La lengua ibérica
Para entender el surgimiento de la lengua ibérica y de su escritura se debe tener en cuenta su contexto, una cultura ibérica más o menos homogeneizada con influencia de las culturas coetáneas como por ejemplo la de los celtas, la griega y la fenicia, con las que mantuvo contacto.
El tema de la problemática de la lengua ibérica, de su estudio y de las diferentes hipótesis que se dan para intentar responder a todo aquello que todavía hoy en día desconocemos.
Para entender el surgimiento de la lengua ibérica y de su escritura se debe tener en cuenta su contexto, una cultura ibérica más o menos homogeneizada con influencia de las culturas coetáneas como por ejemplo la de los celtas, la griega y la fenicia, con las que mantuvo contacto. Por lo tanto, dedicaremos un pequeño apartado para tratar el tema de la cultura ibérica y sus influencias para poder comprender mejor en qué contexto se desarrolló la lengua y la escritura ibérica.
En segundo término trataremos la lengua ibérica, su extensión y su cronología. Acto seguido dedicaremos un pequeño apartado a la fonética y fonología ibérica, así como a su gramática. También mencionaremos los soportes en que fue escrita y la funcionalidad de éstos.
En tercer término veremos cuál podía ser el origen de la lengua ibérica y, por consecuencia, la teoría vascoiberista. Y, por último, trataremos los diferentes sistemas gráficos en que fue escrita y los posibles orígenes de éstos.
1. CONTEXTO CULTURAL DE LA LENGUA IBÉRICA
La lengua ibérica se desarrolló dentro de la denominada cultura ibérica. La cultura ibérica a la Península representa el paso de la prehistoria a la historia antigua, es, pues, una cultura protohistórica y su extensión geográfica abarcó desde Andalucía, por la costa levantina, penetrando en la Meseta hacia el interior por Castilla la Mancha y por el valle del Ebro en Zaragoza, y continuó hasta el sur de Francia, aproximadamente a la altura del río Herault.
La base de la economía de la sociedad ibérica era la agricultura, predominando la de secano, aunque se cree que se complementaba con la ganadería y la caza, en el interior, y la pesca en la costa. La economía estaba condicionada por la orografía y la fertilidad de los suelos, así como también por la posición respecto al mar o respecto las colonias griegas o fenicias con las que se comerciaba. Por lo tanto, la economía era diversa dado el extenso territorio.
A partir de la llegada de los romanos en el 218 aC los iberos acuñaron moneda propia, siendo principalmente de bronce y con una leyenda escrita con caracteres ibéricos y unos motivos iconográficos nuevos. Por lo tanto, las leyendas de las monedas son también una fuente de información respecto a la lengua ibérica y a la denominación de las ciudades.
2. LA LENGUA IBÉRICA
Durante mucho tiempo se creyó que la lengua ibérica era la única lengua prerromana de la Península Ibérica, pero actualmente y gracias al desciframiento del signario por Manuel Gómez Moreno se volvieron a revisar todos los documentos y se han documentado, como mínimo, cuatro lenguas prerromanas con escritura: la celtibérica, la lusitana, la sur-lusitana o también denominada tartésica, y la ibérica y una sin escritura, la vasca.
Así pues, la lengua que hablaron los iberos era la denominada lengua ibérica y su extensión iba desde el sur de Francia hasta Andalucía, aunque no sabemos si debían de haber diferencias dialectales. El documento más antiguo de lengua ibérica pertenece a mediados del siglo V aC. mientras que el documento más moderno es una estela sobre piedra documentada en Sagunto del siglo I dC, por lo tanto, se puede decir con seguridad que la cronología de la lengua ibérica abarcó, como mínimo, desde el siglo V aC. hasta el I dC., aunque esto no quiere decir que el periodo no pueda ser más amplio.
Son muchos los aspectos que desconocemos de la lengua ibérica como el significado de los documentos que tenemos o el origen de la lengua ibérica pero, aún así, sí hay aspectos que se han podido estudiar rigurosamente a partir de esta epigrafía, como, por ejemplo, la fonética y la fonología ibérica.
Los fonemas han sido caracterizados por dos procedimientos diferentes, uno a partir de la observación de su comportamiento dentro de los textos y otro a partir de sus transcripciones en latín o griego.
