Almanzor: el califa en la sombra
Abu'Amín Muhammad ben Abi'Amir al Maaliri.Pocos personajes del medievo hispano han despertado tanto interés como el almeriense Abi Amir al-Mansur bi-llah (El Victorioso por Alá). De igual manera que son escasos los que han generado tanta controversia en torno a su figura. ¿Cómo era al-Mansur, un tirano o simplemente un hombre que supo aprovecharse, mejor que otros, de las circunstancias que le rodearon? ¿Estamos ante un hombre preocupado por la cultura y celoso en el cumplimiento de sus deberes religiosos, o ante un individuo sin escrúpulos al que no le importó eliminar a todo aquel que se oponía a sus propósitos?. No sería correcto hacer hincapié solamente en una de sus facetas, pues todas reunidas son las que conforman la imagen final de este caudillo andalusí que durante alis sostuvo las riendas del califato cordobés.
La personalidad de al-Mansur
Como todo personaje cargado de matices, al-Mansur ha despertado en unos historiadores admiración, en otros repulsa, y en algunos una mezcla de ambos sentimientos. Esta controversia sobre su personalidad aparece ya en los cronistas de la época, tanto cristianos como musulmanes, y por supuesto, en la historiografía contemporánea.
Retrato de Almanzor, pintado por Zurbarán
Las fuentes musulmanas, por regla general, nos presentan a al-Mansur, como un hombre religioso, amante de las letras y de las ciencias, dotado de una clarividencia e inteligencia especial, y por supuesto como un gran militar y gobernante. Resumiendo lo reflejan como un dechado de virtudes y prácticamente sin defectos. El cronista andalusí que más datos aporta sobre al-Mansur es el cordobés Ibn-Hayyan (al-Muqtabis), es además la referencia para cronistas posteriores -Abd Allah (último rey zirí de Granada, Memorias), al-Yaqundi (Rissla fi fadl al-Andalus), o Ibn al-Kardabús (Historia de al-Andalus), aunque éste último si se muestra crítico con sus descendientes-. Esta unanimidad en el tono laudatorio sobre el amirí la rompe el hispano-tunecino Ibn Jaldún, que le califica como un hombre ambicioso, sin escrúpulos y usurpador de un poder que no le correspondía. Ibn Jaldún le considera responsable directo de la desaparición de la dinastía omeya; en este mismo sentido se manifiesta Ibn Hazm, que también responsabiliza al amirí del fin del califato cordobés, a la vez que nos lo presenta como un tirano que mantuvo a su pueblo bajo un régimen de opresión.
En las fuentes cristianas se nos muestra una imagen muy contradictoria; en ocasiones se nos presenta como un hombre valiente, juicioso, y buen gobernante; así lo manifiesta la Historia Gótica de Jiménez de Rada, o la Primera Crónica General de España de Alfonso X. Por el contraio otros lo describen cargado de todos los defectos que puede tener un ser humano, llegando al extremo de satanizarlo, En este sentido cabe mencionar al Liber Sancti, la Crónica Silense, o al cronista Lucas de Tuy (Chronicon Mundi).
No desaparece la controversia en la historiografía contemporánea, donde afloran sentimientos de maurofobia o de maurofilia. Esta dicotomía a la hora de enjuiciar al personaje puede provocar, sobre todo en el lector no especializado, el que se forme una imagen parcial de al-Mansur,y, en gran medida subjetiva en función del autor que haya consultado. No obstante es justo reseñar que son numerosos los especialistas que han intentado ser lo más objetivos posible. En este sentido cabe mencionar a los historiadores Montgomery Watt, que apunta que el régimen impuesto por al-Mansur no tuvo más reflejos dictatoriales que otros muchos de la época, o Anwar G. Chejne que, aunque reconociendo que en momentos actuara con suma crueldad, no duda en considerarle un gobernante bastante justo, sobre todo con sus colaboradores.
