1688: La Invasión de Inglaterra
Cien años después del episodio de la mal llamada “Armada Invencible”, los vientos “protestantes” iban a soplar de nuevo sobre otra armada invasora pero esta vez para permitir el desembarco en Inglaterra del príncipe Guillermo de Orange. Una de las operaciones militares más arriesgadas y mejor planificadas de la época iba a desembocar en lo que pasaría a la Historia como la "Revolución Gloriosa".
Antecedentes
En junio de 1688 el rey Jacobo II se pudo congratular del nacimiento de un heredero varón: Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, que venía a reforzar su dinastía. A simple vista la posición de Jacobo en 1688 parecía fuerte a pesar de ser un rey controvertido, varias de cuyas políticas generaban bastante oposición.
El principal caballo de batalla de Jacobo era el reforzamiento del poder real a costa de las prerrogativas del Parlamento; aunque resultara imposible conseguir el grado de poder absolutista de alguien como Luis XIV, Jacobo estaba decidido a conseguir un mínimo de independencia y convertir a Inglaterra en un estado más burocratizado. Dado que Jacobo era un declarado católico, el otro caballo de batalla consistía en implantar una “libertad de conciencia” que supusiera el fin de la discriminación a los católicos tanto en cuanto a la abolición de las (en desuso) leyes penales contra disidentes religiosos como de la prohibición de acceso de católicos a cargos civiles y militaresi. Hay que señalar que esta política religiosa era bien vista por disidentes protestantes como cuáqueros, baptistas, presbiterianos... que también eran objeto de discriminación
Su catolicismo le había supuesto serios problemas y estuvo cerca de costarle el trono. En el Parlamento se llegó a debatir una Ley de Exclusión dirigida contra él; los defensores de la exclusión pasaron a ser conocidos como el partido de los whigs (liberales), y los que se opusieron a la exclusión de Jacobo, dieron lugar al partido de los tories (conservadores). El nacimiento del bebé real fue un jarro de agua fría para aquellos que confiaban que Jacobo fuera sucedido por un príncipe/princesa protestante; de hecho Jacobo tenía dos hijas adultas, María y Ana, criadas como protestantes y casadas con príncipes protestantes.
El rey Jacobo (James) II de Inglaterra (e Irlanda) y VII de Escocia, en un retrato de Peter Lely.
A su ascenso al trono en 1685, Jacobo había superado con éxito una rebelión encabezada por el duque de Monmouth -un hijo natural de su hermano Carlos II-; quedando reforzado tanto política como militarmente, al haberla usado como excusa ante el Parlamento para mantener un ejército regular más numeroso. El recuerdo de la Guerra Civil y de la dictadura de Cromwell suponía un freno en muchos descontentos a la hora de apoyar una rebelión y tras el fracaso de la de 1685 una nueva rebelión parecía ilusoria. Las esperanzas de los opositores a Jacobo se centraban no en destronarle sino en presionarle para que corrigiera su política.
Guillermo de Orange
Al otro lado del canal de la Mancha, el príncipe Guillermo de Orange observaba con gran interés y preocupación la evolución política en Inglaterra. Guillermo estaba dispuesto a hacer todo lo posible para promocionar los derechos de su esposa María, la hija mayor de Jacobo, y los suyos propios ya que era nieto del rey Carlos I de Inglaterra y sobrino del propio Jacobo II.
Cuando supo en enero de la preñez de la reina Guillermo empezó a trazar planes. En principio más allá de mantener contactos con los opositores a Jacobo poco podía hacer. La perspectiva de alentar una rebelión whig no le ilusionaba ya que podía desembocar en un régimen republicano. Lo ideal era intervenir personalmente para asegurarse que las cosas marcharan a favor de sus intereses. Como estatúder de las Provincias Unidasii Guillermo tenía una posición de gran poder e influencia, pero no podía disponer libremente de las fuerzas armadas de la República para arriesgarlas en una aventura personal. Sin embargo la fortuna le sonrío y le puso a tiro una buena baza para ligar sus propios intereses con los de la República.
Guillermo (Willem) de Orange, en un retrato (1685) de Willem Wissing.