A partir de esto se ha podido establecer el sistema vocálico que consta de cinco vocales (/a/, /e/, /i/ /o/ y /u/) entre las cuales se estable una oposición del timbre. En cambio no parece existir una oposición de cantidad (vocales largas y breves). Existen dos signos ([n] y [m]) que corresponden a la nasal /n/, dos silbantes [s] y [ś] en las que parece establecerse la oposición sorda/sonora, dos vibrantes [r] y [ŕ], un fonema lateral /l/ y cinco oclusivas: dos dentales (/t/ y /d/), dos velares (/k/ i /g/) y una labial (/b/).
Destacan las limitaciones posicionales de ambas vibrantes y de la lateral, ya que no se ha documentado ninguna vibrante al inicio de palabra o lexema mientras que la lateral tampoco se ha documentado a final de palabra o lexema. También destaca que, excepto en la escritura norte-oriental, no hay diferenciación de oclusiva sorda/sonora.
La gramática de la lengua ibérica la podemos intuir a partir del análisis interno de textos cortos en los que, por ejemplo, salen antropónimos. Así se ha llegado a la identificación de una serie de segmentos documentados que se van repitiendo pero que no sabemos cuál es su carácter ni su posible valor semántico. Aparte de esta identificación de los segmentos y, exceptuando los antropónimos, no se ha podido distinguir la categoría gramatical de las palabras, lo cual también impide un análisis sintáctico de los textos. Aún así, una serie de palabras con un final idéntico ha hecho deducir una cierta concordancia sintáctica.
Este análisis combinatorio interno no habría sido posible sin la epigrafía ibérica que disponemos la cual nos puede proporcionar datos como, por ejemplo, el significado general de los textos, es decir, su soporte nos puede indicar su funcionalidad.
Los textos más extensos los encontramos sobre plomos, láminas bastante finas que pueden estar enrolladas o plegadas y escritas tanto por una cara como por las dos, se considera que es una imitación griega. Las más antiguas datan del siglo IV aC., mientras que las más recientes son del siglo II aC. El contenido que suelen tener es diverso puesto que pueden ser documentos administrativos o de contabilidad (presencia de numerales), cartas (presencia de antropónimos) o de tipo religioso.
Plomo de Ullastret en el signario nororiental |
El soporte más empleado fue la cerámica, tanto la de importación como la que era producida localmente. En la cerámica la funcionalidad del texto es secundaria debido a que la cerámica ya tenía su propia función. También hay varias técnicas para escribir como por ejemplo el esgrafiado, que consiste en hacer un inciso con un instrumento punzante y del cual encontramos textos cortos con antropónimos que podían ser los propietarios. Otra técnica es el estampillado, que se hacía con un sello y que marcaría la autoría de la pieza, y una última técnica localizada en Sant Miquel de Llíria es mediante la pintura.
Otros soportes son la piedra, con la que se hacen estelas funerarias, las monedas, con antropónimos, topónimos o marcas de valor, sobre objetos de uso cotidiano como fusayolas que expresarían tanto el propietario de la pieza como una donación.
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2.1 Historiografía
El estudio de la lengua ibérica empezó en el siglo XVIII por parte de los numismáticos, de los coleccionistas y de los estudiosos de las monedas antiguas. Estos, poseedores de monedas ibéricas, se dieron cuenta de que el epígrafe de las monedas no estaba escrito en ninguna lengua antigua conocida hasta aquel momento, por lo tanto, llegaron a la conclusión que era una lengua prerromana. Mediante los topónimos intentaron descifrar la escritura ibérica, pero partían de dos premisas erróneas: de una banda, pensaban que se trataba de un alfabeto, y de otra, consideraron que todas las inscripciones pertenecían a un mismo sistema de escritura.
Estas dos ideas subsistieron hasta el desciframiento por parte de Manuel Gómez Moreno de la escritura ibérica del nordeste en el 1922, aunque, no obstante, anteriormente algunos signos ya habían sido descifrados correctamente por autores como Antonio Agustín (1587), Velázquez (1752) o Pérez Bayer (1772), y el primero que dio un valor silábico a un signo fue Grotefend en 1844.