En lo que si están todos los historiadores de acuerdo es en presentar a al-Mansur como un gran militar - en las más de cincuenta campañas que realizó contra los reinos cristianos jamás conoció la derrota-(1). También hay consenso a la hora de considerar al amirí como un hombre muy interesado por el arte y la cultura, de hecho tenemos noticia de los numerosos regalos con los que obsequiaba a sabios, poetas, músicos. etc. Con respecto a este punto puede parecer una contradicción que una persona interesada en la cultura ordenara quemar numerosos ejemplares de la biblioteca del califa al-Hakam II, muchas de ellas versaban sobre lógica, astrología o filosofía. Bajo mi punto de vista creo que al-Mansur ordenó tal destrozo por la presión que estaba recibiendo de los más ortodoxos ulemas maliquíes; era una forma de que éstos legitimaran su poder; otra razón sería la de alejar de él las sospechas sobre su relajación a la hora de cumplir con los preceptos del Islam.
Estatua erigida en Algeciras (Cádiz) en honor de al-Mansur
Como se habrá observado los datos que nos ofrecen en relación al carácter personal de Abi Amir son, en muchas ocasiones contradictorios, por lo que obtener una conclusión final se antoja harto difícil. No es mi intención reflejar en estas líneas mi particular opinión sobre al-Mansur, que cada lector saque sus propias conclusiones. Pero si quiero dejar planteadas algunas incógnitas:
A al-Mansur se le ha catalogado como personaje excepcional en cuanto a sus acciones, por ejemplo, se ha hecho mucho hincapié en su falta de escrúpulos para ordenar la eliminación física de todo aquel que supusiera un obstáculo para la consecución de sus metas -incluso de uno de sus hijos-; Pero si observamos el panorama de la época vemos que fueron numerosos -por no decir todos- personajes , tanto cristianos como musulmanes, que en su lucha por alcanzar el poder, no dudaron en eliminar a todo aquél que se opusiera, incluyendo a miembros de sus propias familias. Tampoco fue al-Mansur el único en cambiar de aliados en función de su propia conveniencia; durante toda la Edad Media observamos como son múltiples los casos en los que el aliado de ayer se convierte en el enemigo de hoy.
Otra faceta que se destaca del amirí, es su calidad de usurpador. SI observamos el desarrollo del mundo islámico medieval nos encontramos con que la usurpación del poder ha sido una constante, son muchos los que, no teniendo ninguna legitimación, han poseido el poder real; baste recordar quién gobernaba realmente en los últimos momentos del califato abbasí.
Por último es necesario reseñar un acontecimiento del que muchos historiadores responsabilizan a al-Mansur: la caída del califato de Córdoba. Mi pregunta es ¿Si hubiera ejercido realmente como califa Hissam II, este derrumbamiento no se hubiera producido? No es mi intención despejar esta incógnira en estos momentos -lo dejo para un posible debate-; pero si quiero apuntar un detalle: ni al-Mansur, ni su hijo Abd al-Malik al-Muzzalar -que le sucedió como hayib (2) tomaron nunca el título de califa, sí lo hizo su segundo hijo Abd al-Rahmm-an ibn Sanchul (3), más conocido como Sanchuelo, que si se autoproclamó califa, lo que inmediatamente provocó una fitna (4)
Sanchuelo
He intentado en estos breves apuntes sobre la imagen historiográfica de al-Mansur, señalar algunos de los principales rasgos en los que más se ha incidido. Con ello pretendo que sea el lector el que se cree su propia imagen del hayib cordobés: unos le considerarán un héroe legendario, otros un maquiavélico dictador, o quizás simplemente se le verá como un hombre que fue simple reflejo de la época en la que le tocó vivir.
Trayectoria política
Al-Mansur nace en la alquería almeriense de Turrux en el año 327/938. Según parece es descendiente de uno de los pocos árabes que participaron en la conquista de la Península Ibérica en el 711, Abu Amir Muhammad ben al-Walid, que procedía de la tribu yemení de Maafir. Cabría decir que nace en el seno de una fanilia, que en nuestros días, catalogariamos de clase media, pues si bien aún disponian de la propiedad de algunas tierras, su madre, Burayha, realizaba trabajos de hilado que posteriormente vendía para ayudar a la economía familiar.
