Los brulotes en la Edad Moderna: terror incendiario a flote
Considerado en su momento como un arma naval terrorífica, el uso de el "navío de fuego", alcanzó su apogeo en el siglo XVII, en el que tuvo una presencia destacada en algunas de las batallas navales más importantes de la época. Capaz con su sola aproximación de causar el terror en las tripulaciones enemigas, este pequeño pero atrevido y peligroso buque, conseguiría “mandar al infierno” a algunos de los más poderosos navíos de la época.
Siglo XVI.
Sacrificar un barco para destruir otro.
Llegada la noche, mientras discurríamos como abrigarnos de su artillería, dieron fuego a dos bajeles grandes, lanzándolos sobre los nuestros, con lo que el temor se apoderó de la tripulación del Jesús, que lo abandonó en la mayor confusión, desoyendo órdenes del Capitán.
John Hawkins, acerca de la Batalla de San Juan de Ulúa (1568)
El temor, ante la aproximación de estos dos improvisados navíos de fuego (brulotesi), de los tripulantes del Jesus of Lübeck -que se salvó del fuego para ser capturado más tarde por los españoles- no era del todo injustificadoii. Después de todo qué peor enemigo puede haber que el fuego, para una estructura de madera, llena de jarcias alquitranadas, de velas de lona y de otros elementos inflamables; y que además en la época moderna cuenta con un polvorín (santa bárbara) que si se incendia puede hacerla saltar por los aires.
En realidad el concepto de usar una nave como proyectil incendiario era bastante viejo y conocemos de su uso en la Antigüedad -Tucídides relata el primer uso conocido, realizado por los siracusanos contra los atenienses en el 413 a.C-, así como ocasionalmente en la Edad Media, pero ahora en una nueva época para la guerra en el mar va a regresar con cada vez más fuerza.
Hay que señalar que los barcos de la época eran capaces de encajar un intenso cañoneo sin hundirse e incluso manteniendo la suficiente buena condición como para que una tripulación decidida rechazara un abordaje. Por tanto en ciertas circunstancias podía resultar razonable sacrificar un buque viejo y renunciar a la opción de tomar una presa; sin embargo, estos brulotes improvisados sobre la marcha, eran muy poco efectivos.
Grabado del siglo XVI en el que se ve a un marinero clavando una “olla” incendiaria a un barco. El uso de botes para llevar a “equipos de incendiarios” sería un complemento común de la actividad de los brulotes.
Brulotes y “máquinas infernales”.
Los navíos incendiarios no sólo se podían lanzar contra otras naves, sino que también se podían lanzar contra estructuras terrestres que quedaran convenientemente a ras de agua. Ya los tírios usaron un brulote contra las torres de asedio del muelle que estaba construyendo Alejandro Magno para asediar su ciudad (332 a.C.).
En el 1585, los defensores de Amberes, se encontraban en una situación parecida: los hombres de otro Alejandro -Alejandro Farnesio- habían construido también una impresionante obra de ingeniera militar en forma de un puente fortificado que bloqueaba el río Escalda y estrangulaba a la ciudad.
El 5 de abril, cuando todavía era de noche, los defensores españoles contemplaron como numerosos brulotes holandeses -entre 16 y 32- se acercaban corriente abajo. Se trataba de barcazas recubiertas de alquitrán, trementina y colofonia (resina), y cargadas de materiales inflamables. En vez de lanzarlos a intervalos, como estaba previsto, lo fueron todos a la vez, con el resultado de que mal dirigidos acabaron inofensivamente en la orilla o atrapados en las balsas construidas para proteger el puente.
Sin embargo, el ataque de los brulotes era sólo una distracción ya que tras ellos se soltaron dos hellebranders (brulotes del infierno), un invento del ingenioso Federico Giambelli. El Fortuijn acabó encallando en la orilla sin producir efecto alguno. Sin embargo el Hoop si fue arrastrado hasta el puente. En principio parecía no representar una seria amenaza para el puente, ya que ni siquiera estaba en llamas. Pero el Hoop no era un brulote al uso: en su interior albergaba una estructura en forma de “volcán” relleno de 7.000 libras de pólvora y de todo tipo de metralla imaginable (piedras, cadenas, balas de cañón...) e incluía un mecanismo de relojería unido a una mecha. Cuando esta “mina flotante” estalló, se llevó por delante un buen cacho del puente, matando a cientos de defensores y dejando conmocionados al restoiii.