Inicialmente los estados de las Provincias Unidas se inclinaban por adoptar una política internacional no intervencionista y centrarse en fortalecer su ya poderoso comercio sin enredarse en trifulcas. Sin embargo a partir del verano de 1687, Luis XIV de Francia adoptó una muy agresiva política mercantilista entrando en conflicto directo con los intereses de las Provincias Unidasiii. Medidas sucesivas contra las importaciones de productos holandeses que iban desde importantes aumentos de tasas aduaneras hasta prohibiciones, como por ejemplo la de importar arenque holandés en cuya salazón no se hubiera usado sal francesa. La respuesta holandesa fue en principio diplomática, pero según avanzaba 1688 se iban perdiendo las esperanzas de que Luis diera su brazo a torcer y un conflicto armado parecía cada vez más cercano.
Guillermo aprovechó la tensa situación para alentar los temores holandeses, haciendo especial hincapié en la desagradable posibilidad de que se produjera una alianza entre los católicos Luis XIV y Jacobo II; la cual pondría a las Provincias Unidas en una posición difícil. Todos recordaban lo cerca del desastre que había estado la República cuando en 1672 se habían aliado Inglaterra y Francia con ánimo de humillarla.
Lo cierto es que no parece que Jacobo II se estuviera planteando tal alianza pero a Guillermo le bastaba con que los regentes de los Estados Generales de las Provincias Unidas lo consideraran plausible. La demanda de Jacobo (febrero 1688) de que los regimientos ingleses y escoceses al servicio de las Provincias Unidas fueran repatriados llegó en un momento oportuno para aumentar la fricción. Los holandeses se negaron a devolver las unidades aduciendo que no habían cumplido con el tiempo acordado de servicio. Por su parte Jacobo -que sobre todo quería recuperar oficiales expertos para su recién aumentado ejército-, ordenó a sus súbditos que regresaran a Inglaterra aunque fuera individualmente.
La Bolsa de Amsterdam en el siglo XVII, por Emanuel de Witte (1653). En ese tenso verano de 1688, la bolsa vivió una crisis bursátil que hizo que la asustada élite financiera estuviera más dispuesta a contemplar las iniciativas de Guillermo de Orange.
Una vez que los sectores holandeses más reticentes empezaron a aceptar la idea de una represalia armada contra Francia, Guillermo propuso un plan de actuación: las Provincias Unidas tomarían la iniciativa apoyando un golpe preventivo en Inglaterra que asegurara una alianza anglo-holandesa ante el futuro conflicto con Luis XIV. Primero el príncipe optó por entrar en conversaciones discretas con elementos individuales de las Provincias Unidas y a finales de septiembre ya se sintió suficientemente seguro como para exponer su plan ante una sesión secreta de los Estados de Holanda a la que siguieron reuniones de emergencia en el resto de las asambleas provinciales. De nuevo Luis XIV le había echado una mano con su agresividad ya que en esas fechas había ordenado requisar todas las naves holandesas que se encontrasen en puertos franceses y su ejército se preparaba para intervenir militarmente en Alemania, lo que eventualmente precipitaría la Guerra de los Nueve Años.
Así pues se decidió, en palabras de los Estados de Holanda, que se iba a emprender una acción para convertir a Inglaterra en un país “útil para sus amigos y aliados, en especial para este estado”; lo que pasaba por asegurarse una Inglaterra anti-francesa y anti-católica.
La Invitación
Una parte fundamental del plan de Guillermo era evitar ser visto como un conquistador. Por ello antes de emprender nada exigió a sus contactos en Inglaterra que redactaran una carta invitándolo a intervenir y prometiéndole su apoyo contra Jacobo II. Varios de los contactados se mostraron remisos a poner su nombre por escrito en dicha invitación pero Henry Sidney, el principal agente de Guillermo en Inglaterra, consiguió al final siete firmas de notables ingleses (incluida la suya), dos de ellos afines a los tories y cinco a los whigs.
En la carta se hacían irreales promesas de apoyo y se afirmaba que 19 de cada 20 ingleses estaban contra el rey. En el fondo a Guillermo le daba igual ya que no se fiaba mucho de las promesas de apoyo; le bastaba la carta en sí, en cuanto a que legitimizaba su acción y servía como refuerzo para disipar las dudas de aquellos holandeses más reticentes a la arriesgada empresa. La carta le llegó a Guillermo el 10 de julio de la mano de Arthur Herbert, un almirante desplazado por Jacobo y cuya incorporación a las filas guillermitas suponía una gran baza.