Pronto se le quedó pequeño Turrux, por lo que decidió viajar hasta Córdoba con el fin de recibir una adecuada instrucción. En la capital califal recibe enseñanzas de reputados maestros, como Abu Bakr ben al-Quitiyya, Abu Bakr ben Muawiya al-Qurashi, o Abu Ali al-Qali. Terminados sus estudios comienza a ejercer como escribano, redactando, para los cordobeses, todo tipo de escritos en un pequeño tenderete que instaló a los pies del alcázar.
Busto representando a al-Mansur (Calatañazor)
El año 967 es el que podría señalarse como el principio de la trayectoria que culminaria con la asunción del poder total de al-Andalus; en este año es cuando entra, como auxiliar de notaria, a las órdenes del cadí cordobés Muhammad ben al-Salim. En febrero de ese mismo año pasó a ser intendente de los bienes de los hijos del califa, y en julio es nombrado director de la ceca (1) cordobesa. A finales de 968 es nombrado tesorero y curador de sucesiones, y cadí de Sevilla y Niebla. En sólo diez años alcanzó la cima del poder político al ser nombrado hayib. Antes de ocupar ese cargo pasó, en 970, por ser administrador de los bienes de Abd al-Rahman, primogénito de al-Hakam II, en 972 jefe de políticia de la surta media e inspector general de las tropas mercenarias de Cordóba; en 973 fue, finalmente, nombrado visir y adjunto al hayib al-Mustafi. SIn duda la carrera política de al-Mansur no puede ser más espectacular. Algunos historiadores achacan esta rápida ascensión a la influencia que, en su favor, ejercía Subh, favortita del califa, incluso se especula con que ambos mantenían relaciones amorosas. Aún cuando no es de desdeñar la ayuda que le pudo procurar Subh, es difícil creer que este fuera el único motivo de su ascensión; las cualidades personales del amirí también debieron contribuir a tan brillante carrera.
No colmó las ambiciones de al-Mansur su cargo de adjunto al hayib, él deseaba ostentar el máximo rango dentro del entramado político y administrativo del califato. No reparó en medios para conseguirlo. El primer paso fue defender la candidatura de Hissam al califato en contra del deseo de algunos esclavos de la corte que apoyaban para suceder a al-Hakam II fuera su hermano al-Mugira. Al-Mansur asesinó con sus propias manos al tío de Hissam. Según algunas fuentes, al-Mansur intentó obtener, de al-Mustafi, el perdón de al-Mugira. El hayib rechazó la petición e incluso le amenazó con ser él el ejecutado si no cumplia sus órdenes. De ser esto cierto sería al-Mustafi, y no al-Mansur, el primer responsable de la muerte del hermano del califa.
Al-Mustafi, hasta entonces máximo valedor de al-Mansur, debió empezar a recelar de su pupilo e intentó afianzarse en el poder buscando, por medio de un matrimonio, la alianza del prestigioso general Galib. En principio pareció que esta alianza iba a fructificar; Galib y al-Mustafi acordaron el matrimonio de la hija del primero con el hijo del hayib. Finalmente el matrimonio no llegó a celebrarse, al-Mansur se anticipó siendo él mismo quién se desposó con la hija del insigne militar. ¿Qué ofreció a Galin para que cambiara de opinión? La respuesta no se conoce, pero sin duda debió de ser algo sumamente importante para lograr que el general cordobés optara por apoyar al amirí en contra del que, en aquel momento, era el hombre más poderoso del califato.
LLegado a este punto, al-Mansur, ya disponía de los suficientes apoyos para dar el asalto final al poder. El 29 de marzo de 978, al-Mustafi fue destituido y encarcelado, a la vez que se le confiscaban todos sus bienes. Ese mismo día, al-Mansur fue nombrado hayib.
Las actuaciones de al-Mansur desde su cargo de hayib no debieron agradar a su suegro. Al poco tiempo las relaciones entre Galib y al-Mansur se fueron deteriorando hasta el punto de llegar al enfrentamiento directo. Según cuenta una leyenda, la ruptura de hostilidades la protagonizó Galib. Se cuenta que en un encuentro que ambos tuvieron en el castillo de Atienza, el general agredió al amirí, que salvó la vida por verdadero milagro. Fuera quién fuera el que inició la lucha lo cierto es que en julio de 981 ambos líderes se enfrentaron en el campo de batalla. El encuentro final tuvo lugar en Torrevicente. Galib contaba con el apoyo del castellano García Fernández. En la lucha perdió la vida el general cordobés, el camino quedaba expedito para al-Mansur. Es ahora cuando el amirí toma el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso). El almeriense ya no tenía rivales que le pudieran hacer sombra. Hasta su muerte en 1002, sólo tuvo que hacer frente a otro enemigo, su propio hijo Abd Allah que en 989 participó en una conjura contra el hayib; al-Mansur no dudó en ordenar ejecutar a su propio hijo para dar fin a la insurrección.
