Gases venenosos durante la Primera Guerra Mundial
Los gases venenosos no se emplearon como medio de ataque por primera vez en la IGM. Se sabe que los espartanos saturaban la madera con pez y azufre, quemándola para asfixiar al enemigo. Después emplearon también flechas incendiarias, y los griegos utilizaron diversos productos químicos para incendiar y disparar.
Los alemanes quisieron valerse de un arma ofensiva eficaz mediante el uso de los gases venenosos, en violación de los acuerdos hechos en La Haya en 1907.
Soldados atrincherados con las máscaras antigás.
Los gases venenosos no se emplearon como medio de ataque por primera vez en la IGM. Se sabe que los espartanos saturaban la madera con pez y azufre, quemándola para asfixiar al enemigo. Después emplearon también flechas incendiarias, y los griegos utilizaron diversos productos químicos para incendiar y disparar. Durante la guerra civil en Norteamérica se emplearon humos producidos al quemar el azufre, para que el viento los llevase en dirección del bando contrario.
Así, vemos que la aplicación de gases en el terreno militar no es nueva. Generalmente se diferencian tres tipos de gas: persistentes, no persistentes e irritantes. Otro grupo importante empleado con fines militares lo forman los llamados humos los cuales pueden ser venenosos o simplemente utilizarse sólo para ocultar al enemigo los movimientos de las tropas.
Los caballos y mulas también eran protegidos con máscaras antigás.
Los gases venenosos se emplearon por primera vez en la guerra en Europa el 23 de abril de 1915, utilizando los alemanes el cloro (gas "oximuriático") contra las líneas francesas e inglesas en el saliente de Yprés. Aunque hay versiones que dicen que su primer uso fue francés en el primer mes de la guerra, en agosto de 1914, utilizaron granadas con bromuro contra los alemanes. Sin embargo, fue el ejército alemán el primero en estudiar y desarrollar armas químicas y utilizarlas a gran escala.
Un desertor había dado a conocer las intenciones del enemigo pero los aliados no creyeron que Alemania violase las reglas establecidas en La Haya, y no dieron importancia a este aviso. Atild en su obra "Gas y llama" describe el desconcertante momento en el que los soldados se ven envueltos en este nuevo ataque:
"Imaginaos, sí es posible, la situación y estado de ánimo de aquellas tropas, al ver una extensa nube de ceniciento gas amarillo brotando del suelo y arrastrándose, empujado por el viento hacia ellos; los vapores quemaban la tierra, introduciéndose por las grietas y huecos, llenando los agujeros hechos por las granadas y las trincheras según iba acercándose. Al principio, el asombro; después, el miedo, y por último, cuando las primeras capas de la nube envolvieron y dejaron a los hombres sin aliento y agonizantes, el pánico. Los que podían moverse huyeron, aunque en general en vano, pues la despiadada nube los seguía y alcanzaba."
También los perros llevaron estas máscaras.
Los primeros gases fueron fácilmente analizados y reconocido el cloro. Las autoridades militares consultaron entonces con los químicos, ideándose caretas o máscaras formadas de algodón en rama o almohadillas empapadas en varias soluciones, que sujetas frente a la nariz y la boca, protegían en cierta medida en el campo. En este tipo primitivo están basados todos los modelos hasta llegar al último y más eficaz. La parte esencial de la careta era la cestilla metálica donde se colocaban los preparados químicos capaces de absorber los varios tipos de gases mezclados con el aire respirado por los soldados.
Der. Soldado con máscara antigás.
Aparecen nuevos gases, especialmente los lacrimosos, surgiendo la necesidad de modificar las máscaras. Al principio se utilizaron preparaciones especiales para evitar se empañasen las piezas frente a los ojos y a causa de la respiración; pero más tarde se encontró el medio conveniente para hacer salir el aire directamente a través de estas mismas piezas oculares, como es el caso de la máscara Tissot.
Después del primer ataque, en abril, los alemanes no emplearon gases durante el verano y otoño de 1915 lo que permitió, afortunadamente, a los aliados estudiar los métodos de defensa antes del otro ataque.
El año 1916 fue el de mayor actividad por parte de los alemanes en el empleo de gases. Se hicieron cinco grandes ataques contra los ingleses y muchos otros contra Francia y Rusia. En estos ataques se emplearon gases más concentrados y mayores cantidades del venenoso fosgeno (oxicloruro de carbono).
