Caballería Romana: La Era de la caballería ciudadana (siglos IV-II a.C.)
Durante los siglos IV al II a.C. Roma se transformaría en una gran potencia. Las legiones romanas se enfrentarían a sus vecinos itálicos, a galos, griegos, íberos, cartagineses... para formar las bases de un gran Imperio. La labor de la infantería romana ciudadana en dicho proceso es ampliamente reconocida y admirada. No lo es tanto el valioso e imprescindible servicio que prestó la caballería ciudadana en dichas campañas.
Antecedentes.
En el año 396 a.C. los romanos por fin consiguieron tomar la etrusca Veii (Veyes), una confrontación de casi un siglo de duración. Esto iba a ser un hito importante que marcaría el ascenso de Roma como potencia en la península italiana. En los siglos siguientes la República Romana se iba a expandir por toda Italia para lo que iba a necesitar un ejército cada vez más reforzado y eficaz.
Dadas la naturaleza tanto social de Roma como geográfica de Italia, es normal que el ejército romano tuviera en la infantería su columna vertebral -al igual que sus vecinos- pero ello no quiere decir que haya que despachar a la caballería romana con un par de líneas como normalmente se hace en muchas historias del ejército romano antiguo. Incluso en algunas se les reduce prácticamente a meros enlaces y exploradores. Sin embargo la caballería aunque no fuera el arma dominante en el campo de batalla, veremos más adelante que tenía una gran importancia, a veces decisiva.
Caballería romana republicana (G. Rava, “art-box” para miniaturas HaT)
Los equites
Antes que nada hay que remarcar que a la hora de hablar de los equites (singular: eques) romanos se habla la vez una fuerza militar (jinetes) y una clase social (caballeros). La tradición romana relataba que el legendario Rómulo se hacía acompañar por 300 guerreros a caballo (aunque puede que combatieran a pié) denominados celeres, proporcionando cada una de las 3 tribus (Ramnes, Tities, Luceres) una centuria de ellos. Estas centurias se habrían desdoblado más tarde (cada una en priores y posteriores) para dar lugar a seis centurias que constituirían los privilegiados sex suffragia (“seis votos”). Asimismo la tradición dice que fue en época de Servio Tulio (578-534) cuando a las seis se añadieron otras doce centurias de caballería, cuyos miembros salieron de entre las clases principales para dar lugar a las 18 centurias de la clase de los caballeros de la Constitución Serviana. Hay historiadores que piensan que las seis centurias originales quedaron reservadas para los patricios.
A pesar de estar formadas por romanos pudientes se estimó que la pertenencia a esas centurias conllevaba una especie de servicio más oneroso al Estado que el de las clases más pobres -un buen caballo no dejaba de ser un lujo considerable-, por lo que se instituyó la figura del “caballo público”, por la que el Estado proveía una suma (recaudada entre las viudas ricas) para la compra y la sustitución de los caballos que se perdieran en combate.
En el 403 durante el asedio de Veii hubo un cambio significativo en la caballería romana. Livio relata como individuos que tenían suficientes rentas para ser considerados caballeros pero no tenían concedido el derecho al caballo público, se comprometieron a servir a su propia costa como jinetes en vez de como infantes. En esta misma época se instituyó por primera vez en Roma que los ciudadanos que servían como soldados recibieran un salario (tanto infantes como jinetes), siendo el sueldo de los equites más alto que el de los pedites (el triple): un denario por día.
A partir de entonces dentro de la caballería legionaria podía haber tanto individuos con caballo pagado por el Estado (equites equo publico) como individuos que se costeaban el caballo (equites equis suis). Sin embargo no hay razones para creer que el tipo de origen implicaba algo a efectos militares. Eventualmente se haría un censo con todos ciudadanos los romanos que podían ser reclutados como jinetes en función de su nivel de renta.
El servicio en la caballería era altamente prestigioso. Además del honor de pertenecer a la caballería y el hecho de ser un primer paso para poder desarrollar después una carrera política, los equites se veían favorecidos por un periodo obligatorio de servicio más limitado que el de la infantería: estaban obligados a servir un máximo de 10 años (en diferentes campañas) frente a los 16 de la infantería; siendo el tramo de edad de entre los 17 a los 46 años.
Denario del 209 a.C. representando a los Dioscuros Cástor y Pollux (los “patrones” de la caballería romana) con armadura y lanza de embestida, además de los tradicionales casco con plumas y capa (sagum).
“Socios” y aliados
A la caballería estrictamente romana hay que agregar los contingentes que estaban obligados a proporcionar los socii latinos e itálicos, de la cada vez más grande área de influencia romana en Italia. Los diversos tratados definirían exactamente la naturaleza de la contribución de cada “socio”. Una descripción común es la de que de entre los socii se debía reunir una fuerza de infantería equivalente a la que Roma ponía en campaña con la peculiaridad de que debían aportar tres veces más caballería que los romanos. La realidad parece haber sido bastante diferente con los socii aportando normalmente más infantería que los romanos y no llegando a cubrir siempre el tope del triple de caballería.
Respecto a la presencia de más caballería itálica que caballería ciudadana romana se han hecho varias suposiciones. La más simplista es que los romanos asumían que eran peores jinetes que sus vecinos y/o que tenían escasez relativa de caballos. Sin embargo parece más razonable pensar que detrás se escondían motivos sociales y políticos, además de los puramente económicos del elevado coste de la caballería. Por un lado se conseguía reducir en la medida de lo posible las levas entre la elitista clase de los caballeros romanos, además de trasladar el coste económico de la caballería a los aliados. También podía resultar bastante interesante incrementar lo máximo posible la presencia de jóvenes aristócratas de otras ciudades en los ejércitos romanos con ánimo de romanizarlos e incluso puede que hubiera cierta perversa intención de usarlos como una especie de rehenes, garantía del buen comportamiento de los dirigentes de las ciudades aliadas.
De entre los socii destacaban los campanos por su excelente caballería. Los equites campanos habían recibido el honor de ser considerados ciudadanos (sin derecho a sufragio) desde el siglo IV a.C. La defección de Cápua y los campanos tras la derrota de Cannas fue un duro golpe para Roma tanto militar como moral, por los estrechos lazos entre ambas ciudades. Durante el periodo 266-211, los campanos ganaron regularmente en las escaramuzas de caballería y en combates singulares; reconociendo los romanos que sólo se conocían los nombres de dos equites propios que hubieran ganaron un duelo a los campanos en esos años.
Caballería aliada itálica (“art-box” para miniaturas HaT)
Además de los socii, los romanos podían contar con caballería de aliados no itálicos (caballería auxiliar). En la Galia Cisalpina (norte de Italia) Roma solía contar con el apoyo de la tribu gala de los cenómanos (cenomani), que por ejemplo combatieron por Roma en Telamón y en Trebia, aunque después de Trebia se pasaron al lado de Aníbal.
La caballería de los aliados locales cobró gran importancia cuando los ejércitos romanos se desplazaron a combatir fuera de Italia en lugares como España, África y Grecia. Los aliados locales en dichos teatros de operaciones no sólo eran importantes por la cantidad de caballería que podían proporcionar sino por cubrir las carencias en caballería ligera de los ejércitos romanos.
Cuando el caudillo númida Masinisa (fundador del reino de Numidia) se unió a Escipión el Africano en el 215 a.C. -con 6.000 infantes y 4.000 jinetes- para combatir a los cartagineses, se inició una fructífera relación entre númidas y romanos. Los romanos recurrirían a los númidas para combatir no sólo en África sino que también en otras partes donde se requeriría grandes cantidades de buena caballería ligera. Así los númidas serían llamados para lidiar con los molestos celtíberos y lusitanos durante las guerras de conquista de la Península Ibérica. También participarían en campañas como Liguria (193 a.C.) con 800 jinetes y en Grecia (171 a.C.) con 2.200 jinetes.
En las Guerras Macedónicas, los aliados griegos también proporcionaron caballería. Destacan las aportaciones del reino de Pérgamo (800-1000 jinetes) aunque también nos encontramos jinetes de Etolia, Tesalia... Además sabemos que para la Tercera de ellas se emplearon 2.000 jinetes de la tribu iliria de los parthini.
