Las 10 cargas de caballería más épicas de la historia (Parte II: edad contemporánea)
Épicas, crueles y sangrientas. A veces fruto de la mente de un loco, otras veces fruto de la mente de un gran genio militar. A veces exitosas y otras veces desastrosas, algunas cargas de caballería han sido inmortalizadas para el resto de los siglos como un ejemplo de valentía y arrojo ante la adversidad.
Pasemos a repasar 10 de ellas que merecen nuestro recuerdo. Por su voluminosidad se divide el artículo en dos partes: Cinco dedicadas a la Edad Contemporánea, que más abajo se presentan, y otras cinco a los siglos precedentes, que pueden verse aquí: click.
6) EYLAU (7-8 de febrero: 1807)
A finales de 1806, tras su campaña victoriosa por Prusia y Polonia donde los ejércitos prusianos fueron batidos por la arrolladora máquina de guerra francesa, el ejército de Napoleón continuó rumbo al este en busca del ejército ruso. A comienzos de 1807, con el invierno en pleno apogeo, tras una persecución interminable, ambas fuerzas se toparon en las proximidades de Eylau, cerca de Königsberg, en la Prusia oriental. Los distintos cuerpos del ejército francés se encontraban algo alejados unos de otros, por lo que los rusos superaban inicialmente en número a las fuerzas que llevaba Napoleón consigo.
El 7 de febrero, en medio de una tormenta de nieve, las tropas fueron convergiendo en el campo de batalla. Hacia las 14.00 horas las tropas francesas de Soult y Murat ya habían formado. A lo largo de la tarde llegaron las fuerzas del Mariscal Augereau y las de la Guardia Imperial con el propio Napoleón: Unos 45.000 hombres y más de 200 cañones en total. Frente a ellos, los rusos al mando de Bennigsen contaban con 67.000 hombres y 460 cañones, aunque de calidad inferior a los franceses. Cabe destacar, porque fue vital para el desarrollo de las posteriores operaciones tácticas, que ambas fuerzas esperaban grupos de refuerzo que se hallaban en camino. Por parte francesa se esperaba a Ney con sus 10 o 14.000 hombres y a Davout con sus 15.000. Los rusos esperaban al cuerpo prusiano de Lestocq que acudía en ayuda de sus aliados con 9.000 hombres. Una serie de fuertes escaramuzas se sucedieron sin un resultado relevante hasta bien entrada la noche, pero ello llevó a los franceses a variar sus posiciones iniciales adelantando sus líneas en torno a Eylau, donde se apostaron para pasar la noche.
La mañana de 8 de febrero hacía frío, unos nubarrones negros cubrían todo el cielo y la niebla se extendía sobre el campo nevado. A pesar de la nula visibilidad los cañones rusos y franceses escupieron su fuego. A las 8.00 de la mañana la infantería francesa atacó las posiciones del flanco izquierdo ruso por donde debía llegar Davout, para permitir que ambas líneas convergieran. Los rusos reaccionaron atacando a su vez el flanco izquierdo francés, con intención de flanquearlos. Desde allí debía llegar Ney, pero se encontraba más retrasado que Davout, por lo que los rusos tenían tiempo para batir a los franceses desde ese flanco. Mientras, la caballería rusa se lanzó para retrasar la vanguardia de Davout, que ya llegaba del otro lado. Hasta entonces, los movimientos tácticos en ambos bandos estaban siendo de manual.
Sin embargo mientras los rusos resistían en su flanco izquierdo, los franceses en el suyo comenzaron a sufrir demasiadas bajas y a retirarse. Soult estaba en una posición muy comprometida. Napoleón decidió reforzar su ataque contra el centro y el flanco izquierdo ruso para aliviar la presión enemiga en el contrario. Jugada arriesgada si su ataque se estrellaba y Soult no resistía más. Y así Augereau atacó con su infantería en medio de una tormenta de nieve que volvía a arreciar. Y Augereau se estrelló. Y el flanco izquierdo francés se deshizo, y Davout aún no había llegado con todas sus tropas. Las reservas rusas contraatacaron, batieron y atravesaron las líneas francesas. Un batallón ruso se acercaba al propio cuartel general, situado en la iglesia de Eylau, desde cuya torre Napoléon observaba los movimientos. Napoleón se encontró de pronto el la situación más comprometida que había tenido hasta entonces en toda su carrera militar. ¿Qué hacer? ¿Huir y salvar la vida? El pequeño corso tenía bastante más “courage” y unos bemoles superiores a su oronda barriga imperial.