El ataque de los brulotes al puente “Farnesio” y la explosión de las “máquinas infernales”. Fuente: Wikimedia Commons.
Brulotes contra la Felicissima Armada.
Evidentemente un brulote presentaba serias carencias como proyectil incendiario por lo que lo ideal era lanzarlos contra navíos que se encontraran inmóviles y preferiblemente apiñados en espacios reducidos. Así, el ejemplo más exitoso de uso de los brulotes en la Antigüedad tuvo lugar al final de la dinastía Han: en la batalla de los Acantilados Rojos (208/209 d.C.)en el río Yangtze, los brulotes destruyeron la enorme flota de Cao Cao que se encontraba amarrada y con los barcos atados entre sí, pudiendo extenderse el fuego a lo largo de toda la flotaiv.
En 1588, la gran Armada española -destinada a la invasión de Inglaterra- se encontraba fondeada en el ancladero de Calais, a la espera de noticias de que Alejandro de Farnesio tenía a sus tropas ya preparadas. Esta espera dio tiempo a que los ingleses pudieran dedicar un día a modificar 8 mercantes y transformarlos en brulotes. Avanzada la noche del 7 de agosto fueron lanzados, como si fuera una andanada, contra la flota española. Dicha posibilidad ya había sido prevista y había una patrulla de pequeñas embarcaciones -equipadas con ganchos y sirgas- que lograron desviar los dos barcos de los extremos, pero que o carecieron de tiempo para ir a por los siguientes o estos ya se encontraban demasiado envueltos en llamas. Las naves de la Armada procedieron a moverse para esquivar los brulotes -los cuales se sospechaba que pudiera incluir también alguna versión de la “máquina infernal”- y cortaron los cables de las anclas, para acelerar la maniobra. Ningún brulote consiguió su objetivo pero su éxito fue de otro tipo: la marea arrastraba a las naves españolas fuera del fondeadero y las pequeñas anclas secundarias eran incapaces de evitar la deriva, la flota se vió arrastrada y desorganizada,permitiendo el ataque inglés a la mañana siguiente.
El lanzamiento de los brulotes ingleses contra la Armada, cuadro de la escuela holandesa.
Siglo XVII.
Refinamiento del concepto de brulote como arma.
De los experimentos del siglo anterior se llegó a la conclusión de que para que un brulote tuviera cierta oportunidad de éxito debía ser acondicionado previamente con tiempo y no bastaba con simplemente pegarle fuego al primer barco viejo que se tuviera a mano. El problema era hasta que punto merecía la pena tener como elemento integral de las flotas un buque tan especializado que sólo se podía usar en condiciones muy contadas; aunque la solución venía dada en cierta medida por la opción de usar los brulotes como naves de apoyo logístico, manteniendo el equipo básico pero cargando sólo el “combustible” cuando se preveía acción.
También hay que señalar que su sola presencia en una flota o como defensa de un puerto podía provocar que el enemigo se lo pensara dos veces e incluso declinara el ataque, con lo cual también tenían un efecto disuasorio.
Modelo del Dolphin, una nave de guerra de 20 cañones, reconvertida en brulote en 1747. Se puede observar como las troneras inferiores se abren hacia abajo en vez de hacia arriba, lo que le identifica como un brulote. (Fuente: © Rémi Kaupp, CC-BY-SA, Wikimedia Commons)
Los brulotes “modernos” del siglo XVII en contraposición a los improvisados, se van generalizando en la época de la Guerra de los Treinta Años y alcanzan su apogeo en las Guerras Anglo-Holandesas.
El siglo XVII vería un aumento del uso del brulote hasta el punto de que incluso se llegaran a construir naves diseñadas desde en un principio con éste fin, aunque siempre predominaron los viejos barcos transformados. En general se trataba de buques no muy grandes, aunque excepcionalmente los mayores podían llegar a casi las 400 toneladas, la mayoría tenía menos de 200.