Jinete númida (Black Hawk Toy Soldiers)
Estructura
Cada legión romana tenía asociada un contingente de 300 equites. El contingente de equites legionarios no se organizaba en centurias como la infantería sino que se dividía en 10 turmas (turmae) y estas a su vez en 3 decurias, aunque es muy probable que las decurias no desempeñasen papel táctico alguno y fueran meramente subdivisiones administrativas. Teóricamente una decuria estaba formada con 10 equites.
Los tribunos encargados de la leva designaban 3 decuriones para cada turma, siendo el jefe de la turma en principio el decurión (decurio) más antiguo. Cada decurión elegía a un subordinado con el grado de optio. No está claro sí entre los 30 teóricos equites por turma se incluyen o no a los optiones e incluso a los decuriones.
Cada una de las “alae” aliadas contaba en teoría con 900 equites, aunque en la realidad el número probablemente sería variable como ya hemos comentado. Algunas estimaciones dan una media de 400-900, reduciéndose a 250-400 en la peor época de las Guerras Púnicas. La caballería de los socii es probable que también se organizara en turmas.
De entre las fuerzas de los socii se podían extraer los extraordinarii: teóricamente en torno a un tercio de la caballería y un quinto de la infantería. Estas fuerzas selectas desempeñaban funciones como servir de vanguardia o retaguardia en las marchas o escoltar al cónsul.
Turma formando en línea de combate con 3 de fondo; decuriones y optiones en los extremos de cada decuria, con el decurión principal en primera línea. Para marcha lo más sencillo sería adoptar una formación en 3 hileras (10 de fondo), una por decuria, fácilmente convertible en línea.
En batalla lo normal era que formaran a ambos flancos de la infantería. El como se organizaba el mando de estas dos unidades no está claro; no sabemos sí había ya un prefecto de caballería ya que a veces da la impresión de que se ordena a algún tribuno asumir el mando de tal o cual ala durante la batalla. Hay veces en la que son los propio cónsules los que se ponen al frente de la caballería.
A veces la caballería romana formaba en un lado y la aliada en el otro, pero en general las disposiciones variaban según la naturaleza del campo de batalla y las fuerzas presentes.
Una cuestión muy mencionada es la escasa proporción de caballería en las legiones romanas. Sí tomamos como referencia el 15% de caballería en el ejército de Alejandro Magno en Gaugamela, ciertamente el 5,7-6,7% de una legión parece poca cosa. Sin embargo como vemos en el cuadro que se pone a continuación, un ejército consular prototípico podía llegar a un respetable 12,5% y con el acceso a tropas auxiliares se podía llegar puntualmente a cifras como el casi 20% de Zama.
Por supuesto las proporciones pueden ser engañosas y lo que cuenta son los números en el campo de batalla. No muchos enemigos de Roma podían poner miles de jinetes en el campo de batalla pero sí llegaría el momento en que los romanos descubrirían con Aníbal que ser superiores numéricamente en infantería no compensaba la inferioridad numérica frente al extraordinario número de jinetes cartagineses (10.000).
Proporciones de caballería sobre el total del ejército |
||||
|
Infantería |
Caballería |
Total |
Porcentaje |
Legión |
4200 |
300 |
4500 |
6,67% |
Legión reforzada |
5000 |
300 |
5300 |
5,66% |
Ejército consular estándar (2 legiones + 2 alas equivalentes) |
16.800 |
2.400 |
19.200 |
12,50% |
Ejército de Escipión en Zama (202 a.C.) |
23.000 |
5.500 |
28.500 |
19,30% |
Ejército levantado en el 218 (6 legiones + aliados) |
64.000 |
6.200 |
70.200 |
8,83% |
Potencial militar de Roma (romanos + campanos) en el 225 a.C. |
250.000 |
23.000 |
273.000 |
8,42% |
Potencial militar total (Roma +aliados) en el 225 a.C. |
340.000 |
41.000 |
381.000 |
10,76% |
Armamento
Polibio (escribiendo a mitad del siglo II a.C.) comenta que en tiempos antiguos los equites no portaban coraza -ganando agilidad sobre todo al montar y desmontar- y como única protección llevaban un frágil escudo ovalado (parma equestris) de cuero cuya forma recordaba a la del pastel redondo usado en los sacrificios romanos (popanum). El escudo tendía a pudrirse por culpa de la lluvia y volverse prácticamente inservible, sin valer para atacar (empujar) ni casi para defender. Como arma se utilizaba una lanza demasiado delgada para su longitud por lo que en combate tendía a agitarse haciendo difícil apuntar con ella. Según Polibio otro grave defecto de la lanza romana era el carecer de punta en la base, por lo que al romperse la punta principal en la primera acometida (tal vez algo más habitual de lo deseable) el jinete quedaba en desventaja o directamente indefenso. Además las lanzas de acometida con doble punta están mejor equilibradas (al haber un contrapeso) y permiten recurrir a técnicas como giros a la hora de combatir rodeados.
Eques con lanza y escudo popanum, siglo IV a.C. (Ian Heath para Armies of the Macedonian and Punic Wars)
El tipo de equipamiento reseñado fue considerado obviamente inadecuado y reemplazado por una panoplia a semejanza de la de la caballería griegai, convirtiéndose la caballería romana en una caballería “pesada” con jinetes equipados con casco, armadura, espada (aunque Polibio no la menciona) y un escudo y lanza mejores.
No se sabe la fecha de esta radical transformación de la caballería ya que Polibio no lo deja claro. Hay quien piensa que el cambio a caballería pesada no fue hasta la época de la Segunda Guerra Púnica; sin embargo viendo la triste descripción de Polibio -a la vez que alaba la capacidad romana para adaptarse rápidamente- uno se inclina a pensar que fue algo antes (al menos en cuanto a la lanza y el escudo) y tuvo lugar a través del contacto con los pueblos italiotas (de la Magna Grecia) o con las huestes helenísticas del ejército de Pirro.
Relieve dedicado al legendario héroe Marco Curcio que da nombre al Lacus Curtius. El relieve es de época imperial pero probablemente copia de alguno anterior. Curcio va bien equipado con lanza, coraza con pteruges y un escudo ovalado derivado del antiguo popanum.
Las influencias griegas no eran las únicas presentes en la caballería romana en el siglo II a.C. Ya que existen relieves de esa época que nos muestran jinetes con cotas de malla, siendo la cota de malla (lorica hamata) una introducción tomada de las celtas y que no se limitó a la infantería. Dado que cada eques se buscaba su propio equipamiento puede que hubiera bastante variedad en el tema de las protecciones. En el caso de la adopción de corazas nos encontramos con que el jinete renuncia a agilidad (y estabilidad) a cambio de protección adicional, además de dificultar el montar/desmontar para luchar a pié. Por ello puede que algunos equites prefirieran confiar en su escudo y como mucho protecciones limitadas para el torso, hasta que llegara el caso que se generalizaran combates con caballerías “acorazadas” de estilo helenístico.
Finalmente en el campo de las espadas, los romanos se apropiarían de las técnicas de forjado celtíberas (y de alguno de los modelos de espadas hispánicas) para crear el afamado gladius hispaniensis, que también van a usar los equites. La primera referencia a ésta espada es precisamente un relato de una escaramuza entre las caballerías romana y macedonia en el 200 a.C. que habría acabado con 35 bajas romanas y 40 macedonias. Durante un homenaje público a los caídos macedonios, la multitud se habría horrorizado al poder observar en los cuerpos las graves mutilaciones que causaba la espada romana.
Miniatura (Black Hawk Toy Soldiers) de un eques con cota de malla, casco beocio y escudo con umbo central (siglos III y/o II a.C.)
La caballería en acción
Una de las principales funciones de la caballería es la exploración (“los ojos del ejército”), no sólo hallar el enemigo sino valorar su fuerza e intenciones; además de lidiar con las patrullas de exploración rivales. Los romanos se vieron sorprendidos en unas cuantas (y sonoras) ocasiones por no haber hecho una adecuada exploración del terreno, aunque también tuvieron sus éxitos por lo que no hay que exagerar esta supuesta incompetencia.
Los jóvenes aristócratas romanos puede que no fueran los mas aptos para explorar; no sólo por ser una función más ajustada a la caballería ligera que a la caballería de choque -especialmente tras la adopción de armaduras pesadas-, sino por un exceso de querer ganar gloria personal que no siempre casa bien con la paciencia que requiere un adecuado reconocimiento. Muchos equites veían las escaramuzas como una ocasión propiciatoria para lucirse ya que era en este tipo de combates en los que un individuo podía brillar y ganar trofeos como las pharalae, que en la época republicana estaban reservados para los equites.
