Las 10 cargas de caballería más épicas de la historia (Parte I: edad antigua-medieval-moderna)
Épicas, crueles y sangrientas. A veces fruto de la mente de un loco, otras veces fruto de la mente de un gran genio militar. A veces exitosas y otras veces desastrosas, algunas cargas de caballería han sido inmortalizadas para el resto de los siglos como un ejemplo de valentía y arrojo ante la adversidad.
Pasemos a repasar 10 de ellas que merecen nuestro recuerdo. Por su voluminosidad se divide el artículo en dos partes: Cinco dedicadas a la Edad Contemporánea y otras cinco, que aquí se presentan, a los siglos precedentes.
1) CUNAXA (401 a.C.)
Ciro el Joven, enfrentado a su hermano el rey Artajerjes II por el trono persa que éste ostentaba, organizó en Lidia un poderoso ejército reforzado con 10.000 mercenarios griegos. Tras partir de Sardes, en Asia Menor, recorrió medio imperio y se plantó con su imponente ejército a las puertas de Babilonia, en una aldea llamada Cunaxa, 70 km al norte de la ciudad.
La estrategia de Ciro era dar muerte a su hermano durante la batalla para que le allanara su ascenso al trono. Pero Artajerjes había tenido el tiempo suficiente para armar un ejército más numeroso y así, el 3 de Septiembre, el ejército real se dispuso a destruir a Ciro.
Según estudios recientes Ciro podía contar con 50.000 infantes y 1.600 jinetes de diversos territorios del imperio persa. A los que se sumaban 10.400 hoplitas griegos de infantería pesada y 2.500 peltastas griegos y tracios de infantería ligera.
El rey Artajerjes a su vez reunía en sus filas a 100.000 infantes, 30.000 jinetes y 150 carros escitas de todos los rincones de su imperio, por lo que superaba a su enemigo en más del doble, con una apabullante superioridad en cuanto a caballería.
La batalla se inició con los mercenarios griegos al mando del espartano Clearco formados en el ala la derecha de Ciro. Formados en falange los griegos detuvieron la carga de los carros escitas enemigos y prosiguieron su demoledor avance como una apisonadora, poniendo en fuga rápidamente a todo el ala izquierda de Artajerjes. Los griegos, en lugar de detenerse y dar apoyo al centro de su ejército, prosiguieron las persecución enemiga perdiendo todo contacto con el resto del ejército de Ciro.
A su vez Artajerjes mandó a su caballería en una maniobra envolvente contra el flanco más débil de Ciro, el izquierdo, poniendo en serio peligro el resultado de la batalla. Ante tan situación apurada, con un flanco izquierdo destrozado y a punto de huir, y con el otro alejándose cada vez más de su centro, Ciro decidió poner en práctica su plan inicial.
Ciro reunió a 600 jinetes de su escolta y cargó personalmente en un ataque directo contra el lugar en el que divisaba a su hermano Artajerjes. Era una carga suicida, ya que el rey de reyes se encontraba rodeado de miles de soldados del centro persa. Sin embargo el plan de Ciro tenía presente que muerto el rey su ejército no tenía razón para seguir combatiendo, y una carga tan rápida y sorpresiva podría tener éxito y atravesar fácilmente las líneas de infantería enemiga. No importaban las bajas entre aquellos 600, el objetivo estaba claro.
Los 600 de Ciro cabalgaron exprimiendo al máximo sus monturas. Chocaron contra el enemigo y, sin detenerse a luchar, continuaron su demoledor avance hacia su objetivo con sorprendente éxito. Por fin alcanzaron a Artajerjes, que a su vez atacó con su guardia montada. Las fuentes cuentan que Ciro, diestro jinete, logró alcanzar y herir a su hermano con la lanza. Pero las fuerzas enemigas arreciaban ya al lugar. Artajerjes se puso a salvo mientras sus tropas masacraban a los 600. Ciro fue herido y derribado de la montura mientras acababan con su vida.