El alemán Emil Hübner (1834-1901) fue el seguidor más ilustre de las teorías de Humboldt e hizo la compilación de todas las inscripciones ibéricas conocidas en aquel momento en el Monumenta Linguae Ibericae, que serían la base hasta los estudios de Gómez Moreno. Manuel Gómez Moreno descifró en el 1922 el sistema de escritura ibérico a partir de una premisa errónea pero con una conclusión acertada, el sistema de escritura pues, no se trataba de un alfabeto como se había supuesto, sino de un semisilabario, es decir, un sistema de escritura mixto donde los signos podían equivaler tanto a un sonido como una sílaba. A partir de aquí se pudo leer con garantía el signario del nordeste, aunque el signario meridional todavía tuvo graves problemas. Hace falta decir que algunos de los signos propuestos por Gómez Moreno fueron rechazados o modificados por otras especialistas que llegaron a conclusiones erróneas.
En el 1961 se publicaron dos trabajos sobre la escritura meridional, uno de Gómez Moreno y otro de U. Schmoll. El artículo de Gómez Moreno era erróneo puesto que no diferenciaba entre la escritura meridional y la sudlusitana y no hizo ningún análisis interno. En cambio, Schmoll sí diferenció la escritura meridional y la sudlusitana y asentó las bases tanto de la escritura meridional como de la sudlusitan.
Hacia los años 70, Jürgen Untermann empezó la publicación de los Monumenta Linguarum Hispanicarum donde recogió todas las inscripciones prerromanas agrupadas por lenguas y áreas geográficas y que actualmente se va actualizando. Con esta publicación facilitó el análisis y estudio de los textos ibéricos avanzando considerablemente.
2.2 Origen de la lengua ibérica
La lengua ibérica a lo largo del tiempo ha sido relacionada por los estudiosos con otras muchas lenguas. Se le ha supuesto relacionada, por ejemplo, con lenguas del norte de Africa, como el berebere o el egipcio, o con el sardo, el etrusco o el indoeuropeo.
La hipótesis indoeuropea fue defendida tanto por españoles como Martín Almagro (1952) como por extranjeros como Fouché (1909). Esta idea fue sustentada cuando en el 1963 los profesores Pericay y Maluquer llegaron a la conclusión de que la inscripción ibérica del rython de Ullastret estaba en lengua indoeuropea. Otros indoeuropeistas fueron Castro Guisasola (1944), Montenegro (1947), Coelho (1976) y Pérez Rojas (1980). El desciframiento de la escritura ibérica ayudó a poder hacer comparaciones fonéticas con otras lenguas y actualmente se piensa que la lengua ibérica no es indoeuropea debido a su carácter aglutinante y que no es una lengua flexiva. Por la misma razón fue descartada la tesis semítica que había sido sustentada por autores como Gorostiaga (1952), Solá Solé (1967), López Serrano (1983) y Touchet (1981).
Autores como Hubschmidt afirman la existencia de al menos dos unidades lingüísticas preindoeuropeas mediterráneas, la euroafricana y la hispano-caucásica, así pues esta unidad se debía de haber visto fragmentada por la aparición de los pueblos indoeuropeos.
Tovar defendió la tesis camítica, aun cuando la consideraba poco probable, haciendo una aproximación con el bereber, tesis argumentada en el término eban documentado en inscripciones funerarias, puesto que el término eban en bereber significa “piedra”.
Otra teoría sería la que afirmaría que la lengua ibérica era utilizada como una lengua vehicular o lingua franca y que se extendió de sur a norte. Esta teoría fue defendida por Javier de Hoz, quien consideraba que la lengua ibérica tenía como núcleo Alicante, puesto que tan sólo era en esta zona donde se podían encontrar las tres escrituras ibéricas (levantina, meridional y greco-ibérica). De Hoz considera que la lengua ibérica era utilizada en el comercio para las transacciones económicas entre pueblos que no utilizaban un mismo idioma, hecho que explicaría el hallazgo de antropónimos ibéricos en inscripciones griegas de carácter económico pero que no explicaría la afinidad entre la lengua vasca y la lengua ibérica.
Rodríguez Ramos afirma que debía de haber una unidad lingüística entre la zona mediterránea española y el sur francés, sugiriendo una expansión geográfica de norte a sur. Históricamente, esto se podría explicar por la cultura de los Campos de Urnas que abarcaba este territorio y que es inmediatamente anterior a la cultura ibérica. Así pues, Rodríguez Ramos cree que uno de estos pueblos hablaría una lengua protoibérica que daría lugar a la lengua ibérica en esta zona.