Tal vez los socii fueran capaces de aportar cierta caballería ligera de calidad pero en general parece que se articulaban también como una caballería de choque aristocrática, al igual que la romana. Estas deficiencias se cubrirían como antes hemos señalado con auxiliares locales en las campañas romanas fuera de Italia.
equites romanos acompañados por un veles, durante la Segunda Guerra Macedónica (Angus McBride para Osprey)
Es muy posible que los equites romanos, aún configurados como caballería de choque, fueran capaces de usar jabalinas para escaramucear pero lo cierto es que no hay ninguna mención clara de ello. La carencia de caballería ligera nos va a llevar a ver varias ocasiones en las que los equites se hacen acompañar de infantería ligera (velites) como apoyo, cuando hay que emprender operaciones “ligeras”. Se trata de ocasiones en que no queda más remedio que separarse de la infantería pesada legionaria para acudir rápidamente a enfrentarse a alguna fuerza ligera enemiga (p.e. partidas de saqueo) o acudir como refuerzo para alguna otra fuerza romana. No parece haberse dado es un amplio uso de la caballería como arma ofensiva independiente, salvo notables excepciones como el uso que le daba el agresivo Marco Claudio Marcelo (“la espada de Roma”).
Los velites parece que fueron especialmente eficaces para combatir a la caballería campana cuando ésta se pasó a Aníbal tras Cannas. Durante dichos combates, los romanos “hartos” de ser derrotados por los jinetes campanos, habrían entrenado a los jóvenes velites para cabalgar junto a ellos hasta el campo de batalla (compartiendo montura jinete e infante) y allí descabalgar; táctica que les habría dado buenos resultadosii.
Sin embargo la infantería ligera no era un perfecto sustituto de la caballería ligera: los velites podían llegar a ser útiles sobre todo para defender a la caballería romana de los ataques de la caballería ligera enemiga, pero evidentemente no eran aptos para atacar a una formación de caballería enemiga ya que no podían perseguirla por todo el campo de batalla.
Reverso de una moneda de Cápua en el periodo 216-211, representando a un jinete campano.
La caballería en batalla campal
En batalla la misión básica de la caballería era enfrentarse a la caballería contraria. En primer lugar para defender a la infantería propia de posibles ataques por los flancos o la retaguardia, con lo cual bastaba al menos con contener a los jinetes rivales. Un objetivo ulterior y deseable era derrotar a la caballería rival para que fuera la propia caballería romana la que pudiera atacar a la infantería enemiga y decantar la victoria.
La aproximación romana al combate entre caballerías era más directa que la de muchos de sus rivales más acostumbrados a escaramucear y maniobrar. Incluso entre las caballerías de choque, los romanos demostraban una tendencia a trabarse rápidamente en un cuerpo a cuerpo que sorprendía e incluso desconcertaba a enemigos como los griegos. En caso de que la carga inicial romana no tuviera éxito en hacer huir a sus rivales, en vez de girar y maniobrar para intentar nuevas cargas las veces que hiciera falta, los romanos buscaban el contacto -la carga se frenaría para no colisionar al galope- y se contentaban con combatir con la línea enemiga en combates más o menos estacionarios, llegando en ocasiones a entremezclarse bastante las filas.
Durante este tipo de combate lo natural es que se hubieran abierto bastante las filas para hacer más eficaces a los duelos individuales y para que pudiera haber relevos desde las filas posteriores. En este tipo de combate trabado podía incluso darse el caso de que jinetes romanos desmontaran para apoyarse mejor entre sí, algo extraño para los griegos pero no para otros como por ejemplo galos e íberos.
Este tipo de táctica ha sido vista como una prueba de la incompetencia romana en equitación ya que se supone que si no maniobraban es porque no sabrían hacerlo. Pasa lo mismo con lo de desmontar para pelear e incluso llegó a generarse el mito de que lo habitual para los equites era desmontar cuando esto sólo sucede en unas pocas ocasiones que nosotros conozcamos. Más bien hay que entender que era un tipo de combate que se ajustaba mejor a la mentalidad romana y que habitualmente les daba buenos resultados sobre todo contra tropas que no estaban acostumbradas a ello.
Caballería romana republicana (con variedad de estilos), por A. Kapawyk (“art-box”para Zvzeda)
La caballería también podía desempeñar un importante papel abriendo la batalla sin esperar el apoyo de la infantería; teóricamente podía aprovechar su velocidad para sorprender el despliegue del enemigo y desbaratarlo sí conseguía pillar a la infantería sin formar. Por supuesto un ataque precipitado mal medido podía resultar contraproducente.
La prueba final en cuanto a la eficacia de una caballería antigua era ser capaz de contribuir a la derrota de la infantería enemiga. Normalmente una infantería disciplinada tenía poco que temer de una carga frontal de caballería ya que en principio un caballo se niega a cargar contra lo que para él se debe de antojar como un muro puntiagudo. El procedimiento normal era que tras derrotar a la caballería rival se procediera a flanquear la línea de infantería y atacarlos por detrás mientras estaban ocupados por el frente combatiendo a la infantería enemiga. El impacto psicológico de la aproximación de la caballería por los flancos y/o la retaguardia solía ser letal para una línea de infantería ya trabada completamente en combate.
Como veremos más adelante, habría numerosos casos de una buena combinación infantería-caballería decidiendo el día para las huestes romanas. También veremos como en alguna ocasión la caballería también desmontaba para combatir a la infantería enemiga, supuestamente para reforzar a una tambaleante infantería legionaria.
Miniatura de un eques de alrededor de la Segunda Guerra Macedónica (Art Girona)
Desaparición
Salvo una excepción en la época de las guerras civiles entre César y Pompeyo -los equites que quisieron servir en las filas pompeyanas-, la caballería ciudadana parece que desapareció en el periodo que va entre el fin de la Guerras Cimbria (101) y el fin de la Guerra Social (88).
Dar una valoración justa de la caballería ciudadana romana es algo complicado. Dado que sus integrantes provenían de las élites romanas, podemos sospechar que las fuentes romanas tendían a exagerar los éxitos en batalla de la caballería y a ocultar buena parte de sus fiascos.
De todas formas podemos decir que la caballería ciudadana desarrolló bastante bien su labor en estos siglos y estaban muy lejos de ser incompetentes. Ya no sólo enfrentados a sus vecinos en Italia, sino que se comportaron bien contra ejércitos con mejor reputación ecuestre como los galos o los griegos. Sólo en la época de las Guerra Púnicas parecen haber sufrido una grave crisis, pero hay que recordar que se enfrentaron no sólo a una fuerza de calidad sino que en bastantes casos superior numérica.
Reverso de un quincunx (210-175 a.C.) mostrando a un jinete romano con lanza y escudo ovalado con umbo y espina central
La desaparición no hay que buscarla en la supuesta incompetencia y/o falta de vocación ecuestre romana, sino hay que mirar en los profundos cambios sociales que vivió Roma en dicha época. Roma se fue haciendo con un gran imperio en la época posterior a las guerras púnicas, un imperio que por un lado era una gran fuente de oportunidades económicas pero cuya conquista y mantenimiento demandaban un importante esfuerzo militar continuado.
A diferencia de los infantes censados no parece que el servicio de los equites tras las guerras púnicas se volviera especialmente lesivo: había suficientes para que siguieran sirviendo menos años de media y su ausencia de sus tierras no les suponía la ruina ya que tenían gente que se ocupaban del trabajo por ellos.
La falta de infantes suficientes supuso abrir la puerta a reclutar a los ciudadanos pobres (capite censi) lo que acabaría con la transformación de las legiones en tropas profesionales. Sin embargo no parece que hubiera escasez de equites para cubrir las filas de la caballería legionaria. Y sí se necesitaba más caballería en campaña siempre se podía recurrir a la auxiliar.