Al-Mansur nunca se proclamó califa, pero ejerció como tal. Hissam II quedó como una simple figura decorativa aunque oficialmente siguiera ostentando el título califal; de hecho su nombre era el que aparecia mencionado en las monedas, y nombrado en la jutba.(3) Respecto al hecho de que al-Mansur nunca se procamara califa, la historiografía mantenía que, esta idea, nunca se le pasó por la cabeza. Laura Bariani en su obra«Almanzor» discrepa de ésta opinión. Bariani se basa en un pasaje de la obra de Ibn Hazm «Naqt al-arus» en la se dice que al-Mansur si tenía pensado proclamarse califa y que fue el consejo de sus allegados el que le hizo desistir de la idea. Es dificil posicionarse al respecto si tenemos en cuenta que Ibn Hazm fue enormemente crítico con la figura del amirí.
La forma en que al-Mansur alcanzó el poder necesitaba una legitimación, ésta la buscó el ameriense de distintas formas: por un lado se rodeó de los necesarios panegeristas que hicieron constantes alabanzas de sus logros, así como de su figura personal; a tal efecto cabe mencionar a Isa ben Razi, Ibn Mamar, Yusuf ben Harum al-Ramdi, Said al-Bagdadi, etc. También buscó el apoyo de los ulemas (4) para su consolidación y legitimación, motivo por el cual jamás se enfrentó a sus decisiones; un ejemplo: cuando expresó su intención de trasladar la oración del viernes a la mezquita de Madinat al-Zahira, dió marcha atrás ante la negativa de los principales muftíes (5) -sobre todo de Ibn Zarb-. Otra forma de legitimación -a la vez que claro elemento propagandístico- fue la construcción de la ciudad de Madinat al-Zahira siguiendo la tradición califal de fundación de ciudades, era una clara réplica de Madinat al-Zahra, mandada construir por el califa Abd al-Rahmán III.
La actuación de al-Mansur como único poder político y militar
Todos los gobernantes intentan en los primeros momentos de su mandato - esto es igual en el siglo X que en el XXI- granjearse el apoyo popular. En este contexto pueden encuadrarse algunas de las medidas tomadas por el amirí, por ejemplo, la eliminación del impuesto sobre el aceite -que tan oneroso resultaba para la población andalusí- o el reparto de importantes sumas de dinero entre los más afectados por la plaga de langosta que asoló los campos en la primavera del año 992. También podría calificarse como una actuación «populista» la ampliación de la mezquita aljama de Córdoba, obra que se comenzó en 991 y finalizaó en 994, aunque quizá cabría encuadrarla como un gesto de ostentación de poder.
Plano con la ampliación realizada por al-Mansur en la mezquita de Córdoba
Las dos reformas más importantes que se le atribuyen al amirí son la administrativa y la militar, ambas tienen una clara motivación: la de rodearse de personal totalmente fiel y eliminar aquellas estructuras que pudieran suponer un problema para su gobierno. En la administración destaca la sustitución del funcionariado andalusí -gran parte del cual eran partidarios de los omeyas-, por esclavos y bereberes «nuevos» afines a su causa y unidos a su persona por cuestiones de clientelismo.
Más importante fue su reforma militar transformando totalmente la estructura hasta entonces mantenida, que se basaba en la organización tirbal y de clan. Pra reducir el poder de estos, conformó una nueva estuctura basada en mercenarios bereberes magrebíes -que él mismo había traído-, de esta forma eliminaba la posibilidad de que algunos clanes, representantes de la aristocracia cordobesa pro-omeya, pudieran unirse en su contra. Por otro lado suprimió el servicio militar al que estaban obligados a acudir los andalusíes a cambio del pago de un impuesto. Con estas reformas, al-Mansur, se aseguraba el apoyo de dos elementos imprescindibles en cualquier gobierno: la administración y el ejército.