La batalla estaba apunto de convertirse en un auténtico desastre para Napoleón. Pero éste se guardaba un as en la manga. Casi 11.000 jinetes franceses aguardaban en la retaguardia con Murat en espera de entrar en acción. Mientras la Guardia Imperial y otras unidades del centro resistían de manera suicida para evitar que su general cayera prisionero y fuera humillado; Napoleón ultimó sus ordenes a la caballería. Conocía el carácter de Murat y no dudó en espolearlo al decirle: “Dime, Murat: ¿Vas a permitir que estos tipos nos devoren?”.
Murat avanzó con la 2ª División de coraceros de D'Hautpoul, seguido de tres divisiones de dragones. La caballería de la Guardia Imperial comandada por el mariscal Bessiéres se preparó para apoyar al resto de la caballería francesa en las sucesivas cargas.
Murat vestía de manera pomposa y llamativa, como era habitual en él. Alistado desde los 20 años en la caballería era un consumado jinete y un temerario. Un caballero a la vieja usanza: Fiero, de gran porte y melena rizada, carismático, poco prudente pero de un valor extraordinario. La persona idónea para llevar a cabo una carga de aquel calibre en una situación tan comprometida.
Sus hombres y caballos debían estar ateridos de frío tras tantas horas de inactividad en aquel campo helado, ansiosos de entrar en acción. Los hombres desenvainaron sus sables, los caballos patearon la nieve y Murat ordenó la carga total: Las trompetas sonaron y 80 escuadrones de coraceros y dragones lo siguieron, primero al paso, luego al trote y finalmente al galope en una oleada masiva de rabia.
La infantería rusa, en plena ofensiva, fue apisonada a lo largo de todo el frente de batalla. Con ello Soult y Augereau se vieron aliviados. Los jinetes retrocedieron para organizarse tras el primer impacto, a la vez que la infantería rusa hacía lo propio. Coraceros y dragones se dividieron en dos alas y volvieron a cargar contra dos puntos. La caballería rusa fue rechazada y sus infantes dejaron brechas. Los hombres de Murat avanzaron en masa y lo aprovecharon para destrozar las baterías rusas. Los artilleros supervivientes huyeron a refugiarse con la infantería, que comenzó a formar en cuadros. Los prusianos aún no llegaban, y los franceses estaban a punto de causarles una derrota total. Para desgracia rusa las tropas de Davout llegaron por fin al completo para tomar parte en la batalla.
Los franceses de Murat montaban caballos prusianos de gran porte y calidad recién requisados, y la avalancha de jinetes no tardó en causar estragos en los cuadros defensivos rusos. Algunos fueron destrozados y la caballería, con los coraceros a la cabeza y haciendo converger a las dos alas, avanzó hacia las líneas de reserva rusas. Con su avance Murat pretendía penetrar como una cuña y partir en dos el ejército ruso, logrando que las líneas de vanguardia retrocedieran o se dieran a la fuga pero, para su sorpresa, estas cerraron filas tras ellos y comenzaron a embolsar a toda la caballería francesa.
Los rusos debían estar aterrados, pero sus cuadros y su fusilería comenzaron a causar demasiadas bajas. Es entonces cuando interviene la caballería de la Guardia Imperial. Varios escuadrones de cazadores a caballo y de granaderos a caballo, estos con el bravo coronel Louis Lepic a la cabeza (el mismo que gritó a sus asustados hombres aquella jornada: “¡Las cabezas altas! ¡Es metralla, no mierda!”), atacaron con todo su ímpetu rompiendo el cerco a Murat. Éste decidió continuar su ataque contra la tercera línea rusa, pero los rusos se estaban comportando con una bravura y una dureza excepcional, recomponiendo una y otra vez sus filas y tratando de rodearlos. Los cosacos y dragones rusos de la reserva entraron también en la liza.