Guillermo de Orange dejó en manos del fiel Hans William Bentinck la preparación de la campaña propagandística. Se elaboró una declaración (manifiesto) del príncipe que debía ser publicada una vez desembarcados en Inglaterra. La declaración fue impresa en cantidades sin apenas precedentes en la época -sólo en la Haya se encargaron 20.000 copias- para darle una mayor difusión pero se realizaron grandes esfuerzos para mantenerla en secreto hasta el momento oportuno. Al embajador inglés D´Albeville le costó un gran esfuerzo conseguir una copia antes de su publicación y sólo pudo hacerse con unas copias para el 10 de octubre cuando ésta empezó a circular, 9 días más tarde del primer intento holandés de desembarco.
En la Declaración Guillermo afirmaba que su intención era restaurar la paz y la felicidad de la nación, puestas en peligro por la alteración que hacía el rey de la religión, las leyes y los derechos civiles.
A la izquierda, Henry Sidney (Earl of Romney), autor de la invitación a Guillermo, en un retrato de JohnBaptist Medina.
A la derecha, Francisco Lopes Suasso (Barón d'Avernas le Gras), banquero holandés de origen sefardí que contribuyó decisivamente a la financiación de la invasión.
Preparativos Guillermitas
Conseguido el apoyo de los Estados para la invasión, aunque con reticencias ante los enormes riesgos en que se iba a incurrir, Guillermo se puso con gran energía a dar los últimos toques a su plan. Quería tenerlo todo listo ese mismo otoño, aunque muchos consideraban que resultaría del todo imposible y habría que esperar a 1689; pero había que tener en cuenta que buena parte de los preparativos militares ya estaban casi listos en previsión de una guerra con Francia.
Dado que Guillermo se iba a llevar al grueso del ejército holandés “de excursión” había que asegurar la protección de la República ante una posible ofensiva francesa. Para ello se había procedido a contratar con cierta antelación en los estados alemanes a 14.000 soldados “experimentados”; a los que habría que añadir 6.000 soldados de otras partes como Suecia y Dinamarca. Ello supuso “liberar” de sus obligaciones a algo más 14.000 tropas regulares holandesas que junto a unos 5.000 soldados hugonotes, ingleses y escoceses y un potente tren de artillería -con unas 50 piezas pesadas-, conformaban un ejército de 21.000 hombres. Un ejército no sólo grande sino muy bien equipado y entrenado que por si sólo debía de ser capaz de batir al ejército de Jacobo. Y es que Guillermo se fiaba lo justo del potencial apoyo militar que pudiera recibir una vez desembarcado.
Hay que alabar el sentido común de Guillermo que desdeñó sutilezas políticamente correctas: otro tal vez se hubiera llevado sólo a ingleses y escoceses para “no ofender” confiando en que se le unieran en Inglaterra miles de rebeldes a Jacobo. No, Guillermo iba a ir a Inglaterra rodeado de un ejército en el que confiaba plenamente.
Oficial de artillería e infante holandés (fuente: NYPL Digital Library)
Para transportar dijo ejército hacía falta un armada. Los diversos almirantazgos de la República consiguieron reunir a toda prisa una impresionante fuerza de 400 naves de transporteiv, que iba a ser escoltada por más de 50 naves de guerra, en especial 32 navíos de línea. La rapidez y eficiencia con que se reunió una gigantesca armada no deja de ser un logro impresionante para la época. Gran parte del mérito corresponde a la capacidad holandesa para financiar rápida y eficazmente la empresa.
La concentración y embarque de las tropas empezó el 22 de septiembre en Hellevoetsluys -una semana antes de la reunión de Guillermo con los Estados de Holanda- y estaba terminada para el 8 de octubre. Al frente de la flota se puso a unos de los partidarios ingleses de Guillermo, el anteriormente almirante Arthur Herbert, para darle una patina de “asunto interno entre ingleses” a la flota de invasión.
A la izquierda, Louis de Duras (Earl of Feversham), hugonote que comandaba el ejército de Jacobo y que había aplastado la rebelión del duque de Monmouth en 1685.
A la derecha, Friedrich Hermann von Schomberg, comandante de las tropas de Guillermo. De origen alemán sirvió en varios ejércitos durante su carrera, ganando especial fama al servicio de Francia y alcanzando el título de mariscal. En 1685 abandonó el lado de Luis XIV y en 1688 se puso al servicio personal de Guillermo y su empresa.