La faceta militar de al-Mansur es quizás la más conocida y estudiada, por lo que poco voy a añadir. Según las fuentes árabes, el caudillo amirí realizó más de cincuenta campañas contra los reinos cristianos peninsulares. En cuanto a la cifra exacta no hay acuerdo, unos mencionan que fueron cincuenta y dos las campañas dirigidas por al-Mansur, mientras que otros nos hablan de cincuenta y seis. Sea cual fue el número lo importante es reseñar que. prácticamente, de todas salió victorioso. Posiblemente las dos más importantes fueron las realizadas contra Barcelona -saqueada y ocupada durante seis meses- en el año 985, y la realizada contra Santiago de Compostela en 997, destruyendo la ciudad, aunque, curiosamente, respetó la tumba del apóstol.
Campañas de al-Mansur
La muerte de al-Mansur
Aunque algunas fuentes cristianas situan su muerte en la batalla de Calatañazor (donde Almanzor perdió el tambor), es más que dudoso que tal batalla se produjera, al menos en los términos que reflejan las crónicas castellanas.
Castillo de Calatañazor
Falleció el hayib cordobés en la noche del 27 al 28 del mes de ramadán (6) del año 392/1002. Todo indica que la causa de la muerte fue una artritis gotosa, enfermedad que venía padeciendo desde hacia varios años. Fue enterrado en Medinaceli, ciudad donde se produjo el óbito.
Castillo de Medinaceli
Fuen enterrado: «Bajo el polvo que había recogido durante sus campañas, pues cada vez que salía de expedición, sacudía todas las tardes sus ropas sobre un tapete de cuero e iba reunindo todo el polvo que caía» (7)
Su muerte significó el principio del fin del califato cordobés. Durante el mandato de su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, el poder de al-Andalus continuó prevaleciendo en la península; pero su sucesor, su hermano Abd al-Rahmán ibn Sanchul «Sanchuelo», con su arrogancia al proclamarse califa y su nefasta actuación personal y política, precipitó la caída del otrora mayor poder de la Península Ibérica.
La caída del califato de Córdoba y la posterior creación de los primeros reinos de taifas son el principio de unas nuevas realidades políticas; pero eso es ya otra historia.
Notas
(1) La famosa batalla de Calatañazor, en la que al-Mansur fue supuestamente derrotado, es más producto de la leyenda que de la realidad histórica.
(2) Especie de primer ministro
(3) Era nieto de Sancho II Garcés
(3) Guerra civil
Notas
(1) Establecimiento donde se acuñaba la moneda.
(2) Policía.
(3) Oración del viernes.
(4) Doctor en la ley islámica.
(5) Intérprete de la sharia (ley musulmana).
(6) Agosto
(7) Dhirkr (Crónica nónima de al-Andalus), traducción de Luis Molina.
Bibliografía (*)
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DE LA PUENTE, Cristina: el yihab en el califato omeya de al-Andalus y su culminación bajo Hissam II, en La Península Ibérica y el Mediterráneo entre los isglos XI-XII: Almanzor y los terrores del milenio. Aguilar de Campoo. 1999
DE LA PUENTE, Cristina: La caracterización de Almanzor: entre la epopeya y la historia, en Mª Luisa Ávila y Manuela Marín (edss) Biografías y género biográfico en el occidente islámico. Madrid. 1997
DOZY, Reinhart P.: Historia de los musulmanes en España, tomo III. El Califato. Madrid. 1988
ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana: Almanzor, un califa en la sombra. Madrid. 2011
GÁLVEZ VÁZQUEZ, Mª Eugenia: Almanzor un héroe andalusí, en Philología Hispalensis, vol. XI/1. 1996-97
GARROT GARROT, José Luis (ed.): Almanzor: un andalusí del año mil. Madrid.2004
LÉVI PROVENÇAL, E.: España musulmana hasta la caída del califato, en Historia de España de Menéndez Pidal, tomo IV. Madrid. 1967
MARTÍNEZ, Virgilio y TORREMOCHA, Antonio: Almanzor y su época. Málaga. 2002.
