Siglo IX de nuestra era. Los vikingos llevaban varias décadas devastando las costas de Europa. Su horror se propagaba; su leyenda de muerte pagana recorría Europa de extremo a extremo acrecentada por el odio visceral que les profesaban los monjes y sacerdotes cristianos. En el año 843, el Imperio Carolingio comenzó a sufrir su azote. Sembraron el pánico en Normandía, Bretaña y Guyena, desvalijando e incendiando las abadías e iglesias, que eran depositarias de los mayores tesoros. Ese año Ruan fue saqueada y reducida a cenizas, y la población de Nantes fue masacrada. París fue saqueada en el 845, una segunda vez en el 857 y una tercera, esta vez sin éxito, en 861. Nadie se salvaba ya del terror vikingo.