El combate de los Treinta: Beaumanoir V.S. Bemborough

Al amparo del peculiar espíritu caballeresco de la Baja Edad Media, inherente a valores como el honor, la valentía o la justicia, se dio uno de los episodios más curiosos de la historia militar, cuando sesenta caballeros de dos bandos distintos entraron en liza para dirimir el resultado de una batalla, sin que sus ejércitos correspondientes llegasen a combatir entre ellos.

Aunque insignificante para el resultado final de la guerra que los enfrentaba, este combate y sus participantes fueron considerados héroes por las generaciones que les precedieron. Prueba de ello es la anécdota que se conoce a través del cronista francés Jean Froissart, contemporáneo a estos sucesos, que cuenta cómo dos décadas después del famoso combate llegó a la corte de Carlos V de Francia el único superviviente de tal singular batalla.

El rey francés se levantó y lo hizo sentar con él en su propia mesa para después acogerlo en la corte y tenerlo bajo su cuidado hasta el fin de sus días. Más de medio milenio después, la fascinación por este combate aún seguía latente y Conan Doyle en su Sir Nigel hacía combatir a su protagonista en esta batalla. Una cruz con una inscripción, colocada en el lugar donde lucharon estos 60 caballeros, serviría como recordatorio a las generaciones venideras.

 

La Guerra de sucesión bretona

Empecemos ubicando el combate en su contexto histórico, que no es otro que la Guerra de los Cien Años, conflicto entre Inglaterra y Francia (enemigos clásicos en la Baja Edad Media) para dirimir el control sobre unos territorios en suelo francés gobernados por Inglaterra durante dos siglos. Uno de estos territorios, el ducado de Bretaña, al noroeste de Francia y ocupando la actual región francesa de Bretaña y el departamento de Loira Atlántico, protagonizó otro episodio más conocido como la Guerra de sucesión bretona.

 
Carlos de Blois, marido de Juana de Dreux, disputó la sucesión bretona con Juan de Monfort.  

El motivo, el de siempre. Muere el gobernante y hay dos herederos que se consideran con derecho a heredar poder y posesiones. Los franceses apoyan a uno, los ingleses a otro y ya tenemos conflicto clásico.

En el caso que nos ocupa, el gobernante era el duque Juan III de Bretaña, quien a su muerte dejó a dos herederos con posibilidades de sucederle. Uno era Carlos de Blois, marido de Juana de Dreux (o de Penthievre), sobrina de Juan III y a quien éste mismo había designado como heredera para evitar que su hermanastro Juan Monfort, a quien repudiaba, heredara su ducado. Sin embargo, un año antes de su muerte se reconcilió con éste, nombrándole también heredero, al mismo nivel que Juana de Dreux.

Así, se adivinaba el desastre. Para evitarlo, el duque Juan III fue preguntado en su lecho de muerte por la cuestión sucesoria, siendo requerido para que se pronunciara hacia uno u otro lado. No obstante, Juan no se mojó, quitándose de encima el problema con un “no me molestéis con estas cosas” y dejando abierta la puerta a otro episodio bélico.

Los franceses (Felipe VI de Francia) del lado de Carlos de Blois y los ingleses (Eduardo III de Inglaterra) del lado de Juan de Monfort. La disputa entre los Blois y los Monfort por la sucesión bretona duraría más de dos décadas para acabar favoreciendo a los segundos en la persona del hijo de Juan de Monfort, futuro Juan V de Bretaña, heredero tras la muerte de su padre en 1345 por enfermedad, posiblemente por disentería.

 

Un peculiar acuerdo

Las ciudades de Ploermel y Josselin se hallaban separadas por unos pocos kilómetros pero sus intereses políticos estaban fatalmente encontrados. Ploermel se hallaba del lado inglés, en favor de los Monfort, y Josselin del lado francés, en favor de Carlos Blois. Al cargo de Josselin se hallaba el Mariscal de Beaumanoir, siendo Robert Bemborough su homónimo en Ploermel. Una tregua había permitido cierto respiro en las hostilidades pero Bemborough no estaba dispuesto a respetarla, permitiendo que sus hombres cometieran ciertos desmanes. Esto enfureció a Beaumanoir, que pidió explicaciones a Bemborough, instándole a la obligación de respetar la tregua pero su respuesta no fue la esperada y la tensión se elevó hasta niveles exacerbantes.

 
  Estatua de Jean de Beaumanoir en Dinan (Francia) donde es recordado como un héroe.

En este punto, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si el peculiar combate que más tarde sucedió fue para poder luchar sin romper la tregua o para evitar una masacre humana ante la paridad en las fuerzas de ambos bandos. Cuenta la tradición que, en un principio, el reto establecido era el de combatir solamente los dos comandantes, Beumanoir y Bemborough, pero que los soldados se negaron a quedarse mirando sin combatir con lo que se llegó a este peculiar acuerdo. 

El lugar elegido Chêne de Mi Voie, por su ubicación en mitad de los dos pueblos enfrentados. Cada bando dispondría a 30 hombres, 29 y su comandante, y la batalla tendría lugar hasta que uno de los bandos se retirara o se quedara sin hombres para luchar. Existen ciertas divergencias entre los historiadores sobre quienes participarían en tan peculiar evento, hasta el punto de que del lado francés aparecen los nombres de 31 caballeros, es decir, uno más del número establecido previamente.

Acordada pues la naturaleza del enfrentamiento, se pasó a elegir las armas, todas ellas para facilitar un combate honorable, evitando muertes a distancia con arcos, ballestas o similares. Las armas, pues, que quedaron establecidas para el combate fueron: lanzas, espadas, hachas y las dagas conocidas como “misericordias”, utilizadas para rematar a los enemigos moribundos clavándolas a través de las mirillas de los cascos. 