La sociedad fue evolucionando y los miembros del orden ecuestre vieron como se iban consolidando fuentes alternativas de prestigio social. La conquistas de Roma les trajeron importantes fuentes de ingresos y el dinero abría muchas puertas. Los que quisieran ganar virtus y hacer carrera a la vieja usanza, tenían ahora una gran cantidad de puestos de oficial disponibles en los numerosos ejércitos romanos o en todo caso podían servir como contubernales (miembros del entorno) de un general. Ser obligado a servir como simple jinete se empezaría a ver como una molestia innecesaria. Todavía seguía siendo necesario haber prestado servicio en el ejército para desarrollar una carrera política pero las exigencias se fueron relajando y bastaba con haber prestado un servicio puntual, lejos de los diez años completos de antaño.
Los grandes cambios en el ejército romano con la reforma mariana de la infantería y el fin del modelo de los socii con la concesión de la ciudadanía a los itálicos como consecuencia de la Guerra Social; todo ello unido al fácil acceso a fuentes alternativas de caballería (auxiliares), habrían facilitado a los caballeros sacar adelante el fin de las reclutas obligatorias de equites ciudadanos.
Ser un eques romano todavía estaba ligado a un status social y pertenencia a una clase. Después de todo los equites seguían sirviendo en los ejércitos aunque no como unidad de combate. En esa época no se podía admitir fácilmente a gran cantidad de ciudadanos en unidades de caballería sin correr el riesgo de verse obligados a concederles el rango y los privilegios correspondientes a los equites. Aunque resulta irónico era más fácil recurrir a no ciudadanos (jinetes auxiliares) que después de todo no iban siquiera a soñar con considerarse los iguales de los orgullosos equites.
Un jinete romano en el relieve del altar de Gneo Domicio Enobarbo (finales siglo II a.C.). El relieve muestra un censo por lo que el jinete tiene que ser un miembro de los equites ciudadanos.
Batallas y la caballería
A continuación repasaremos algunas acciones interesantes, centrándonos en el papel y tácticas usadas por la caballería romana. En ningún caso se trata de un listado completo de todas las batallas de estos siglos en los que los jinetes desempeñaron un papel relevante, para bien o para mal.
Satricum (381)
La colonia de Satricum había sido tomada por los volscos y los penestrinos. Una enfurecida Roma mandó al legendario y anciano general Maco Furio Camilo y a su colega Lucio Furio Medulino (ambos tribunos con rango consular) para lavar la afrenta junto a 4 legiones. Medulino se habría dejado provocar por la aproximación de un importante ejército volsco al campamento romano y se decidió a liderar el ataque, quedándose atrás el prudente Camilo con una fuerza de reserva.
Medulino cayó en la trampa de una retirada fingida y pronto se vio derrotado y empujado de vuelta al campamento y a Camilo, presionado por los volscos. Con una infantería tambaleante se ordenó a la caballería desmontar y dejar atrás los caballos para acudir en apoyo de ésta. Los romanos se rehicieron gracias a la intervención de los desmontados equites y lograron la victoria.
Signia (362)
Durante la guerra contra los hérnicos (hernici), las tropas del dictador Apio Claudio Craso se enzarzaron en un duro combate. La caballería romana realizó varias cargas infructuosas y finalmente el dictador les dio permiso para desmontar y combatir a pié. Según Livio se dio entonces una “novedosa” forma de combatir al cargar los equites en primera línea como si fueran infantería. Los equites derrotaron a una primera línea de infantes enemigos para después enfrentarse a las tropas de élite hérnicas (mientras los soldados comunes quedaban en segunda línea “contemplando”) en un feroz combate del que los equites salieron finalmente vencedores. Victoria que les costo a los romanos la cuarta parte de su ejército con graves pérdidas en la caballería.
Un jinete etrusco lucha contra un guerrero galo en una estela funeraria de alrededor del año 400 a.C., ambos van armados con espadas.
Veseris (340)
Previo a la batalla entre romanos y latinos, tuvo lugar un famoso incidente. El prefecto Tito Manlio Torcuato dirigía uno de los grupos de exploración cuando se topó con caballería de reconocimiento latina. El objetivo de la batida se dejó a un lado cuando el encuentro derivó en un desafío singular, a instancias del comandante latino (tusculano) que conocía personalmente a Manlio. Manlio aceptó y venció pero había desobedecido una orden expresa de su padre el cónsul de que ningún soldado podía abandonar las filas sin permiso. En arras a dar un ejemplo de la disciplina militar que quería salvaguardar, el cónsul Tito Manlio Torcuato hizo ejecutar a su hijoiii.
La batalla posterior se saldaría con una victoria romana.
Jinete samnita protegido con una coraza anatómica; fresco de una tumba del siglo IV a.C.
“Samnio” (322)
Un ejército romano al mando del dictador Aulo Cornelio Coso Arvina invadió el territorio samnita pero fue sorprendido por estos debido a la falta de precauciones (exploración). Durante la noche los romanos emprendieron la huida pero a la mañana siguiente se tuvieron que resignar a luchar. Durante varias horas se luchó sin que ningún bando obtuviera ventaja pero a mediodía la caballería samnita descubrió la localización del desprotegido bagage romano -no había dado tiempo a formar un campamento fortificado- y empezó a converger sobre él para saquearlo, abandonando la lucha.
La caballería romana aprovechó la oportunidad para derrotar a la samnita que se encontraba desorganizada y sobrecargada por culpa del botín. A continuación los equites rodearon el campo de batalla para situarse en la desprotegida espalda de la infantería samnita. El ataque combinado de infantería y caballería les dio la victoria, empleándose después la caballería en perseguir a los fugitivos.
Horcas Caudinas (321)
Uno de los fiascos más famosos de la historia antigua de Roma. Los cónsules Tito Veturio Calvino y Espurio Postimio Albino se dejaron engañar por la falsa noticia de que los samnitas asediaban Lucera. Para acudir en socorro de Lucera se eligió la ruta más corta aunque fuera por terreno poco conocido; ruta que hubiera demandado una adecuada exploración por parte de la caballería. Exploración que fue mala o directamente inexistente ya que los romanos fueron emboscados y atrapados por los samnitas en los desfiladeros de las Horcas Caudinas.
En vez de en una matanza el encuentro se resolvió con una deshonrosa capitulación que se plasmó simbólicamente en la obligar a los romanos a pasar inclinados bajo el yugo (una lanza horizontal atada sobre dos clavadas en la tierra), algo que sin duda encontrarían especialmente humillante los orgullosos equites.
Jinetes e infantes samnitas contemplan como los romanos pasan bajo el yugo en las Horcas Caudinas (Peter Connolly)
Sutrium (310)
Durante los años 311-309 la ciudad latina de Sutrium vería varias batallas cerca de sus murallas al ser el objetivo de los ejércitos etruscos. En una de ellas, el cónsul Fabio Máximo Ruliano situó a sus tropas en unas colina para compensar su inferioridad numérica. Los romanos pararon el ataque etrusco con una lluvia de proyectiles para después cargar sobre ellos y ponerlos en fuga.
La huida de un ejército siempre era un momento muy vulnerable y una oportunidad de oro para la caballería que podía salir a perseguirlos. Sin embargo en esta ocasión el peligro para los fugitivos no estaba a sus espaldas sino de frente: la caballería romana se había desplazado oblicuamente al campo de batalla hasta situarse entre los fugitivos y su campamento. Miles de etruscos cayeron mientras que el resto huía hacia un espeso bosque, dejando el campamento etrusco en manos romanas.
Fresco de una tumba del siglo IV a.C. Que nos muestra un jinete lucano. En la lanza porta como trofeo los ropajes de algún enemigo derrotado.
Tifernum (297)
Los samnitas confiaban en emboscar al ejército del cónsul Fabio Máximo Ruliano pero los exploradores los descubrieron por lo que la batalla tuvo lugar finalmente en campo abierto. Estando la batalla indecisa, Ruliano ordenó una carga de la caballería con dos jóvenes tribunos militares al frente (uno de ellos su hijo). Los tribunos recordaron a los equites la reputación de “invencibilidad” del arma de caballería romana y se pusieron en marcha. La carga no sólo no hizo mella en la línea samnita sino que causó confusión en la propia línea de infantería romana.
Tras la desgraciada actuación, la caballería se retira no a los flancos romanos sino detrás y no volvió a tomar parte de la batalla; un posible indicativo de que el fracaso de la caballería fue de mayor entidad de lo que se quiso reconocer. A pesar de ello, los romanos se acabaron imponiendo.