Se transformaban tanto mercantes como naves de guerra -en muchas ocasiones presas capturadas- y en general se prefería naves con líneas finas y que pudieran alcanzar una buena velocidad. El brulote ideal tenía que ser utilitario, barato y resistente. Sin embargo, muchas veces los gobiernos se quedaban sólo con lo de “barato” y destinaban los barcos más viejos a su conversión en brulotes, a pesar de las quejas de las marinas en el sentido de que un barco viejo que apenas podía navegar no sólo no era eficaz sino que lastraba la marcha de los escuadrones en alta marv.
Por lo que respecta a los brulotes “explosivos” no parecen haber tenido especial éxito en ésta época: Inglaterra los usó a finales de siglo contra los puertos franceses sin resultado.
Preparación de un brulote.
En el astillero se preparaba el brulote con el objetivo de que el barco se incendiara rápidamente y permaneciera ardiendo con gran intensidad hasta alcanzar su objetivo. Se estima que un brulote diseñado ex profeso podía arder por entero en apenas cinco minutos. Para ayudar a que el fuego alcanzara su máxima virulencia y extensión:
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Se abrían troneras en los costados, cuyas tapas se podían atornillar al casco de tal manera que no se pudieran cerrar, asegurando una circulación de aire que oxigenara el fuego..
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Se instalaban chimeneas a lo largo de la cubierta para elevar las llamas desde la sala de fuego en la bodega hasta las velas.
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Se instalaban canalones en la sala de fuego rellenos de combustible: pólvora, nitrato sódico, azufre, aceite de linaza... A su vez se cargan también barriles con más sustancias combustibles.
Los mástiles tenían que ser reforzados y protegidos, para evitar que el fuego los derribara nada más empezar y el brulote perdiera propulsión.
Todas las obras se trataban de disimular lo máximo posible para que no se identificara a gran distancia al buque como un brulote, así por ejemplo se disimulaba como una barco de guerra poniendo cañones falsos de madera pintada de negro junto a alguno auténtico.
Descripción de la Encyclopedia Britannica (principios siglo XIX) del equipo especializado de un brulote (fuente: oldprint.com).
El ataque.
Cuando el brulote preveía acción, se hacían unos preparativos previos para ponerlo “a punto”:
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Se instalaban ganchos en las vergas de los mástiles para facilitar el enganche al objetivo.
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En algunas ocasiones se cargaban los cañones con bala doble y/o metralla, para que dispararan cuando les alcanzara el fuego.
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Se quitaban las lonas y las tapas que cubrían los conductos por los que debía salir el fuego.
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Se retiraba toda la pólvora -para cañones, armas...- que no fuera a ser usada en los artificios pirotécnicos para evitar una explosión accidental prematura.
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Se preparaba una mecha que vaya a los canalones y también a los barriles de combustibles.
Un brulote holandés ataca al Edgar inglés –el cual consiguió apagar el fuego-, en la batalla de Scheveningen mientras a la derecha arde un brulote que no ha alcanzado a su objetivo. Lienzo de W.V.Velde, el Joven.
Localizado el objetivo, lo ideal es que la aproximación se hiciera escoltado por algún buque de guerra que “tapara” al brulote y desviara el fuego defensivo e incluso pudiera remolcarlo hasta la posición de ataque. El grueso de la tripulación abandonaba el barco quedando sólo el capitán y en torno a una docena de marineros. Los botes grandes de los brulotes también se podían utilizar para remolcar el brulote y como interceptores de otros botes que intentaran abordarlo o desviarlo.
Una vez apuntado el brulote era cuestión de hasta donde estaba dispuesta a llegar la tripulación antes de abandonar el buque e incendiarlo. Evidentemente cuanto más se esperara más posibilidades de ir corrigiendo el rumbo e incluso lo ideal era esperar hasta la colisión y hacer un enganche “manual”vi, para lo cual se llevaban preparados unos ganchos de abordaje especiales unidos a cadenas de hierro. El riesgo que se corría era el de ser barridos por la artillería rival o abordados antes de prender fuego al brulote.
Se tenía una preparada una lancha para abandonar el buque. Si el brulote se lanzaba a distancia, se usaba la lancha para que un carpintero bloqueara el timón clavándolo desde fuera. La mecha se encendía en el último momento e incluso se podía hacer desde el exterior a través de alguna tronera. No siempre la mecha se llegaba a incendiar correctamente, dándose casos de que algún atrevido capitán se atrevía a regresar al brulote para encenderla de nuevo.