MANZANO MORENO, Eduardo: Conquistadores, emires y califas. Barcelona. 2006
MOLINA, Luís. Las campañas de Almanzor a la luz de un nuevo texto, en Al-Qantara, vol.II. 1981
MONTGOMERY WATT, W: Historia de la España islámica. BArcelona. 1997.
REYES RUBIO, Julio. Almanzor. Madrid. 2012
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VIGUERA MOLINS, Mª Jesús. Imágenes de Almanzor, en La Península Ibérica y el Mediterráneo entre los siglos Xi-XII: Almanzor y los terrores del milenio. Aguilar de Campoo. 1999
VVAA: Cuando las horas primeras. En el Milenario de la Batalla de Calatañazor. Soria. 2004
(*) No he reseñado las fuentes primarias -muchas de ellas en árabe y sin traducción-. Si alguien desea conocerlas será un placer proporcionárselas.
- yusuf's blog
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Enhorabuena Yusuf, me a gustado tu relato., una pregunta, no intentó realizar alguna expansión en la zona africano-musulmana?, ¿solo se limitó a realizar razzias en territorio cristiano?.
saludos
Gran trabajo, yusuf.
También hay consenso a la hora de considerar al amirí como un hombre muy interesado por el arte y la cultura, de hecho tenemos noticia de los numerosos regalos con los que obsequiaba a sabios, poetas, músicos. etc. Con respecto a este punto puede parecer una contradicción que una persona interesada en la cultura ordenara quemar numerosos ejemplares de la biblioteca del califa al-Hakam II, muchas de ellas versaban sobre lógica, astrología o filosofía. Bajo mi punto de vista creo que al-Mansur ordenó tal destrozo por la presión que estaba recibiendo de los más ortodoxos ulemas maliquíes; era una forma de que éstos legitimaran su poder; otra razón sería la de alejar de él las sospechas sobre su relajación a la hora de cumplir con los preceptos del Islam.
Este punto me parece bastante interesante. Nos lleva a plantearnos hasta que punto las acciones de varios personajes históricos surgían de un interés/una voluntad propios o eran fruto de un sacrificio de las propias convinciones en aras de aferrarse al poder.
No estoy muy puesto en esta época, pero me llama la atención el escaso efecto territorial de las numerosas y victoriosas campañas militares de Almanzor. Supongo que básicamente se trataba de razias y el territorio recuperado lo fue más por ser inahabitable para los colonos cristianos que por un ánimo andalusí de reconquista. Puedo entender que tras la conquista musulmana inicial se otorgara poca importancia a los núcleos cristianos del Norte, pero en algún momento de la época omeya se debieron dar cuenta de que estos representaban una grave amenaza a largo plazo. Incluso con un "militarista" -si es que se le puede llamar así- como Almanzor al frente no me da la impresión de un cambio de mentalidad hacia un estado militar expansivo. ¿Me equivoco? ¿Alguna explicación?
Saludos.
Gracias por la repuesta Yusuf.
Un abrazo
Muy buen artículo sobre Almanzor
Yusuf mis felicitaciones
Un saludo
Enhorabuena por el artículo Yusuf, me ha parecido muy interesante, sobretodo los diferentes puntos de vista, tanto tuyos, como de los diferentes autores respecto a Almanzor. Yo estoy a favor de pensar que Almanzor era un "hombre de su época", al final comparando con otros personajes del momento, se puede resaltar que sus actuaciones y "maneras de ver la vida" entran dentro de lo habitual en el contexto histórico en el cual le tocó vivir.
FLAVIUS: No estoy muy puesto en esta época, pero me llama la atención el escaso efecto territorial de las numerosas y victoriosas campañas militares de Almanzor. Supongo que básicamente se trataba de razias y el territorio recuperado lo fue más por ser inahabitable para los colonos cristianos que por un ánimo andalusí de reconquista. Puedo entender que tras la conquista musulmana inicial se otorgara poca importancia a los núcleos cristianos del Norte, pero en algún momento de la época omeya se debieron dar cuenta de que estos representaban una grave amenaza a largo plazo. Incluso con un "militarista" -si es que se le puede llamar así- como Almanzor al frente no me da la impresión de un cambio de mentalidad hacia un estado militar expansivo. ¿Me equivoco? ¿Alguna explicación?