Aún así, hasta que no se conozca bien la lengua ibérica no se podrá aceptar o rechazar estas hipótesis ya que es cierto que podemos encontrar antropónimos semíticos o célticos, elementos camitas o numerales griegos en las inscripciones ibéricas que podían haber sido adquiridos tanto por contacto o por parentesco.
2.2.1 Teoría vascoiberista
La denominada teoría vascoiberista que relaciona la lengua vasca con la lengua ibérica nació ya en el siglo XVI y fue formulada por humanistas como Lucio Marineo Sículo o por Esteban de Garibay. Pero no es hasta el siglo XIX cuando se desarrolló gracias al investigador alemán Humboldt. Éste, en su viaje al País Vasco en el 1802, llegó a la conclusión de que los iberos debían ser vascos, y que, por lo tanto, el vasco era el descendiente directo de la lengua ibérica, esta idea fue publicada en el 1830 en Los primitivos habitantes de España: Investigaciones cono lo auxilio de la lengua vasca.
En 1907, Hugo Schuchardt, conocedor de la lingüística vasca, publicó La Declinación Ibérica, donde relacionaba varias terminaciones ibéricas con la declinación vasca, así intentó establecer la gramática ibérica, pero se debe tener en cuenta que el signario ibérico todavía no había sido descifrado.
Cuando la lengua ibérica se pudo leer, Gómez Moreno afirmó que destaca la claridad de los sonidos en ambas lenguas y que /p/ se desvanece en el ibérico como en el semítico y el vasco. En el 1935, Pío Beltrán propuso la interpretación de un vaso de Liria como gudua deisdea, dado que la decoración era una escena bélica parecía verosímil traducirla por las palabras vascas “gudu” (guerra) y “deitu” (llamada), por la cual la traducción ibérica quedaría “llamada a la guerra”. Pero esta lectura estaba equivocada, como demostró Fletcher Valls, siendo la lectura correcta kutur oisor, fundamentada en qué el término kutur se encontraba en otras inscripciones donde no se podía traducir por “guerra”. Así puess, hacia mediados del siglo XX la teoría vascoiberista entró en crisis debido a qué se confirmó que muchas de las lecturas habían sido erróneas, como es el caso mencionado.
Aún así, las coincidencias léxicas entre la lengua ibérica y la lengua vasca son evidentes, pero estas no nos indican qué tipo de relación hay. Algunos ejemplos de estas coincidencias son: el verbo vasco “egin” (hacer) con el ibero ekiar / ekien, el ”ibeni” vasco (erigir) con ebanen, “sari” (pago, importe) con s’alir, “iri” (ciudad) con iltir’ y el sufijo vasco de genitivo “–en” con el “genitivo” ibérico –en. Además se han de añadir las similitudes entre el sistema de fonemas vasco y el ibérico, como la estructura de sus compuestos, puesto que “el ibérico suena como el vasco”.
Gorrochategui demostró el parecido entre los pocos onomásticos y teónimos aquitanos que nos han proporcionado las inscripciones latinas y la lengua ibérica, como también algunos formantes aquitanos son idénticos a palabras vascas hecho que permite traducciones coherentes de onomásticos, por esto la lengua aquitana es considerada una lengua protobasca. Por lo tanto, su similitud con la lengua ibérica sugiere una relación entre la lengua vasca y la ibérica. Pero el hecho es que la lengua ibérica no se puede traducir mediante la lengua vasca, debido a que la lengua vasca actual ha sido influenciada por el latín y otras lenguas románicas que han hecho que el vasco haya evolucionado y seguramente haya tenido cambios fonéticos. Hace falta apuntar que los textos vascos no están documentados hasta el siglo XIV, por lo tanto, ya con claras influencias latinas.
En 1981 el profesor Pattison publicó un minucioso trabajo sobre las relaciones entre el vasco y la lengua ibérica, viendo que sí había afinidad pero sin poder afirmar si era debido a un origen común, a préstamos o por influencia del sustrato.
Pese a la evolución del vasco, es evidente que existe una relación con la lengua ibérica, pero ésta no la podemos determinar. Rodríguez Ramos afirma que no puede ser casualidad que los parecidos hayan derivado de una proximidad geográfica o que las coincidencias léxicas sean préstamos. En cambio, L. Michelena, sí creía que la relación entre el vasco y el ibérico era debida a esta convivencia entre ambas culturas. Pero como decimos la relación todavía no está determinada.