Sentinum (295)
La batalla decisiva de la Tercera Guerra Samnita se produjo entre el ejército de los cónsules Publio Decio Mus y Fabio Máximo Ruliano y un ejército coaligado de samnitas y galos senones, superior en número. El ala izquierda romana (Decio Mus) se enfrentaba a los senones y en este lado de la batalla vemos actuar agresivamente a los equites romanos (y campanos) que cargan con éxito dos veces contra la caballería gala. Los jinetes quedaron dispersados tras vencer a la caballería gala y fueron sorprendidos por un contraataque a cargo de los carros senones. Los equites entraron en pánico al ser la primera vez que experimentaban un combate con carros y fueron derrotados y el propio Decio Mus cayó muertoiv. A pesar del revés, los romanos vencieron gracias a que el ala derecha venció a los samnitas mediante un ataque combinado de infantería y caballería, pudiendo revolverse después contra los senones.
Carro de guerra celta (“art-box” de miniaturas HaT)
Heraclea (280)
Tras su encuentro con los carros celtas iba a venir un encuentro todavía más llamativo: los elefantes de Pirro. En la primera batalla con Pirro, la caballería romana del ejército de Publio Valerio Levino, tras hacer huir a los exploradores epirotas, se enzarzó en un dura melé con la supuestamente superior caballería helenística de Pirro.
A pesar de los esfuerzos personales de Pirrov, la caballería epirota no conseguía deshacerse en los flancos de la tenaz caballería romana. La victoria se decidió cuando Pirro pudo mandar a la refriega de los flancos a sus elefantes que causaron el pánico en los caballos romanos.
Perdida la vital protección de los flancos, la infantería romana trabada en combate con la falange epirota vio como se le venía encima una carga de jinetes tesalios y la línea de batalla se rompió. Los romanos perdieron cerca de 7.000 hombres por 4.000 epirotas.
Pirro en la batalla de Heraclea (Angelo Todaro)
Telamón (225)
Una gran fuerza gala (boios, tauriscios, insubres y gesatos) había devastado Etruria y giraba de regreso a la Galia Cisalpina ,cuando quedó cercada por dos ejércitos consulares que venían de direcciones opuestas. El combate comenzó cuando la infantería y caballería galas se lanzaron contra una colina que había ocupado la caballería del cónsul Cayo Atilio Regulo, resultando éste abatido en una reñida lucha. Dicho combate se decidió del lado romano cuando llegó hasta la colina la caballería romana enviada por el segundo cónsul: Lucio Emilio Papo.
Trabadas en dura pugna las infanterías gala y romana, la caballería romana aprovechó su posición privilegiada en la colina para cargar contra el flanco galo en el momento oportuno y decantar una victoria que supondría la muerte a 40.000 galos y la esclavitud a otros 10.000.
Clastidium (222).
Esta batalla puede muy bien que sea la gesta más gloriosa de la caballería ciudadana romana. Los dos ejércitos consulares de dicho año estaban asediando Accerae en el territorio de los insubres cuando recibieron noticias de que una fuerza gala (insubres y gesatos) habían marchado para asediar Clastidium. El cónsul Marco Claudio Marcelo partió con 3.200 equites (2/3 de la caballería combinada de ambos ejércitos) y 600 velites, para enfrentarse a los cerca de 10.000 galos de infantería y caballería.
Cuando ambos ejércitos se desplegaron, Marcelo se vio obligado a extender su línea (perdiendo profundidad) ante el riesgo de que la más poblada línea gala pudiera flanquearle. Antes de empezar la batalla tuvo lugar un homérico duelo entre el rey (gesato) Britomarus y el propio Marcelo, del que el cónsul salió vencedor tras atravesar con su lanza la armadura del galo, ganando así la legendaria spolia opimavi. A continuación la caballería romana cargó contra la desmoralizada línea gala cuyo centro al parecer aguantó la embestida pero no así sus flancos que cedieron. Pronto tanto la caballería como la infantería galas huían de los equites romanos que infligieron una grave derrota a los galos. Según Plutarco, la de Marcelo fue una victoria reseñable y extraña: Pues nunca antes o después, según se nos ha contado, tan pocos jinetes han vencido a tantos juntos de a caballo y a pievii.
Combate entre jinetes galos y romanos (Evariste-Vital Luminais, siglo XIX)
Ródano (218)
El primer encuentro de la Segunda Guerra Púnica no fue nada mal para los romanos. Una flota romana desembarcó en Marsella al ejército del cónsul Publio Cornelio Escipión, destinado a interceptar la marcha de Aníbal; pero éste se había adelantado y cruzado ya el Ródano. Los romanos mandaron una fuerza de 300 jinetes apoyados por jinetes galos proporcionados por Marsella con la misión de localizar a las fuerzas de Aníbal.
En su búsqueda del campamento cartaginés chocaron con una fuerza ligera cartaginesa formada por 500 númidas, a la que debieron de sorprender ya que les causaron unos 200 bajas a los ágiles númidas por 140 de los romano-masaliotas. A continuación la caballería romana encontró el campamento de Aníbal pero vacío ya que los cartagineses ya estaban camino de los Alpes.
Tesino (218)
Tanto Aníbal (6.000 jinetes) como el cónsul Publio Cornelio Escipión (3.000 jinetes más una gran fuerza de velites) salieron a realizar un reconocimiento en fuerza. Los velites romanos empezaron a moverse hacia delante con intención de escaramucear con los jinetes ligeros númidas cuando vieron que se les venía encima toda la caballería de choque de Aníbal, por lo que se retiraron rápidamente por los huecos que había entre las turmae de caballerías. Ambas caballerías de choque se lanzaron a la carga y chocaron en lo que debió ser una impresionante melé, permaneciendo el combate indeciso. El combate parece que fue muy poco fluido y varios equites tuvieron que desmontar para apoyar a sus compañeros. Diferente fue la situación en los flancos donde la caballería ligera númida flanqueó a los velites y cargó sobre ellos (en vez de limitarse a escaramucear) sembrando el pánico y poniéndolos en fuga. Tras librarse de los velites, los númidas cayeron sobre la retaguardia de la caballería romana decidiendo la victoria.
Trebia (218)
El día previo a la batalla tuvo lugar una escaramuza entre romanos y cartagineses. La caballería cartaginesa había estado saqueando la zona y el cónsul Tiberio Sempronio Longo envió una fuerza de equites y velites al otro lado del río Trebia a atacarles. Los romanos se beneficiaron inicialmente de que los cartagineses estaban dispersos y cargados con botín. Aníbal tuvo que mandar refuerzos a apoyar a la perseguida caballería pero se negó a convertir la acción en una batalla en toda regla (que no había planificado) por lo que los romanos pudieron clamar victoria.
El día de la batalla, los númidas de Aníbal se dedicaron a provocar a los romanos hasta que el cónsul Sempronio Longo cayó en la trampa y salió a dar batalla. Primero partió una fuerza de caballería en una persecución inútil de los númidas y tras ellos cruzó el Trebia todo el ejército romano y formó para dar batalla con el ejército cartaginés. Ambas líneas chocaron y la caballería cartaginesa (cerca de 10.000) se deshizo de la romana (4.000) que no sólo era inferior en número sino que estaba mojada (por el cruce del río) y agotada por su estéril persecución de los númidas. La desaparición de la caballería que protegía los flancos junto a la aparición de una fuerza que Aníbal había dejado emboscada supuso el hundimiento de la línea romana y la huida desesperada en la que caerían 25.000-30.000 romanos.
La batalla de Trebia (Angus McBride para Concord)
Lago Trasimeno (217)
El ejército del impetuoso cónsul Cayo Flaminio Nepote (25.000-30.000) cayó en una de las mayores emboscadas de la historia cuando respondiendo a la provocación de Aníbal, que aparentemente se retiraba tras devastar la región, lo siguió hasta un desfiladero al lado del lago Trasimeno. No debió haber ningún intento serio de exploración ya que la vanguardia de la columna de la romana simplemente se topó de bruces con la izquierda cartaginesa. Toda la línea cartaginesa salió de su escondite en la espesura para masacrar o esclavizar a todo el ejército romano. Unos 6.000 lograron escapar pero fueron capturados poco después por los jinetes cartagineses.