En vanguardia, el general D'Hautpoul, al mando del 2º de coraceros, fue herido gravemente por una bala de cañón y retirado del campo de batalla. La caballería de la Guardia, detrás, estaban igualmente en un aprieto rodeados y batidos desde todas partes. Murat dio orden de una última carga, pero esta vez para regresar a sus propias filas. La caballería se retiró. Dejaba 1.500 vidas atrás. Fue el momento idóneo para retirarse, y es que los prusianos también llegaban por fin para relevar a sus machacados aliados rusos y reorganizarlos. Más tarde lo haría el rezagado Ney por parte francesa.
La batalla pasó a una segunda fase con tropas de refresco. Continuó hasta bien entrada la noche en una masacre continuada entre ambos bandos sin un resultado claro. A la noche Bennigsen decidió retirarse, dejando a los maltrechos franceses como vencedores sobre un capo blanco y rojo que no valía nada, en una batalla que no decidió nada. Sin embargo Napoleón consiguió dar la vuelta a una batalla perdida que le había podido costar la propia vida. La caballería francesa demostró que sus días de gloria aún no habían acabado tras lo que fue la carga de caballería más masiva de todas las guerras napoleónicas. Al día siguiente, cabalgando sobre el terreno cubierto de cadáveres, Ney resumió la batalla:
“¡Que masacre! ¡Y todo para nada!”
Próximamente... Somosierra y la locura polaca (1808)
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Sin duda una carga épica y encima sobre un terreno nevado que no dejaba ver bien donde pisaba el caballo.
Como suele suceder en muchas cargas, vemos la cuestión de que hay que saber frenarse a tiempo: en este caso con los coraceros de d´Hautpoul, que fueron más lejos de lo que debían. Si no me equivoco, inicialmente no iban a vanguardia - iban delante los dragones de Grouchy- pero cuando los dragones tras derrotar a la caballería rusa fueron contraatacados y frenados por caballería rusa fresca, los coraceros atacaron a los jinetes rusos por el flanco, machacándolos y persiguiéndoles hasta las líneas rusas. Se debían haber conformado con romper la primera línea rusa y sembrar el caos en la artillería pero en vez de eso siguieron a traves de la segunda hasta ser parados por las reservas de la tercera. Aparte de que parece que no hicieron daño alguno de entidad a la segunda línea -simplemente habrían pasado por los huecos- dieron tiempo a reformar a la primera línea, quedándose encerrados y con peligro de ser exterminados, de hecho exhaustos fueron presa fácil de los cosacos en sus ponies. Tuvieron suerte de que el resto de la caballería pudiera romper las dos primeras líneas rusas de nuevo y conservara suficiente fuerza para atravesarlas de nuevo en el camino de vuelta, ya que como comentas los duros rusos habían vuelto a recomponer sus líneas.
Saludos.
P.D. Espero ansioso los siguientes. Confío en que no nos hagas esperar tanto como con éste.
Que buena frase la de Ney, una verdadera Masacre que no definió realmente al vencedor y al vencido.
La carga de Murat puede verse que cumplió con el objetivo de liberar presión sobre Augerau y Soult, es decir logra cumplir su cometido, pero la infantería rusa, no reaacciona mal y en vez de huir enloquecida se cierra y contraataca, es en este punto donde una segunda carga de Murat contra la tercera linea rusa ya no era tan práctica y debió reconocer la situación para evitar los 1500 jinetes caidos......pero eso no es lo que ocurrió y decisiones en caliente se toman todo el tiempo en una batalla, en este caso sumado al mal tiempo y la nieve que quizas impedía una visión global dela situación.
Espero ver la próxima entrega
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