Con el caudillo rebelde muerto, Arieo, el segundo al mando de Ciro, ordenó una retirada general. Por su parte los victorios mercenarios griegos, que habían aniquilado a cuanto se les puso delante pero sin ninguna coordinación con sus aliados, se replegaron solos al campamento, donde pusieron en fuga a cuanto ataque lanzó Artajerjes hasta que desistió y decidió "negociar"... Pero "la Anábasis de Los Diez Mil" es otra historia.
2) GAUGAMELA (331 a.C.)
La mañana del 1 de octubre del 331 a.C. la engrasada máquina que era el ejército de Alejandro Magno se dispuso a batir, por tercera vez en su campaña, al inmenso ejército persa que había reunido el rey Darío III en Gaugamela, una enorme llanura situada 27 km al noroeste de Mosul, en la actual Irak.
A pesar de hallarse en una inferioridad numérica de 4 a 1, el macedonio atacó en formación oblicua empleando su táctica habitual. El grueso de su caballería avanzaba por el ala derecha, apoyada por unidades ligeras, mientras que la falange de infantería pesada lo hacía por el centro, algo más retrasado. El ala izquierda quedaba a cargo de su caballería aliada y mercenaria bajo las órdenes de Parmenion. Alejandro se situaba como siempre en el ala derecha al mando de su caballería de Compañeros (compuesta por la nobleza macedonia), que era la auténtica punta de lanza de su ejército. Se componía aquel día por 5 escuadrones de 200 hombres cada uno, más el ile basilike, el escuadrón real, de 400 hombres. 1.400 jinetes en total.
Al ver esa disposición enemiga el rey persa envió a su numerosa caballería de ambas alas para envolver los dos flancos macedonios. Pero Alejandro no estaba dispuesto a dejar de lado su planteamiento táctico. Pasaremos por alto lo acaecido en el flanco izquierdo y en el centro macedonio que no viene al caso. Pero en su flanco derecho Alejandro envió a sus unidades de caballería peonia y mercenaria para contener el ataque envolvente enemigo, compuesto mayoritariamente por caballería escita y bactriana al mando de Bessos. La lucha debió ser de lo más feroz y costosa para ambas partes. Pero entonces Darío cometió su error. Viendo que la caballería de Alejandro resistía en su ala derecha desguarneció todo su centro enviando refuerzos a Bessos para que aniquilara al propio Alejandro. Éste se encontraba en ese momento luchando contra la carga de carros persas que fue desbaratada. Y entonces vio su oportunidad. En lugar de acudir en ayuda de su caballería peonia y mercenaria, o de su flanco izquierdo, que es lo que hubiera hecho cualquier comandante, Alejandro maniobró y atacó directamente con sus Compañeros el centro persa, que se había debilitado para cargar contra la posición en la que ya no se encontraba. El jaque de Darío se quedó sin mate. Y es que la persona de Alejandro, montado a caballo y partícipe en la batalla como cualquier otro soldado, poseía una capacidad móvil que Darío, siempre estático en su centro, no tenía.
En ambos vídeos puede apreciarse la jugarreta de la caballería de Alejandro (arriba: min. 0:40 ; abajo: min. 2:47)
Atacando en una enorme formación de cuña, la caballería de Compañeros embistió con gran furia causando el caos y el desorden en todo el centro persa. La carga de caballería de Alejandro fue tan memorable y exitosa como en las dos ocasiones previas: Gránico e Issos. El ejército persa fue partido en dos y poco a poco todo el centro se fue desmoronando. Darío vio peligrar su vida y de nuevo abandono el campo de batalla, mientras el victorioso Alejandro enviaba, ahora así, ayuda al desesperado Parmenion. De nuevo la máxima de que la mejor defensa es un ataque quedó corroborada.
3) LAS NAVAS DE TOLOSA (1212)
Durante la cruzada cristiana contra los almohades de Al-Andalus desarrollada en 1212, se daría la madre de todas las batallas de la Edad Media española. En la región jienense de Sierra Morena, cerca del pueblo de las Navas de Tolosa, todas las fuerzas hispanas y africanas del imperio almohade se presentarían para dar batalla a los ejércitos combinados de Castilla, Aragón, Navarra y de las distintas ordenes de caballería, mas un puñado de cruzados del Languedoc.