La táctica consistió en ocultar por todos los medios posibles los preparativos previos, la utilización de nubes de humo para desviar la atención y el lanzamiento de los gases a intervalos variables. Esto último fue en realidad tristemente eficaz, pues la segunda emisión, después de la calma que seguía a la primera nube, encontraba desprevenidos a los hombres.
Soldados británicos afectados por los gases.
En agosto de 1916 se verificó el último ataque contra los ingleses con gases asfixiantes. Aquí se lanzó una espesa nube de fosgeno durante el momento de relevo y cuando era prácticamente doble el número de hombres en las trincheras. Fue tan fuerte, que se precisaron las máscaras contra los gases nueve millas a retaguardia del punto donde se descargaron. El empleo se abandonó a causa del limitado número de gases que podían ser utilizados, y también por el reducido numero de cilindros para lanzarlos a la vez, la dificultad de efectuar los ataques por sorpresa.
Der. Humo producido por los gases.
Vista aérea del humo producido por los gases.
El empleo de granadas cargadas de gas aumentó rápidamente. Era mucho más fácil alcanzar el campo enemigo. Se tomaron cuidadosas medidas para evitar excesivas bajas en las trincheras, donde era evidente la persistente naturaleza de ciertos gases; se establecieron también cubiertas protectoras, sistemas especiales de alarma, rapidez en la colocación de las máscaras (seis segundos) y métodos eficaces para hacer desaparecer los gases.
Un ataque destacado fue el Arras en diciembre de 1916. Allí, grandes cantidades de granadas cayeron en los alrededores, saturando los pisos y muros de las casas. Como era muy intenso el frío, se evaporaron los gases lentamente. Al siguiente día, cuando aparentemente los gases habían desaparecido, muchos soldados se quitaron las máscaras. Un error porque con el aumento de las temperaturas la evaporación de los gases comenzó de nuevo, habiendo un gran número de atacados.
Soldados equipados con las máscaras antigás.
El gas mostaza (sulfocianato de alilo) es realmente un líquido bastante persistente, produciendo quemaduras en la piel. Pero no fue el gas más eficaz ni mortífero de los empleados en la guerra. En Nieuport se dispararon mas de 50.000 granadas en una sola noche, inundando prácticamente la ciudad. Se calculó que en el otoño de 1917 los alemanes lanzaron más de un millón de granadas conteniendo aproximadamente 2.500 toneladas de este gas. Una gran parte de este mismo año lo emplearon los aliados en estudiar varias disposiciones destinadas para proteger a las tropas contra sus efectos, y suministrando nuevas telas especiales, guantes botas y diferentes ungüentos.
Producción del gas mostaza.
Soldado con quemaduras producidas por el gas mostaza.
La Ciencia, al servicio de la Guerra, combatió también, en una encarnizada competencia, por producir gases destructores.
En abril de 1915, Tribune publicaba este artículo en relación al uso de gas en la guerra:
Nueva York Tribune, 27 de abril de 1915
Boulogne, 25 de abril. -- El vapor gaseoso que los alemanes usaron contra las divisiones francesas cerca de Ypres el jueves pasado, contrariamente a las reglas de la convención de La Haya, introducen un nuevo elemento en la guerra. El ataque de la pasada tarde del jueves fue precedido por el levantamiento de una nube de vapor gris. (…) Su efecto sobre el soldado francés era de náuseas, seguidas de un derrumbamiento completo (…).
Todo indica que la preparación para este ataque es larga y cuidadosa. (…) Algunos testigos mantienen que los alemanes rociaron la tierra con un líquido que, siendo encendido, envió los humos. Las tropas alemanas sostuvieron respiradores en sus bocas, evitando así ser alcanzados por los humos.
Además de esto, los alemanes parecen haber encendido granadas explosivas ordinarias cargadas con algún producto químico que tenía un efecto que paralizaba a todos los hombres en la zona de la explosión. Un poco de producto químico en la composición de esas granadas produjo el riego violento de los ojos, de modo que cegaban a los hombres durante algunas horas.
El efecto del gas nocivo parece ser lento. Los hombres salen de su náusea en un estado del derrumbamiento completo. Algunos de los rescatados han muerto ya de los efectos secundarios (…).
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