2.3 Sistemas gráficos
La lengua ibérica fue escrita en diferentes sistemas gráficos utilizados en desigual medida. Un primer sistema de escritura fue el empleado en el territorio de las provincias de Alicante y de Murcia durante el siglo IV aC., este sistema era una adaptación del alfabeto jonio y se le ha denominado escritura greco-ibérica.
Por otra parte, se han encontrado un escaso número de inscripciones en escritura latina, por la cual se supone que su uso era excepcional y limitado en el tiempo.
Pero el signario más utilizado fue el denominado signario ibérico que presenta dos variedades: la meridional, documentada en Jaén y Albacete, y la norte-oriental o levantina, que es la más generalizada.
La escritura meridional se sitúa desde Almería a Córdoba llegando al sur de Valencia, con hallazgos aislados en Castellón (Orleyl), en el sur de Francia (Lattes) y en Cáceres (Montfragüe). Está poco documentada y por esto algunos signos todavía no han sido descifrados, sumado al hecho de que existen pequeñas variantes, dígrafos, que dificultan su desciframiento. Los soportes en que ha sido documentada son principalmente plomos y leyendas de monedas.
Signario ibérico meridional
La escritura nororiental o levantina es la más generalizada y la mejor documentada, se extendió por el área que va desde Ensérune (sur de Francia) hasta Levante, a la altura de Sagunto. Aunque es la mejor documentada todavía hay algunos signos de los cuales no se ha podido establecer una transcripción que satisfaga a todos los investigadores, tanto por su escasa documentación (por ejemplo, un signo documentado únicamente en el plomo de Palamós) o por su carácter fonético.
Signario ibérico nororiental
La escritura nororiental es la única en la cual se diferencian las oclusivas sordas de las oclusivas sonoras mediante un trazo diacrítico a los signos habituales, es el denominado sistema dual. Este sistema fue identificado en el 1968 por Maluquer de Motes en los plomos del Monte de Sant Andreu de Ullastret y de la Colina de Gasset de Castelló, pero no lo pudo verificar, como sí lo hizo años más tarde Javier De Hoz. El sistema dual está formado por las variantes de todos los silabogramas oclusivos dentales, excepto ta, y por todos los silabogramas oclusivos velares, excepto ku. Aun sin entender su necesidad, se acepta la dualidad de bo. La ausencia de las variantes duales de ta y ku y la existencia de la dualidad de bo son los principales argumentos de Jürgen Untermann para dudar que la finalidad del sistema dual sea distinguir las oclusivas sordas de las oclusivas sonoras. Joan Ferrer propuso la variante de tres trazos con trazo vertical de bo como variante compleja de ta, y por lo tanto con valor de sorda.
Pese a las similitudes entre el signario meridional y el norte-oriental, el sistema dual documentado en la escritura norte-oriental no es la única diferencia, puesto que hay diferencias notables en algunos signos, por ejemplo firmas gráficas iguales con diferente significado, y en el hecho de que se ha documentado que el meridional también fue escrito y se puede leer de izquierda a derecha, mientras que el norte-oriental solamente se escribía y se leía de derecha a izquierda.
2.3.1 Origen de los sistemas de escritura
Sobre los orígenes del sistema de escritura ibérica no hay unanimidad de criterio. Algunos autores ven sus precedentes en el Asia Menor, Creta y Chipre (con una escritura de 55 signos silábicos), en Fenicia (con 22 signos consonánticos), o en los griegos, que adaptaron el alfabeto fenicio.
Gómez Moreno creía que la escritura denominada tartésica habría nacido en el Mediterráneo oriental y habría sido exportada a la zona tartésica estando ya organizada, de esta escritura se originaría la escritura del este peninsular. Seis de los signos silábicos se corresponden con signos fenicios y griegos mientras que los demás provendrían del silabario cretense. Así es como para Tovar la mayoría de los signos ibero-tartesos están relacionados con los fenicios y los griegos, siendo obra de alguien familiarizado con escrituras tanto silábicas como alfabéticas. Tovar pensaba que la escritura ibérica tendría que haber surgido en Andalucía hacia el 700 aC. con influencias griegas y fenicias.
Para Maluquer la escritura ibérica surgiría en algún santuario del sudeste peninsular, inventada por alguien que conocía el alfabeto griego y fenicio y el silabario chipriota.