La caballería pesada cristiana estaba viviendo su propio periodo de auge en los campos de batalla, y las Navas de Tolosa los inmortalizaría para toda la historia. Aunque fueron muchos los hechos heroicos dignos de mención por ambos bandos, haremos mención de las dos cargas de caballería más memorables durante aquella jornada: la de los castellanos que abrieron la batalla al mando del señor de Vizcaya Diego López de Haro, y la de los “tres reyes”, que remataron la victoria.
Don Diego López de Haro, uno de los magnates más poderosos del reino de Castilla y veterano de multitud de batallas, formaba en la vanguardia de las tres líneas en las que se dividieron los cristianos. Descendiendo de las elevaciones conocidas como Mesa del Rey, cargó contra las fuerzas islámicas al frente de 500 caballeros vasallos, entre ellos muchos parientes. Los seguían a la carrera las tropas de infantería del concejo de Madrid, para darles apoyo y cobertura, compuestas por unos cientos de villanos con poca experiencia militar pero bien armados. Las otras dos líneas del ejército cristiano avanzaban detrás, a corta distancia, a la espera de entrar en acción.
Pero para sorpresa de los caballeros, antes de alcanzar al enemigo, las tropas regulares andalusíes, que formaban a la vanguardia del ejército almohade, desertan descontentas por la falta de pagas y por la reciente ejecución de uno de sus líderes: Ibn Qadish. Pero los voluntarios de la Yihad que habían acudido de todos los rincones de Al-Andalus para recibir el martirio ocupan su puesto.
Los caballeros de Diego López de Haro chocan con tal fuerza e ímpetu que todo el centro de la primera línea islámica se desbanda. Los 500 caballeros tratan de avanzar entre una inmensa masa enemiga. Llegan los peones madrileños que logran hacer avanzar a los hombres de Haro más y más por el llano de Las Américas. Pero el avance se detiene al tratar de ascender la ladera del cerro de Los Olivares. La segunda línea islámica, conformada por tropas de infantería africanas, logra detenerlos mientras su caballería los azuza por los flancos en una maniobra de herradura. La milicia de Madrid y los caballeros vizcaínos son rodeados y masacrados. No pudiendo resistir más sin el apoyo de las reservas cristianas, los peones madrileños emprenden la huida ante la desesperación de Alfonso VIII, que en un primer momento confunde su pendón con el de López de Haro. Pero los caballeros, tan orgullosos, no se retiran y luchan hasta la muerte.
Para entonces a Diego solo le quedan 40 caballeros. La segunda línea del ejército cristiano, en la que forman las órdenes de caballería: templarios, hospitalarios, calatravos, santiaguistas… ya se encuentran combatiendo a su espalda y no permiten a Diego maniobrar. Por los flancos avanzan ya aragoneses y navarros. La batalla está bailando de un bando a otro. Es entonces cuando el rey castellano envía una fuerza para socorrer a su adalid, que saldrá milagrosamente vivo junto a su hijo Lope y un puñado de caballeros, pero con la flor y nata de la nobleza vizcaína aniquilada en pos de sus ideales de cruzada. Las fuerzas islámicas se repliegan en formación, y los cristianos recomponen sus líneas tras haber ganado bastante terreno. López de Haro continuaría luchando.
La batalla continuaría sin un vencedor claro, con avances y retrocesos, hasta que el rey castellano decide arriesgar el todo por el todo y cargar con toda la tercera línea, con él en el centro, el rey navarro en el flanco derecho y el aragonés en el izquierdo. Sería conocida como “la carga de los tres reyes”.
Los cristianos arrollan a los almohades y prosiguen hasta alcanzar el propio campamento del al-Nasir. Allí la Guardia Negra del califa, formada por tropas africanas fieles al extremo, es aniquilada (cuenta la leyenda que encadenados unos a otros para mostrar que lucharían hasta la muerte). Pero el califa ya había huido y los cristianos se encontraron su tienda vacía. Sin embargo el pendón de al-Nasir y su tienda escarlata fueron enviadas a Roma como trofeo. Los tres reyes cristianos no solo se cubrieron de gloria, sino que su victoria marcaría un antes y después en la supremacía de poderes en la península.