Preparaciones Jacobitas
Aunque la preparación de la “Armada” se realizó con un notable grado de discreción, la gente de Jacobo en las Provincias Unidas no podía dejar de darse cuenta. Desde finales de agosto se sabía que Orange estaba preparando algo pero Jacobo seguía bajo la ilusión de que el objetivo más probable era una guerra con Francia no con él.
A comienzos de octubre y con el embarque en marcha, el embajador inglés, marqués d´Albeville, ya avisaba a su patrón de que los holandeses iban en serio con ánimo de conquista, pero le costaba hacer que en Inglaterra se asimilara la sensación de urgencia y peligro que él sentía. En Inglaterra les costaba aceptar que Guillermo se lanzara al mar en el tempestuoso otoño pero al menos Jacobo anunció a la nación el 8 de octubre el peligro de una invasión holandesa.
Entre las advertencias del embajador inglés estaba la de que el ejército de Guillermo de Orange era hombre por hombre el mejor entrenado y disciplinado de la Cristiandad. Por su parte Jacobo había heredado un ejército reducido, o más bien tres ejércitos ya que cada uno de los Tres Reinos de Inglaterra, Escocia e Irlanda tenía su propio ejército. En 1685 sumaban 9.000 ingleses, 7.500 irlandeses y 2.200 escoceses. La rebelión de Monmouth había dado lugar a un incremento de efectivos que el rey se había negado a desmovilizar superada la crisis (para malestar del Parlamento). En el propio 1688 había añadido algún regimiento más y tenía planes para seguir aumentando su tamaño. En el momento de la invasión las fuerzas de Jacobo II probablemente rondarían los 40.000 hombres y tras hacer bajar al sur a las tropas escocesas y traer algunas unidades irlandesas, tendría a mano casi 30.000 soldados. Un ejército numeroso aunque afectado por numerosos problemas internos.
En el cuerpo de oficiales, reinaba una gran tensión acerca de las comisiones de servicio y las posibilidades de promoción. En un intento de mejorar los lazos y coordinación entre los ejércitos de los Tres Reinos, Jacobo había decidido estacionar unidades de un reino en otro; esto suponía por ejemplo traer unidades irlandesas a Inglaterra. Muchos oficiales protestantes ingleses lo vieron como un intento disfrazado de traer oficiales católicos a Inglaterra como paso previo a que estos se apropiaran de los principales puestos de mandov, aunque también se resentían de que los oficiales escoceses protestantes también aspirasen a conseguir comisiones en Inglaterra. También generaba fricción el hecho de que Jacobo buscara insistentemente dotar a su ejército de oficiales con experiencia bélica, lo que en la práctica suponía traer a militares que habían hecho carrera sirviendo en ejércitos extranjeros como el holandés, el francés o los de los países nórdicos.
Oficial inglés (1685) y granadero (1670), fuente: NYPL Digital Gallery.
El ejército de Jacobo no sería puesto a prueba si la armada inglesa cumplía con su función de proteger el Canal. Jacobo había heredado una potente flota de su hermano Carlos II, en teoría superior a la holandesa y expresamente pensada ante la posibilidad de una nueva guerra naval anglo-holandesa. Sin embargo en esa época llevaba mucho tiempo y sobre todo mucho dinero movilizarla plenamente. Las ordenes de Jacobo II supusieron movilizar 37 navíos de línea de 3ª y 4ª clase, se descartó poner en servicio a los potentes pero muy caros de mantener en servicio navíos de 1ª y 2ª línea. Tampoco los holandeses movilizaron a sus naves de mayor porte, pero los ingleses tenían un mayor número de ellos y siempre habían confiado en ganar a los holandeses a base de una mayor potencia de fuego.
A comienzos de octubre para cuando los holandeses estaban ya listos los ingleses apenas habían puesto en servicio a poco más de la mitad de la flota prevista. En cualquier caso no esperaban inmediatamente una flota de invasión pero a Jacobo sí le preocupaba que los holandeses lanzasen un ataque sorpresa contra la flota inglesa. Los ingleses se esforzarían por poner a punto la flota, a pesar de la escasez de dinero, pero en el momento de la invasión parece que todavía había numerosas deficiencias en las naves. La falta de dinero y tripulaciones supuso que los ingleses se centraran en equipar naves de línea, dejando prácticamente sin naves ligeras a la flota lo que impedía realizar adecuadamente funciones como la de exploración.