Javier de Hoz creía, por motivos geográficos, que la escritura norte-oriental podía derivar de la escritura meridional. De Hoz reconoce la influencia griega de la cual se conservarían una parte de los signos. Propuso que tanto la escritura levantina como la meridional hubieran sido conocidas independientemente en dos áreas distintas dando lugar a adaptaciones diferentes. Así se trataría de un fenómeno fronterizo con la región contestana, de donde se habría formado la escritura ibérica.
Para Rodríguez Ramos, la evolución y el origen de la escritura ibérica estarían relacionados con la evolución económica de las diversas zonas, así pues, la escritura ibérica surgiría en la zona tartésica.
Aun cuando la versión más extendida sea que la escritura ibérica surgió en el sudeste peninsular esta teoría no se contrasta con la epigrafía ibérica, en la cual los documentos más antiguos provienen de Cataluña y pertenecen a la segunda mitad del siglo V aC., como también se debe tener en cuenta que las únicas colonias griegas a la Península Ibérica se encuentran al nordeste peninsular. La propuesta de Ferrer de cambio del sistema dual tiene como consecuencia que el signario dual fuera el signario norte-oriental original, puesto que hace aumentar el nombre de cerámicas del s.IV aC. compatibles con el sistema dual y la variante compleja de ta aparece a la inscripción norte-oriental más antigua. Esto permite suponer que el sistema no-dual se podría haber generado por la simplificación del sistema dual y, por lo tanto, esto ayudaría a entender las divergencias entre la escritura norte-oriental y la escritura meridional. La zona geográfica sería, pues, la zona costera del norte de Cataluña y el sur del Lenguadoc – Rossellón.
Así pues hay discrepancias en el origen de la escritura ibérica, origen que podría ser fenicio, griego o chipriota, en si es una creación propia o importada y en su surgimiento en el sudeste peninsular o en occidente.
CONCLUSIONES
La lengua y la escritura ibérica se desarrollaron dentro de la cultura ibérica, en el contexto de una sociedad basada fundamentalmente en la agricultura aunque también comerciaba con griegos y fenicios, con los cuales necesitaban una lengua para comunicarse, posiblemente por esto se cree que la lengua ibérica actuaba como lingua franca.
En un segundo apartado nos hemos centrado en la lengua ibérica, que se extendió por toda el área de la cultura ibérica y las inscripciones documentadas nos dan una cronología que va desde el siglo V aC. hasta el I dC. A partir de estas inscripciones ibéricas, es decir, de la epigrafía, se ha podido deducir la fonética ibérica y se intuye su gramática mediante el denominado sistema combinatorio interno en el cual se contrastan las diferentes inscripciones ibéricas. Acto seguido hemos visto que la epigrafía y el soporte en el cual están inscritos los textos que disponemos nos dan una idea de cuál era la funcionalidad del texto y, por lo tanto, aunque no lo podemos traducir, nos podemos hacer una idea del sentido general de los textos.
El estudio de la lengua ibérica fue evolucionando hasta un punto de inflexión, el desciframiento del semisilabario ibérico por Gómez Moreno, que dio paso a que hoy en día podamos ser capaces de leer los textos pero que todavía no seamos capaces de entenderlos. Esta capacidad de leer los textos hizo que se relacionara la lengua ibérica con la lengua vasca y la lengua aquitana, volviendo a desarrollar la teoría vascoiberista. Pero mediante la teoría vascoiberista no somos capaces de traducir literalmente los textos ibéricos, por lo tanto, aunque su relación es obvia se debe saber hasta qué punto se puede utilizar el vasco como método de traducción de los textos ibéricos.
También hemos visto los diferentes sistemas gráficos empleados y sus cronologías que nos hacen decantarnos por una teoría sobre el surgimiento de la escritura ibérica u otra, sin que se haya confirmado en qué zona geográfica ni en qué momento surgió la escritura ibérica.
Así pues el estudio de la lengua ibérica ha resuelto algunos puntos oscuros pero todavía hay mucho por avanzar, puesto que nuestro conocimiento es mínimo y muchas veces éste está basado en supuestos y hipótesis que tanto pueden ser ciertas como erróneas. Por lo tanto, debemos fijarnos en los aspectos objetivos, como la epigrafía ibérica, e intentar hacer un estudio riguroso aunque éste será lento y limitado, pero quizás nos dará mejores resultados.
Autora: Elisabet Ramírez Valle
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