4) OTUMBA (1520)
Fue la de Otumba posiblemente la carga de caballería más pequeña de la historia y que a su vez cosechó mayores resultados. Y es que no deja de sorprender que se llevara a cabo por un puñado de jinetes que posiblemente no superaban la decena, y que atravesaron una masa de miles de enemigos en busca de su objetivo.
El mes de julio de 1520 una mermada hueste de 500 españoles y varios cientos de tlaxcaltecas, a las órdenes de Hernán Cortés, avanzaban a marchas forzadas tratando de huir de los aztecas y alcanzar la relativa seguridad de la confederación aliada de Tlaxcala rodeando el lago Texcoco desde el norte. El desastre de La Noche Triste, donde acorralados en la capital azteca de Tenochtitlán sufrieron terribles pérdidas, aún pesaba en ellos. Eran los supervivientes del desastre. Una mermada hueste sin cañones, sin apenas caballos, con muy poca pólvora y con el miedo a toparse con el ejército azteca rompiendo su ardor guerrero. Las escaramuzas contra los pueblos de la zona fueron constantes. Nadie olvidaba que esos orgullosos extranjeros, aliados a los odiosos tlaxcaltecas, habían tratado de destruirlos, imponerles nuevos dioses e incluso habían secuestrado y originado la muerte de su líder, el huey tlatoani Moctezuma, al que ningún ser vivo podía ni siquiera tocar.
El 7 de julio sus temores se cumplieron. Un enorme ejército de 40.000 guerreros oriundos de todos los rincones de la confederación mexica les dio alcance y les cerró el paso en los llanos de Otompan (Otumba).
El ejército estaba liderado por el Cihuacóatl, una especie de gran visir de los mexicas, cuyo título recaía entonces en Matlatzincátzin, hermano del nuevo tlatoani Cuitlahuac. Los españoles se dispusieron a combatir en formación cerrada. Preferían morir juntos y apretados a aislarse y ser capturados y sacrificados terriblemente a los ídolos paganos, lo que les causaba un terror sin parangón tras conocer el destino de muchos de sus camaradas tras la Noche Triste. Aquel día era evidente que ningún español huiría ni se rendiría conociendo su destino. Los tlaxcaltecas, pobremente cristianizados, trataron de combatir como los españoles, con su formación pegada a la de sus aliados, pero sin el temor que les causaba el cuchillo de obsidiana que se había llevado durante generaciones a la juventud de su país.
Los aztecas, ataviados con todas sus ropas, pinturas y armas de guerra, rodearon la exigua formación enemiga y los atosigaron durante horas, empleando su táctica de relevos cuando la primera línea de combate se agotaba. Los españoles, faltos de arcabuces y con pocas ballestas, se dedicaron a luchar cuerpo a cuerpo con sus armas de acero, mientras un puñado de jinetes, tal vez media docena, trataban desde fuera de la zona de combate aniquilar a los capitanes enemigos ricamente ataviados. Los aztecas podrían haberlos aniquilado a distancia con lluvias de proyectiles, pero pretendían hacer de ellos un trofeo para sus dioses y capturarlos con vida.
Los españoles, azuzados por el terror y conocedores de que no había supervivencia posible, combatían como un jabalí acorralado. Los cuerpos aztecas se iban apilando en torno a la formación española. Pero eran tan pocos que cada baja española o tlaxcalteca dejaba una seria brecha en sus líneas. Entonces Cortés, conocedor de la estrategia azteca, decidió poner en práctica una jugada arriesgada digna de un ajedrecista experto. Reunió a media docena de sus capitanes a caballo y les conminó a cargar y dar muerte al mismo líder del ejército: el Cihuacoátl, claramente visible en una colina con sus llamativos ropajes y su enorme estandarte a la espalda.
De aquellos hombres que cargaron conocemos los nombres de seis de ellos: Gonzalo de Sandoval, extremeño; Cristóbal de Olid, andaluz; Alonso de Ávila, castellano-manchego; Juan de Salamanca, castellano-abulense; Pedro de Alvarado, extremeño; y el por todos conocido Hernán Cortés, extremeño también.