Esta claro que había que estar hecho de una pasta especial para tripular un brulote, y evidentemente sus tripulaciones -en principio voluntarias- cobraban más que las normales y tenían jugosas primas en caso de éxito.
Defensa.
Se podían emplear embarcaciones menores que engancharan y desviaran el brulote, o incluso lo abordaran para impedir el inicio del fuego. Además de tratar de hundir el brulote a cañonazos, se podía intentar que el fuego prendiera antes de tiempo de modo que se autoinmolara. A veces incluso se cañoneaba a la lancha que arrastraba el brulote para privar a la tripulación de su medio de escape y hacerla “reflexionar” sobre si era buena idea seguir adelante.
Como último recurso se podían utilizar troncos largos de madera sacándolos por las troneras para evitar el enganche del brulote.
Una vez un buque era alcanzado por un brulote y se extendía el fuego, si se contaba con una tripulación valiente y entrenada siempre existía la posibilidad de luchar contra el fuego, a la vez que se trataba de desengancharse del brulote. El problema era que la mayoría de las veces el terror se apoderaba de los marineros y había una desbandada general. De hecho se dio el caso de algún buque en el que se había conseguido sofocar el fuego, que al hacer balance de bajas salían más muertos por ahogamiento -al tirarse los aterrados marineros por la borda- que por el propio fuego.
En caso de estar anclados en un puerto o un fondeadero, lo ideal era extender una cadena de hierro en el acceso.
Casos destacados.
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1638 – Guetaria – La flota francesa del arzobispo de Burdeos atacó a una docena de galeones españoles -al mando de Lope de las Hoces- anclados en Guetaria. Tras un cañoneo preliminar, los franceses lanzaron 5 “brûlots” que incendiaron otros tantos galeones españoles -atrapados contra la costa y con escaso margen de maniobra- y no sólo eso, el infierno generado causó el pánico de tal manera que el general español tuvo que ordenar quemar el resto de naves para que no fueran capturadas; perdiéndose 11 de los 12 galeones, más algunas naves auxiliares y gran cantidad de marinerosvii . La era del brulote moderno -como parte integrante de una escuadra- había comenzado.
El combate de Guetaria. Se puede observar como los brulotes arrastran una lancha, preparada pare el escape de la tripulación. Ilustración de André Lambert, fuente: marine et marins.
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1639 – Las Dunas – El holandés Tromp contaba con 17 brulotes entre sus fuerzasviii. Tres fueron contra la capitana de Oquendo, pero las lanchas españolas los desengancharon, acabando uno de ellos incendiado a una nave holandesa pero los otros dos fueron a dar con el Santa Teresa de Lope de Hoces -que seguía a la capitana y ya se había librado de dos brulotes anteriormente- acabando con él. Por su parte la almiranta de la escuadra de Galicia rodeada de enemigos rechazó varios abordajes pero se tuvo que rendir cuando le acercaron dos brulotes, de los que no podía esperar escapar. En este caso vemos el uso del brulote ya en mar abierto y tratando de aprovechar el tumulto típico de los combates navales de entonces.
Detalle de una litografía sobre la batalla de las Dunas. El Santa Teresa sucumbe a dos brulotes holandeses.
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1642 – Barcelona – Los dos días de combate en torno a Barcelona son significativos porque las dos escuadras iban acompañadas de y usaron brulotes. La francesa del marqués de Brézé tenía 14 y la española del marqués de Ciudad Real, 6 -la primera vez que formaban parte integral de una escuadra española. El balance de su actuación fue curioso: ambos bandos gastaron 3 brulotes cada uno, con el único resultado de que uno francés fue desviadoix cuando marchaba contra la almiranta española y acabo incendiando al navío Guise -un importante bajel que había servido con anterioridad de buque insignia- extendiéndose el fuego al galeón español Magdalena y sucumbiendo ambos.
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1654 – Scheveningen – En esta gran -en torno a 120 naves por cada bando- batalla final de la Primera Guerra Anglo-Holandesa, tanto holandeses como ingleses usaron brulotes activamente, consiguiendo los holandeses hundir dos buques -Oak y Worcester- que serían sus únicas victorias en la batalla, además de dañar a otros tantos navíos. Los ingleses su primer buque enemigo destruido por un brulote moderno.
Combate de Scheveningen, por Jan Abrahamsz Beerstraaten (Wikimedia Commons).
