La lanza "ulana" en las Guerras Napoleónicas
La lanza, salvo raras excepciones, había desaparecido de los inventarios occidentales a lo largo de los siglos XVI y XVII. En el Este de Europa la lanza se preservo gracias a que seguía en uso en manos de las tribus cosacas rusas y de los ulanos polaco-lituanos. Éstos últimos iban a conseguir que se volviera a poner de moda la lanza en el siglo XIX.
Batalla de Albuera. Los lanceros del Vistula hicieron una gran mortandad entre la infantería británica a la que pillaron desprevenida. Además les arrebataron varias banderas como trofeo.
La “resurrección” de la lanza.
Los ulanos polacos como fuerza militar eran descendentes de la caballería tártara (el polaco ulan viene del tártaro oglan) que había servido con distinción en la antigua confederación polaco-lituana. Los cosacos (básicamente caballería irregular salvo unas pocas unidades) admiraban a los lanceros polacos por ser capaces de operar en formaciones cerradas algo que, salvo excepciones como los Cosacos de la Guardia, no se les daba a ellos muy bien.
Iban a ser los ulanos polacos los reintroductores de la lanza en los ejércitos de Europa. Las sucesivas particiones de Polonia hasta su completa desaparición como estado independiente en 1795 llevaron a los polaco-lituanos a encontrarse prestando servicio militar para 3 países: Rusia, Austria y Prusia; a los que se añadiría la Francia Revolucionaria hacia la que dirigieron sus esperanzas un grupo de exiliados polacos.
Así en los primeros años del las Guerras Napoleónicas habría un par de regimientos de ulanos en Rusia (uno polaco y otro lituano-tartaro), un par en Austria, otro en Prusia y un contingente de lanceros en las legiones polacas al servicio de Francia.
En 1807 la liberación parcial de Polonia por Napoleón supondría la creación del estado satélite del Gran Ducado de Varsovia, cuyo ejército lucharía con distinción para Napoleón del cual formaban por supuesto parte unidades de ulanos. Otro efecto de la creación del Gran Ducado fue la formación de un regimiento polaco de caballería para servir en la Guardia Imperial de Napoleón, que a partir de 1809 se equiparía con lanzas. La presencia de la lanza en un cuerpo tan prestigioso contribuyó a darle mucha más visibilidad.
Sería en los últimos años de las Guerras Napoleónicas (1811-1815) cuando la lanza se extendería a regimientos no polacos, transformándose numerosas unidades de caballería en “ulanos”. Normalmente se encargó a instructores polacos el enseñar el manejo de la lanza a estos nuevos regimientos.
1. Francia. Chevau-léger lancier francés.
LLegó a haber 9 regimientos de lanceros (chevau-légers lanciers) y otros 3 en la Guardia Imperial. Además en 1814 hubo temporalmente unidades de exploradores (eclaireurs) asignadas a la caballería de la Guardia, armados con lanzas y que debían “ejercer el papel de cosacos”.
2. Rusia. Ulano del regimiento lituano.
Se formaron hasta 12 regimientos de ulanos, más otro en la Guardia. Además en 1812 se les dieron lanzas a los regimientos de husares rusos aunque sin pasar a considerarlos propiamente ulanos y parece que se les dejo cierta libertad a la hora de decidir si usarlas o no. Por supuesto Rusia además contaba con gran cantidad de lanceros cosacos tanto en unidades regulares como irregulares.
3. Austria. Ulan.
Pasaría de un regimiento ulano, al estallar la Revolución Francesa a 4 al final del periodo; pero en este caso siempre se reclutaron en provincias polacas bajo control austriaco y no se transformaron regimientos de caballería ya existentes.
4. Prusia. Dos ulanen.
Al regimiento inicial (de tradición polaco-bosnia: los Towarcys) se unirían más hasta formar 8 regimientos de ulanos, más otro en la Guardia. A partir de 1813 se formaron regimientos de milicia (landwehr) de caballería, a los que se dotó de lanzas y se confiaba en usarlos como una especie de cosacos.
Otros estados menores también incorporaron alguna unidad de ulanos a sus ejércitos.