El testigo presencial, Bernal Díaz del Castillo, nos lo narra así:
Y quiso Dios que allegó Cortés con los capitanes por mí nombrados en parte donde andaba el capitán general de los mexicanos con su bandera tendida, con ricas armas de oro y grandes penachos de argentería; y como lo vio Cortés al que llevaba la bandera, con otros muchos mexicanos, que todos traían grandes penachos de oro, dijo a Pedro de Alvarado y a Gonzalo de Sandoval y a Cristóbal de Olí y a los demás capitanes: "Ea, señores, rompamos con ellos." Y encomendándose a Dios, arremetió Cortés y Cristóbal de Olí, y Sandoval y Alonso de Ávila y otros caballeros, y Cortés dio un encuentro con el caballo al capitán mexicano, que le hizo abatir su bandera, y los demás nuestros capitanes acabaron de romper el escuadrón, que eran muchos indios; y quien siguió al capitán que traía la bandera, que aun no había caído del encuentro que Cortés le dio, fue un Juan de Salamanca, natural de Ontiveros, con una buena yegua overa, que le acabó de matar y le quitó el rico penacho que traía, y se le dio a Cortés, diciendo que, pues él le encontró primero y le hizo abatir la bandera e hizo perder el brío, le daba el plumaje; (…) Muerto aquel capitán que traía la bandera mexicana y otros muchos que allí murieron, aflojó su batallar de arte, que se iban retrayendo, y todos los de a caballo siguiéndoles y alcanzándoles. Pues a nosotros no nos dolían las heridas ni teníamos hambre ni sed, sino que parecía que no habíamos habido ni pasado ningún mal trabajo. Seguimos la victoria matando e hiriendo. Pues nuestros amigos los de Tlascala estaban hechos unos leones, y con sus espadas y montantes y otras armas que allí apañaron, hacíanlo muy bien y esforzadamente. Ya vueltos los de a caballo de seguir la victoria, todos dimos muchas gracias a Dios, que escapamos de tan gran multitud de gente; porque no se había visto ni hallado en todas las Indias, en batalla que se haya dado, tan gran número de guerreros juntos (…). (Bernal Díaz del Castillo: Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, TOMO I, CAP. 128)
Efectivamente, tras la muerte de su Cihuacóatl, el ejército azteca se deshizo y se dio a la fuga. Los españoles y tlaxcaltecas, agotados, alcanzarían días después el refugio de los muros de Tlaxcala, donde curaron sus heridas, se reforzaron y prepararon la próxima campaña que pondría fin a la guerra. Los mexicas habían agotado su última bala y ahora se aprestarían a defender a muerte su capital. La carga suicida de Cortés, hombre siempre prudente, se recordaría como el punto de inflexión en la conquista de México.
5) SEGUNDO SITIO DE VIENA: KAHLENBERG (1683)
En las últimas décadas del siglo XVII las fuerzas del imperio otomano avanzaban arrolladoras por Hungría y los Balcanes conquistando todo a su paso hasta alcanzar Viena, la capital del Sacro Imperio Romano Germánico en Austria, el auténtico poder de la Europa central. Si el imperio caía la cristiandad estaría perdida. Las tropas otomanas, unos 90.000 tártaros, turcos y otros aliados al mando del visir Kará Mustafá, pusieron cerco a Viena en julio de 1683. El emperador Leopoldo y su corte habían huido, dejando al conde Starhemberg al mando de unos 16.000 hombres.
Sin embargo la defensa férrea de la ciudad, sus modernas defensas y la falta de auténtica artillería pesada entre los otomanos, concedieron al emperador Leopoldo I el tiempo suficiente para pedir ayuda al Papa y a los estados vecinos. Así el Papa convocó una cruzada para salvar Viena, y una poderosa coalición cristiana se formó para salvar al imperio que taponaba el paso a Europa de los ejércitos islámicos. Juan III Sobieski, rey de Polonia, se puso a la cabeza de la coalición con un buen número de tropas lituano-polacas. Muchos otros príncipes y señores cristianos dispusieron sus ejércitos, excepto el rey Luis XIV de Francia, aliado de los turcos.