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1665 – Lowestoft - En esta batalla la gran oportunidad para los brulotes ingleses llegó cuando se inició la huida de la flota holandesa: hubo dos choques por separado con 3 navíos implicados en cada uno, con el resultado de que con 2 brulotes se eliminaron 6 naves -Tergoes, Maarseveen, Swanenburg, Koevorden, Stadt Utrecht, Prinse Maurits- y otra más -Oranje- fue incendiada durante los combates.
Combate de Lowestoft, por Adriaen Van Diest (Wikimedia Commons)
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1666 – Batalla del día de Santiago - Los ingleses tenían 16 brulotes por 20 de los holandeses. Quizás lo más significativo, es que los brulotes rivales acabaron peleando entre sí y de hecho dos brulotes ingleses consiguieron evitar un ataque a un navío enganchando e incendiando dos brulotes holandeses. A pesar de todo, un brulote holandés consiguió hundir al Resolution.
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1666 - La hoguera de Holmes – El inglés Holmes hizo una incursión en el fondeadero de Vlie, consiguiendo entrar por los estrechos canales, y lanzó cinco brulotes contra una gran flota mercante holandesa. Uno se llevó por delante uno de los buques de guardia; el segundo aunque falló en alcanzar a un segundo buque de guardia, provocó que su tripulación lo abandonara y acabara encallando, consiguiendo una embarcación inglesa, acercarse y pegarle fuego. Los otros 3 alcanzaron a la apiñada flota mercante iniciando un virulento fuego que se extendía por las naves y sembraba el pánico. El resultado fue de entre 140-170 mercantes incendiadosx.
La “hoguera de Holmes”. Además de la flota mercante, Holmes le pegó fuego a la instalaciones costeras y el pueblo de West-Terschelling. Cuando ese mismo año de 1666, tuvo lugar el Gran Incendio de Londres, los holandeses pensaron que una justa retribución divina, y para el 1667 hicieron su propia y atrevida incursión en el Medway.
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1667 – Medway – Los holandeses consiguieron penetrar en el río Thames y en el Medway, dirigiendose hacia el astillero de Chatham donde descansaban los grandes barcos ingleses, varados a falta de dinero para pagar tripulaciones. Un brulote holandés chocó con la cadena protectora del Medway y se incendió pero el brulote Pro Patria consiguió pasarla por encima, seguido de otros barcos. Las primeras víctimas de los brulotes holandeses fueron el Charles V y el Matthias. Al día siguiente le tocaría el turno de perecer a manos de 5 brulotes a 3 de los gigantes ingleses: Loyal London, Royal Oak y Royal James. Tras la incursión los ingleses trataron de levantar el bloqueo del Thames lanzando brulotes contra la flota holandesa, sin ningún efecto hasta el punto de que los capitanes de los brulotes fueron acusados de cobardía.
La incursión en el Medway. Obra de Jan van Leyden (Wikimedia Commons).
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1672 – Solebay – En esta batalla se ve el apogeo de la presencia de brulotes: 30 acompañaban a los 98 navíos franco-británicos y 36 a los 75 holandeses. Sin embargo los resultados fueron magros: aunque varios barcos fueron enganchados, al final sólo hubo una víctima, aunque de primera categoría: el Royal James, el cual estando bastante maltrecho, consiguió hundir dos brulotes pero no un tercero que acabó con él.
El incendio del Royal James en la batalla de Solebay. Cuadro de W.V.Velde, el Joven (Wikimedia Commons).
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1676 – Texel – Los ingleses gastaron 11 de sus 28 brulotes sin alcanzar a ningún navío de línea. Los 22 brulotes holandeses presentes tampoco tuvieron ningún éxito relevante. Es una confirmación de que las marinas ya le han cogido el truco a los brulotes en los combates en alta mar, aunque sigan siendo un elemento molesto.
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1676 – Palermo – El francés Duquesne atacó a una flota hispano-holandesa acodada en la rada de Palermo. Al iniciarse el combate, Duquesne lanzó 9 brulotes, 4 de ellos contra el insignia español – N.S. Del Pilar- que hundió 3 y explotó con el 4º, mientras que otros 3 incendiaban a 3 navíos holandeses: Vrijheid, Steenbergen y Leiden. Además el fuego se propagó y acabó con otros 3 navíos españoles –S. Carlos, S. Antonio y S. Felipe- e incluso con 2 galeras -Patrona y S. José- que acudieron en apoyo de los incendiados navíos.
