En febrero de 1939 la guerra en España estaba perdida para los Republicanos. El presidente del consejo de ministros Juan Negrín deseaba apurar la resistencia ante las perspectivas del estallido de la guerra en Europa, lo que amenazaba con prolongar muchos meses más el sangriento conflicto español.
Negrín se oponía a la corriente, muy influyente tras el pacto de Munich, que consistía en sacrificar a la extrema izquierda (sobre todo a los comunistas por su vinculación por la URSS) para poder pactar con el adversario una salida a la guerra que no fuera demasiado dura para los demás.