Aspectos controvertidos del asesinato de Calvo Sotelo (IV) Conclusiones
A la hora de definir las conclusiones a los tres artículos que he escrito, que ya van a entrar en el terreno de lo estrictamente subjetivo, he de decir que en ningún caso era el objetivo de los mismos juzgar, culpabilizar o justificar las actuaciones de ninguna de las personas, partidos políticos o instituciones que participaron o se vieron salpicados por este suceso. Parece evidente que muchas de estas actuaciones no fueron especialmente ejemplares, pero como he dicho en varias ocasiones el motivo de estos escritos es analizar la presentación del asesinato del político monárquico como el asesinato del jefe de la oposición a manos del gobierno como resultado de un proceso iniciado con la victoria del Frente Popular y caracterizado por una violencia unilateral de la izquierda hacia la derecha y que provocó, y es el motivo de esta utilización, el levantamiento militar del 18 de Julio.
Como muestra de ello, el discurso que el dictador Francisco Franco durante la inauguración del monumento erigido en Madrid en 1960:
«La muerte de Calvo Sotelo por los propios agentes encargados de la seguridad fue la demostración palpable de que, rotos los frenos, la Nación se precipitaba vertiginosamente en el comunismo. Ya no cabían dudas ni vacilaciones: el asesinato, fraguado desde el Poder, del jefe más destacado de la oposición, unió a todos los españoles en unánime y ferviente anhelo de salvar a España. Sin el sacrificio de Calvo Sotelo la suerte del Movimiento Nacional pudo haber sido muy distinta. Su muerte alevosa venció los naturales escrúpulos de los patriotas, marcándoles el camino de un deber insoslayable.»
Monumento a Calvo Sotelo en Madrid
Frente a esto, y una vez analizados los hechos, mi opinión es diametralmente distinta.
A partir del triunfo del Frente Popular se inicia un proceso, que algunos historiadores ya han apuntado, de provocación con el fin de crear un ambiente propicio que llevara a un movimiento sedicioso masivo por parte de la derecha, y evidentemente del ejército.
La multiplicidad política existente en España, donde la creación de grupos o alianzas políticas, respondían mas a la intención de que los contrarios no ganaran las elecciones, que a verdaderas afinidades, y como muestra nos vale el propio Frente Popular que firmaron un acuerdo de mínimos tendente mas a paliar las consecuencias represivas de la revolución de Octubre, pero llegando apenas a acuerdos de otro tipo y mostrando incluso por escrito las desavenencias entre republicanos y socialistas, o el Frente contrarrevolucionario promovido por Gil Robles, donde, al no poder llegar a un acuerdo global, ni en este caso ni anteriormente con la iniciativa del Bloque Nacional de Calvo Sotelo, la derrota electoral, modesta en numero de votos, fue enorme en escaños, ha llevado a varios historiadores que han estudiado este periodo a concluir la imposibilidad de que un sector social se impusiera ya fuera desde el punto de vista político o en la calle. Desde ambos lados la división ideológica dentro de sus bloques, no impedía que se pensara en el contrario como conjuntos monolíticos, y que los actos de una persona o grupo dentro de ellos se percibieran como resultado de una estrategia común y como consecuencia, con una responsabilidad también común. Esto selló la suerte de Calvo Sotelo
El único colectivo que podía terminar con este equilibrio a la baja era, si se conseguía implicar a un número suficiente, las fuerzas armadas, contando entre ellas no solo al ejercito, sino también a las fuerzas de seguridad, especialmente la Guardia Civil. A conseguir una reacción de estos cuerpos es hacia donde se dirigieron las acciones de la extrema derecha. El historiador Salas Larrazabal, destaca en su libro “Historia del Ejercito Popular”, que la gran mayoría de los militares se encontraban posicionados en una posición apolítica entre los extremismos representados por la derechista UME, que ya cité anteriormente, y la UMRA que respondía a las siglas Unión Militar Republicana Antifascista y de la cual huelga comentar su tendencia.
No tenían, por tanto, tampoco ninguna de las dos tendencias la posibilidad de imponerse militarmente, ya que no existía la seguridad de que un número importante de militares, hablamos evidentemente de oficiales, se decantar por una opción. Frente a esto, la extrema derecha debía intentar superar el carácter jerarquizado de la milicia y los esfuerzos de los republicanos por poner el ejército al servicio del poder civil, apelando al sentimiento patriótico y de orden propio de los militares sacando a relucir el carácter pretoriano que destaca el historiador militar Blanco Escolá, y que había primado durante el siglo XIX y lo que se llevaba del XX, y que había tenido como consecuencia numerosos levantamientos de distinto signo, los últimos el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923, el levantamiento de Jaca de 1930 o el golpe de Sanjurjo de 1932. Esta tendencia del ejercito español a la intervención en los asuntos internos del país era con la que contaban los golpistas ante la victoria del Frente Popular y aún antes. Para ello utilizaron tres tipos de iniciativas.