En el caso de España, durante el caos que supuso la Guerra de Independencia se formaron algunas unidades armadas con lanzas; en muchos casos recurriendo inicialmente a reclutar garrochistas (jinetes que cuidaban de las reses bravas) dotando a sus garrochas de una punta. Pero no se les puede considerar “ulanos” ya que nunca recibieron un entrenamiento adecuado como lanceros. Como unidades guerrilleras si fueron algo más útiles destacando por ejemplo los lanceros de Castilla de Julian Sánchez el Charro.
La lanza ganó suficiente prestigio en las Guerras Napoleónicas para asegurar su presencia en los principales ejércitos durante el siguiente siglo, hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial. Incluso países que como Gran Bretaña no se habían mostrado muy interesados inicialmente en ella, pasarían a adoptarla acabadas dichas guerras.
Ventajas e inconvenientes.
El principal problema, es que conseguir un nivel aceptable de manejo con la lanza a caballo requiere mucho entrenamiento (y además el lancero tiene que saber manejar el resto de armas como el sable, la carabina y la pistola). Un lancero inexperto era básicamente un jinete “con un palo” y podía ser vencido con facilidad por otro soldado inexperto armado con cualquier otro tipo de arma. El exigente entrenamiento de los diferentes movimientos a ejecutar con la lanza solía dejar un rastro de muñecas torcidas, lesiones musculares, caídas y pobres caballos accidentalmente golpeados con la inicialmente engorrosa lanza.
Al ser más larga, la lanza tiene, en el primer momento del choque, la ventaja del alcance frente a otras armas como la espada y la bayoneta; pero una vez que el rival ha conseguido sobrepasar la punta, la lanza pierde casi toda su efectividad quedando el lancero a merced del enemigo.
Un lancero era muy peligroso contra enemigos que huían sea jinetes o infantes. Como contrapartida cuando él era el perseguido la lanza era un estorbo y es mucho más difícil manejar una lanza contra ataques que vienen de atrás que una espada o sable.
Batalla de Dennewitz (1813). Aquí vemos a unos lanceros en apuros atacados por husares prusianos.
La lanza tenía también un efecto psicológico ya que solía provocar terror en los enemigos inexpertos y cierta confianza inicial en su portador. A simple vista parecía un arma formidable tanto para el que la portaba como para el enemigo.
Para sacarle verdadero partido requería de un usuario inteligente, fuerte (pesa más que una espada) y con buen sentido del equilibrio. En buenas manos podía ser un arma excelente y superior a la espada, pero pocos eran capaces de sacarle todo el provecho. Por el contrario en manos inadecuadas podía ser el peor arma posible.
No podía reemplazar al sable o la espada como arma genérica de la caballería. La situación ideal para los lanceros era contar cerca con apoyos de otras unidades de caballería armados con sable/espada para compensar sus deficiencias.
La lanza “ulana”.
Se hacía normalmente de fresno. La longitud normal podía variar entre los 2,8 m. y los 2,3 m.
La parte inferior estaba forrada de acero y en la marcha se apoyaba en un anillo unido al estribo derecho. La cabeza se componía de una cuchilla plana (de acero) para penetrar mejor entre las costillas de la victima. Algunas lanzas disponían de una bola en la unión de la cuchilla con el eje de la lanza para evitar que la lanza penetrara demasiado. Además en el eje había unas tiras metálicas que servían de cierta protección para golpes que trataran de cortar la punta; y además servían para atar una banderola.
La banderola (o gallardete) era principalmente un elemento vistoso. En las marchas se llevaba enrollada. Al cargar y ser movida por el viento podía desconcertar a veces a los caballos enemigos, pero la parte negativa es que ese mismo movimiento de la banderola tendía a desestabilizar la lanza dificultando el “apuntar”. Por ejemplo el experto oficial francés Brack se quejaba de que las banderolas francesas eran excesivamente grandes.
La lanza también disponía de unas tiras de cuero que se utilizaban para asegurarla al jinete y que no se perdiera accidentalmente. Durante la marcha se ataban normalmente al hombro derecho y en combate se enrollaban alrededor de la muñeca.
Lancero polaco de la Guardia Imperial (1809). Los lanceros tuvieron que quejarse de ésta equipación inicial ya que tanto las "cadeteras" (los cordones que cuelgan del hombro derecho) como la carabina suponían un serio estorbo para portar la lanza cómodamente.