En la flota había sin duda un grupo de oficiales -sobre todo ex-compañeros del almirante Herbert- no demasiado entusiasmados con Jacobo. Más tarde varios clamarían que habían saboteado la actuación de la flota (conspiración de los “tangerinos”) pero hoy en día se suele descartar como un intento de subirse al carro de los vencedores. La actitud defensiva y cautelosa que adoptó la flota deriva principalmente de un sensación de inferioridad ante la flota holandesa a la que se sabía mejor equipada y que se creía erróneamente más grande de lo que en realidad era en cuanto al número de navíos de línea.
A la izquierda el almirante de Jacobo: George Legge (Baron Darmouth), por John Riley. A la derecha, el almirante de Guillermo: Arthur Herbert (Earl of Torrington), por John Closterman. Ambos almirantes eran enemigos personales, lo que les había llevado a acabar en diferentes bandos.
El Cruce
La lógica militar de la época demandaba que la flota de guerra holandesa asegurara primero el paso por el canal batiendo a la escuadra inglesa, pero atenerse a esto presentaba varios problemas. Por un lado se estaba en una época muy mala para cruzar el canal ya que eran comunes las tempestades; por tanto era mejor aprovechar la mínima oportunidad de viento favorable para tratar de cruzar toda la flota a la vez ya que no iba a haber muchas. Más importante era si cabe que Guillermo no quería aparecer públicamente como agresor por lo tanto se aferró a la posibilidad de tratar de cruzar el canal sin combatir.
Una vez preparada la flota, había que esperar a que cesaran los vientos “papistas” del oeste que impedían zarpar. El 26 de octubre cambió a un viento del este y el 29 la flota se hacía a la mar. Sin embargo rápidamente se encontraron con una previsible tempestad otoñal. En los siguientes días la flota tuvo que volver a puerto a refugiarse. Durante la tempestuosa travesía murieron 500 caballos que fueron rápidamente reemplazados.
En cuanto a la flota inglesa tras completar mínimamente sus preparativos decidió tomar posición en la zona denominada como Gunfleet Sand. Darmouth eligió dicha posición, al NE de la desembocadura del Támesis, porque estaba menos expuesta a un ataque por sorpresa de la flota de guerra holandesa que una posición más al Sur (por ejemplo en los Downs) pero quedaba suficientemente a mano como para cubrir un avance naval directo hacia Londres y/o los astilleros del Medway. Además los ingleses sospechaban que la intención de Guillermo era realizar un desembarco en la norteña Yorkshire.
Ilustración de la partida y desembarco del Príncipe de Orange, por Romeyn de Hooghe (que viajó con el príncipe). Fuente: geheuegenvannederland.nl.
En la noche del 11 de noviembre la flota holandesa volvió a zarpar. No sabemos a ciencia cierta donde pretendía desembarcar Guillermo, más allá de evitar hacerlo cerca del ejército de Jacobo. Inicialmente navegó en dirección norte pero al día siguiente sopló un fuerte viento del este que hizo que la flota se internara en el canal de la Mancha. El mismo viento “protestante” que arrastró a la flota holandesa al canal impidió a la inglesa salir del Gunfleet en su inmediata persecución. El propio Jacobo -que había sido almirante antes que rey- ya había advertido a Darmouth del peligro de quedarse bloqueado en esas aguas si estacionaba la flota demasiado adentro. La flota inglesa no pudo partir hasta la mañana del día 14.
Al paso por el estrecho entre Dover y Calais, la flota holandesa disparó “irónicas” salvas de saludo a ingleses y franceses, mientras las tropas formaban en cubierta al son de tambores y trompetas. Cuando se calmó el tiempo, los guillermitas decidieron buscar un lugar adecuado para desembarcar. De lo que tenían a tiro se descartó la zona de Plymouth por estar fortificada y se optó por la bahía de Torbay. El desembarco empezó el día 15 (5 de noviembre en Inglaterra que se regía por el calendario juliano). Al día siguiente se localizó un punto desde donde desembarcar a los caballos que aun así tuvieron que nadar unos 20 metros hasta la playa.
