Cuando los portugueses llegaron a Japón, recalando en la isla de Tanegashima, arribaron a un país dividido y en guerra. No es extraño que uno de los productos occidentales más apreciados fueran las armas modernas, en concreto el arcabuz. Rápidamente los propios japoneses asimilaron el valor del arcabuz y empezaron a fabricar los suyos propios, conocidos comúnmente como “tanegashimas”.