A ello hubo que añadir un golpe añadido ya que el otro cónsul había enviado rápidamente a su caballería (4.000 jinetes) al mando del propretor Cayo Centeno. Aníbal mandó a una fuerza bajo Marhabal a su encuentro y de nuevo puede que hubiera una emboscada ya que se dice que Marhabal acabó con la mitad en su primer ataque y atrapó al resto en una colina obligándoles a rendirse.
Decapitación de Flaminio por los galos en la batalla del Lago Trasimeno en una pintura decimonónica (Joseph-Noël Sylvestre)
Cannas (216)
Buena parte de la mala fama de la caballería romana republicana tiene su origen en esta batalla. El ejército de Aníbal (+/- 50.000) contaba con casi 10.000 jinetes íberos, galos y númidas (junto a unos pocos libio-fenicios) mientras que el ejército romano de los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo (¿86.000?) puede que contara con 2.400 jinetes ciudadanos y 3.600 de los aliados. La caballería cartaginesa no sólo era superior en número sino que tenía la ventaja de la experiencia sobre la romano-itálica que había tenido que reconstituirse en buena parte tras los reveses de los últimos años.
Los romanos formaron con la caballería ciudadana (con Paulo al frente) en el flanco derecho, entre la infantería y el río; la caballería aliada (con Varrón al frente) hizo lo propio en el flanco izquierdo, apoyándose éste en una colina. Se había elegido un terreno estrecho (entre un río y una colina) para anular en parte la superioridad numérica de la caballería cartaginesa. De todas formas, el que los dos cónsules se pusieran al frente de cada flanco de caballería, revela la importancia crítica de que los equites consiguieran al menos aguantar y permitir a los infantes arrollar al adversario.
La caballería pesada cartaginesa (6.000 galos e íberos) liderados por Asdrúbal chocaron contra los jinetes romanos. La estrechez del terreno no daba lugar a maniobras fluidas de caballería por lo que el choque pronto derivó en una melé estática sin espacio para cabalgar adelante o atrás, por lo que los guerreros de ambos bandos desmontaron. O al menos una parte de los equites romanos pues parece que la derrota de la caballería ciudadana fue bastante rápidaviii.
En el otro extremo del campo de batalla los 4.000 númidas de Hannón tenían bastante más espacio por lo que se pudieron dedicar a escaramucear con los jinetes latinos e itálicos, manteniéndolos entretenidos hasta que estos vislumbraron acercarse a la victoriosa caballería de Asdrúbal. La caballería aliada entró en pánico y huyó perseguida por los númidas mientras que Asdrúbal caía sobre la retaguardia de la infantería romana cuyo destino había quedado sellado al ser abandonados por los jinetesix.
Según Livio, 2.700 jinetes romanos y aliados habrían perecido ese día, además de 1.500 jinetes aliados tomados prisioneros. Por contra, las bajas en la caballería púnica parecen haber sido bastante escasas: unas 200 (Polibio).
La muerte de Emilio Paulo en Cannas (John Turnbull, 1773). Paulo intentó abrirse paso con su escolta con intención de buscar a Aníbal. Según Livio, al ver que no podían avanzar a caballo, decidieron desmontar y sacrificarse intentando frenar a la caballería cartaginesa.
Grumentum (207)
En esta ocasión el cónsul Cayo Claudio Nerón se presentó ante el campamento de Aníbal. Cuando las tropas cartaginesas empezaron a salir desordenadamente del campamento, Nerón vio la oportunidad y ordenó cargar a la caballería de la 3ª legión. Los equites llegaron a tiempo de desbaratar el intento inicial de formar la línea cartaginesa lo que a la postre decidiría la victoria ya que tras ellos llegó el resto del ejército y los desorganizados cartagineses acabaron sufriendo 8.000 bajas.
Ilipa (206)
El ejército de Publio Cornelio Escipión (el futuro Africanus) contaba con 3.000 jinetes (500 íberos) mientras que el ejército cartaginés de Asdrúbal Giscón y Magón Barca contaba con 4.500 en sus filas. Magón trató de sorprender con a los romanos cuando preparaban su campamento y atacó con buena parte de la caballería púnica; sin embargo con lo que se encontraron fue con la caballería de Escipión que se encontraba emboscada a la espera. Los jinetes púnicos tuvieron que retirarse derrotados.
El día de la batalla propiamente dicha, la parte más interesante desde el punto de vista de la caballería es su coordinación con la infantería ligera para atacar los flancos púnicos. Al principio de la batalla los velites habían hecho su función acostumbrada de escaramucear para después retirarse y dejar paso a la acción de la infantería pesada. En vez de quedarse a retaguardia, los velites se reagruparon en los flancos junto a los equites, siendo especialmente útiles con sus jabalinas para apoyar a los equites contra los elefantes que tenían enfrente.
Jinetes contra elefantes en Ilipa (Igor Dzis para Ancient Warfare)
Zama (202)
Aquí tenemos el reverso de Cannas. Los romanos de Escipión el Africano eran interiores en infantería pero superiores en caballería (1.500 equites y 4.000 númidas) a las fuerzas de Aníbal (¿4.000 jinetes?). Los jinetes de Escipión eran veteranos (y con la moral alta). Enfrente había una fuerza de caballería en la que la parte compuesta por veteranos de Aníbal habrían dejado atrás sus caballos en Italia, por lo que tendrían la desventaja de haber sido recientemente remontados; mientras que las fuerza de caballería locales ya habían sufrido derrotas a manos de los romanos.
Mientras los romanos lidiaban con los elefantes -al parecer con ayuda de los sonidos de las “trompas” de la caballería- los númidas “romanos” de Masinisa cargaron contra los númidas “púnicos” del flanco izquierdo cartaginés. Poco después partieron los equites (bajo el mando de Lelio) para hacer lo mismo contra la caballería del flanco derecho púnico, desorganizada por la estampida de los elefantes.
Ambas alas de caballería resultaron victoriosas y tras expulsar a los jinetes cartagineses del campo de batalla, volvieron grupas y cayeron contra la retaguardia de la infantería veterana de Aníbal la cual le estaba haciendo pasar un mal rato a la infantería romana. La infantería cartaginesa se vio rodeada y aniquilada, cayendo en casi su totalidad muerta o prisionera.
Ampurias (195)
En este caso las tropas del cónsul Marco Porcio Catón (el Viejo) fingieron una retirada para provocar la salida de los ilergetes de su campamento. El paso siguiente fue lanzar a sus alas de caballería sobre la infantería íbera en proceso de despliegue. Sin embargo el ataque fracasó porque a pesar de la supuesta favorable situación, la caballería del ala derecha romana fue rápidamente derrotada; teniendo el efecto además de desmoralizar a la infantería propia.
Al final los romanos se impondrían pero sólo tras una feroz contienda.
Jinete íbero (Black Hawk Toy Soldiers)
“Liguria” (193)
El cónsul Quinto Minucio Termo, en campaña contra los ligures, penetró en un desfiladero y sobre la cabeza de los romanos se cernieron las sombras de pasados desastres como el de las Horcas Caudinas. Pero esta vez los romanos contaban con auxiliares númidas de su lado.
Frontino (Estratagemas) cuenta como los númidas se acercaron al bloqueo ligur fingiendo ser inofensivos jinetes y se dedicaron a hacer supuestas “payasadas” como caerse del caballo. Los obnubilados ligures se relajaron con el festivo espectáculo y fueron sorprendidos cuando los númidas espolearon a sus caballos y atravesaron la línea ligur. A continuación los númidas prendieron fuego a toda la campiña ligur, obligando a estos a retirarse para defender su territorio.
Mutina (193)
El ejército del cónsul Lucio Cornelio Merula avanzaba despreocupadamente, cuando un ejército boio les tendió una emboscada tras una marcha nocturna. Los exploradores descubrieron la emboscada a tiempo por lo que el encuentro se formalizó en batalla campal. En esta ocasión la caballería no se puso en los flancos sino que fue concentrada aparte. Cuando ambas infanterías peleaban entre sí, la caballería aliada al mando del prefecto Cayo Livio Salinator cargó contra los galos creando gran confusión en sus líneas. Los galos intentaron de nuevo reformar la línea pero los esfuerzos de la caballería aliada y un renovado ataque de la infantería acabaron por provocar la huida de los boios. A la persecución se unió la caballería ciudadana que había quedado en reserva, perdiendo los boios cerca de 14.000 hombres.
Doble vista de una miniatura (El Viejo Dragón) de un eques romano.