Las tropas cristianas de rescate confluyeron el 12 de septiembre al norte de Viena, en Kahlenberg, dispuestas a atacar a los turcos. Contingentes de diversos estados alemanes, en número de unos 55.000, se unieron al ejército polaco de Sobieski, que traía unos 20.000 hombres consigo. Esperaban una dura y costosa batalla. Pero los otomanos los subestimaron. Kará Mustafá no formó a su ejército al completo para detener a las fuerzas de socorro, dejando a todos los jenízaros en las trincheras y a la caballería sipahi consigo. Por el contrario envió contra el enemigo a su principal aliado, el Khan de Crimea, con sus fuerzas de tártaros, principalmente de caballería. Tal vez temía una salida desde la ciudad, o tal vez confiaba en tomar Viena antes de la llegada enemiga. Pero al ejército de auxilio no iba a detenerlo una carga de caballería tártara. Juan Sobieski no dejó pasar su ventaja numérica y lanzó inmediatamente el ataque, en plena madrugada.
Las tropas cristianas avanzaron en formación durante las primeras horas de la mañana, derrotando los ataques de caballería enemiga y haciendo retroceder a los otomanos. Los polacos avanzaban desde el ala derecha. En torno a las 17.00 de la tarde Sobieski decidió realizar una gran carga de caballería conjunta con sus aliados. Los dividió en cuatro enormes escuadrones: uno compuesto por hombres del Sacro Imperio, y otros tres de la Mancomunidad Polaco-Lituana. Al mando de uno de los escuadrones polacos, en número de 3.000, Sobieski reunió a su afamada caballería de lanceros: los húsares alados, y se lanzó a la carga.
La caballería enemiga no fue rival y los tártaros fueron destrozados. La caballería polaca rebasó las líneas otomanas y atacó el campamento. La última fase de la batalla fue de violenta y breve. Los turcos, ocupados en tomar la ciudad, y que no estaban preparados para detener una carga de tal magnitud desde el exterior, se desbandaron ante el sorpresivo ataque. A las 18.00 de la tarde estaban completamente derrotados.
Lo que le siguió fue una persecución y una matanza de soldados otomanos en franca huida. Viena había sido salvada. El imperio alemán sobrevivió y el otomano vio frenada su expansión, manteniéndose desde entonces en actitud defensiva y perdiendo un territorio tras otro. La nueva caballería moderna, de tipo semipesada y armada con lanzas y sables, mostró su superioridad sobre la antigua caballería ligera de las estepas rusas y sobre la caballería de arqueros turcos. La guerra estaba cambiando en Europa a pasos agigantados. Los estados islámicos no volvieron a ser una amenaza y comenzaron un periodo de decadencia que llegaría hasta el siglo XX.
Podemos citar otras memorables cargas que se han debido dejar fuera de éste "ranking" que a la postre no es mas que una mera opinión personal. A saber nos dejamos en el tintero:
-Gránico (334 a.C.) Primera victoria de Alejandro Magno en Asia, con la dificultad añadida de cruzar un riachuelo en pleno ataque.
-Cuarte (1094 d.C.) El Cid campeador realiza desde Valencia una salida relámpago con su caballería y desbarata las fuerzas invasoras almorávides.
-Arsuf (1191) Ricardo corazón de León, en plena cruzada, acorralado en la playa por las fuerzas de Saladino, abandona su posición defensiva y lanza de improviso tres cargas de caballería que derrotan a los musulmanes.
-Bouvines (1214) Épico enfrentamiento entre las tres potencias del momento: Francia, Inglaterra y el Sacro Imperio, con multitud de caballeros montados en un bando y otro. En él el rey francés es descabalgado y tras volver a montar carga y obtiene la victoria.
-Mikatagahara (1573) Famosa batalla donde la caballería japonesa de Takeda Shingen obtendría su duradera fama.