Mapa de la invasión (fuente: spanishsuccession.nl)
A la flota inglesa le perseguía la mala suerte. El día 17 hubo una fuerte tempestad que afectó poco a los holandeses protegidos en la bahía pero que causó fuertes daños a los ingleses y se tuvo que retirar a los Downs a refugiarse y hacer reparaciones. Los holandeses pudieron completar su desembarco sin ser molestados.
El día 19 la flota inglesa se acercó a Torbay. Con sólo 22 naves Darmouth convocó un consejo de guerra; la decisión unánime fue que la flota era demasiado débil para realizar un ataque y se retiró. Más adelante se crearía el mito de que la Royal Navy había elegido no oponerse al desembarco por acción de los simpatizantes de Guillermo pero hoy en día se reconoce que la flota estaba dispuesta a luchar por Jacobo pero se consideraba a sí misma inferior a su rival. Incluso aquellos oficiales de la flota que eran firmemente jacobitas como el almirante Strickland (católico) desaconsejaron plantar batallavi.
El desembarco en la bahía de Torbay. Fuente: Royal Museums Greenwich Art Prints.
Camino a Londres
El primer paso de Guillermo fue avanzar hasta la ciudad de Exeter (día 19), desplegando un estandarte con el lema “Por la Religión Protestante y la Libertad”. El apoyo inglés a Guillermo fue inicialmente escaso aunque no fue mal recibido por los locales y se procedió a buscar reclutas para completar los regimientos. El propio Guillermo tranquilizó en Exeter a los lugareños diciendo que no requería de su asistencia militar forzosa y estaría contento sólo con que aceptaran su presencia en la zona, dando una especie de apoyo moral a la expedición.
El ejército de Jacobo se encontraba disperso para controlar las principales zonas de riesgo de un desembarco y la propia ciudad de Londres. Rápidamente se concentró al ejército en la llanura de Salisbury mientras se enviaba a 6 regimientos de caballería a vigilar a Guillermo. En Wincanton tuvo lugar una pequeña pero violenta escaramuza entre un escuadrón inglés jacobita y una pequeña tropa de escoceses guillermitas.
Cuando Jacobo se reunió con su ejército se encontró con que algunos oficiales eran reacios moralmente a combatir contra el príncipe de Orange. Jacobo indagó el ánimo de la tropa y al parecer esta permanecía en general leal. Reunido un consejo de guerra (3 de diciembre), Jacobo se negó a realizar un ataque contra Guillermo. Al día siguiente sufrió un duro golpe cuando varios oficiales desertaron con unos pocos soldados, entre ellos destacaba el teniente general John Churchill (futuro duque de Marlborough) que lograría la fama en la Guerra de Sucesión Españolavii. También llegaron noticias de rebeliones en el desguarnecido norte pero estas eran relativamente pequeñas.
A pesar de estas deserciones una acción enérgica por parte de Jacobo hubiera llevado al ejército a luchar. Jacobo se vio afectado desproporcionadamente por estas deserciones sin saber que Guillermo se enfadaba precisamente ante la falta de deserciones masivas y el hecho de que la aristocracia inglesa no estuviera levantando regimientos, sólo unos pocos se mojaron y apenas reclutaron unos cientos de hombres. Las dudas e inacción de Jacobo supusieron que más oficiales fueran desertando, aunque entre las tropas desertaron como mucho 1.000 durante esos días. Jacobo llegó a la conclusión de que su ejército sería incapaz de ganar una batalla campal en caso de producirse y decidió regresar a Londres.
Aun habría una escaramuza violenta en Reading (9 diciembre) entre dos pequeñas fuerzas irlandesa y holandesa, con algo menos de un centenar de bajas entre ambos bandos. Pero más allá de esto, Jacobo iba a entregar Inglaterra sin dar batalla, lo que daría origen al un tanto incorrecto término de “revolución incruenta”. En la noche del 19/20 Jacobo ordenó a Feversham disolver el ejército leal o al menos lo que quedara de él.
El 28 de diciembre, Guillermo entró en Londres sin oposición. Previamente había demandado que toda tropa inglesa debía abandonar la ciudad y alejarse a un mínimo de 20 millas. Tropas holandesas ocuparon toda la capital, incluyendo los palacios reales custodiados por los guardias azules (Blauwe Garde). Técnicamente la capital inglesa seguiría ocupada por tropas holandesas hasta 1690 ya que Guillermo no se fiaba mucho de la lealtad de muchas tropas inglesas. Guillermo se movió rápidamente para hacerse con el control de la Administración del Estado sin esperar a que se reuniera el Parlamento.