Batalla de Palermo (Wikimedia Commons)
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1692 – Barfleur – Tras la batalla, los anglo-holandeses persiguieron en los días siguientes a la flota francesa que se había dispersado en varios grupos:
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En la bahía de Cherburgo se encontraban anclados 3 de los más dañados navíos de línea franceses. Tras repeler dos ataques convencionales, los ingleses lanzaron 3 brulotes, sucumbiendo el magnífico Soleil Royal y el Triomphant , el 3º fue hundido pero su objetivo acabaría siendo abordado y destruido por equipos incendiarios.
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En La Hougue, se refugiaron 12 navíos de línea que acabarían incendiados pero en éste caso víctimas de lanchas con tripulaciones incendiarias. Un brulote se llegó a enganchar a un navío de línea francés pero antes de prender el fuego se dieron cuenta de que estaba desierto por lo que simplemente le pegaron fuego de manera convencional.
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El incendio del Soleil Royal en Cherburgo, obra atribuida a Peter Monamy.
Siglo XVIII.
Llega un claro declive del uso del brulote. En Barfleur había habido del orden de 60 brulotes entre ambas flotas, ya nunca se verían tantos en un combate y era raro que una flota fuera acompañada por más de media docena. Se han acabado las batallas multitudinarias y tumultuosas, y se reducen las oportunidades. Se ha afirmado además que en esta época muchos “aristocráticos” marinos desdeñan el brulote como un arma “bárbara” y poco apropiada para una lucha entre caballeros, aunque eso no parece haber importado mucho al almirante Byng en Cabo Passaro (1718) cuando usó una bocina para conminar a su homólogo español, Gaztañeta, a rendirse o ser incendiado por un brulote, empeño en el que fracasó.
En cualquier caso, las armadas, siguen contando con unos cuantos de estos -en palabras de Lord Sandwich en el 1763- “útiles pero horribles instrumentos” entre sus filas, pero el diseño y las tácticas se quedan estancados en el siglo anterior; siendo sus éxitos, bastante más escasos. Lo podemos comprobar en un repaso de algunas de las principales intervenciones del brulote.
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1742 – Saint Tropez – Cinco galeras españolas -Patrona, S. Felipe, Soledad, Santa Teresa y S. Genaro- se refugiaron en este puerto francés, perseguidas por la flota inglesa, y serían incendiadas por el brulote Duke.
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1744 - Tolón (Cabo Sicié) – Tras una pausa en la batalla, se lanzó un brulote inglés contra el maltrecho insignia español: el Real Felipe, consiguiendo éste incendiarlo e hundirlo -con apoyo del navío Brillante- cuando su tripulación todavía no lo había abandonadoxi.
El fallido ataque del brulote Anne Galley al Real Felipe de 114 cañones en la batalla de Tolón. Obra de José Manuel de Moraleda y Montero (fuente Wikimedia Commons).
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1759 – Quebec - Durante las operaciones del sitio de Quebec, los defensores franceses convirtieron 7 barcos en improvisados brulotes -rellenándolos de pólvora y todo tipo de material inflamable que tenían a mano- y los lanzaron contra la flota inglesa que se había internado en el río San Lorenzo, sin resultados.
El ataque de los brulotes franceses de Quebec a los ingleses en el río San Lorenzo (fuente: Wikimedia Commons).
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1770 – Batalla de Tchesme. En este enfrentamiento ruso-otomano, la flota turca empezó a arder cuando por la explosión de un navío de línea, el fuego se extendió a los navíos colindantes; los rusos aprovecharon para mandar sus 4 brulotes: uno se hundió, otro se retiró pero los otros dos tuvieron éxito, en especial uno que se enganchó al insignia turco de 100 cañones, volándolo por los aires y haciendo que el fuego llegara a más navíos.
Batalla de Tchesme. Obra de Iwan Konstantinowitsch Aiwasowski (fuente: Wikimedia Commons).