Técnicas y tácticas de combate “ulanas”.
En combate el jinete debía sujetar con la mano izquierda cortas las riendas para evitar que la cabeza del caballo chocara con la lanza. Había 3 técnicas cuyos distintos movimientos se debían dominar: alancear, cortar y bloquear.
Alancear o ensartar.
El objetivo es clavarle la lanza al adversario. A diferencia del caballero medieval que se aposentaba firme en su silla, con la lanza bien sujeta y apuntaba al enemigo con el caballo (convirtiéndose a si mismo en una especie de proyectil con el impulso generado por la carga) , el lancero moderno debía ser capaz de usar su brazo para “apuntar” en múltiples direcciones. De hecho un lancero experto tenía que imaginarse como el centro de un círculo en el que el diámetro lo marcaba la longitud de la lanza y ser capaz de mover la lanza para cubrir todo el círculo.
El ensartamiento se hacía extendiendo el brazo a la vez que el jinete se inclinaba hacia delante de pie sobre los estribos en un movimiento horizontal y dejando deslizarse un poco la lanza por la mano.
Después de dar el “puntazo” con la lanza, el jinete debía hacer rápido el movimiento de retirarla. Si se clavaba con excesivo vigor la lanza en un infante enemigo el resultado podía llegar a ser que se creara un “efecto pértiga” y el lancero saliera catapultado. Algo menos espectacular y más frecuente era que la lanza se quedara atascada en el rival. En ese caso se recomendaba no perder el tiempo bajando del caballo para recuperarla (quedando a merced de algún enemigo próximo) y darla por bien perdida.
Cortar.
Básicamente se trataba en este caso de golpear con la punta de la lanza. En principio se utilizaban contra enemigos a pie cuando no fuera posible o recomendable el ensartarlos. Eran golpes de arriba a abajo dirigidos a herir la cabeza, hombros o torso del enemigo.
Después de golpear se debía tratar de aprovechar la incapacitación del enemigo para ensartarlo ya que muchas veces los cortes no producían heridas mortales. Por ejemplo tras Waterloo varios soldados ingleses habían sobrevivido a cerca de una docena de lanzazos de este tipo (¡y uno a 17-18!).
En ocasiones como veremos más adelante también se podían usar los cortes contra jinetes enemigos como los coraceros.
Bloquear.
Eran movimientos usando la lanza como si fuera una vara para golpear. Se utilizaban cuando el jinete enemigo estaba demasiado cerca para tratar de alancearlo o había varios enemigos atacando al lancero. El lancero tenía que estar bien asentado en el caballo y tenerlo controlado ya que los bloqueos requerían que se contorsionara a un lado y a otro según la amenaza.
En caso de estar aislado y rodeado de varios jinetes enemigos podía usar un movimiento circular completo con la lanza, para el que se necesitaba fuerza y habilidad pero que bien ejecutado podía “crear el vacío” en torno a él.
Ilustración de un manual polaco de manejo de la lanza, describiendo uno de los movimientos.
Lanceros contra caballería.
Los escuadrones de caballería solían formar en dos líneas para atacar. Los polacos recomendaban que sólo la primera línea portara lanzas ya que se corría el riesgo de que al trabar combate la segunda línea golpeara con sus lanzas a sus propios compañeros. Inicialmente los franceses usaban lanzas en las 2 líneas pero pronto tuvieron que cambiar al modelo polaco. A su vez los franceses querían inicialmente que todos los lanceros llevaran también una carabina, lo que resultaba un incordio añadido a cargar para un lancero. El resultado final fue que la 1ª linea portaría lanzas pero no carabinas y la 2ª línea iría armada sin lanzas pero conservando la carabina por si era necesaria.
En general las formaciones de lanceros se desempeñaban bastante bien si la caballería enemiga venía de frente pero tenían muchos problemas si eran atacados por los flancos.
Combatiendo contra jinetes se debía tratar de maniobrar con el caballo para atacar al enemigo por su flanco izquierdo ofreciendo el lancero su flanco derecho. En caso de ser un enfrentamiento en que ambos cargaban de frente se trataba de apuntar a la cintura y evitar clavar la lanza en el caballo del enemigo. El pecho del jinete enemigo no era un objetivo del todo recomendable ya que las costillas podían deflectar la punta (si no se ejercía suficiente fuerza) o la lanza podía quedarse atrapada entre ellas.