También sobre la forma en que lucharon existen discrepancias, aunque, según la costumbre, lo harían a caballo, apoyados por sus respectivos escuderos a pie, alguno de los cuales, como veremos, tendría cierta relevancia, según las crónicas recogidas, todas ellas del lado francés. Es cuanto menos curioso que ningún historiador inglés se hiciera eco de este combate en ninguna parte.

 

El combate de los Treinta

Por tanto, con todo preparado, el 27 de marzo de 1351 ambos contendientes se abalanzaron con furia sobre sus rivales. La lucha se cuenta que fue cruenta, con un inicio terrible. Tras esta primera acometida, ambos bandos se tomaron un pequeño descanso. En ese momento la lid se decantaba ligeramente del lado inglés, ya que sólo contaba con dos bajas, mientras que los franceses ya habían perdido cuatro caballeros. Cuentan las crónicas (recordemos que siempre nos llegan del lado francés) que en aquel momento Beaumanoir, comandante francés, requirió a su homónimo inglés, Bemborough, el poder beber un poco de agua, a lo que éste, quizá confiado en su victoria parcial, contestó: “Bébete la sangre que te corre, Beaumanoir, y tu sed pasará”.

Vencido el tiempo de descanso, ambos contendientes volvieron a enzarzarse en furiosa batalla, batalla que poco a poco iba decantándose del lado inglés. Es entonces cuando surge la figura de Guillermo de Montauban ya que se cuenta que subió al caballo y embistió con tal fiereza a sus enemigos que mató a ocho de ellos y luego a su comandante, Bemborough, lo que llevó a la inmediata rendición de los que quedaban del bando inglés, decidiendo de esta forma la batalla.

Sin embargo, aún no está muy claro cómo o por qué luchó Montaubán en aquella batalla. La hipótesis más aceptada es que sería un escudero que decidió (o le fue ordenado) luchar como un caballero ya que, según la crónica, se cuenta que “subió al caballo y [...]”, lo que presupone que empezó el combate a pie, como el resto de escuderos, y que en un momento dado se incorporó a la lucha. Fuera como fuese, el caso es que la victoria se decantó del lado francés, cerrando este curioso capítulo de la historia medieval.

Presentando el peculiar combate cual evento deportivo, bien se podría decir:

 

El combate de los Treinta

FECHA: 27 de Marzo de 1351

CAMPEONATO: Guerra de los Cien años

TORNEO: Guerra de sucesión bretona

ENCUENTRO: Combate de los treinta

CONTENDIENTES: Francia - Inglaterra

El combate de los Treinta de Penguilly l'Haridon.

PARTICIPANTES

FRANCIA

INGLATERRA

Comandante

Jean de Beaumanoir, gobernador de Josselin

 

Caballeros

Sir Olivier Arrel
Sir Caron de Bosdegas
Sir Geoffroy du Bois
Sir Yves Charruel
Sir Guy de Rochefort
Sir Jean Rouxelot
Sir Robin Raguenel
Sir Huon de Saint-Hugeon
Sir Jean de Tinténiac
 
Escuderos
Geoffroy de Beaucorps
Hughes Capus-le-Sage
Olivier de Fontenay
Louis de Goyon
Alain de Keranrais
Guillaume de la Lande
Guillaume de la Marche
Geoffroy de Mellon
Guillaume de Montauban
Olivier de Monteville
Maurice du Parc
Tristan de Pestivien
Guyon de Pontblanc
Geoffroy Poulard
Simonet Pachard
Geoffroy de la Roche
Jean de Serent
Alain de Tinténiac
Maurice de Tréziguify
Geslin de Trésiguidy
 

Comandante

Robert Bemborough, capitán de Ploermel

 

Caballeros

Sir Robert Knolles
Sir Thomas Billefort
Sir Thomas Walton
Sir Hugh Calveley
Sir Hervé Laxaualan
Sir Richard Lalande
 
Escuderos y hombres de armas
John Plesington
Richard Gaillard
Hughes Gaillard
Huceton Clemenbean
Hennequin de Guenchamp
Renequin Hérouart
Hennequin Le Mareschal
Raoulet d'Aspremont
Gaultier l'Alemant
Bobinet Melipart
Jean Troussel
Robin Adès
Perrot Gannelon
Guillemin-le-Gaillard
Jennequin Taillard
Rango-le-Couart
Raoul Prévot
Dardaine
Repefort
Croquart the German
Isannay
Dagworth 
Helichon
Helecoq
RESULTADO: Victoria a los puntos para el lado francés.

Para terminar, decir que algunos historiadores incluso dudan de la historicidad de tal combate, aunque la mayoría se decantan porque sí existió, aunque les resulta difícil ponerse de acuerdo en los detalles. Y, por la curiosidad del que lee y desconoce el final de torneo y campeonato (siguiendo con el símil deportivo), decir que la “Guerra de sucesión bretona” se decantó del lado inglés, mientras que la “Guerra de los cien años” cayó del lado francés. Nuestro combate, como dije al principio, no influyó en lo más mínimo en el resultado final ni de una, ni de otra, aunque no deja por ello de ser uno de los combates más singulares de los muchos acaecidos en la época medieval.

 

Autor: Francisco José Meliá, escritor 

 

Bibliografía

-ARRIBAS Y SORIA, Juan y DEVELASCO, Julián (traducción del francés): Enciclopedia Metódica, Imprenta de Sancha, Madrid, 1792.

-DUNAN, Marcel et al. (dir): Historia Universal, ANESA, Barcelona, 1974.