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1790 - Bahía de Vyborg. En este combate entre suecos y rusos, tenemos un ejemplo de lo necesario que era el que un brulote tuviera una tripulación capaz y un capitán sobresaliente. El brulote sueco Postiljonen estaba siendo remolcado por el navío de 74 cañones Enigheten, cuando su incompetente capitán -al parecer bajo los efectos del alcohol- prendió fuego al brulote antes de tiempo y encima consiguió colisionar con el navío sueco que a su vez acabó chocando con una fragata, con el resultado de que los 3 volaron por los aires.
Final de la era del brulote.
Durante las Guerras Napoleónicas se usaron brulotes tanto normales como explosivos, acompañados de los “catamaranes-torpedo” de Fulton, en un ataque a la flotilla de invasión de Napoleón en Boulogne (1804), pero su única víctima fue una imprudente pinaza francesa que se había acercado a examinar uno de los brulotes cuando éste hizo explosión. Ese mismo año también los estadounidenses habían intentado usar un buque explosivo -el Intrepid- en un ataque a la flota berberisca en Trípoli.
Más exitoso fue el ataque de brulotes en la batalla de la Ille d´Aix (1809) cuando el atrevido Cochrane atacó a la anclada flota francesa; un primer ataque con buques repletos de explosivos no alcanzó a la flota pero reventó la cadena que protegía el fondeadero y sembró el pánico entre los franceses, de tal manera que cuando llegó la segunda oleada inglesa formada por brulotes normales, muchos navíos franceses encallaron en su afán por no sólo esquivarlos sino alejarse lo máximo posible de ellos. En el ataque también intervinieron barcazas equipadas con cohetes Congrevexii.
El Regulus, siendo atacado por un brulote inglés, por Louis-Philippe Crépin (fuente: Wikimedia Commons). El Regulus acabó encallado en el fango, pero consiguió resistir durante 17 días los ataques ingleses hasta que fue reflotado y regresó a puerto.
El canto del cisne de los brulotes llegaría en la Guerra de Independencia Griega (1821-1832): el último gran conflicto naval a vela. Los revolucionarios griegos adoptaron el brulote como recurso para compensar su tremenda inferioridad naval. Contaban con la ventaja de que el escenario naval del Egeo lleno de islas, arrecifes, calas... era favorable para el brulote y desventajoso para los grandes buques de guerra. A un primer éxito en 1821 con el hundimiento de una fragata turca en Eresos, siguieron muchos otros, destacando el hundimiento por dos brulotes del insignia turco de tres puentes en Chios, poco después de la gran masacre de la población griega de Chios (1822). A lo largo de la guerra se dan unas cifras de 59 ataques con brulotes, con el resultado de 39 naves otomanas hundidas.
Izquierda: Destrucción de una gran fragata turca (dos puentes) en Eresos; obra de Konstantinos Volanakis (Wikimedia Commons).
Derecha: Destrucción del insignia turco por el brulote de Konstantinos Kanaris, en Chios; obra de Nikiforos Lytras (Wikimedia Commons).
Esto provocó que los propios turcos readoptaran el brulote para su flota, estando presente en la última batalla naval de la época de la madera y la vela: Navarino (1827), en la que había en torno a media docena de brulotes otomanos, estando cerca uno de ellos de llevarse por delante al navío francés Scipion. De hecho la propia batalla empezó cuando el almirante inglés Codrington, preocupado por los brulotes otomanos mandó unos hombres a conminarles que los alejaran de la “neutral” flota aliada: los turcos pensaron que se trataba de un abordaje y empezó un tiroteo que acabó en batalla naval para estupor de la diplomacia occidental.
Los últimos e inefectivos usos de los brulotes parecen haberse dado por un lado en China durante la Primera Guerra del Opio (1839-1842) y por otro en en el Atlántico Sur; usando Garibaldi, dos mercantes como brulotes improvisados en el combate de Costa Brava (1842), durante la Guerra Grande (1839-1851).
La generalización del acero y el vapor, acabaría con la carrera del brulote clásico, aunque en su versión de buque cargado de explosivos no ha dejado de tener alguna reaparición en el siglo XX y todavía persiste en la forma de atentado con lancha suicida como el sufrido por el USS Cole en el 2000.
Autor: Flavius Stilicho.
Bibliografía:
-
Coggeshall, James L. - The Fireship and its role in the Royal Navy.- nautarch.tamu.edu.
-
Fernández Duro, Cesáreo – Historia de la Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón – www.armada.mde.es
-
VV.AA. (Conway's History of the Ship) – The Line of Battle, the sailing warship (1650-1840).