-Nagashino (1575) Contrarréplica de la anterior, una de las batallas más importantes de la historia moderna de Japón. En ella Oda Nobunaga y Tokuhawa Ieyasu utilizan parapetos y barricadas en la que sitúan a una multitud de arcabuceros que destrozan la famosa caballería pesada de los Takeda, que se consideraba invencible. Las tácticas defensivas con infantería de proyectiles, tanto en Asia como en Europa, comienzan a imponerse frente a las viejas tácticas de caballería.
Próximamente: Las 10 cargas de caballería más épicas de la historia (Parte II: edad contemporánea)
Atentos que aquí tocaremos las maravillosas cargas del periodo napoleónico con el nuevo renacimiento de la caballería como fuerza táctica primordial. Y otras sorpresas del siglo XIX y XX que seguro conocéis.
- Tito's blog
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Muy buen articulo Tito!! estoy de acuerdo contigo al elegir esas cargas de caballeria. En Cunaxa se dieron dos cargas de caballeria, la epica de Ciro, narrada con todo detalle por las fuentes antiguas, y la que afecto a los peltastas del flanco derecho griego, que tuvo de todo menos epica. Curiosa dicha contraposicion.
Por cierto Tito, ninguna carga de Cesar? jeje.
Bueno, esa carga no es muy epica, lo que fue epico en esa batalla fue el encarnizado combate entre la trecera linea de Anibal con la infanteria romana. Debio de ser tremendo, dos tropas tremendamente disciplinadas sin ceder un apice.
Y se me ocurre añadir, como apreciación personal, otras dos: la carga de los Dragones de Bayreuth contra los austriacos en la batalla de Hohenfriedberg (4 de junio de 1745), que inspiró la marcha "Hohenfriedberger" y la carga de los dragones del Príncipe de Ligne contra la infantería prusiana en la batalla de Kolín (18 de junio de 1757), que está grabada en un lateral del monumento a la batalla.
¡Venga Tito, buen post! Solo para meter un poco de controversia. Creo que es muy arriesgado ponerle un número a los guerreros mexicas y de la Triple Alianza que estuvieron en Otumba... podemos hablar desde los 10,000 que estima John Pohl hasta los 200,000 de López de Gómara, de lo que podemos estar seguros es de que tenían una amplísima superioridad númerica. Sobre Matlatzincatizn.... tampoco hay acuerdo, al menos algunas fuentes señalan que el nombre del comandante en jefe del ejército era llamado Cihuacatzin y supongo de allí la gran confusión a identificarlo con el cihuacoatl en funciones, Matlatzincatzin, hermano de Cuitlahuac. A pesar de ello, hay una fuente (la única que menciona a Matlatzincatzin como cihuacoatl) que nos dice que aún vivía después de la batalla (Chimalpahin en su crónica, dice que se separó del cargo de cihuacoatl cuando murió su hermano Cuitlahuac de viruela). Toda una confusión... y para terminar es muy raro que Torquemada no haya dicho nada del cargo que tenía el comandante en jefe (seguramente un oficial de altísimo rango) siendo muy meticuloso para este tipo de cosas.
En fin, la primera carga de caballería en América decidió el rumbo de la conquista de Tenochtitlán. Era matar o morir y los españoles aprovecharon la ventaja táctica del sistema de guerra europeo.
Saludos cordiales.
Por cierto Tito, espero con ansias las cargas del periodo napoleónico (por mucho mi periodo favorito)
Porque el siglo XVIII es el gran desconocido. En la batalla de Liegnitz (15 de agosto de 1760) un regimiento de mosqueteros prusiano cargo... ¡contra un regimiento de dragones austriaco! No conozco otro caso en la historia, el de infantería cargando contra caballería...
por supuesto Tito, hablar de números siempre es difícil, y más en estas épocas (y aún en el de las guerras de independencia hispanoamericanas) en dónde tendían a exagerarse en demasía el número de enemigos. A pesar de ello no fue mi objeto desmerecer ni muchos menos el triunfo de los conquistadores y sus aliados tlaxcaltecas.
Saludos cordiales.
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Jeje, no de César no. Aunque de Roma podríamos mencionar la famosa carga de Lelio en Zama, que podría haberla añadido.