escritor del monasterio de Agarathos.
BIBLIOGRAFÍA:
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K. DeVries, ‘Gunpowder Weapons at the Siege of Constantinople, 1453’, in War and Society in the Eastern Mediterranean, 7th–15th Centuries, ed. Y. Lev (Leiden/New York/Cologne, 1997), 343–62.
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Marios Philippides, Walter Hanak (Farnham, Ashgate, 2011, 816pp), The Siege and the Fall of Constantinople in 1453. Historiography, Topography, and Military Studies.
Reseña del mismo libro y respuesta de los autores, en: http://www.history.ac.uk/reviews/review/1101
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Me ha gustado mucho el artículo, desearía conocer si existe mayor información del uso de armas de fuego portátiles y de artillería tanto de los defensores de Constantinopla como de los turcos.
Saludos.
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