Magnesia (190)
En el marco de la guerra romano-siria se enfrentaban las fuerzas romanas al mando del cónsul Lucio Cornelio Escipión (acompañado por su hermano, Escipión “el Africano”) y las seleúcidas de Antíoco III. En el bando seleúcida (70.000) había una fuerte y numerosa caballería: 6.000 catafractos, 2.000 jinetes pesados (agema y guardia real), 2.500 gálatas y 1.200 arqueros a caballo (dahaes). Los romanos (30.000) por contra tenían sólo 3.000 jinetes, entre ellos 800 jinetes pesados helenísticos de su aliado Pérgamo; apoyados 500 tropas ligeras de Tralles y Creta mezclados con la caballeríax.
La caballería seleúcida estaba más o menos repartida a partes iguales entre ambos flancos; mientras que los romanos se apoyaban en el río y sólo habían dejado 4 turmae de caballería en el flanco izquierdo. La caballería de la derecha seleúcida -con Antíoco al frente-, cargó contra la infantería romana, abriéndose paso para después perseguir a los fugitivos hasta el campamento romano donde fue detenido.
En el otro lado del campo de batalla, el ataque seleúcida iba precedido por carros falcados pero Eumenes de Pérgamo se ocupó personalmente de lidiar con este arma desconocida por los romanos usando una combinación de caballería e infantería ligera combatiendo en orden abierto. La retirada de los derrotados carros creó confusión y desaliento en las filas seleúcidas; aprovechando la caballería romana para cargar. Los desordenados catafractos no aguantaron ni siquiera la primera carga, echando a huir. La infantería pesada seleúcida quedó desprotegida por lo que intentó retirarse del campo de batalla de forma ordenada, siendo asaltados por la infantería y caballería romanas. En la persecución los seleúcidas sufrirían importantes bajas, también entre la caballería de la que se habrían perdido 3.000 al ser los pesados catafractos alcanzados por la caballería romana.
Catafractos seleúcidas (Relic miniatures)
Saltus Manlianus (180)
El pretor Quinto Fulvio Flaco, tras devastar la Celtiberia, emprendió viaje de regreso a Tarraco (Tarragona) para entregar el mando a su sucesor. Los celtíberos le tendieron una emboscada por el paso que llevaba al valle del Jalón. Una vez más un ejército romano fue sorprendido en una posición difícil. La infantería romana se encontró en un serio apuro cuando los celtíberos la atacaron con una formación en cuña. Como último recurso Flaco hizo intervenir a la caballería legionaria, les ordenó que cargaran contra la cuña y lo hicieran con los caballos “desembridados”. Los equites atacaron la cuña celtíbera desde dos lados (por el frente y la retaguardia) destruyendo la cuña.
La destrucción de la cuña desmoralizó a los celtíberos, lo que aprovechó la caballería auxiliar para cargar contra ellos y rematar la acción. Según Livio los celtíberos perdieron 17.000 hombres y 4.000 prisioneros ese día, frente a 4.500 romanos. Flaco prometió crear un templo a Fortuna Equestris para conmemorar la victoria de la caballería romana.
Reverso de un denario acuñado en el 127 a.C. Se puede ver a un jinete romano alanceando a un rival equipado con cota de escamas .
Caristum (173)
Durante la guerra contra los ligures, tuvo lugar una ocasión singular con la caballería romana penetrando frontalmente la línea enemiga. El cónsul Marco Popilio Laenas -tras varias horas de combate-, ordenó a la caballería romana avanzar en tres grupos y cargar por el frente y los flancos contra los ligures. Gran parte de la caballería romana atravesó el centro ligur por el centro para a continuación caer sobre la retaguardia de los combatientes y decidiendo el día que acabó en una masacre (10.000 ligures muertos según los romanos).
Resulta sorprendente que la ruptura se produjera precisamente por el centro, que sería el lugar más improbable (aparte de que la infantería romana se tendría que haber apartado para dejar hueco a la caballería) salvo que el hueco ya se hubiera formado previamente durante la batalla o que la presión sobre los flancos fuera tan fuerte que los ligures hubieran debilitado en extremo su centro.
Callinicus (171)
Esta batalla fue el único éxito claro de la caballería helenística en las guerras macedónicas. El ejército del rey Perseo avanzó hacia el campamento romano sólo con la caballería apoyada por infantería ligera entremezclada con ella. El cónsul Publio Licinio Craso respondió igualmente haciendo formar delante del campamento a su caballería apoyada también por infantería ligera. La caballería e infantería ligera italiana (romana y itálica) formó a la derecha y la caballería e infantería ligera aliada griega a la izquierda. En el centro formó un grupo escogido de voluntarios (probablemente extraordinarii) precedidos por 500 jinetes gálatas y cirtios. A cierta distancia del flanco izquierdo romano formaron también 400 jinetes tesalios como reserva.
Las fuerzas estaban igualadas en cuanto a caballería e infantería. La caballería tracia se abatió sobre la italiana y la deshizo. El propio Perseo cargó contra los griegos y también los derrotó a la primera carga. La infantería ligera se vio enzarzada en un desventajoso combate cuerpo a cuerpo con los jinetes, teniendo que usar sus espadas contra las lanzas de caballería y contra las patas y costados de los caballos. Sería la caballería tesalia la que mantendría el orden y permitiría a los romanos retirarse hasta su infantería sin ser aniquilados.
Los romanos se supone que perdieron 200 jinetes y 2000 infantes más 600 prisioneros frente a unas perdidas mínimas en los macedonios: 20 jinetes y 40 infantes.
Jinete helenístico en torno al 200 a.C. (Jhonny Shumate)
Tribola (147)
El pretor Cayo Vetilio marchó a detener las correrías de los lusitanos e inicialmente tuvo éxito. Tras derrotar a sus forrajeadores lusitanos consiguió acorralar a los lusitanos hasta el punto de que estos se plantearon proponer la paz. En ese momento surge de entre los lusitanos Viriato, que asume el manto de líder bajo la promesa de sacar a estos de su apuro. Viriato habría formado junto a 1.000 guerreros a caballo para distraer la atención de los romanos mientras el resto se dispersaba en todas direcciones y huían hacia la ciudad de Tribola.
Los jinetes de Viriato se dedicaron a realizar tácticas de acoso (continuos ataques y retiradas) a las que la caballería romana se vio incapaz de hacer frente de manera eficaz, ya que los lusitanos eran mucho más rápidos. Apiano expresamente menciona el hándicap que suponían tanto el peso de las corazas como el desconocimiento del terrero y la inferioridad de los caballos romanos.
Incapaces de perseguir eficazmente a Viriato, los romanos de Ventilio acabaron llegando a las proximidades de Tribola donde fueron emboscados en un desfiladero, sufriendo una grave derrota (4.000 bajas).
Muthul (108)
Durante la Guerra de Yugurta, los romanos se tuvieron que enfrentar a la excelente caballería númida, la cual les dio bastantes problemas. El ejército romano del cónsul Quinto Cecilio Metelo se encontraba en una llanura desierta y la falta de agua supuso que se arriesgaran a recibir el ataque númida que los estaban esperando emboscados en unas colinas al lado de la ruta que llevaba hasta el río Muthul.
Metelo mandó a Rutilio Rufo con una fuerza de caballería e infantería ligera por delante para establecer un campamento cerca del río. Esta fuerza fue atacada por las tropas númidas de Bomilcar que incluían infantería e elefantes. Sin embargo los elefantes fueron presa fácil para los equites e infantes romanos ya que se “atascaron” en los árboles cerca del río; derrotados los elefantes, el resto de los númidas huyeron.
El cuerpo principal de Metelo avanzaba en columna con caballería a vanguardia y retaguardia, cuando los jinetes númidas de Yugurta se abalanzaron sobre ellos creando el caos. Los romanos se disgregaron en grupos separados que eran acosados por los númidas con sus jabalinas. La caballería romana se revelaba impotente pues cuando cargaba contra algún grupo de númidas estos se dispersaban en todas direcciones para volver a reformar rápidamente fuera del alcance de los romanos. El caótico combate duro bastante hasta que los númidas fueron perdiendo vigor y Metelo pudo reformar su ejército, alcanzando el río ya durante la noche.