En el caso de luchar contra coraceros los lanceros tenían una gran desventaja ya que la coraza hacía en la práctica inútiles los lanzazos dirigidos al torso y los lanceros debían apuntar a la cabeza, o los brazos siendo éstos un objetivo mucho más reducido para hacer blanco. Aunque una herida en un brazo no era mortal, podía incapacitar al adversario impidiéndole manejar las riendas o blandir la espada.
El lancero debía tratar de evitar enredarse en una melé con el enemigo ya que en combate cerrado era muy vulnerable sobre todo si había varios jinetes enemigos cerca.
Persiguiendo a un jinete enemigo se debía apuntar al riñón izquierdo. En caso de ser perseguido una solución era intentar un bloqueo circular y con suerte derribar al perseguidor o darle a su caballo en la cabeza; aunque probablemente lo más corriente sería que se abandonara la lanza.
El sargento Victor Roman (del regimiento polaco de la Guardia) hace una demostración de manejo de la lanza en 1809 ante Napoleón enfrentándose a 3 dragones de la Guardia Imperial.
Lanceros contra infantería.
Las lanzas eran extremadamente útiles contra enemigos a pie desorganizados y, aun mejor, huyendo. Aun así un lancero no se podía confiar, un infante con sangre fría esperaría hasta el último momento para disparar (aumentando las posibilidades de acertar) e incluso con el mosquete descargado tenía una oportunidad de bloquear la lanza con la bayoneta y atacar a continuación al lancero. Sin embargo las tropas más inexpertas podían ser presa del terror al ver acercarse a un lancero, disparando demasiado pronto y echando a huir tras fallar. La solución típica de muchos infantes en campo abierto al abalanzarse sobre ellos lo caballería era tirarse al suelo; esto que podía ser útil contra jinetes armados con espadas, no servía de mucho contra alguien armado con una lanza.
Cargando contra un enemigo estático los lanceros no usaban el galope si no un trote rápido que permitiera mantener el buen orden de la formación y aprovechar más las posibilidades de la lanza.
En el caso de encontrarse con infantes formados en cuadro; aunque en teoría los lanceros tenían más posibilidades que otro tipo de caballería gracias al alcance de la lanza, en la práctica solían encontrar casi imposible romper un cuadro si éste estaba bien formado y mantenía la serenidad. Por ejemplo en Waterloo un lancero exasperado frente a un cuadro acabó arrojando su lanza desde la distancia y atravesando a un soldado inglés: el hueco generado se cerro al instante ocupando otro soldado el sitio del caído. La excepción era cuando había lluvia que impedía a los infantes en cuadro disparar sus armas (por ejemplo en la batalla de Katzbach en 1813) lo que dejaba casi toda la ventaja en el lado de los lanceros.
Lancero de la legión polaca al servicio de Francia, rematando a un caído. Una misión habitual de los lanceros era recorrer el campo de batalla “cazando” a los enemigos extraviados.
Diferencias entre cosacos y ulanos.
Los cosacos tenían la ventaja de que muchos habían aprendido a cabalgar y los rudimentos básicos del combate desde niños en sus “tribus militares”. Cuando se incorporaban al ejército los suboficiales veteranos se encargaban de pulir a los reclutas, pero no parece que hubiera un manual escrito “cosaco” de entrenamiento que hubiera que dominar.
Cosacos practicando con la lanza.
Los cosacos usaban una lanza más larga (más de 3 m.) que la típica lanza ulana. A pesar de su longitud la manejaban con gran destreza. Una lanza tan larga suponía un problema en formaciones cerradas ya que necesita más espacio alrededor para utilizarse eficazmente. Era raro que las lanzas cosacas llevaran banderola. A su vez era común que carecieran de forro metálico en la parte inferior; según el francés Brack, ésto provocaba que muchos cosacos clavasen sus lanzas en el suelo de punta echando a perder el filo.