Fermin Galan, junto con Garcia Hernandez, promotor de la sublevación republicana de Jaca.
La primera e inicial fue el agravamiento del clima de inestabilidad social existente y provocado por las reivindicaciones en forma de huelgas y ocupaciones de tierras, mediante los intentos de reventar estas huelgas que terminarían, y a veces sin necesidad de mediar huelgas, en enfrentamientos callejeros que en ocasiones terminaban a tiros y, como consecuencia, con el resultado de muerte. Para la creación de este ambiente necesitaban, y tenían, la entusiasta colaboración de la extrema izquierda, también siempre presta a responder con igual o superior violencia a las acciones de sus contrarios, o en cualquier caso, a tomar la iniciativa de la violencia política.
Hay que apuntar, que cuando hablamos de extrema derecha nos referimos a los grupos a la derecha de la CEDA, contando entre ellos a sus propia juventudes, las JAP, y a partidos monárquicos como Renovación Española, carlistas como el Tradicionalista o claramente fascistas como Falange o el Partido Nacional Español. En la extrema izquierda entrarían asi mismo los partidos a la izquierda del PSOE, contando también con sus juventudes, la JSU, una vez unida a las comunistas, el PCE o los anarquistas, y entre estos sobre todos los que pertenecían a la Federación Anarquista Iberica, la FAI y a las Juventudes Libertarias, por encima de los que abogaban por la lucha sindical dentro de la CNT o los que admitían participar en política, como el Partido Sindicalista de Angel Pestaña, si bien hay que decir que en este periodo y sobre todo en Madrid, los anarquistas tuvieron poco protagonismo.
La segunda fue ir un peldaño mas arriba, llevando a cabo atentados contra personalidades republicanas de primera fila, como Jimenez de Asúa o Largo Caballero, sin duda con la esperanza de provocar una reacción de las masas que los seguían o incluso del propio estado, frente a estos ataques.
La tercera, y a la postre la más certera, fue la de atacar a quienes, junto con el propio estado, al disponer de los medios puestos a su disposición, tenían la fuerza suficiente para ejecutar una acción de tal calado que conllevara la reacción militar buscada. Este grupo era el de los militares republicanos de tendencia izquierdista, especialmente los socialistas. Y efectivamente, estos, ya seguramente soliviantados debido a los atentados y muertes sufridas por personas de su misma ideología, pasaron a la exaltación y los deseos de venganza cuando estos incidentes afectaron a compañeros de milicia e ideología. El asesinato del capitán Faraudo estuvo a punto de ser la espoleta que activara la respuesta violenta de este colectivo, pero ante la del teniente Castillo ya no hubo marcha atrás.
La posterior muerte del diputado Calvo Sotelo hizo que muchos militares se decantaran por el golpe de estado, sin embargo, incluso con este grave suceso, la polarización y división de la sociedad española hizo que muchos militares no necesariamente izquierdistas, no dieran el paso hacia la franca rebelión, quedando el conjunto del ejercito y las fuerzas de seguridad divididas prácticamente en dos, provocando que el golpe de estado tuviera mayor éxito que el promovido en 1932 por Sanjurjo, pero no el suficiente como para conseguir una toma inmediata del poder y provocar la posterior Guerra Civil.
Habría sido, por tanto, la muerte del diputado conservador Jose Calvo Sotelo, el resultado de una estrategia de provocación por parte de la extrema derecha que tendría como objetivo una reacción violenta por parte de la izquierda, de una proporción tal que forzara la reacción de los elementos militares conservadores todavía no decididos a intervenir en el golpe de estado.
Podemos, para finalizar, intentar analizar cual fue la razón por la que Calvo Sotelo fue elegido como víctima de la acción que tuvo como resultado su asesinato, y que está íntimamente ligado a la concepción de este como crimen de estado o como represalia consecuencia de otro atentado anterior.
Desde el punto de vista del asesinato como crimen de estado, creo que lo primero sería definir cual es la intención de este tipo de crímenes cuando tienen un trasfondo político, y que en mi opinión no es otro que desbaratar a la oposición eliminando a sus principales líderes que son los que le dan cohesión y capacidad de resistencia. Un ejemplo de este tipo de crimenes sería la muerte del diputado socialista italiano Matteotti, llevada a cabo por camisas negras fascistas, si bien se duda si hubo implicación directa de Mussolini, pero que provocó, como protestas, el abandono de la oposición del parlamento, en lo que se considera un grave error por su parte ya que dejó el poder absoluto al dictador fascista.
Giacomo Matteoti.
Basándonos en esto y en mi opinión, el único líder de la oposición después de las elecciones de 1936 con suficiente prestigio, liderazgo y capacidad para unir a las diferentes fuerzas de la derecha, era Jose Maria Gil Robles. Debemos tener en cuenta que mientras el resto de las fuerzas de derecha, tanto republicana como conservadora, habían perdido votos o habían subido muy poco, la CEDA dirigida por Gil Robles había subido de casi un catorce por ciento a mas de un veintitrés, asumiendo, sin duda muchos votos tanto de los sectores mas reaccionarios como de los mas moderados y republicanos.