Recepción del príncipe Guillermo en Londres, por Romeyn de Hooghe. Fuente: geheuegenvannederland.nl.
La Revolución Gloriosa
Terminada la “fase militar” lo que la mayoría de la gente esperaba es que bajo la supervisión de Guillermo se reuniese el Parlamento y se obligase a Jacobo II a negociar y aceptar una serie de demandas que básicamente consistían en revertir sus pasadas políticas. En general se aceptaba que aunque equivocado en el pasado Jacobo tenía un “derecho divino” a seguir reinando.
Jacobo en vez de dar su brazo a torcer decidió huir a Francia pero de nuevo se le torcieron las cosas y fue capturado por culpa de unos pescadores (22 de diciembre), teniendo que volver a Londres como prisionero. Jacobo permanecería como prisionero pocos días ya que en la noche del 2 de enero escapó en un descuido de los guardias holandeses, descuido que muy probablemente fue ordenado por el propio príncipe de Orange.
Guillermo III y su esposa María II como reyes coronados, retratados en un techo por Sir James Thornhill
La huida de Jacobo generaba un nuevo panorama político en Inglaterra y ahí estaba Guillermo para ofrecerse. Se reunió una Convención parlamentaria para decidir que hacer con el gobierno de Inglaterra. Se asumió que Jacobo había abdicado y al llevarse a su infante hijo no era práctico nombrarle rey bajo una regencia. La solución obvia era nombrar reina a María, en tanto hija mayor de Jacobo. Guillermo dijo que nones, impuso que él y María fueran nombrados co-soberanos, reservándose para sí el poder ejecutivo.
A cambio Guillermo aceptó firmar (junto a María) la Carta de Derechos (Bill of Rights). En la Carta se defendían y recuperaban ciertos derechos parlamentarios: el rey no podría hacer leyes ni crear impuestos sin su permiso, tampoco mantener un ejército regular y además el Parlamento debía ser elegido libremente y reunirse regularmente. Esto fue un hito en la historia de Inglaterra ya que quedó establecido firmemente un parlamentarismo convirtiendo el gobierno de la nación en una monarquía constitucional.
Sesión del Parlamento presidida por Guillermo III, en el recuadro superior aparece presidiendo a la Cámara de los Lores. Ilustración de Romeyn de Hooghe. Fuente: geheuegenvannederland.nl.
El calvinista Guillermo siempre estuvo convencido de que sus pasos estaban predestinados por Dios. Todavía tendría que luchar para asegurarse el trono ya que no tenía excesivo apoyo en Irlanda y en Escocia. En la propia Inglaterra hubo cierta tibieza hacia el nuevo rey, acrecentada por su desconfianza hacia prácticamente cualquier oficial que no hubiera servido junto a él en Holanda. Además la elevación de Guillermo supuso involucrar a Inglaterra en una guerra con Francia, que no todos deseaban.
Jacobo trataría de recuperar el trono, desembarcando (con ayuda francesa) en Irlanda pero la derrota del Boyne (1690) echó por tierra sus principales esperanzas. Aun así los sucesores de Jacobo lo seguirían intentando hasta la derrota de los jacobitas escoceses en Culloden (1745).
Autor: Flavius Stilicho
Fuentes:
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Israel, J.I. The Dutch Republic: Its Rise, Greatness and Fall, 1477-1806.
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Manning, R.B. An Apprenticeship in Arms: the Origin of British Army, 1585-1702.
-
Rodger, N.A.M. The Command of the Ocean.
-
Web spanishsuccesion.nl: The Invasion of England, 1688.
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Wikimedia Commons para aquellas ilustraciones en las que no se indique expresamente la fuente.