-
VV.AA. (Time Life – Folio) – La Aventura del Mar – La Armada.
-
VV.AA. (Time Life – Folio) – La Aventura del Mar – La Guerra en el Mar.
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Web Wikipedia: Fire ship y artículos relacionados.
Notas:
i El término es un galicismo ya que proviene del francés “brûlot” y en realidad no se adoptó hasta el siglo XVII. El término habitual español era “navío de fuego”.
ii Parece que Drake también se asustó porque abandonó esa misma noche con su barco a sus compañeros. En 1586 volvería a tener experiencia de primera mano con brulotes ya que tras el saqueo de Cádiz se vio atrapado en la bahía por falta de viento y los españoles le lanzaron pequeñas embarcaciones rellenas de brea ardiendo pero sin éxito.
iii Los holandeses serían incapaces de aprovecha éste éxito; Farnesio reparó el puente y se tomaron medidas contra futuros ataques similares.
iv Antes del ataque, se hizo creer a Cao Cao que un general rival iba a desertar con una flotilla de buques, por lo que la aproximación inicial de los brulotes no causó alarma hasta que ya no hubo tiempo para desenganchar los barcos y esquivar el ataque.
v Esto sería un grave problema para los holandeses durante la Primer Guerra Anglo-Holandesa, en la que sus destartalados brulotes eran más un lastre que un recurso.
vi Algunas instrucciones navales requerían del capitán que se quedara hasta haber enganchado al enemigo y sólo entonces abandonara el brulote. Sin embargo esto era más fácil de decir que de hacer.
vii El arzobispo se reveló como un entusiasta de los brulotes y su flota los empleó en numerosas ocasiones, consiguiendo incendiar algún galeón más en otras ocasiones.
viii Los españoles todavía no se hacían acompañar de brulotes y confiaban más en el abordaje tradicional. Un marino español se llego a quejar a Tromp por haber recurrido éste al fuego a pesar de tener una aplastante superioridad numérica.
ix Otra novedad en la escuadra española era la de incorporar numerosos barcos longos (grandes botes) con el encargo de desviar a los brulotes enemigos y apoyar a los propios.
x No todos por el fuego causado por los brulotes, ya que más tarde los ingleses enviaron embarcaciones con tripulaciones “incendiarias” que se dedicaron a extender el fuego por los mercantes holandeses.
xi En dicha batalla la flota inglesa (32 navíos de línea) iba acompañada por 3 brulotes y la francoespañola (28 navíos de línea) por 2.
xii Ya al servicio de Chile, Cochrane también utilizaría cohetes Congreve y brulotes en un ataque al Callao en 1819, sin éxito.
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Hola! ¡Vaya, qué interesante!
Saludos
Flavius:
Sabes de sobra lo que opino de tus post. Me encantan. Así que espero no te tomes a mal que te señale algo que, sencillamente, me pone de los nevios:
explosionar, recepcionar y afines ... ¡no existen en castellano!. Son construcciones spanglish, que afean tu estilo (por lo demás, impecable).
Volviendo al tema de los brulotes: Te faltó incluir la "máquina infernal" de la Operación Chariot, el HMS Campbeltown, cargado de explosivos para destruir el dique seco de Saint Nazaire en 1940, ¡los brulotes hicieron su acto de presencia en la SGM!
Saludos
Interesantísimo Flavius-
He de reconocer que desconocía totalmente la existencia de esta arma naval, con ese nombre tan feo "brulote". De lo que he leído de batallas navales (Lepanto etc. no recuerdo "brulotes")
Saludos.
Muy interesante!
Mira que he leido libros que tocan temas relacionados con batallas navales pero nunca había leido -o tal vez no lo entendí- el tema de estos brulotes. Lo que no acabo de entender era la viabilidad "económica" como arma. Es decir, utilizo un barco para destruir otro barco, ¿no saldría demasiado caro? En el caso que comentas de la destrucción de un puerto o el ataque a una flota amarrada lo puedo entender, pero en mar abierto, me parece demasiado sacrificio para el resultado que podías esperar. Bueno, sólo es una reflexión, y está claro que si lo hacian sería por algo.
Resumiendo, que me ha gustado tu artículo!!
Saludos,
Rafa.
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Me alegra que sea de tu interés.
Saludos.