En combate los cosacos, a diferencia de los ulanos, evitaban enfrentarse frontalmente a la caballería enemiga en formación, tratando siempre de flanquearla. Una táctica corriente era formar en una sola línea, en vez de las 2 de la caballería regular, que se curvaba en los extremos hacia adelante amenazando con envolver al enemigo. Hay que tener en cuenta que los caballos cosacos eran de poca alzada (altura) por lo que en un combate cerrado los cosacos se encontraban con una desventaja añadida.
En el caso de ser rodeados por los cosacos los polacos a veces utilizaban la táctica de formar un cuadro similar a los de la infantería pero con las lanzas. Generalmente los cosacos se desanimaban al ver un cuadro bien formado y se retiraban.
Sus enemigos admiraban su habilidad para dispersarse al ser atacados (evitando que una carga enemiga hiciera demasiado daño) y volver a formar rápidamente. Una táctica única de los cosacos es que cuando no tenían claro que hacer frente a un enemigo empezaban a moverse en círculos sobre el mismo trozo de terreno de tal manera que no daban indicaciones sobre que movimiento iban a llegar hacer hasta el último momento en que salían disparados en una dirección (atacar) o en otra (retirarse).
Cosacos atacando carros de bagajes franceses en la campaña de Rusia. Era en estas situaciones donde los cosacos podían demostrar todo su potencial.
Autor: Flavius Stilicho.
Fuentes:
Nigel de Lee: French lancers.
Chris McNab: Ejércitos de las Guerras Napoleónicas.
Web Napoleon, his army and enemies:http://napoleonistyka.atspace.com/
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La verdad, Flavius, es de los mejores artículos que he visto colgados, es un artículo lleno de calidad y ameno.
El tema es interesantísimo. Hace tiempo colgué algo de Napoleón o lo comenté y dije algo sobre las Ordenanzas que el propio Napo daba sobre la Caballería, metiéndose él mismo en regular las armas de los Caabineros o los dragones, etc y razonándolo muy bien (no me acuerdo bien pero tengo por ahi las ordenanzas).
En una de ellas, me acuerdo que decia que no le daba la lanza a los Carabineros, sino la espada y la carabina o a los coraceros, por una serie de motivos. Entre ellos la carabina para las emboscadas y que los carabinreros no estuvieran escoltados por dragones o caballeria ligera.
Sin embargo la lanza aún tenía trecho para ser usada y era muy útil según entiendo. A ver si encuentro las ordenanzas y cuelgo algo de ellas.
Saludos y felicidades, porque el tema me parece muy original, fresco y tremendamente interesante, además que es muy completo.
Amigo Flavius, otra vez te has destacado con un artículo mas que interesante y muy bien expuesto, ¡mis felicitaciones chavalote!.
saludos
Pues se quedó en el foro antiguo esos comentarios, no se bajaron a éste en la mudanza.
Yo, tendría que buscarlas, pero es verdad, lo que comentas, los Carabineros (si no recuerdo mal) no querían corazas o como tú dices se le dotaron de armas de fuego largas a Coraceros.
Pero las ordenanzas que digo salen palabras (supongo del propio Napoleón en reflexiones) porqué no se deben llevar la Caballeria pesada las lanzas o que unos pocos de los esucadrones lleven carabinas o cosas por el estilo. Algo de ese estilo, y realmente se queria dar una idea de diferenciar la media que fue la que triunfó, como dragones o husares y los carabineros o coraceros que eran más escasos, y los granaderos a caballo, y en fin esa gran variedad napoleónica, porque a Napo le gustaba mucho la variedad, digo yo.
A ver si bajo algo de las ordenanzas.
Saludos Flavius
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Saludos, Coracinero y Eljoines. Me alegra que os haya interesado.
He estado buscando ese comentario y no lo encuentro.
Sé que hubo una ordenanza que obligó a los coraceros a llevar carabinas (en realidad un mosqueton de caballería para ser más exactos) a partir de 1812 y que la idea era que pudieran enfrentarse a escaramuceadores enemigos por si sólos si surgía la ocasión. Ya hubo un intento anterior pero la caballería pesada se resistió todo lo que pudo porque decían que era añadir más peso a un caballo ya excesivamente cargado por culpa de la coraza. También la propia idea de Napoleón de generalizar la coraza en la caballería pesada fue bastante polémica en su momento y no todos estuvieron de acuerdo.