Notas:
i El propio Jacobo había tenido que dimitir en 1673 de su puesto de almirante al declararse abiertamente católico.
ii Técnicamente lo era sólo de 5 de las 7 provincias que componían la República.
iii Francia estaba molesta por las ventajas económicas cedidas a las Provincias Unidas en el Tratado de Nimega (1678). Además la revocación en 1685 del Edicto de Nantes de tolerancia religiosa había supuesto la huida de muchos “industriosos” hugonotes a otros países en especial a las propias Provincias Unidas; lo que se había traducido en un fuerte golpe para la economía francesa y en una inyección de energía para la holandesa.
iv De ellas 90 se dedicaron al transporte de caballos, de los que se iban a llevar cerca de 5.000.
v Surgió en el ejército la Asociación de Militares Protestantes con el objetivo de defenderse de la “amenaza” que representaban los oficiales católicos. Sus temores se fundaban en la purga de oficiales ingleses realizada en el ejército irlandés, aunque el motivo de esa purga era la sospecha de su comandante de que dicho ejército era el reducto de los oficiales de tendencias republicanas. El número de oficiales católicos en los ejércitos reales era muy limitado (como mucho llegaría al 11%). De hecho se estima que el ejército invasor del príncipe de Orange habría contado con casi 4.000 soldados y oficiales católicos, con lo que es posible que hubiera tantos o más católicos en las filas de Guillermo que en las del ejército de campaña de Jacobo.
vi Lo más que hicieron los supuestos conspiradores es enviar a un joven oficial con un mensaje verbal a Guillermo pero no hay ninguna prueba de que consiguieran desestabilizar de manera significativa a la flota.
vii A su llegada al campamento del príncipe de Orange se encontró con el mariscal Schomberg. En vez de ser bien recibido, Schomberg le dijo que era el primer teniente general que él conocía que hubiera abandonado sus “colores”. El estigma de la traición a Jacobo, habiendo sido uno de sus hombres de confianza, le perseguiría durante toda su ilustre carrera.
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Enhorabuena Flavius, interesante trabajo, me gusta la historia relacionada con el reinado de Luis XIV en general., de hecho, Jacobo II se exilió a Francia, donde el "rey Sol" esperaba usar al antiguo rey, por si en un futuro ocupaba Inglaterra y podía poner a un rey de su conveniencia en el trono.
Luis XIV otorgó un subsidio anual a Jacabo II durante su estancia en el país, y creo que trazó planes para derrocar a Guillermo y que Jacobo volviera al poder. La guerra de la "Liga de Ausburgo" (1688-1697), aunque supuso grandes victorias para el rey francés, no hicieron que Guillermo fuera derrocado del trono inglés.
Al final, Jacobo II se convirtió en un engorro para Luis XIV, y decidió retirarle el apoyo entusiasta que en un principio había dado a Jacobo II.
saludos
Un buen puñado de jacobitas exiliados acabó en España y por ejemplo la casa de Alba desciende de un hijo ilegítimo de Jacobo II, por eso se apellidan FitzJames Stuart.
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¡Cierto, cierto Flavius!, yo creo que eran aristócratas de origen extranjero, pero no sabía de donde, ¡nunca te acostarás sin saber algo más! je,je,je.
Por cierto, no he encontrado casi nada de la estancia de Jacobo II en Francia, me interesaban los detalles pequeños, ¿se llevó un séquito allí?, ¿tenía tropa "corps" que le protegiera?, ¿le acompañaron civiles o militares al exilio?.... ¿sabes algo Flavius?, no encuentro nada.
saludos
Gracias Flavius, de todas formas, el número de ingleses que acompañaría a Jacobo II en el exilio debió ser escaso., ya en las operaciones que realizó en Irlanda para recuperar el trono, sus fuerzas fueron abrumadoramente mayoritarias en reclutas irlandeses, sumados al cuerpo expedicionario de 6.000 soldados franceses que le suministró Luis XIV.
saludos
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Aparte de que Luis XIV era responsable indirecto de que Jacobo perdiera el trono, es normal que apoyara inicialmente un intento de Jacobo de vuelta al trono. Después de todo, Guillermo de Orange era su enemigo y este metió en 1689 a Inglanterra en la Liga de Augsburgo. Supongo que Luis abandonaría a Jacobo cuando se abriera la oportunidad de negociar una paz; después de todo también hubo un momento durante la Guerra de Sucesión Española que abandonó a su nieto Felipe, pero le devolvió rápido el apoyo cuando no obtuvo la paz que quiso.
Bueno, más adelante las Francia y España borbónicas apoyaron de nuevo algunos intentos jacobitas, por ejemplo en 1719 con presencia española en Glenshiel. Un buen puñado de jacobitas exiliados acabó en España y por ejemplo la casa de Alba desciende de un hijo ilegítimo de Jacobo II, por eso se apellidan FitzJames Stuart.
Saludos.