Procedía el abogado salamantino de la derecha mas conservadora, habiendo ocupado cargos poco relevantes, entre otras cosas porque era bastante joven, en la dictadura de Primo de Rivera y había iniciado su vida política en la República en torno al periódico el Debate de Herrera Oria, a partir del cual creo Acción Popular y esto le daba cierto prestigio dentro de la derecha mas conservadora. Pero también había optado hábilmente por el llamado “accidentalismo” que le permitía hace política en cualquier sistema político, y que si bien era un aspecto negativo respecto a la izquierda, que le consideraba antirepublicano, le daba un aire de moderación en la derecha republicana y que le permitió incluso pactar listas electorales y posteriormente gobiernos con el Partido Radical de Lerroux, e incluso es muy probable que se llevara muchos de los votos mas conservadores de este partido cuando este se hundió.
Su actuación apoyando en los gobiernos radicales a partir de 1933 y participando en ellos posteriormente, manteniendo escrupulosamente la legalidad frente a ciertos cantos de sirena que le empujaban a dar un golpe de estado cuando era Ministro de Guerra le daba un aire moderado que compensaba por otra parte con algunas declaraciones salidas de tono en cuanto al cambio constitucional que pretendía, aunque desde dentro del sistema, ciertas simpatías con la dictadura austriaca de Dollfus, viajes a la Alemania nazi o la actitud cuasi fascista de las juventudes de Acción Popular, las JAP.
Es cierto que su estrella parecía haber palidecido algo después de las elecciones, cuando cierta parte de la derecha, entre ella las JAP, optaron abiertamente por la vía insurrecional, pero también es cierto que ningún otro líder de derechas podía lograr un consenso tal entre ellas, y desde luego tampoco Calvo Sotelo, que si bien se hacía notar en el Parlamento, era conocido por su radicalismo cercano al fascismo, por lo tanto no tenía la confianza de la derecha moderada.
Jose María Gil Robles, durante un mitin
Tenía además, la animadversión de la izquierda, sobre todo de los socialistas, debido no solo a su calidad de líder de la derecha, como también por su actuación durante la durísima represión de los hechos de 1934, presionando para que se cumplieran las penas de muerte a los implicados, mientras había sido el mismo el que había promovido los indultos a los personajes implicados tanto en la dictadura de Primo de Rivera como en la “Sanjurjada” de 1932 que permitió la vuelta de Calvo Sotelo, por una parte, y la salida de la cárcel de Sanjurjo, permitiéndole que siguiera confabulando contra la República. También se le consideraba responsable, junto con Lerroux, de la implicación de Azaña en estos hechos y su encarcelamiento, siendo posteriormente puesto en libertad en político republicano debido a la imposibilidad de relacionarle con ellos.
En mi opinión, Gil Robles era la victima perfecta para un crimen de estado, y si el estado, o el gobierno hubieran tenido interés en asesinarle, no creo que les hubiera detenido que el día en cuestión no estuviera en casa, aun cuando pudiéramos pensar que pretendían disfrazarlo de venganza sectaria, ya que tanto Calvo Sotelo, como Goicoechea, del que también se habló en su momento no tenían comparación en cuanto a trascendencia con el líder de la CEDA.
Era, sin embargo, Calvo Sotelo una víctima ideal para un represalia política, ministro de la dictadura de Primo de Rivera, de clara ideología ultra, con un verbo fácil y agresivo que incendiaba las Cortes, pertenecía además a un partido que había colaborado económicamente con la Falange, la cual estaba considerada responsable última de los atentados contra izquierdistas, se había aliado electoralmente con un partido fascista como el PNE y mantenía contactos con la Italia de Mussolini para conseguir financiación y armas.
Tenía por tanto, tantas o mas características, que Gil Robles para sufrir una acción de este tipo, al ser un personaje tremendamente odiado por la izquierda, aunque en este caso mas por causas viscerales que prácticas, ya que ni su peso político, ni sus actos eran comparables con los del político salmantino. Los beneficios que podía sacar el estado o el gobierno de un atentado contra Calvo Sotelo eran mínimos, y sin embargo, los perjuicios, debido a ser un político que actualmente consideraríamos “mediático”, muy grandes.
Basándome tanto en esto como en los argumentos y datos aportados en los tres artículos anteriores, creo que es bastante evidente que Calvo Sotelo fue victima de una venganza política por parte de los compañeros y correligionarios del Teniente Castillo, fruto de un largo proceso de provocación por parte de la extrema derecha y que dio como resultado su asesinato y como último objetivo, el levantamiento militar del 18 de Julio de 1936.
SALUDOS.