En efecto se trataba de razias sin ánimo de mantenerse en el territorio -en Barcelona si se quedaron algún tiempo-. Exceptuando los primeros momentos cuando la expansión islámica intentó avanzar hasta Francia, nunca tuvieron interés en la zona norte de la Península, incluyendo en valle del Duero -que era en aquel entonces una tierra cenagosa-. Se pueden barajar dos causas para este fenómeno; la primera que tendrían poblemas para repoblar esos territorios, fundamentalmente por cuestiones climatológicas y orográficas. Las repoblaciones en las marcas más al norte se realizaron con bereberes -para los árabes quedaron las mejores tierras-, y éstos ya tuvieron problemas de aclimatación en determinadas zonas. La segunda sería el alto coste que supondría el mantenimiento de puestos defensivos para mantener esos territorios y su lejanía con la capital cordobesa. En cualquier caso en estos momentos los andalusíes estaban más pendientes del expansionismo fatimí en el norte de África -con el posible riesgo de que éstos intentaran el salto a la Península-, que de realizar ellos nuevos avances territoriales.
Es difícil saber la razón real ya que no hay nada en las fuentes árabes que explique el porqué de este fin del afán conquistador.
Un abrazo
A mi también siempre me ha asaltado esta icognita, y he acabado por concluir lo mismo. Que no poseían la capacidad replobadora, que los cristianos de entonces eran hostiles y no estaban dispuestos a convertirse, las dificultades que les planteaba ahora seguir una política similar a la del siglo VIII, y desde luego que esas razzias no eran campañas masivas y no poseían mayor capacidad que la de matar y destruir para huir después... Pero aún así me sorprende que en una situación de pasmosa debilidad de los reinos cristianos, los musulmanes no aprovecharan la oportunidad. Y busco más explicaciones. No termina de convencerme esa supuesta falta de interés. Es posible que ciertos lugares no tuvieran demasiado atractivo para ellos, pero "ciudades" como Barcelona, Santiago, León o Pamplona podrían ser perlas golosas. ¿Y no las querían?
A veces atendiendo a la relación que existió entre los banu-qasi y los monarcas pamploneses (relación de intereses frente a la amenaza franca principalmente, donde las facciones profrancas y las procordobesas estaban continuamente enfrentadas) me pregunto una cosa. ¿No querrían los cordobeses mantener una serie de territorios "colchón" entre ellos y los francos? ¿No les interesaría mantener una rivalidad de este tipo dentro de estos pequeños reinos y condados debilitados (y que además les pagaban tributos) que les serviría para que los francos se mantuvieran entretenidos con ellos? Bajo esta perspectiva conseguían dos cosas:
-Que la frontera con los francos fuera defendida y costeada por estos cristianos ibéricos.
-Que los tributos siguieran circulando al sur.
Pero también existía la peligrosidad de que los francos acabaran haciendo valer su influencia, formaran una alianza con los ibéricos y pusieran en peligro las tierras andalusíes, como ya ocurrió en aluguna ocasión.
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Gracias por la felicitación y paso a contestarte.
Almanzor estuvo en el Magreb como embajador de al-Hakam II con el fin de atraer hacia la causa omeya, en contra de la expansión fatimíe, a las tribus bereberes. Estuvo ellí durante más de un año. Esto ocurrió en el 972-973.
En 974 parece que acompañó a Galib en una campaña en el Magreb para dominar a algunas tribus rebeldes.
En cuanto a campañas en el Magreb él no participó directamente en ninguna. En 985 organizó tropas para luchar con Hassan ibn Gamun, que se había aliado con los fatimíes, pero Almanzor se quedó en el puerto de Algeciras, desde donde despidió a las tropas. En 997 volvió a hacer lo mismo, esta vez mandando un ejército contra el zanata Ziri ibn Atiyya que se había rebelado contra du poder. Estas tropas las comandó su hijo Abd al Malik.
Espero haber satisfecho tu curiosidad.
Un saludo.