Caballería númida (“art-box” de miniaturas Zvzeda)
Vercellae (101)
La última batalla de las guerras cimbrias tuvo lugar en la llanura de Raudine. El cónsul Cayo Marioxi habría elegido combatir en una llanura para hacer valer mejor la superioridad de la caballería romana. En la niebla de la mañana, la caballería romana sorprendió a la cimbria y consiguió empujar a todo el ejército enemigo hacia los legionarios que estaban esperando para masacrarlos. Los romanos obtuvieron una victoria rotunda a costa de pocas bajas.
Se ha puesto en duda que la caballería romana de Mario en la batalla (y en toda la guerra cimbria) fuera caballería ciudadana. Aunque el año anterior en un encuentro en el Adigio se nos cuenta que los derrotados jinetes romanos huyeron hacia la propia Roma, lo que hace pensar que eran ciudadanos. Es muy posible que las guerras cimbrias vieran las últimas actuaciones de la caballería ciudadana como unidad de combate.
Autor: Flavius Stilicho (2014)
Fuentes:
-
Head, D. Armies of the Macedonian and Punic Wars (359 BC to 146 BC).
-
McCall, J.B. The Cavalry of the Roman Republic.
-
Quesada Sanz, F. Sobre caballos, caballeros y sacrificios cruentos en la Roma republicana e Hispania.
-
Rodriguez Gonzalez, J. La Conquista de Italia por Roma (II): desde la toma de Veyes a la anexión de los Alpes Itálicos (siglos IV a I a.C.)
-
Sidnell, P. Warhorse: Cavalry in Ancient Warfare.
-
VV.AA. A Companion to the Roman Army (Blackwell Publishing).
Notas:
i) Esto no necesariamente implica que se adoptaran armas y armaduras de origen griego.
ii)Livio parece dar a entender que fue en ese momento (211 a.C.) cuando se crean los velites, reemplazando a una infantería ligera anterior peor equipada (leves), pero en general se da por hecho que los velites ya llevaban tiempo existiendo como tales.
iii) No es que se prohibieran los duelos, el propio Torcuato había ganado su sobrenombre al vencer en uno a un galo y quitarle el torque, pero se quería impedir que los jinetes dieran rienda suelta a su ansia de hacerse cada uno con un nombre. El joven Tito Manlio parece haber olvidado su misión en un afán de emular el triunfo en duelo de su padre.
iv) Según la tradición romana, Decio Mus se sacrificó en la batalla buscando la muerte entre el enemigo, muerte que previamente había consagrado a los dioses infernales para que junto a la suya se llevaran la vida de sus enemigos. Su padre había hecho lo mismo en la batalla del Vesubio (340).
v) Durante la batalla, Pirro estuvo a punto de caer a manos de un eques de los socii que mató a su caballo. Pirro fue salvado in extremis por un jinete de los “compañeros”. Tras el incidente intercambió su vistosa armadura con la de otro jinete, el cual caería muerto a manos de la caballería romana.
vi) Los despojos (equipamiento) de un rey abatido en combate singular. Sería la 3ª y última vez que a un romano se le reconoció dicho trofeo, brindándole el honor de dedicar las armas capturadas en el templo de Júpiter Fretrerius. Las dos ocasiones anteriores se atribuyen a figuras legendarias: el propio Rómulo (fundador de Roma) y Aulo Cornelio Cosso (siglo V a.C.).
vii) El plebeyo Marcelo ya había ganado la corona civica en su juventud por salvar de forma heroica la vida de un ciudadano en batalla (su propio hermano). Tras Cannas fue el encargado de restaurar la moral romana y demostrar que Roman no se daba por vencida, llevando a cabo numerosas escaramuzas con las tropas cartaginesas. El estilo agresivo (pero cuidadoso) de Marcelo (“la espada de Roma”) contrastaba con el prudente de Fabio Máximo (“el escudo de Roma”). Marcelo moriría en una emboscada númida (208) durante el transcurso de una patrulla de exploración
viii) Las versiones varían según el autor. Según Polibio ambas fuerzas desmontaron; para Livio fueron Paulo y su escolta los que desmontaron y para Plutarco todo fue un error ya que Paulo se cayó del caballo y como algunos se desmontaron para asistirle, el resto los imitó.
ix) Los supervivientes de la batalla serían castigados con la privación del “caballo público”, obligándoles a servir como jinetes a su propia costa empezando desde cero (sin tener en cuenta los años de servicio pasados).
x) Esta enorme desproporción de fuerzas ha sido bastante discutida. Se considera más razonable que ambos ejércitos estuvieran cerca de estar igualados.
xi) Mario fue elegido repetidamente como cónsul para el periodo 104-100 (5 años consecutivos). Una medida altamente irregular pero que muchos romanos creyeron necesaria ante la amenaza cimbria. Sobre todo después de que en Arausio (105) los romanos sufrieron una de las mayores derrotas de su historia.
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Aún no he pòdido leérmelo todo con calma, pero va muy bien, gracias Flavius!
Comentario: en el apartado de "batalla campal" creo que te has dejado un párrafo sin terminar y has dejado una ---------.
En cuanto pueda sigo leyendo, que es muy interesante!
Hola Flavius.
Interesante y extenso tu articulo sobre un cuerpo romano, que no tiene mucha bibliografia o al menos yo no la conozco. Encuentro sobre todo interesante algunas batallas, que desconocia y han suscitado mi interés.
Me ha gustado mucho eintentaré buscar esas , menos conocidas batallas.
Muchas gracias.
Josep
Otro artículo genial, y van...
Tienes razón, en la mayoría de las obras sobre las conquistas romanas el general va a caballo como tarima móvil para arengar a sus tropas, la caballería tiene menos espacio en la descripción que el paisaje.
Detecté un lapsus calami, fijate que en la Legión reforzada 5000+300=5800, me pasa cuando tengo la vista cansada 3=8, así que deduzco que ni viste la diferencia.
Proporciones de caballería sobre el total del ejército |
||||
|
Infantería |
Caballería |
Total |
Porcentaje |
Legión |
4200 |
300 |
4500 |
6,67% |
Legión reforzada |
5000 |
300 |
5800 |
5,66% |
No se si te lo dije en algún otro comentario, y si es así, lo repito: Se nota que tienes la paciencia de Job. Lo tuyo no es sapiencia nada más (que desborda en tus trabajos) la confección revela un cariño, dedicación y paciencia envidiables.
Gracias por compartir!!
Saludos
Un trabajo muy interesante, me han llamado la atención dos cosas, el tema de los vélites que combaten junto con la caballería, compartiendo el caballo para llegar al lugar. Y por otro lado, el tema de combatir desmontados. Conocía el caso de la batalla de Cannas y la caballería al mando de Paulo, pero tenía entendido, que se había debido a que al ser herido en la cabeza, el cónsul desmontó, y que el resto de la tropa, lo imitó pensado que su oficial al mando deseaba continuar el combate a pié. No sabía que era una práctica habitual. De todas formas tenía que ser un combate bastante caótico, caballos por todos los lados, entremezclados con jinetes a pié.
Con respecto a los números sí que me parece escasa la proporción de jinetes, con respecto a la infantería legionaria. Pero al parecer lo curioso es que tras las reformas de Mario en la que la caballería ya no es la de los ciudadanos, su número pasó a ser aún menor. Yann le Bohec, en su libro del ejercito romano cifra la caballería legionaria (no la auxiliar) encuadrada dentro de la propia legión en unos ciento veinte jinetes. Que se mantiene hasta la época de Galieno, que la aumenta a unos setecientos.
Por fin he podido leérmelo entero tranquilo. Muy bueno Flavius, excepcional!!!!!
Me ha chocado que en magnesia los catafractos no aguantaran más que una carga antes de dispersarse, a qué pudo deberse?
Saludos y gracias por compartir este articulazooooooo!!!!!
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Muchas gracias por el aviso Merlin. Corregido.
No era que faltara un parrafo ya que lo que iba a decir viene en el parrafo siguiente; lo que pasa es que al principio lo había puesto con otras palabras y al reformularlo se me quedo sin borrar un par de palabras. Los guiones no me suena haberlos puesto yo, me los debió poner el que revisara el artículo en MH, esperando que me diera cuenta del fallo pero nada de nada.
Mira que reviso los artículos, pero está claro que lo ideal es que te lo revise otra persona. Lo bueno de esto es que te queda la satisfacción de saber que alguien se lo está leyendo y no sólo ojeando.