Andrewsarchus, el terror del eoceno mongólico
Asia Central, hace casi 40 millones de años. Caminando las praderas de los que en un futuro muy lejano será el desierto del Gobi, vemos que un grupo reducido de Metamynodon se aleja despreocupadamente del río. Se trata de una especie de los Amynodontidae, más relacionados con los futuros rinocerontes pero de un increíble parecido con los hipopótamos; son mamíferos ungulados de vida anfibia que prefieren pasar el día en el agua, pero esta vez los encontramos más cerca de la pradera. Son animales de 4 metros de largo y casi 1.5 metros de alto. Relativamente pacíficos, herbívoros y de movimientos lentos, parecen imperturbables.
Figura 1 y 2. Representación de un Metamynodon y comparación con un hombre moderno.
Tan solo unos segundos después, un lobo gigantesco salta de entre los pastizales, derriba a un Metamynodon y comienza a morderlo en el cuello. Este intenta zafarse pero pronto otros carnívoros se suman a la carnicería. Al cabo de unos minutos la pobre bestia yace inmóvil y los depredadores terminan por darse un festín.
Escena típica del Eoceno Superior en la antigua Mongolia, tan sólo es preciso especificar mejor un detalle muy especial…
Figura 3. Ubicación de las masas continentales durante el Eoceno.
El temible Andrewsarchus
Figuras 4 y 5. Distintas representaciones de un Andrewsarchus.
Lo que al principio nos puede parecer físicamente un lobo gigantesco, biológica y científicamente nada más alejado de la realidad. El Andrewsarchus (es nada menos que el mayor mamífero carnívoro terrestre de la historia; de hasta 6 metros de largo, 2 metros de alto, equipado con una mandíbula de 80 centímetros de largo y 55 de ancho, pesando cerca de 1000 kilos según estimaciones, dientes caninos como cuchillas y un pelaje difícilmente distinguible entre los matorrales, es definitivamente una máquina de matar.
Fue descubierto en 1923 por la expedición de Roy Chapman Andrews en Mongolia, la misma expedición que descubriera en el mismo año y lugar los primeros huevos de dinosaurios conocidos por el hombre (los de Ovirraptor). Esta expedición fue la más grande de la historia hasta entonces, contando con la mas alta tecnología y financiamiento posible (hasta Rockefeller invirtió). La propuesta principal del ideólogo de dicha expedición, Henry Fairfield Osborn, era financiarla para descubrir el origen humano en esa misma zona, algo que por supuesto nunca se descubrió, pero que arrojó resultados casi tan rotundos e inesperados.
En cuanto al tamaño del Andrewsarchus, tan solo rivaliza con los extintos Ursus maritimus tyrannus (una especie de oso polar, de 1.8 metros de alto y 3.9 metros de largo, pesando entre 1200 y 1500 kilos), el Arctodus simus (también conocido como oso de hocico corto, de 1.6 metros de alto, 3.7 metros de largo y un peso de alrededor de 800 kilos) y el Sarkastodon (un creodóntido que compartió tiempo y espacio con Andrewsarchus, de 1.5 metros de alto, 3.5 metros de largo o 4.5 metros si incluimos la cola, pesando cerca de 500 kilos).
Figuras 6, 7 y 8. Comparación de tamaño entre el Ursus maritimus tyrannus (figura 6, la silueta negra, comparado también con el oso polar moderno), el Arctodus simus (figura 7 izquierda), el Sarkastodon (figura 7 derecha) y el Andrewsarchus (figura 8) (relación con el hombre moderno).
Sus mandíbulas estaban compuestas por enormes dientes caninos de forma curva y punzante aptos para matar a su presa y sujetarla con firmeza. Los músculos maxilares eran potentes lo que le permitía sujetar con firmeza presas de varias toneladas, e incluso hasta romper huesos (los dientes para esto deberían haber sido fuertes, y de hecho lo eran). Los molares, en cambio, servían para cortar (los inferiores) o para moler (los superiores). En comparación con el cráneo del oso Kodiak, el mayor mamífero carnívoro terrestre de la actualidad, estamos hablando de un tamaño dos veces mayor al de este último, capaz de tragarse entero un niño pequeño.
Figura 9. Cráneo del Andrewsarchus, de más de 1 metro de largo en total.
Pero lo increíble es que en la escena que describimos antes, pudimos haber descrito como los Andrewsarchus acababan de matar a uno de sus primos lejanos. Los ungulados como el Metamynodon son descendientes de los artiodáctilos al igual que los mesoníquidos como el Andrewsarchus. Curioso es que el mayor carnívoro terrestre de la historia tendría mas filiación con las ovejas que con los lobos, pero en su defensa podemos decir que no poseía garras en sus pies como los mamíferos carnívoros convencionales, sino que sus cuatro dedos terminaban cada uno en pezuñas. Además, su dieta no consistía sólo en carne; era un animal omnívoro y poseía una dieta equilibrada en donde no faltaban plantas y frutos. Quizás sus dientes molares estuviesen preparados para este tipo de alimentos.
Pero poco le importaba en realidad este detalle al Andrewsarchus, que en su tiempo fue el terror asiático y no tenía competencia alguna en su terreno.
Extinción
Sin embargo, Andrewsarchus conoció el fin de su existencia a fines del Oligoceno (hace casi 30 millones de años) con la aparición de los nuevos especímenes carnívoros del orden Carnivora, que incluye a los actuales cánidos, félidos y úrsidos, entre otros.
Por ejemplo, Hemicyon, de 1.5 m de largo, 70 centímetros (28 pulgadas) de alto, fue uno de los primeros en desplazar al antepasado carnívoro de las ovejas de las praderas de Mongolia. Parecido en contextura y proporción al tigre, pero con dentición de perro, era en realidad antepasado de los osos modernos.
Figura 10 y 11. Representación y cráneo de Hemicyon.
Hemicyon es solo un ejemplo del nuevo orden de carnívoros que desplazó al Andrewsarchus. La velocidad de este último ya no se comparaba con la de sus nuevos competidores. Paralelamente, la colisión entre Europa y Asia hacia fines del Oligoceno [ver estado de los continentes en la figura 12] y el consecuente desecamiento del Asia Central provocó la desaparición de los herbívoros anfibios, es decir, de las presas del Andrewsarchus, lo que causó su extinción.
Figura 12.Ubicación de las masas continentales durante el Oligoceno.
Autor: Leif_eriksson
Bibliografía
-Wikipedia.
-Dr. Michael Benton, “Dinosaurios y otros animales prehistóricos de la A a la Z”. Ed. Larousse. 1993.
-“Enciclopedia de los Dinosaurios y de la Vida Prehistórica”. Ed. Espasa. 2004.
-R.J.G. Savage y M.R. Long, “Evolución de los mamíferos. Guía ilustrada”. Ed. Akal. 1991
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Interesante reseña, Leif. Es un placer tener con nosotros a otro aficionado a la Paleontología.
Creo recordar que hay un "ejemplar" reconstruido de este extraordinario depredador en el Parque de El Karpin, en Vizcaya. A ver si encuentro alguna foto...
PD: No, lástima; tengo al gastornis, al mamut y a unos cuantos más, pero no a éste; otra vez será.
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